Una plausible aproximación, pensando en voz alta, a partir de los hechos conocidos por la prensa. Los datos numéricos están redondeados.
La situación actual del mundo está marcada fundamentalmente por la encrucijada creada por la llegada al escenario global de una nueva potencia que disputa la hegemonía a la superpotencia dominante. En otras palabras, por las relaciones sino-estadunidenses.
La teoría de la desconexión
Más o menos desde los albores del siglo XXI, agudizado por el ataque a las torres gemelas de Nueva York, los grupos de estudio (think tanks) de la derecha de los Estados Unidos se abocaron con urgencia a buscar soluciones a cómo este país debería enfrentarse a la inevitable decadencia del llamado ‘imperio americano’.
Predominó la tendencia de evitarla a toda costa, pues ‘un poder dominante tiene el legítimo derecho de mantenerse en él’. Perdieron la partida quienes defendían la postura gradualista—un giro hacia una situación multipolar. Esta tendencia se estaba dando de manera natural, donde la República Popular China-RPCh emergía como la potencia ‘primera entre iguales’, o según el dicho latino primus inter pares. Los halcones decidieron alterar esta situación y jugarse las cartas de la ‘Trampa de Tucídides’, donde la guerra es quien decide la situación final.1
La primera fase de esta estrategia ha sido llamada de ‘desconexión’. El mundo del siglo XXI está caracterizado por la intensa conexión de las cadenas globales de suministro, en la cual están participando todos los países del mundo; una situación denominada de hiperconexión por los expertos de comercio internacional.2
Dada su población, que les da un peso específico difícil de ignorar, los países asiáticos ya concentran el poder económico global y donde China lidera las cadenas globales de suministro de la hiperconexión.3
La hipótesis es la siguiente: Los EEUU, al considerarse la primera superpotencia económica y militar, al retirarse de las cadenas globales de suministro produciría un caos económico global. Al final de dicho proceso, emergería un nuevo reordenamiento mundial donde conservaría el status actual. Un objetivo adicional y complementario es lograr el debilitamiento de China y de otros países asiáticos en ascenso. Concentrándose en China, debería causarse desconcierto en la población y luego, como consecuencia, minar la voluntad de las fuerzas armadas. Esto disminuiría la probabilidad de una confrontación armada directa, al eliminar las posibilidades de alcanzar algún éxito, obligándolo a un acuerdo al revés, según la trampa señalada: el que llega renuncia a sus posibilidades de ascender al primer lugar.
Primera fase: Desarrollo de la política de desconexión
El primer paso en la política de desconexión pone en práctica el principio ‘dar preeminencia al bipolarismo en la política exterior’ en detrimento del multipolarismo vigente. Simultáneamente, se adelanta un segundo paso: mermar la influencia de las organizaciones internacionales y acuerdos regionales de cualquier índole, porque se supone que han sido los escenarios que favorecen el ascenso de nuevos jugadores globales que horadan la hegemonía de los EEUU.
Algunas de las decisiones concretas adoptadas por la administración Trump que podrían validar la hipótesis propuesta:
-La disminución de los aportes económicos a la mayoría de los organismos especializados de las Naciones Unidas o la retirada de algunos de ellos, como de la Unesco y del Consejo de derechos humanos.
-La retirada del Acuerdo transpacífico de cooperación económica-APEC, que reuniría a 12 grandes economías asiáticas.
-El bloqueo al principal órgano de gobierno de la Organización Mundial de Comercio, el
Tribunal de Arbitraje, que resuelve las disputas entre los Estados miembros.
-La retirada del Acuerdo nuclear con Rusia, del Acuerdo de París sobre el cambio climático y del Acuerdo nuclear con Irán.
-El caos inducido en el Medio Oriente y la adhesión total a la política de Israel.
-El apoyo al Reino Unido para su retirada de la Unión Europea y el ruido de los aportes financieros de los miembros de la OTAN.
Las guerras civiles que asolan Libia—propiciada inicialmente a través de acciones de agresión militar de Francia y España—, a Siria e Irak tienen un objetivo adicional, impedir la consolidación de los gigantescos proyectos de la Nueva ruta de la seda, que incluyen gaseoductos, autopistas, puertos y refinerías. Para complicar más el asunto—¿otro casus belli?, esto beneficia la política geoestratégica de Rusia: valoriza el proyecto del ‘Anillo energético asiático’ que construye este país—suministra ya gas y petróleo a todo el norte de Asia y principalmente a China; y permite y legitima su presencia en la guerra civil de Siria por estar en sus fronteras.
