Samir Amin también señala las consecuencias de que China siga inclinándose hacia los Estados Unidos que son negativas para los movimientos sociales, desde la causa palestina hasta la política verde, pero positivas para la globalización capitalista, incluida la competencia global por los recursos. China debería rectificar esa posición y sumarse a la reconstrucción de un […]
Samir Amin también señala las consecuencias de que China siga inclinándose hacia los Estados Unidos que son negativas para los movimientos sociales, desde la causa palestina hasta la política verde, pero positivas para la globalización capitalista, incluida la competencia global por los recursos. China debería rectificar esa posición y sumarse a la reconstrucción de un «frente del Sur» o «Bandung 2»
Lin Chun (2013)
Tanto China como Rusia pudieron emerger como grandes potencias aprovechando el último gran auge de la economía capitalista global. Rusia como potencia energética-militar y China como potencia industrial. En ambos casos las exportaciones hacia los países ricos fueron los motores de la prosperidad. Pero esa etapa global ha concluido. Los mercados desarrollados se comprimen y los Estados Unidos -liderando a la OTAN- acosa a esas naciones emergentes tratando de capturar grandes reservas de materias primas y quebrar el poderío militar en el caso ruso, y en el caso chino intentando esclavizar a la más grande clase obrera industrial del planeta: 250 millones de trabajadores, y subordinar a ese temible competidor financiero e industrial pero también tecnológico y con cada vez mayor capacidad militar. Liquidar la alianza estratégica ruso-china es el objetivo mayor de Occidente. Pero por otra parte los capitalismos ruso y chino no están fuera de la crisis global, forman parte de ella, son afectados por sus turbulencias, sus contracciones comerciales. Tratan de desacoplarse parcialmente de la decadencia mundial atrincherándose en el espacio euroasiático. El proyecto de la Nueva Ruta de la Seda, una gigantesca red de transporte marítimo y terrestre uniendo a los países de la región, constituye una de sus más grandes esperanzas.
Jorge Beinstein (2016)
Recuerdo lo ya dicho sobre la autora en otras entregas. Lin Chun, profesora en la London School of Economics y autora de La transformación del socialismo chino, es también autora de China and Global Capitalism (Palgrave Macmillan, Londres, 2013), un libro que ha sido traducido recientemente por Esther Pérez para El Viejo Topo: China y el capitalismo global. Reflexiones sobre marxismo, historia y política. En mi opinión, uno de los libros más interesantes sobre la historia reciente de China: informado, excelentemente argumentado, con claridad en la exposición, defendiendo principios socialistas, apuntando sus tesis e hipótesis más importantes, reivindicando figuras injustamente denostadas, con agudas notas epistemológicas y singulares aportaciones a la tradición marxista, etc. Para no ocultar mis cartas: fui maoísta de joven y probablemente antiguas pasiones e ilusiones puedan jugar su peso en mi valoración.
LC sostiene que el desarrollo de China se encuentra en una encrucijada: «de una parte está la legitimidad o la inevitabilidad de una transición compleja al capitalismo; de la otra, la necesidad moral y la factibilidad práctica de una alternativa socialista». O barbare capitalista o socialismo, de nuevo es esta la cuestión.
1. En su opinión, «la primera opción domina el pensamiento político interno».
1.1. Ese mismo pensamiento describe la segunda opción como un deseo de dar marcha atrás al reloj «para asumir una economía centralizada ultraizquierdista».
2. La política que subyace a esta división, según Lin Chin, puede verse más claramente si se explicitan las razones de la lógica torcida que se oculta en la comparación entre Chongqing y la revolución cultural: «mientras que los blancos a los que apuntaba esta última eran los seguidores de la vía capitalista -entonces aún por venir- y los burócratas corruptos, son esos quienes han ocupado ahora muchos cargos de dirección, y, por supuesto, quienes se sienten amenazados».
2.1. En este contexto, la RC puede blandirse como un arma argumentativa y retórica letal contra los críticos de las políticas neoliberales y las élites.
2.2. De hecho, la hegemonía incontestada del capitalismo solo se sostiene gracias al núcleo utópico de esa ideología capitalista, ciega ante la explotación y la destrucción capitalistas, la quimérica idealización de una mercado mágico, y la creencia totalmente injustificada de que el capitalismo es necesario e inevitable.
3. Como es evidente esto es una distorsión y una clara manipulación. Es desarrollo capitalista no es inevitable, además de no ser deseable.
4. De hecho, el capitalismo en su forma clásica ya no resulta viable. «No es una opción disponible para el desarrollo tardío en general, y para China en particular».
5. China, aun teniendo inversiones en el extranjero, de ningún modo es actualmente una potencia colonial.
6. No hay que olvidar por otra parte los costes de una transición poscomunista. Rusia es ejemplo en el que puede mirarse China: «un enorme saqueo a gran escala».
7. En vez de potenciar la autonomía y la libertad de las personas, como prometen los fabuladores de la transición capitalista, «la mercantilización de los valores humanos loes esclaviza y corrompe, incluso en las sociedades postrevolucionarias».
7.1. Los dos países menos preocupados en general acerca del fundamentalismo del mercado son actualmente China y Estados Unidos.
8. No existe un capitalismo idealista que pueda ofrecer a China un futuro real.
9. La dependencia de Chia de la vía del socialismo no se ha desvanecido en la China actual donde muchas fuerzas luchan en su contra.
10. La oportunidad histórica de renovar legados colectivos pueden ser aprovechada por China. El socialismo sigue siendo una opción posible a la que regresar si las circunstancias lo exigen.
Dicha opción es para la autora la más deseable y factible para China «en especial en sus condiciones inmediatas de un proceso de acumulación particularmente crudo, inestable, contradictorio y confuso».
Para que se produzca esta necesaria reorientación es necesario que los socialistas ganen una batalla política. Una alternativa económica no puede comenzar a materializarse sin una lucha política que le abra el camino. La decisión política, la sabiduría y el liderazgo son decisivos, según Lin Chun, para la calidad del programa y el establecimiento de las prioridades nacionales.
En síntesis: lo que está en juego si China cambia su patron de desarrollo y se centra en su mercado interno ya no es el crecimiento o el abastecimiento de energía sino un reordenamiento global. Internamente ese cambio implicaría también una feroz pugna de intereses y poder. Por supuesto.
En esencia, el socialismo chino no es un concepto cultural que tiene que ver con la sinitud sino un concepto político que tiene que ver con el socialismo.
En cuanto a la democracia, ¿es posible alguna democracia en China?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.