Hong Kong se enfrenta a una nueva etapa de movilización ciudadana y redefinición de su esencia como sociedad y región autónoma. Desde marzo, varios sectores de la sociedad civil se han estado manifestando. Los días 9 y 16 de junio fueron especialmente significativos ya que millones de hongkoneses salieron a la calle en diversas marchas. […]
Hong Kong se enfrenta a una nueva etapa de movilización ciudadana y redefinición de su esencia como sociedad y región autónoma. Desde marzo, varios sectores de la sociedad civil se han estado manifestando. Los días 9 y 16 de junio fueron especialmente significativos ya que millones de hongkoneses salieron a la calle en diversas marchas. El día 1 de julio, decenas de activistas asaltaron el parlamento de la ciudad para reivindicar su oposición a la ley de extradición propuesta por el ejecutivo local con el apoyo del Gobierno de la República Popular China (RPCh). Esta ley ha quedado suspendida pero no fue retirada por parte del Gobierno de Hong Kong, a pesar de que la jefa ejecutiva Carrie Lam, durante una de sus últimas declaraciones, literalmente la ha dado por «muerta». Sin embargo, esta declaración no ha contentado las demandas de los manifestantes y no ha quedado claro que va a suceder en futuras legislaturas (South China Morning Post, 2019). Por ello, las protestas y la polémica continúan. Esta ley permitiría transferir a los fugitivos y los acusados de haber cometido un crimen a jurisdicciones con las que, en la actualidad, Hong Kong no tiene ningún acuerdo de extradición, como la de China continental. Los críticos señalan que la ley permitiría a China perseguir a sus opositores políticos y legitimar su abducción. Ello también posibilitaría que no sólo los residentes sino también los visitantes de Hong Kong pudieran enfrentarse a un juicio en China en caso de ser acusados (Davidson, 2019). El apoyo ciudadano, tanto el número de personas movilizadas como las dinámicas de las manifestaciones, ha sorprendido a los propios hongkoneses y a la comunidad académica e internacional.
Hong Kong, tradicionalmente, ha representado un puente entre Oriente y Occidente que, además, experimentó un largo proceso de colonización británica hasta 1997, momento en el que se convirtió en una Región de Administración Especial (RAE) de la RPCh bajo el principio de «un país, dos sistemas». Fue un momento de transición y transformación. En el documento jurídico de la Ley Fundamental «Basic Law«, concretamente en el capítulo III, se reconocen varios derechos y libertades fundamentales como la libertad de expresión, de prensa y de publicación. También la libertad de asociación, de reunión, de marcha y de manifestación, entre otras. El sistema de «un país, dos sistemas» se mantendría intocable hasta 2047, aunque Hong Kong está experimentando desde hace varios años un retroceso en su modelo parcialmente democrático, lo cual sugiere que el sistema de «un país, dos sistemas» es cada vez más inestable.
Ackbar Abbas (1997) habla en su libro «Hong Kong: Culture and the Politics of Disappearance», de la cultura y política de la desaparición de Hong Kong afirmando que el cine, la arquitectura, la fotografía y la escritura contemporáneas transmiten una clara confusión sobre la identidad hongkonesa. A través de las películas de Johnnie To Kei-Fung y Wong Kar-Wai podemos tener un conocimiento más profundo de lo que significa ser «hongkonés». Sin embargo, el intenso interés por la cultura de Hong Kong es un signo de la inminencia de su desaparición a partir de su retorno a China en 1997 (Abbas, 1997: 7). Según Chu, Y.W. (2013) la originalidad de la cultura popular de Hong Kong y la industria cinematográfica estaban reconocidas tanto en la comunidad china como a nivel internacional. Pero desde 1997, la cultura está «lost in transition«, especialmente, desde el auge del desarrollo económico en China. Hong Kong está perdiendo su privilegio como puente entre Oriente y Occidente (Chu, Y.W. 2013). En la actualidad, tal como afirman varios entrevistados por la autora de este artículo, los jóvenes ya no ven películas hechas en Hong Kong, no escuchan canciones en cantonés [1], y hay pocas producciones de cine o series de calidad en esta lengua. Ahora, la mayoría de los jóvenes prefieren el K-pop (música popular coreana) y el Mandopop (música popular en chino mandarín), mientras que asocian el Cantopop (música popular cantonesa) como pasado de moda. Así, la cada vez menor presencia de la cultura popular de Hong Kong es otro de los pilares que se está desmoronando en la sociedad.
