Ya hemos visto cómo desde 1927 el proyecto pansomalí se había congelado y corría el riesgo de convertirse en un proyecto en fracaso. Durante lo que queda de siglo el pansomalismo va a ir recibiendo diversos impactos que lo irán menoscabando, aunque sí es cierto que hubo una serie de nuevos planteamientos pansomalíes, y no […]
Ya hemos visto cómo desde 1927 el proyecto pansomalí se había congelado y corría el riesgo de convertirse en un proyecto en fracaso. Durante lo que queda de siglo el pansomalismo va a ir recibiendo diversos impactos que lo irán menoscabando, aunque sí es cierto que hubo una serie de nuevos planteamientos pansomalíes, y no todos vinieron de la mano del pueblo somalí.
El primero en recuperar los ideales pansomalistas será, sorprendentemente, la Italia fascista de Mussolini que desde 1932 tratará de formar una «nación somalí musulmana con todas las tierras somalíes» por ello declara la guerra a Etiopia (vinculando el Ogadén etíope al territorio somalí) y a Gran Bretaña (anexionando a su África Oriental Italiana la Somalilandia Británica en 1940) hecho que incluso fue apoyado por algunos nacionalistas somalíes. De este modo se habían reunificado tres somalias, ya sólo faltaban la pequeña Yibuti y la Frontera Nororiental de Kenia, la cuarta y la quinta Somalia.
Sin embargo el fin de la Segunda Guerra Mundial y la derrota del Eje llevó a Gran Bretaña a administrar absolutamente todas las «tierras somalíes» a excepción de Yibuti. Por ello en 1946 se formalizará un segundo proyecto en el que se proponía crear esa Gran Somalia tan añorada, pero este se cruzará con la negativa de Etiopía y Francia. Se producía así el primero de los golpes al ideario pansomalí, que más tarde fue reforzado por toda una serie de sucesos: en 1948 Gran Bretaña restituía el Ogadén a Etiopía; en 1950 la antigua colonia italiana de Somalia volvía a manos de Italia como fideicomiso y bajo auspicio de la ONU; en 1954 los británicos ceden el Haud a Etiopía que había estado vinculado a la Somalilandia y finalmente en 1958 en Yibuti se aborta la toma del poder por Mahmud Harbi, pansomalista, pasando el poder a manos de la minoría Afar amparada por Francia. Todos estos procesos produjeron una misma consecuencia: hacían saltar por los aires toda esperanza de reunir a los pueblos somalíes bajo la misma bandera.
Dada esta situación la sorpresa tuvo lugar en 1960, cuando se produce el primer (y único) éxito pansomalista: la unificación de la Somalilandia Británica y la Somalia italiana tras adquirir su independencia ese mismo año. Las palabras del primer presidente de Somalia, Aden Abdullah Osman, fueron fundamentales: «Sólo faltan tres Somalias». Este es un punto de inflexión en el proyecto pansomalista pues la reunificación de dos de las cinco Somalias, de forma duradera y estable, ponía las bases para recuperar el resto de territorios «perdidos y añorados».
Sin embargo la vía diplomática para recuperar dichas regiones se agotó cuando las aspiraciones pansomalistas fueron frustradas por la Organización para la Unidad Africana (OUA) que defendió la tesis de la intangibilidad de las fronteras poscoloniales. En vista de que ni Etiopía, ni Kenia, ni tampoco Yibuti iban a ceder ante las exigencias somalíes, el nuevo presidente de Somalia, Siad Barre, optó por entrar en guerra directa con Etiopía en 1977 por el Ogadén, «la tercera Somalia», con el apoyo de Estados Unidos y Francia. Sin embargo las alegrías duraron bien poco y «la última tentativa pansomalista» acabó en fracaso en 1978 tras perder la guerra. Esto, sumado a la independencia de Yibuti en 1977 como un estado totalmente independiente, hirió de muerte al pansomalismo, al menos en la práctica. El golpe final vendría en 1991.
La Gran Somalia: el Fracaso de un sueño (I)