La totalidad de los gobiernos ultraderechistas, tipo Bolsonaro, Erdogan, Narendra Modi en la India, y los países del Este de Europa, y en menor medida, por su poco peso, como Piñera, Lenin Moreno y Duque, se han adherido, en términos generales, a esta estrategia cumpliendo pequeñas tareas locales. Hay que señalar, sin embargo, que algunos de ellos mantienen una política vergonzante, como Brasil y Chile, dado que China es su principal socio comercial, o como Colombia que a última hora busca acuerdos comerciales con Pekín. Los habituales comentaristas de prensa han calificado esta política local como de mera política nacionalista y de cierre de fronteras a los inmigrantes.
Segunda fase. Resolviendo la Trampa de Tucídides: la guerra económica
El más importante y de graves consecuencias potenciales, ha sido la guerra económica desatada por Trump contra China: la disputa de los aranceles y las exigencias—poco comentadas en los medios publicitarios occidentales, de que la RPCh renuncie a sus proyectos que lo convertirían en la primera potencia tecnológica, llamada ‘Hecho en China 2025’ y que ya alcanza el 50% de su ejecución.4
Es una situación peligrosa, porque el primer paso de toda confrontación bélica es la guerra económica. Forma parte, según los manuales militares y la historia, de las acciones preliminares para debilitar las fuerzas enemigas y calibrar la cohesión interna del adversario. El agredido puede responder escalando las represalias, en la búsqueda de los mismos objetivos de su agresor. El juego puede continuar hasta la apertura de hostilidades.
En el presente caso, el gobierno chino, que se siente fuerte y lo es según muchos indicadores mientras la situación económica de EEUU es ya insostenible a mediano plazo, ha respondido con represalias arancelarias ligeramente menores e ignorando las otras exigencias, aplazando un escalonamiento a corto plazo en el terreno económico.
Algunos comentaristas señalan que la guerra de los aranceles ha sido una práctica corriente en las divergencias entre Estados Unidos y sus aliados, como Japón y Corea del Sur en el siglo pasado, donde el más fuerte impuso sus condiciones. Pero en el actual enfrentamiento, China no es un aliado de los EEUU y ambos contendientes son equiparables. Y en el balance de aliados en el mundo, India se alinea con los EEUU, la Unión Europea vacila y Rusia probablemente se inclinaría por China.
Las siguientes fases
Aunque en el resto de las economías, la confrontación EEUU-China ha producido efectos muy fuertes, la guerra de los aranceles parece tender a un empate, en términos prácticos, situación que beneficia a Pekín al mantener el statu quo. Es legítimo suponer, entonces, que los halcones podrían haber pasado a una tercera fase en la escalada de confrontación, pero en otro terreno: minar la estabilidad social del adversario, es decir, desestabilizarlo internamente. Y en esta eventualidad la mejor arma son las armas biológicas, más eficaces que las armas de la guerra informática. Los manuales para la guerra moderna, definida como una guerra asimétrica y de uso de armas no convencionales, lo recomiendan.
Dadas una serie de circunstancias, coincidencias y opiniones frívolas (tipo Bolsonaro sobre el coronavirus—‘una gripita’, la de Trump—‘el virus chino no es nada grave’ o la euforia de los corredores de bolsa de Wall Street cuando comenzó la crisis de la epidemia en Wuhan), la mayoría de las personas tienen sospechas de que estamos en esta fase y en la red proliferan especulaciones y comentarios, unos más sensatos que otros, pero todos reflejando la misma inquietud. Es lo que se conoce genéricamente como las teorías conspirativas. Sea que el futuro lo confirme o no, los ideólogos de la supremacía occidental, como el economista y filósofo francés Guy Sorman se han apresurado a sostener que «el gran perdedor con esta epidemia va ser China». (Entrevista, periódico “El Mercurio” de Santiago de Chile, 29/04/2020)
El despliegue de acciones con armas biológicas implica necesariamente altos riesgos colaterales e imprevistos, muchos de ellos perversos e indeseables, pero la teoría de la guerra sostiene que una vez definido el objetivo básico de una confrontación, todos los riesgos se deben correr y quedan subordinados al objetivo principal. Inclusive, se considera la posibilidad de ser vencidos, pues se aplica el principio ‘morir combatiendo’, o como lo expresa mejor aquel dicho popular ‘aquí muere Sansón y los que no son’.