Al mismo tiempo, Fong, B. (2017:2) se refiere a Hong Kong como un «sistema híbrido», combinando elementos democráticos y de régimen autoritario como la no existencia de elecciones libres y sufragio universal. También hay una gran presión política y económica desde el gobierno chino (Ma, 2007). Según la Asociación de Periodistas de Hong Kong, y tal como refleja el Índice de Libertad de Prensa de 2019 publicado por Reporteros sin Fronteras, Hong Kong está experimentado un descenso y una amenaza a la libertad de expresión, de prensa y a las libertades civiles por parte del Gobierno chino. Al mismo tiempo, hay una insatisfacción general con los medios de comunicación tradicionales. Por ello, en los últimos años han aumentado los lectores de medios de comunicación alternativos como Hong Kong 01, Initium Media y Stand News (Chan J.M. et al. 2017: 118). Estos medios se caracterizan por contrastar las ideologías convencionales. Los medios de comunicación alternativos son plataformas no institucionales como las redes sociales e Internet y cualquier actividad fuera del marco institucional de los medios de comunicación de masas (Atton, 2003; Downing, 2001). Asimismo, hay un auge del nacionalismo, un desencanto político y una percepción pesimista ante la realidad social y económica, especialmente ante la problemática del encarecimiento de la vivienda. Así lo plasman las últimas encuestas de opinión realizadas por la Universidad de Hong Kong.
A lo largo de la historia reciente ha habido varios movimientos multitudinarios pro-democráticos (Lee, L.F. y Chan, J.M., 2011: 11-12) como la movilización de millares de personas en contra de la masacre de Tiannanmen en 1989 de la que se ha conmemorado el 30 aniversario este año (Ríos, 2019), y la movilización anual del 1 de julio desde 1997, el día de la transferencia de soberanía de Hong Kong. En 2003, medio millón de personas salieron a la calle para protestar en contra del artículo 23 de la Ley Fundamental en relación a la legislación nacional de seguridad. En 2014, sucedió la llamada Revolución de los Paraguas, pidiendo elecciones libres y democracia plena (Yuen, S. 2015: 49). Fue una de las mayores protestas sociales con alta participación de jóvenes y liderazgo estudiantil dónde se utilizaron las redes sociales para coordinar el evento (Lee, P.S. et al. 2015: 357; Yuen, S. y Cheng, E. 2018: 8). Desde junio de 2019, las multitudinarias protestas en contra de la ley de extradición a China son constantes y a gran escala. Las cinco principales demandas del actual movimiento son: la supresión de la ley de extradición a China, la retirada de la definición de las protestas como disturbios o revueltas violentas, la retirada de todas las acusaciones en contra de los manifestantes y la investigación de los supuestos casos de brutalidad y violencia policial (Cheng, K., 2019). Hay que tener en cuenta que especialmente el día 12 de junio la policía antidisturbios lanzó gases lacrimógenos y balas de goma contra los manifestantes (Lee, C.K., 2019). También se ha pedido en varias ocasiones la dimisión de la actual líder ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, que ha perdido legitimidad por su forma de gestionar el conflicto y la falta de diálogo con la sociedad civil, particularmente con los jóvenes. Los hongkoneses movilizados siguen insistiendo en la necesidad de proteger sus derechos democráticos y de seguir unidos como pueblo.
