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La CIA en su sopa

Fuentes: Rebelión

El Presidente Barack Obama en su primer mensaje ante el Congreso Pleno expresó: «Estoy aquí esta noche y digo sin excepción o equivocación que en EE.UU. no hay torturas». Resulta que ahora la CIA ha sido acusada de cometer mil y un delitos -nada nuevo bajo el Sol, puesto que torturar es parte de la […]

El Presidente Barack Obama en su primer mensaje ante el Congreso Pleno expresó: «Estoy aquí esta noche y digo sin excepción o equivocación que en EE.UU. no hay torturas». Resulta que ahora la CIA ha sido acusada de cometer mil y un delitos -nada nuevo bajo el Sol, puesto que torturar es parte de la estrategia de contrainsurgencia de ese país- y en un informe de seis mil setecientas páginas se narra los terroríficos métodos empleados por ese organismo de seguridad para obtener información, dizque fidedigna. Tal vez por esta razón, el Presidente Obama no ha podido cumplir con su vieja promesa de cerrar Guantánamo, porque entonces tendría que reconocer que la información allí elaborada se basó en confesiones falsas, hechas a partir de torturas.

Según el director de la CIA, John Brennan: «La inteligencia obtenida en el programa fue crucial para nuestro entendimiento de al Qaeda y sigue aportando información para nuestros esfuerzos contra el terrorismo al día de hoy.» ¡Bravo! Mejor imposible. No le van a exigir al pobre que interrogue y ejecute a los terroristas a carterazo limpio. ¿De que otra manera pudo llevar a cabo la «guerra contra el terrorismo», implementada durante el gobierno de George W. Bush y que el Presidente Obama maquilló con el nombre pueril de «operaciones de contingencia en el extranjero»? Las mismas consisten en incluso ajusticiar sin juicio previo a cualquier ciudadano del mundo, sin presentarle cargos en su contra ni realizar juicios ni cumplir con los debidos procesos; el ataque con drones, que crea más enemigos de los que elimina, es uno de los métodos con los que se llevan a cabo estos asesinatos.

Tal vez Brennan no pueda actuar de otra manera, que no sea mediante la tortura, porque posiblemente pertenezca la escuela de Dan Mitrione, agente de la CIA secuestrado y ejecutado por los Tupamaros, que enseñaba a aplicar: «El dolor preciso, en el lugar preciso, en la cantidad precisa, para conseguir el efecto deseado». Aunque este método sea falso de píes a cabeza. Para muestra basta un botón. La Comisión creada para investigar los eventos del 11 de septiembre, basó su informe acerca de lo acontecido aquel día en la confesión arrancada a Abu Zubeida, detenido en la base de Guantánamo y el más importante informador sobre al Qaeda. Luego de ser dura y atrozmente torturado, casi un centenar de veces mediante las «técnicas avanzadas de interrogatorio», como es la técnica del submarino, reveló los nombres de otros responsables de la organización, los que a su vez, luego de aplicarles las mismas técnicas, proporcionaron el conocimiento que le permitió a la seguridad estadounidense conocer todo lo que conoce de al Qaeda.

No era para menos, Abu Zubeida era «uno de los planificadores de operaciones de al Qaeda y sus células»; «pertenecía al puñado de hombres encargados de dirigir la red terrorista en caso de captura o muerte de Osama ben Laden»; «era su viejo aliado»; «su ayudante de confianza»; «el que organizaba sus viajes»; «el lugarteniente que había dirigido campos de entrenamiento en Afganistán y había coordinado células terroristas en Europa, así como en Norte América». «Era la conexión entre ben Laden y la mayoría de las células operativas de al Qaeda»; «el ex jefe de la Yihad Islámica en Egipto»; «el que tuvo un papel central en los ataques contra las embajadas de los EE.UU. en el este de África». El ex Secretario de Defensa Ronald Rumsfeld llegó a afirmar que era un pez tan gordo que «valía una tonelada de tipos en Guantánamo.»

El problema consiste en que en septiembre de 2009, el gobierno de los EE.UU. reconoció que Abu Zubeida nunca fue miembro de al Qaeda ni estuvo vinculado a dicha organización. Todo lo que confesó lo hizo bajo torturas, confesó sólo para que no lo siguieran torturando. Por lo tanto, la Comisión del 11 de noviembre redactó su informe sobre la base de una información falsa, de la que no se ha retractado todavía. ¿Cuánto de lo que EE.UU. conoce sobre al Qaeda está arrancado a la fuerza a gente que no sabía nada y que sólo habló para no ser más torturada? Casi todo. ¿Cuánto de la información que tienen es falsa? Casi toda. Lo que la CIA sabe sobre al Qaeda nació de la fértil imaginación del torturado.

Se dijo que Abu Zubeida confesó a sus torturadores que al Qaeda y Saddam Hussein estaban vinculados, información que los EE.UU. utilizaron para justificar la invasión a Irak; pero el ex miembro de la CIA y experto en el Medio Oriente, Robert Baer, en su libro «Soldado de la CIA», sostiene: «Basta con mirar la información que se usó para justificar la invasión de Irak, nunca debió convertirse en un informe, era un panfleto para que la Casa Blanca pudiese vender su guerra». Algo semejante confirmó ante el pleno del senado el presidente de la Comisión de Servicios Armados del Senado de EE.UU., Carl Levin, quien dio pruebas de que George W. Bush mintió para iniciar la guerra contra Irak, al vincular a Saddam Hussein en los ataques del 11 de septiembre. «Esa campaña tuvo éxito» en la opinión pública, dijo Levin, quien recordó que Dick Cheney, entonces vicepresidente de los EE.UU., en el programa «Meet the Press» mintió al sostener: «Está bastante confirmado que Mohamad Atta (quien encabezó el secuestro de los aviones usados en el ataque del 11 de septiembre) fue a Praga y se reunió con un funcionario de alto rango del servicio de inteligencia iraquí en abril pasado, varios meses antes del ataque». Conexión que, según Levin, era pura «ficción» porque en esos días Mohamad Atta se encontraba en los EE.UU.

También es conocido que el Presidente Eisenhower, al final de su mandato le reclamó a Allen Dulles, en ese entonces director de la CIA: «La estructura de nuestros servicios de información no funciona. Nada ha cambiado desde Pearl Harbour. He sufrido una derrota de ocho años en esto. Dejaré un legado de cenizas a mi sucesor».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.