La opinión pública de Etiopía se muestra hoy ambivalente ante el reciente anuncio de dimisión por parte del primer ministro, Hailemariam Desalegn. Algunos describen tal acción como un ‘momento de transformación’; otros, el resultado de una ola de protestas ‘sin precedentes’. Pero sea lo que sea que esté etiquetado, la sorpresiva renuncia del primer ministro […]
La opinión pública de Etiopía se muestra hoy ambivalente ante el reciente anuncio de dimisión por parte del primer ministro, Hailemariam Desalegn. Algunos describen tal acción como un ‘momento de transformación’; otros, el resultado de una ola de protestas ‘sin precedentes’.
Pero sea lo que sea que esté etiquetado, la sorpresiva renuncia del primer ministro de Etiopía, prepara el escenario para una carrera de sucesión crucial, que probablemente moldeará el rumbo futuro de un país sacudido por disturbios y manifestaciones de inestabilidad política.
Hailemariam, que estuvo al frente del gobierno etíope desde 2012, anunció el jueves que renunciaría como primer ministro y jefe de la coalición gobernante.
Citó los continuos ‘disturbios y una crisis política’ como los principales factores en su renuncia, que describió como ‘vital en el intento de llevar a cabo reformas que conduzcan a una paz sostenible y la democracia’.
Awol Allo, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Keele y experto en Etiopía, indicó que el anuncio no fue del todo inesperado, ya que los rumores de que Hailemariam renunciaría después del congreso del partido gobernante del mes próximo eran generalizados.
‘Pero [la renuncia] llegó antes de lo que la mayoría esperaba’, refirió Allo a medios locales de prensa.
La coalición gobernante, que tiene los escaños en el Parlamento de 547 miembros de Etiopía, está compuesta por cuatro partidos políticos delineados por grupos étnicos: el Movimiento Democrático Nacional Amhara (ANDM), la Organización Democrática Popular Oromo (OPDO), el Frente de Liberación Popular Tigrayan (TPLF) y el Movimiento Democrático del Pueblo Etíope del Sur (SEPDM).
El TPLF se percibe como el grupo más dominante dentro de la coalición gobernante, a pesar de que los Tigray representan solo el seis por ciento de la población del país; los miembros del grupo también ocupan posiciones influyentes en las fuerzas de seguridad y otros sectores.
En contraste, los pueblos Oromo y Amhara, que tienen agravios desde hace mucho tiempo contra el gobierno y dicen que están política, económica y socialmente marginados, representan más del 61 por ciento de la población.
Las protestas generalizadas estallaron en la populosa región de Oromia, en 2015, después de que se dieron a conocer los planes para un polémico proyecto de desarrollo en la capital, Addis Abeba.
Pero las manifestaciones se extendieron rápidamente a otras partes del país, incluida, en particular, la región de Amhara, donde los manifestantes exigieron una mayor libertad política e igualdad, así como el fin de los abusos contra los derechos humanos.
Etiopía impuso un estado de emergencia, que se levantó después de 10 meses.
Aún bajo presión, el gobierno etíope anunció el mes pasado planes para cerrar una prisión de Addis Abeba y liberar a miles de prisioneros, incluidos periodistas, líderes políticos y figuras de la oposición.
Pero esta semana, protestas generalizadas dirigidas por jóvenes estallaron una vez más en Oromia y se declaró una huelga de tres días, en medio de la creciente tensión sobre lo que muchos vieron como la liberación lenta de los prisioneros.
‘El problema ahora es el tiempo’, manifestó Befekadu Hailu, un escritor e investigador etíope ‘¿Qué tan rápido se pueden reformar?…Porque la oposición anda desesperada (por) una reforma rápida, o incluso, hablan de una revolución’.
Se espera que el Consejo de Ministros de la coalición se reúna lo antes posible para nombrar a su sucesor, según informes de los medios de la prensa local.
Asafa Jalata, profesor de Estudios Africanos en la Universidad de Tennesse-Knoxville, cuya investigación se centra en los oromo, dijo que muchas personas en Oromia esperan que Lema Megersa, presidente del gobierno regional, pueda asumir las funciones de primer ministro.
Eso podría ayudar a aliviar las tensiones políticas en curso en el corto plazo, hasta que los etíopes emitan sus votos en las elecciones generales, que están programadas para 2020, agregó.
Otros han sugerido que el ministro de Relaciones Exteriores de Etiopía, Workneh Gebeyehu, y el viceprimer ministro, Demeke Mekonnen, también podrían ser considerados para el puesto.
Para muchos especialistas, Etiopía se encuentra en una encrucijada, mientras otros solo esperan que llegue una persona que decida reconciliar la división radicalizada.