El cara a cara de las élites
Un pasatiempo de los antiguos estrategas militares chinos imagina escenarios donde las élites en conflicto están frente a frente. Tête-à-tête, dirían los franceses.
Donald Trump, un multimillonario de rango medio, cuya fortuna proviene de la especulación inmobiliaria y de la evasión de impuestos, es un advenedizo en la política tanto interior como exterior de los EEUU. Un auténtico outsider. Acostumbrado a abrir las puertas a puntapiés y al trato soez y displicente con su entorno personal, se siente incómodo en ambientes extraños y ha viajado poco al exterior. Incapaz del análisis profundo a largo plazo, sólo acepta el halago y la aceptación incondicional de sus puntos de vista cortoplacistas, características propias de un político novato. Como es obvio, el grupo que lo acompaña comparte su estilo de gestionar los asuntos públicos, entre otras cosas porque él los escoge y los nombra.
El enfrentamiento con China es compartido por la mayoría del establecimiento de los partidos republicano y demócrata y sólo difieren en quién lo ejecute y en la forma de llevarlo a cabo. Por ejemplo, los demócratas son firmes partidarios de que la confrontación debe ser en compañía del llamado ‘mundo occidental’, mientras que los republicanos están divididos al respecto. Los halcones republicanos en el poder, piensan que los EEUU ya se quedaron solos y deben actuar en consecuencia. Peor aún, le achacan esa soledad a la política demócrata de complacencia con los chinos, olvidando que la estrategia frente a China fue diseñada por Nixon-Kissinger y desarrollada hasta sus últimas consecuencias por los gobiernos republicanos de los Bush, padre e hijo. Bush, padre, fue jefe por varios años de la oficina de enlace de los EEUU en Pekín, de facto embajador pues no se tenían de manera oficial relaciones diplomáticas, quien luego pasó a ser director de la CIA y finalmente presidente de la nación.
Xi Jinping es un funcionario de toda la vida del partido comunista-PC. Por lo tanto es un sobreviviente de mil batallas que caracterizan la vida política de cualquier organización partidaria. Tiene un grado universitario de ingeniero obtenido en la segunda universidad más importante del país y realizó prácticas estudiantiles por un corto período en los EEUU.
Xi, como secretario general del PC, está al frente del comité central y de su comité permanente de siete miembros,5 cuyo objetivo es mantenerse en el poder. También preside la comisión militar central y como tal es el jefe supremo del ejército que debe garantizar la independencia nacional. Desde hace siete años es el presidente de la república y como jefe de Estado, ha visitado todos los países miembros de la ONU y muchos repetidas veces, como Rusia en más de 15 oportunidades. Según mi propia estimación, es el gobernante que ha visitado al extranjero en cumplimiento de sus funciones más asiduo, considerando todos los países y en toda la historia de la humanidad. El gobierno interior está a cargo del Consejo de Estado presidido por el primer ministro Li Keqiang y conformado por todos los ministros.
Xi es un político profesional de profunda formación china, a la cabeza de un partido de aproximadamente cien millones de miembros, cortés y culto6, de amplia experiencia en el manejo de los hombres, como lo ha requerido siempre la gobernanza china, el país más poblado de la Tierra y el Estado de mayor continuidad histórica. Los dirigentes del partido y los principales funcionarios del gobierno que lo acompañan, surgidos en negociaciones de compromiso, en su mayoría provienen de las tres tendencias, con matices ideológicos diferentes, que conforman el partido en la actualidad, como se verá en seguida.
En el seno del comité central y fiel reflejo de las bases partidarias conviven tres tendencias, tanto en política internacional como en otros aspectos de política interna. Un 30% es partidario de enfrentarse a los EEUU ya; otro 30%, de llegar a un acuerdo y esperar el desenvolvimiento natural de los acontecimientos económicos, minimizando las provocaciones; y un 40%, de responder toda provocación con igual intensidad y en el mismo terreno en el que se produzca la hostilidad. Xi forma parte de la última tendencia y hace mayoría absoluta en el comité central con el segundo grupo, hasta el momento.