Durante la cumbre del G20, celebrada en Osaka el pasado 28 y 29 de junio, se mandaron solicitudes firmadas a diversos consulados y se publicaron declaraciones de protesta en periódicos conocidos internacionalmente para captar la atención global (Yep, R., 2019). Tal como afirmaba uno de los manifestantes entrevistados por la autora durante la manifestación del G20 convocada por el Frente Civil de los Derechos Humanos el pasado 26 de junio de 2019: «la gente de Hong Kong no vamos a rendirnos, juntos vamos a defender nuestra casa. Estamos cansados, agotados, enfadados… No tenemos nada más que perder y no podemos quedarnos de brazos cruzados. A menudo, me siento impotente pero es mi deber salir a la calle y luchar por mis derechos democráticos.» Ese mismo día se leyeron en varios idiomas (alemán, español, italiano, coreano, japonés, chino mandarín y francés) las demandas del movimiento. Los manifestantes cantaron, tanto en cantonés como en inglés, la canción de la obra de Víctor Hugo «¿Oyes al pueblo cantar?».
Cabe destacar que desde que empezó el movimiento, ha habido cuatro muertes por suicidio. Una joven dejó una nota de apoyo a las protestas la noche antes de morir y así lo hicieron las otras personas que también expresaron una gran frustración pidiendo a los hongkoneses seguir con la lucha. Estas muertes han afectado a los manifestantes y muchos de ellos les han bautizado como mártires como parte de la narrativa del movimiento (Su, A., 2019). Los manifestantes se comunican con mensajes emotivos principalmente a través de la plataforma online LIHKG y Telegram. También destaca la participación de varios grupos de minorías étnicas residentes en la ciudad provenientes de India, Pakistán o Filipinas, quienes como parte de la comunidad han decidido unirse a las movilizaciones afirmando que «esta es también nuestra casa» (Chor, L., 2019). Por otro lado, la gente de Hong Kong se ha caracterizado siempre por su pragmatismo. Sin embargo, el movimiento anti-extradición refleja un cambio en la sociedad. Ahora hay un sentimiento generalizado de solidaridad y una ideología de liberación compartida (Lee, C.K., 2019). La «desesperación» existencial es también parte del discurso y un nuevo elemento que refleja el pesimismo sobre el futuro de la ciudad, tanto a nivel socio-político como económico, especialmente por parte de los jóvenes (Lee, C.K., 2019). Se trata, pues, de un movimiento inusual, descentralizado, espontáneo, pacífico en esencia y con un elemento emocional claro.
Ciertamente, el día 1 de julio, día de la conmemoración del retorno de Hong Kong a China, las protestas experimentaron un punto de inflexión cuando decenas de activistas vestidos de uniforme con camiseta negra, casco amarillo, gafas para protegerse del gas pimienta y máscaras desechables, entraron en el Consejo Legislativo de Hong Kong por la fuerza con varias demandas en la mano. Entre estas demandas destaca la anulación de la ley de extradición, la investigación de la violencia policial y el sufragio universal para Hong Kong. Sólo uno de ellos reveló su identidad al quitarse la máscara ante las cámaras (Lum, A., 2019). Muchos políticos conservadores han bautizado a los activistas que asaltaron el consejo como alborotadores. A pesar de que las respuestas al asalto del Parlamento han sido variadas por parte de la sociedad, hay un apoyo general a la causa de los manifestantes (Yep, R., 2019). Asimismo, hasta ahora, las manifestaciones se habían llevado a cabo principalmente en la zona de la isla de Hong Kong. Sin embargo, el pasado domingo día 7 de junio, fue el primer día que millares de manifestantes se reunieron en la zona Oeste de Kowloon, en la terminal del tren de alta velocidad, para informar a los turistas provenientes de China continental sobre la esencia del movimiento (Leung, K. y Xinqi, S., 2019).
