«Ningún presidente ha hecho más que yo por los derechos humanos» (George W. Bush, The New Yorker, 19 de enero de 2004) «Nunca olviden por un segundo que Estados Unidos es el país más rico en la historia del mundo, pero casi todos los ingresos van al 1 por ciento de quienes están más arriba» (Bernie […]
«Ningún presidente ha hecho más que yo por los derechos humanos» (George W. Bush, The New Yorker, 19 de enero de 2004)
«Nunca olviden por un segundo que Estados Unidos es el país más rico en la historia del mundo, pero casi todos los ingresos van al 1 por ciento de quienes están más arriba» (Bernie Sanders, candidato demócrata socialista a la presidencia de EE.UU.)
Es curioso contemplar cómo el tan manido argumento de la «democracia» y de los «derechos humanos» es utilizado e instrumentalizado por Estados Unidos, al esgrimirlo como pretexto tanto en acciones individuales como en foros colectivos (léase la ONU) como coartada de sus múltiples fechorías. A ello contribuye, como no podía ser de otra forma, ese cuarto poder en la sombra que son los medios de comunicación, y que nos presentan como una «democracia avanzada» al gigante estadounidense, así como si fuera un inocente país preocupado por la justicia global, cuando, sólo en el año 2015, ha enviado tropas de élite a 135 países, ha asesinado a miles de civiles inocentes mediante drones y sigue manteniendo cientos de bases militares por prácticamente todo el mundo. Esta es la rápida fotografía de ese país «adalid de los derechos humanos», sin contar las hostilidades a terceros países que no siguen sus dictados (como los de su «patio trasero» latinoamericano), el criminal bloqueo económico de Cuba (que dura ya más de medio siglo), la práctica del espionaje global que realiza a dirigentes mundiales o el permanente estado de guerra interior que despliega, con las matanzas indiscriminadas (gracias a su permisiva política en cuanto a la posesión privada de armas de fuego) o el asesinato sistemático de afromericanos por parte de la policía.
En realidad, lo que Estados Unidos practica es una actitud totalitaria con respecto a este asunto de los derechos humanos, porque no sólo es el principal violador de los mismos, sino que únicamente los utiliza como argumento ante los países que no se pliegan a sus designios, callando cuando se trata de países aliados. ¿Es ciertamente USA un ejemplo a imitar? ¿Puede presumir de algo en cuanto a derechos humanos se refiere? ¿Es en verdad una democracia avanzada? El cinismo de los gobernantes estadounidenses llega a extremos intolerables, cuando se permiten dar lecciones a terceros países en esta cuestión, cuanto tanto tienen aún que aprender en relación con este tema. Estados Unidos recrimina a Venezuela la existencia en su país de presos políticos, como si ellos no tuvieran una larga lista de personas encarceladas simplemente porque no piensan como su Gobierno. Los lectores interesados pueden consultarla en este artículo. Pero no acaban aquí las contradicciones y falacias estadounidenses con respecto a este tema. De entrada, Estados Unidos no ha firmado jamás los principales convenios internacionales de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en relación con la presencia de sindicatos y a la legitimidad de la negociación colectiva, entre otros muchos asuntos laborales, lo cual explica que las grandes empresas transnacionales estadounidenses sean también las más explotadoras de sus trabajadores.
Pero aún hay más. Tampoco ha suscrito los grandes convenios internaciones en relación con la tortura y la prohibición de los tratos vejatorios, inhumanos o degradantes. ¿Es ése el modelo de país fuente y caudal para el respeto a los derechos humanos? ¿Es éste el sancta sanctorum de los derechos humanos en el mundo? ¿Cómo se puede tener tanta desfachatez a escala global, y sobre todo, cómo es posible que el resto de países no pongan a Estados Unidos en el lugar que de verdad le corresponde? La falacia es absoluta, total, y únicamente puede explicarse por la inmensa influencia del pensamiento dominante, que siempre ha considerado a USA como la meca de la civilización y de la democracia, cuando realmente, en lo único que son campeones es en la violación de los derechos humanos. Pero sigamos. Estados Unidos tampoco ha firmado los estándares bancarios internacionales y además se ha convertido en la mejor opción para trasladar las cuentas bancarias de los más ricos, ya que Nevada, Wyoming y Dakota del Sur son buenos exponentes de los nuevos paraísos fiscales globales. Por su parte, la tasa de suicidios se ha disparado a su nivel más alto en tres décadas (ha subido un 24%). Las desigualdades son absolutamente sangrantes y las guerras continúan sin cesar, instaladas y normalizadas en el imaginario colectivo estadounidense.