Las premisas de la mayoría tienen como supuestos la de considerarse la primera potencia económica mundial y en proceso de alcanzar la supremacía militar; y de buscar que EEUU se mantenga en su actual carrera armamentista y presencia militar con tropas de combate en todo el mundo, cuyos gastos contribuirán a ser irrecuperable la economía de ese país. Esta última premisa fue fatal para la supervivencia de la Unión Soviética y es curioso, si tal es el caso, que los EEUU estén cayendo en el mismo error estratégico. La sabiduría convencional de la Grecia clásica afirmaba: «Cuando los dioses quieren perder a los hombres, los enceguecen.»
Sólo hay un punto de acuerdo unánime en el comité central: si Taiwán, una provincia en rebeldía según lo prescribe la constitución política, declarase la independencia, será invadida y China se enfrentará con las potencias que intervengan. Todas las cancillerías del mundo fueron informadas al respecto en el momento de las negociaciones para la apertura de relaciones diplomáticas con la RPCh, y aceptado por los EEUU en el acuerdo estratégico no escrito Nixon-Mao, llamada ‘La declaración de Shanghai’.
Pero aquí también hay un pequeño desacuerdo: la mayoría parece ser partidaria que la reunificación debe producirse, por la razón o la fuerza, antes del 2049, centenario de la fundación de la RPCh.
La posición de Washington en este tema también ha comenzado a cambiar, como se desprende de la promulgación de la ‘Ley de iniciativa de protección y mejora internacional de los aliados de Taiwán’, recién firmada por Trump el 26 de marzo de 2020 y aprobada por unanimidad por el congreso estadunidense. En términos prácticos es un desplante al gobierno chino, pues sólo 15 países, de la importancia e influencia de Haití y Paraguay, mantienen relaciones diplomáticas con Taipei, capital de Taiwán.
Notas al margen
En el enfoque de estos asuntos se dejan de lado conceptos como democracia y libertad, porque se considera que no son aplicables globalmente. Por ejemplo, la democracia es un idea profundamente occidental—nació en las ciudades griegas hace 2.500 años y hoy, todas las naciones que comparten esta influencia son plutocracias, no democracias. El criterio operativo para ponerla en práctica, ‘un ciudadano, un voto’, que yo sepa, no se aplica cabalmente sino en pequeños Estados. Un hecho, entre muchos: la señora Clinton obtuvo dos millones de votos más que Trump, en las últimas elecciones en EEUU.
Por contrapartida, el concepto ‘primero la sociedad, luego el individuo’ es un principio genuinamente chino elaborado hace, igualmente, tres mil años, donde el individualismo y la libertad personal están supeditadas al bien común. La explicación histórica plausible, en principio, ha sido la enorme población que ha vivido en esa nación.
Me parece, en consecuencia, y puedo estar equivocado—lo concedo, que hablar de colectivismo en Occidente está tan fuera de lugar como hablar de democracia en China, dando por sentado, desde luego, que compartimos lo que significan bien común, democracia y colectivismo.7
REFERENCIAS
- Arenas Vega, Luis Alberto, La moderna República Popular China, Editorial La Rosa de los Vientos, Bogotá, 2019. Sobre ‘La trampa de Tucídides”, p. 83.
- Khanna, Parag, Conectografía. Mapear el futuro de la civilización mundial, traducción de Pablo Hermida Lazkano, Paidós & Editorial Planeta, Bogotá, 2017.
- Arenas Vega, Luis Alberto, op. cit., cf. Los gigantes de Asia, El índice de poder en Asia, en pp. 136/141.
- Ibid., p. 82.
- Las tres instancias superiores del partido son el comité central, el buró político y el comité permanente. El comité central tiene 356 miembros: 198 principales y 158 suplentes. De entre ellos se elige el buró político de 25 miembros y de ellos se seleccionan los siete del comité permanente. El actual comité central fue elegido por los 2.300 delegados al XIX congreso reunido en octubre de 2017.
- La esposa de Xi fue una famosa cantante de ópera en su juventud, la actividad cultural de mayor prestigio y popularidad en China, luego ingresó al ejército donde alcanzó el grado de coronel.
- Para un análisis más detallado sobre este particular en Arenas Vega, Luis Alberto, op. cit., cap. 9, pp. 159/183.
Luis Alberto Arenas V. Ingeniero electrónico, U. Distrital, Bogotá. Magister en Ingeniería Eléctrica, U. de Chile. Fue funcionario del Departamento Nacional de Planeación y de la Empresa Nacional de Telecomunicaciones de Colombia; profesor y rector universitario; consultor en informática y telecomunicaciones. Autor de varios libros.