Recomiendo:
0

La emoción insurgente propulsa las revueltas

Fuentes: Gara

La gran revuelta del mundo árabe no conoce descanso. Las protestas, con distintos matices y niveles de enfrentamiento según los países, fueron multitudinarias. En Túnez y Egipto, donde los autócratas Ben Ali y Mubarak dejaron el palacio pero sus ministros siguen gobernando y su aparato domina la economía y la fuerza militar, la multitud reclamó […]

La gran revuelta del mundo árabe no conoce descanso. Las protestas, con distintos matices y niveles de enfrentamiento según los países, fueron multitudinarias. En Túnez y Egipto, donde los autócratas Ben Ali y Mubarak dejaron el palacio pero sus ministros siguen gobernando y su aparato domina la economía y la fuerza militar, la multitud reclamó un cambio estructural, no una transición cosmética. En Bahrein y Yemen, con los opresivos régimenes del rey Khalifa y el presidente Saleh en la cuerda floja, miles de manifestantes se unían en un mismo deseo: luchar contra la opresión, y no sólo contra un hombre, aunque sea el símbolo que la encarne. Irak, donde la jornada se saldó con varios muertos, y sobre todo Libia, con un enfrentamiento armado abierto y el espectro de una intervención militar occidental proyectándose sobre el terreno, fueron escenario de unas revueltas con implicaciones globales -que van más allá del precio del petróleo-, portadoras de un mensaje de esperanza y con potencial para dar forma a un nuevo mundo.

Aunque considerar las revueltas del pueblo árabe como ejemplos de «revolución Twitter» y proyectarlas como presagio de las revoluciones del futuro parece exagerado, las redes sociales se han convertido para miles de jóvenes en un arma potente para eludir el estado policial, para ganar en visibilidad y trasparencia. Pero sin duda, el canal por el satélite Al-Jazeera es quien está galvanizando la frustración del pueblo árabe. Está siendo decisiva para enfatizar el sufrimiento del pueblo y propulsar emociones insurgentes. Para construir una narrativa de rabia popular y lucha común contra los autócratas que se han perpetuado en el poder gracias a la política del «yo o el caos» y la hipócrita codicia de las potencias occidentales.

El pueblo árabe ya no es gobernable por una política de «camisa de fuerza», de falta de libertad y de desarrollo social. Y es lo suficientemente adulto como para aprovechar su momento y no dejar perder su oportunidad. Apoyar al pueblo árabe requiere oponerse a toda intervención militar exterior. Significa estar en el buen lado de la historia.

Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20110226/250715/es/La-emocion-insurgente-propulsa-revueltas