En el plano internacional, las disputas diplomáticas entre el Reino Unido y China han sido muy significativas ya que, el Reino Unido expresó desde el principio su apoyo a la causa del movimiento ciudadano en relación a la defensa de las libertades democráticas, condenando cualquier uso de la violencia, tanto por parte del estado como de los manifestantes. También ha recordado en varias ocasiones la obligación de todos los países de cumplir con las normas internacionales. Además, pide a China que cumpla con los acuerdos de la Declaración Conjunta Sino-británica ratificada en 1984. Se trata de un tratado legalmente vinculante que establece la autonomía económica y garantiza los derechos y libertades de Hong Kong (antes de su transferencia de soberanía en 1997). Estas declaraciones han irritado al Gobierno de China que ha pedido reiteradamente a Gran Bretaña que no interfiera en los asuntos internos del país. El embajador de China en Londres, Liu Xiaming, destacó «la mentalidad colonialista» de Gran Bretaña y se presentó una queja diplomática a Londres en contra del actual secretario de Relaciones Exteriores británico, Jeremy Hunt. No queda claro como va a seguir posicionándose el Reino Unido ni cuál va a ser su papel en este asunto, teniendo en cuenta tanto la crisis del Brexit, como sus altos intereses en el mercado chino y la importancia de seguir manteniendo sus relaciones económicas y culturales con el país asiático (Rowley, 2019).
Por otro lado, Hong Kong ha estado siempre en el punto de mira de las disputas entre Estados Unidos y China. Estados Unidos mantiene intereses económicos en Hong Kong y destacan sus relaciones bilaterales ya que Hong Kong mantiene tres oficinas económicas y comerciales en Washington D.C, Nueva York y San Francisco (Departamento de Estado de los EE.UU). Ambos pertenecen a la Organización Mundial del Comercio, Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico y al Grupo de Acción Financiera Internacional. Actualmente, existen más de 1.300 empresas estadounidenses en la zona y Hong Kong es el decimonoveno mayor socio comercial de Estados Unidos (Departamento de Estado de los EE.UU). La política estadounidense en la zona está recogida en la Ley de Estados Unidos-Hong Kong (U.S.-Hong Kong Policy Act) de 1992 basándose en la determinación para promover la prosperidad, autonomía y sistema de vida de Hong Kong (Fong, B. 2019). Los EEUU apoyan la autonomía de la ciudad implementando acuerdos bilaterales, promoviendo el comercio e inversión y reforzando los lazos académicos, de educación y culturales entre otras medidas (Departamento de Estado). Según Fong, B. (2019) este documento reconoce a Hong Kong como una entidad no soberana distinta de China y es para Washington una herramienta política para involucrarse en los asuntos de Hong Kong si fuera necesario. Además, durante este año 2019, Washington ha expresado su interés en Hong Kong a través del Cónsul general Kurt Tong en un discurso en el que advirtió sobre la sostenibilidad de la autonomía bajo el principio de «un país, dos sistemas» y sobre la importancia de mantener la autonomía de Hong Kong en la región del Indo-Pacífico (Fong, B., 2019).
La movilización ciudadana, la frustración y el enfado con el sistema político y económico, los sentimientos nacionales ligados a la identidad local, junto con las amenazas a las libertades civiles y de prensa y la pérdida progresiva de la cultura popular cantonesa son dinámicas relevantes para poder entender una realidad social y política cada vez más compleja e incierta. Cabe preguntarse si la desaparición de Hong Kong es ahora más inminente que nunca o si la resistencia por parte de varios actores locales, tanto desde la sociedad civil como desde las instituciones académicas, legales, medios de comunicación independientes y alternativos, además del importante papel de actores internacionales con intereses geopolíticos en la zona, como EE.UU, van a poder frenar el cada vez más claro control por parte de Pekín. Veremos como sigue evolucionando este movimiento y la escena política y, cuál será el papel de la comunidad internacional y de los Gobiernos de Hong Kong y de China en este conflicto interno en los próximos meses y años. Un elemento clave es que el movimiento y la identidad de Hong Kong, como región autónoma, sigan definiéndose a nivel local, nacional y global. Los hongkoneses seguirán alzando su voz para poder decidir, en la medida que sea posible, su futuro, teniendo en cuenta que estamos ante una nueva etapa de activismo político y movilización ciudadana con un fuerte espíritu de solidaridad.
REFERENCIAS
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Nota
[1] Lengua principalmente hablada en Hong Kong, Macao y en la provincia de Guangdong.
Marta Soler Alemany es candidata a Doctorado en la Universidad de Waseda, Japón.