El partido Ennahda, que obtuvo la mayoría de los votos en las últimas elecciones de Túnez, no es objeto de críticas por su ideología islamica, sino por sus posturas económicas neoliberales. Tras celebrar unas elecciones en octubre elogiadas por su transparencia, los principales partidos tunecinos están ocupados con los toques finales para conformar el primer […]
El partido Ennahda, que obtuvo la mayoría de los votos en las últimas elecciones de Túnez, no es objeto de críticas por su ideología islamica, sino por sus posturas económicas neoliberales.
Tras celebrar unas elecciones en octubre elogiadas por su transparencia, los principales partidos tunecinos están ocupados con los toques finales para conformar el primer gobierno democrático tras la caída del régimen de Zine El Abidine Ben Ali.
El partido Ennahda se quedará con los principales puestos, incluyendo el codiciado cargo de primer ministro.
Una de las razones de la popularidad de Ennahda es su historia de resistencia a Ben Ali, derrocado en enero. El partido es visto por sus simpatizantes como un representante del Islam, pero también como bastión de la revolución y del cambio.
Sin embargo, cuando se trata de economía y finanzas internacionales, esa fuerza política generalmente repite las posturas neoliberales del antiguo régimen.
Ennahda recibió la mayor cantidad de votos en los comicios parlamentarios de octubre, pero no le alcanzaron para obtener una mayoría absoluta, con lo cual se vio obligado a formar una coalición con los centroizquierdas Congreso para la República (CPR) y Ettakatol.
Esas fuerzas políticas son oficialmente seculares, y han mostrado siempre recelos hacia el partido islámico. Ahora, estos y otros grupos de centroizquierda, así como sus simpatizantes en las calles, se vuelven cada vez más críticos de las políticas neoliberales de Ennahda.
El partido musulmán siempre fue elogiado por su moderación, y logró granjearse el apoyo o al menos la tolerancia de secularistas, grandes empresas, gobiernos de otros países y diversos sectores tradicionalmente recelosos de los movimientos islámicos.
Ennahda aplaca los temores de los secularistas defendiendo las libertades personales y de culto, mientras se acerca a la comunidad financiera internacional y a las grandes empresas prometiendo funcionar como contrapeso de sus socios de izquierda en la coalición de gobierno.
Uno importante tema de debate que ha surgido entre izquierdistas e islámicos tiene que ver con la deuda externa de Túnez.
El régimen de Ben Ali solicitó numerosos préstamos a naciones industrializadas e instituciones multilaterales. Gran parte de ese dinero fue utilizado en el desarrollo del país pero, debido a la rampante corrupción y los amiguismos, se cree que una significativa porción fue malversada.
Muchos tunecinos consideran injusto tener que pagar préstamos que enriquecieron a un dictador.
En respuesta a este malestar popular, figuras del principal partido secular, el CPR, propusieron realizar una auditoría y dejar de pagar una parte de la deuda que se constató fue usada en forma ilícita por el antiguo régimen.
«Tratamos de ser lo mßs independientes posible de esas instituciones internacionales (de crédito). Tenemos un gran problema de deuda», dijo a IPS la parlamentaria del CPR e integrante del Comité Económico de la asamblea legislativa Mabruka Embarak.
«Tenemos derecho a hacer una auditoría sobre esos compromisos. La parte de la deuda que sirvió al régimen, que no ayudó a los ciudadanos tunecinos y que obviamente fue usada por la mafia (de las familias de los exgobernantes) llega a millones de dinares. Los ciudadanos tunecinos no deben llevar esta carga», agregó.
No obstante, señaló que Ennahda «difería» con el CPR en este asunto.
Sayed Feyjani, representante del partido islámico, dejó en claro que su fuerza política estaba decidida a captar inversiones extranjeras.
«Túnez debe atraer capitales internacionales. Debemos hacer todo lo que podamos para evitar deudas, sí, eso es excelente, peroà estamos en contra de los dogmas, y necesitamos inversiones de donde vengan», afirmó.
Si bien la idea de no pagar porciones de la deuda parece gozar de apoyo entre la población, no así en la comunidad financiera local, que prefiere la postura de Ennahda.
El presidente de la bolsa de valores de Túnez, Fahdel Abdelkefi, dijo a IPS estar impresionado por las políticas económicas «extremadamente liberales» de Ennahda, y afirmó esperar que estas equilibraran a los grupos de izquierda en la coalición gobernante.
Ennahda es generalmente visto como un partido de la clase trabajadora, y su discurso religioso le ha distanciado de las clases más altas. Pero ahora Abdelkefi cree que esa fuerza política puede contrarrestar medidas radicales de los otros grupos en la coalición.
Y esto se aplica especialmente en el tema de congelar el pago de la deuda, idea que calificó de «populista».
«Congelar el pago de la deuda externa sería la mayor catástrofe», y podría hacer que este país «perdiera su grado de inversión por un buen tiempo», alertó.
Además, sostuvo que la deuda externa no era significativa como para adoptar una medida tan drástica. «La deuda externa toda no es tan importante, apenas representa 20 por ciento del PIB (producto interno bruto). Túnez tiene los medios y la capacidad de pagar como un estado honesto», afirmó.
Aunque Abdelkefi considera que cancelar los compromisos es un tema de integridad nacional, muchos tunecinos se muestran resentidos con Occidente por sus décadas de apoyo a la antigua dictadura, y consideran inmoral que se les obligue a pagar la riqueza de la familia gobernante.
El hecho de que Ennahda, a pesar de sus credenciales revolucionarias, comience a mostrarse como defensor de los grandes negocios y las finanzas internacionales podría dañar su reputación de representante de los oprimidos.
Túnez tiene una larga tradición de poseer un fornido sector público, y muchos tunecinos dependen de subsidios estatales para sobrevivir. Instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) sugieren desde hace años que el gobierno debe recortar esos gastos.
Pero eso podría ser peligroso. Pequeños cambios en los precios del pan desataron masivas y violentas protestas en las calles a comienzos de este año, que derivaron en la caída de Ben Ali.
Ennahda sabe esto, y por eso sus representantes aseguran que, a pesar de su deseo de obtener nuevos préstamos e inversiones, no impondrán una liberalización económica radical.
Cualquier acuerdo con el FMI «será negociado. Necesitamos al sector público, necesitamos empleos. Es tan simple como eso. Definitivamente no vamos a hacer que la gente se muera de hambre», dijo Sayed Feyjani a IPS.