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La elección de Quim Torra y el etnonacionalismo

Fuentes: TopoExpress

La investidura de Quim Torra a la presidencia de la Generalitat plantea el avance de los componentes étnicos, xenófobos y supremacistas en el nacionalismo catalán que lo conectan con el auge de los nacionalpopulismos de derecha en Europa. La elección de Quim Torra como presidente vicario de la Generalitat plantea una serie de cuestiones sobre […]

La investidura de Quim Torra a la presidencia de la Generalitat plantea el avance de los componentes étnicos, xenófobos y supremacistas en el nacionalismo catalán que lo conectan con el auge de los nacionalpopulismos de derecha en Europa.

La elección de Quim Torra como presidente vicario de la Generalitat plantea una serie de cuestiones sobre la caracterización del nacionalismo catalán. Los principales tratadistas sobre los nacionalismos suelen aceptar la distinción acrisolada por Hans Kohn entre nacionalismo cívico o político y nacionalismo étnico o cultural. El primero se fundamenta en la comunidad política de la ciudadanía, en condiciones de igualdad jurídica, codificada en sus derechos constitucionales, que se constituyen en Estado, más allá de sus adscripciones identitarias. El segundo se distingue por definir la nación por la pertenencia a una comunidad de sangre, dotada de una lengua y tradiciones comunes, que está por encima de las leyes y constituciones. Francia, Gran Bretaña o Estados Unidos serían ejemplos de nacionalismo cívico. Alemania, los nacionalismos balcánicos y vasco serían muestras del etnonacionalismo.

Ahora bien, se trata de una distinción teórica, pues no existen modelos puros y en todos los nacionalismos se produce una mezcla de elementos cívicos y étnicos. Así, desde el último tercio del siglo XIX, los nacionalismos cívicos norteamericano, francés y británico incorporaron fuertes elementos étnicos en torno al Destino Manifiesto, el nacionalismo integral de Barrès o Maurras o la superioridad de la raza blanca de Kipling. De modo que, para caracterizar a un movimiento nacionalista, debe examinarse cuál es su eje cívico o étnico de dominancia.

Si aplicamos estos conceptos a los nacionalismos peninsulares, observaremos cómo el nacionalismo español surgido de la revolución liberal se inició como un nacionalismo cívico, a la francesa, pero fue adoptando, a partir de la generación del 98, características de los nacionalismos étnicos que se hicieron dominantes en la concepción nacional del franquismo, frente al modelo cívico de la Segunda República.

En lo relativo a los nacionalismos vasco y catalán, el primero resultaba en sus orígenes un ejemplo claro de nacionalismo étnico donde, en los escritos de Sabino Arana, la raza, y en menor medida la lengua, constituían el núcleo de la nación. En el nacionalismo catalán existían entrelazados elementos étnicos y cívicos. La fuerte presencia de componentes étnicos, particularmente en la consideración de la lengua como el alma o el ADN -que diríamos los modernos- de la nación, estaba contrapesada por los elementos de carácter cívico. De este modo, se configuró un inestable equilibrio donde a veces se imponía uno u otro de estos componentes. Así, durante el periodo fundacional, en el último tercio del siglo XIX resultaban dominantes los elementos étnicos, y las décadas de 1910-1930 fueron un periodo de equilibrio entre ambos componentes, equilibrio que se prolongó tras la dictadura franquista. El nuevo nacionalismo catalán, cuyo principal dirigente fue Jordi Pujol, trató de limar los aspectos más palmariamente étnicos y excluyentes de la tradición del catalanismo que habían cobrado una gran fuerza en los años 30 del siglo pasado.

Tras la tragedia de la Segunda Mundial, con el nazismo como máxima expresión del nacionalismo étnico, resultaba imprescindible el aggiornamento de las tesis más identitariamente excluyentes de la tradición del catalanismo, particularmente en lo concerniente a la inmigración. De manera que Jordi Pujol intentó redefinirlos a través de su doctrina de la «integración» de los inmigrantes, no exenta de exabruptos etnicistas como el relativo a su definición de los inmigrantes andaluces como «hombres destruidos».

La doctrina Torra

Con la restauración de la democracia pareció que el eje de dominancia del nacionalismo catalán se aposentaba en los criterios de los nacionalismos cívicos, aunque en torno a la cuestión de la lengua permanecía un núcleo duro etnicista, como se reveló a partir de la década de los 90 con los decretos de inmersión y la Ley de Política Lingüística.