Hispanos, negros y latinos (los más débiles y machacados por la propia sociedad estadounidense), migrantes en general, son tratados como conejillos de indias y como chivos expiatorios de casi todo (crimen, economía, terrorismo…), continúan negando el cambio climático en una gran parte de la élite política y su sistema electoral se ha convertido en una fantochada donde no puedes llegar a ninguna candidatura si no eres avalado por unos cuantos multimillonarios o por algún think tank o centro de pensamiento. Producto de todo este engendro de sociedad, «líder mundial de los derechos humanos y de la democracia» (al decir de muchos ignorantes) son los propios candidatos presidenciales, la consumada guerrerista Hillary Clinton y el despótico magnate, insolente y racista Donald Trump. El grado de escandalización de la sociedad del «sueño americano» ha caído bajo mínimos, ya que a la vez que están informando en los medios de comunicación sobre cómo ha aumentado el hambre entre los menores de edad o cómo se ha envenenado a miles de niños pobres en varias ciudades del país con plomo en el agua potable, se publica también que dentro de hoteles, barcos, edificios u hospitales, existen secciones exclusivas y casi secretas, de superlujo, reservadas para los más ricos. Es el espejo de una sociedad putrefacta.
¿Y la libertad de prensa y de información? ¿Existe de verdad en Estados Unidos? ¿O no es tampoco un derecho humano para ellos? Ahí tenemos los casos de la persecución a Julian Assange o a Edward Snowden, dos brillantes ciudadanos, que han conseguido sacar a la luz una gran parte de la mierda que se cuece en el interior de las instituciones estadounidenses. Assange lleva casi cinco años en la embajada de Ecuador en Londres y Snowden se sospecha que en Moscú. Repudiados por el propio Gobierno estadounidense, sin haber cometido más «delito» que mostrar al conjunto de la ciudadanía el juego sucio, las conspiraciones o el espionaje de las agencias erstadounidenses. Y aunque se afirma a bombo y platillo que esta libertad de prensa es un derecho sagrado y garantizado por la Constitución, resulta que Estados Unidos ocupa el puesto número 41 en la lista elaborada anualmente por la ONG Reporteros Sin Fronteras, y ello es debido a las medidas y represalias que se toman contra los periodistas que escriben sobre los poderes y actividades secretas del Gobierno y sus agencias. ¿A qué «derechos humanos» se refiere pues Estados Unidos cuando los proclama a los cuatro vientos y acusa a terceros países de no cumplirlos? La gran falacia consiste en que ellos, haciendo gala de su supina ignorancia, y de su más triste arrogancia, engloban bajo el epígrafe «derechos humanos» únicamente lo que tiene que ver con la instalación de un sistema político y económico como el suyo.
Es decir, para USA los derechos humanos consisten únicamente en implementar un salvaje capitalismo neoliberal como sistema económico y un limitado sistema bipartidista que se turnan en alternancia (que no en alternativa) como sistema democrático. Y su mensaje está claro hacia los terceros países: «Si tienes esto respetas los derechos Humanos, si no lo tienes no los respetas». Así de claro. Después, da igual si vives en una cloaca, si eres explotado por una multinacional, si eres deportado por un cínico e injusto gobierno, si no tienes derecho a una sanidad universal, pública y gratuita, si te mata un fanático policía porque eres negro o si eres víctima de una matanza colectiva por parte de un perturbado al que le vendieron un rifle AR-15 en cualquier tienda de armas, como quien le vende una coca-cola o un chicle. No existe país más irracional, estúpido y arrogante que quien, desde su declarada incompetencia para respetar mínimamente los derechos humanos (los de verdad, los declarados en 1948), intenta además imponer su oscura, limitada y torpe visión a los demás. Y lo más grave de todo es que mientras no exista un auténtico sistema de gobernanza democrática mundial que oblique a todos los países a una visión garantista de todos los derechos humanos, y ponga a los estadounidenses su sitio, continuaremos con toda esta absurda retórica.
Tomemos el ya clásico ejemplo cubano y enfrentémoslo con el también conocido caso israelí. Desde hace décadas Washington está financiando y apoyando (incluso desde una postura fanática) la destrucción israelí de Palestina, desviando miles de millones de dólares para armamento de Israel y justificando absolutamente todos sus crímenes contra la población palestina. ¿Es que el genocidio palestino es ahora un espejo donde mirarse para respetar los derechos humanos? ¿Por qué Estados Unidos no hace también un llamamiento al respeto de tales derechos a su socio israelí? No cabe mayor hipocresía ni mayor cinismo. Por otra parte Cuba considera, desde su grandiosa y magnífica Revolución, que los derechos económicos y sociales son tan importantes como los derechos civiles y políticos. Así, para el Gobierno cubano es imprescindible que todos los ciudadanos, cualquiera que sea su origen étnico, geográfico o social, tengan acceso universal a la educación, a la salud, a la cultura, al ocio y a la seguridad, sin ninguna discriminación. Evidentemente la sociedad estadounidense está muy lejos de ofrecer todas estas garantías al conjunto de su ciudadanía, ya que cerca de 50 millones de personas no tienen acceso a una protección social digna de ese nombre. Las minorías de esa «gran potencia» sufren desempleo, precariedad y desigualdad y son las principales víctimas de la violencia que cometen las fuerzas del orden público. La redistribución de la riqueza es casi inexistente, algo absolutamente primordial para garantizar que todas las personas puedan vivir con dignidad. Bueno, pues a pesar de toda esta evidencia comparativa, aún los estadounidenses (y en especial sus dirigentes políticos) continúan creyendo que es Cuba quien viola los derechos humanos.
¡Dime de qué presumes y te diré de qué careces!
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