La prueba de que esos elementos étnicos seguían latentes en el catalanismo se revelaron en las escandalosas manifestaciones de Marta Ferrusola y Heribert Barrera sobre los inmigrantes, tanto los procedentes del resto de España como los extracomunitarios, tachados como una amenaza a la identidad del pueblo catalán. Ahora bien, aquí se ha de tener presente que la presión del pensamiento políticamente correcto impedía a muchos catalanistas expresar abiertamente lo que realmente pensaban y preferían circunscribirse a declaraciones que no cuestionasen ese marco.

La elección de Quim Torra como presidente de la Generalitat muestra cómo los elementos étnicos del nacionalismo catalán están ganando terreno y pueden convertirse en su eje dominante, en consonancia con el auge de los nacionalpopulismos étnicos en toda Europa. En julio de 2015, cuando tras la muerte de Muriel Casals, Quim Torra fue elegido presidente de Òmnium Cultural, El Periodico de Catalunya publicó un artículo titulado La caverna nostrada https://www.elperiodico.com/es/politica/20150722/omnium-quim-torra-4378174, donde salieron a la luz sus manifestaciones xenófobas y supremacistas que ahora han vuelto a resurgir y que se han completado con sus homenajes a dirigentes del fascismo separatista catalán, como los hermanos Badia, Josep Dencàs o Daniel Cardona. Entonces, ni Torra rectificó ni ello fue óbice para que entrara en las listas de Junts per Catalunya y haya sido elegido president vicario de la Generalitat.

Resulta inquietante, aunque no sorprendente, que formaciones autodenominadas de izquierda como ERC y CUP hayan permitido con esta carta de presentación la elección de Torra. Esto vuelve a demostrar la tradicional sumisión del nacionalismo pequeñoburgués a las directrices del catalanismo burgués; pero también cómo, en estos partidos del autocalificado nacionalismo de izquierdas, la cuestión social siempre se subordina a la nacional o, por expresarlo en otros términos, cómo entre la bandera y la clase el nacionalismo de izquierdas siempre elige la bandera. Incluso en circunstancias ideológicas tan extremas como las que han rodeado la investidura de Torra.

Además, el giro etnicista del catalanismo se reafirma con la función de líder autoritario y carismático por parte de Carles Puigdemont, típica de todos los nacionalpopulismos, más allá de sus características individuales, porque aquí lo importante no es la persona sino su función en el movimiento.

La elección de Torra pone de manifiesto que ahora no se trata de ampliar la base del independentismo sino, tras el fracaso de la vía unilateral, cohesionar a sus bases en torno a las características étnicas supremacistas del auténtico «pueblo catalán», frente, en la terminología de Torra, a los españoles que viven en Catalunya, esas «bestias con apariencia humana» que se empeñan en seguir hablando en castellano y darle la espalda al país. De modo que todo parece indicar que el movimiento independentista está dispuesto a ahondar la fractura social e identitaria que atraviesa la sociedad catalana y alinearse con los nacionalpopulismos de derecha europeos que han sido, por otra parte, sus principales apoyos en el Continente.

En otro orden de cosas, si la retórica de hacer República (que recuerda vivamente al fer país de Pujol) pasa del terreno discursivo a la práctica, será indefectible la aplicación de nuevo del artículo 155 de la Constitución, ahora en términos más duros, lo que podría conllevar la encarcelación de más dirigentes independentistas. Aunque podría ocurrir que solo se trate de retórica para contentar a sus bases sociales y se cuiden mucho de ejecutar acciones que puedan provocar estas respuestas por parte de las autoridades del Estado español. Especialmente cuando Ciudadanos ha encontrado en el conflicto catalán uno de sus argumentos supremos para erosionar al gobierno de Mariano Rajoy, acusado de blandura frente al desafío soberanista.

En cualquier caso, se plantea un conjunto de circunstancias que van a prolongar la tensión y el conflicto tanto entre los gobiernos autonómico y estatal como en el interior de la sociedad catalana, bajo la amenaza de acercarla a un enfrentamiento civil.

Fuente: http://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-eleccion-quim-torra-etnonacionalismo/