La República Democrática del Congo ha sufrido dos guerras en estos últimos doce años, la conocida como primera guerra del Congo iniciada en el año 1996, cuyo objetivo fue el derrocamiento del dictador Mobutu Sese Seko y la segunda guerra, iniciada el 2 de agosto de 1998, la mayor en la historia de África y […]
La República Democrática del Congo ha sufrido dos guerras en estos últimos doce años, la conocida como primera guerra del Congo iniciada en el año 1996, cuyo objetivo fue el derrocamiento del dictador Mobutu Sese Seko y la segunda guerra, iniciada el 2 de agosto de 1998, la mayor en la historia de África y la segunda en número de víctimas después de la Segunda Guerra Mundial.
La primera guerra del Congo, iniciada en 1996, enfrentó a EE UU, Gran Bretaña y Bélgica por un lado, que apoyaron a los ejércitos de Ruanda y Uganda frente al ejército de Mobutu apoyado por Francia. Fue una guerra con pocos combates y con muy escasas víctimas congoleñas, aunque sí se registraron grandes masacres de población hutu ruandesa refugiada en el Congo. El ejército ruandés persiguió a esta población civil ruandesa hasta lograr hacer desaparecer a cientos de miles de ellos [1] . La guerra terminó con el derrocamiento de Mobutu y la instauración de Laurent Kabila como presidente del Congo.
La segunda guerra
Precedidos de una intensa campaña mediática de demonización contra el presidente congoleño, Laurent Kabila, el 2 de agosto de 1998, los ejércitos de Ruanda, Uganda y Burundi irrumpieron en suelo congoleño dando lugar a la llamada «segunda guerra del Congo», que oficialmente terminaría en el año 2003, aunque seguiría con intensidad decreciente hasta prácticamente nuestros días. Un total de cinco millones y medio de víctimas, civiles congoleños en su inmensa mayoría, serían contabilizadas por las organizaciones de Derechos Humanos.
Al contrario que la primera guerra, esta segunda guerra del Congo sería en parte silenciada o, en el mejor de los casos descontextualizada, para que reflejase sólo un confuso conflicto civil y étnico intercongoleño manipulado por algunas multinacionales anónimas occidentales. Lo importante para estos grandes medios de comunicación sería el encubrimiento del papel jugado por la Ruanda de Paul Kagame, cuyo régimen sigue siendo considerado vital como gendarme de los intereses de las grandes potencias occidentales en África central.
Las razones del inicio de la guerra según muchos analistas independientes como MBelo, A. Lokongo y M. Bitumba [2] habría que achacarlas a la actitud de Laurent Kabila, quien después de varios meses en el poder invalidó y se retractó de los acuerdos que había firmado en el inicio de la primera guerra del Congo (acuerdos de Lemera) en los que se habían concedido a multinacionales como la American Mineral fields Inc., contratos escandalosamente ventajosos sobre vastos yacimientos mineros del este del Congo.
El papel de Francia en esta guerra fue bastante diferente al seguido en la primera guerra. Francia esta vez estaría de acuerdo con el resto de las potencias occidentales en el objetivo de derrocar a Laurent Kabila. Según Honore Ngbanda [3] , Valery Giscard D´Estaing se entrevistó con el presidente angoleño, Dos Santos, para conocer la actitud de Angola en caso de una invasión al Congo. La promesa de Dos Santos a Giscard D´Estaing de no acudir en ayuda de Laurent Kabila, no fue cumplida y el ataque por sorpresa de Angola desde sus cercanas fronteras, destrozó a las tropas ruandesas que tres semanas después del inicio de la guerra ya cercaban la capital, Kinshasa, y dominaban algunos barrios. El levantamiento de la población en estos barrios de Kinshasa (Kimbanseke, Ndjili) acabó en linchamiento de muchos soldados ruandeses y completó la derrota total de Ruanda en el oeste del Congo. En lo sucesivo, el oeste del Congo quedaría en poder de Laurent Kabila, ayudado por Angola, y más tarde por Zimbabwe, así como por la ayuda casi testimonial de Namibia y Chad, mientras el rico este del Congo permanecería dominado por los ejércitos de Ruanda y Uganda. Burundi tendría un papel mínimo y se retiraría a los pocos meses de la invasión.
La invasión llevada a cabo por Ruanda, Uganda y Burundi, por ser contraria al derecho internacional, sería condenada por la cumbre de los países no alineados celebrada en Durban (África del Sur), el 3 de septiembre de 1998. Igualmente fue condenada en la ONU bastante más tarde, en abril de 1999, debido a reticencias de países miembros del Consejo de Seguridad, mediante la resolución 1234, en la que se invitaba a abandonar el Congo a los ejércitos extranjeros «no invitados». Posteriormente, mediante la resolución 1304, se fijaría un calendario de retirada, que se llevó a cabo una vez que se habían consolidado las guerrillas que podían sustituir con garantía a los ejércitos ugandés y ruandés como guardianes de las zonas mineras del este del Congo.
La prensa evitó en todo momento hablar de invasión, a pesar de que muchos de los enviados especiales a la zona reflejaron en sus crónicas que las tropas que tomaban parte en la ofensiva estaban formadas por ejércitos regulares de Ruanda y Uganda [4] . En su lugar, los medios de comunicación señalaron en los primeros días que se trataba de una rebelión de tutsis congoleños, para posteriormente abandonar esta explicación y comenzar a hablar de una rebelión de la oposición congoleña.
En realidad, en el inicio de la guerra aún no había guerrillas «congoleñas «. Estas fueron creadas con posterioridad y camuflaron la invasión como un conflicto interno contra Laurent Kabila. La primera guerrilla: Rassemblement Congolais pour la Démocratie (RCD), se crearía el 16 de agosto de 1998, es decir, dos semanas después de iniciada la guerra y estaría formada casi exclusivamente por ruandeses, aunque con jefatura congoleña, por cuestiones de imagen. Meses más tarde, se formaría otra de las grandes guerrillas: el Movimiento para la Liberación del Congo (MLC), financiado por Uganda y formada por congoleños. Posteriormente se multiplicarían las guerrillas, especialmente después del enfrentamiento entre los antiguos aliados: Ruanda y Uganda.
La guerrilla del Rassemblement Congolais pour la Démocratie (RCD) fue financiada por países occidentales, así al menos lo declaró a la prensa belga el jefe de esta guerrilla, el congoleño Wamba die Wamba, quien felicitó a Bélgica y otros países occidentales por la masiva ayuda brindada a los rebeldes del Congo [5]. Esta guerrilla, que después del enfrentamiento entre los exiliados de Ruanda y Uganda, pasaría a llamarse RCD-Goma, fue la más importante y llegó a dominar las dos terceras partes del extenso territorio del Congo, pero en las elecciones democráticas de 2006, se demostró que contaba con un mínimo respaldo de la población congoleña. Azarias Ruberwa, antiguo presidente del RCD-Goma y uno de los vicepresidentes del Congo gracias a las presiones EE UU durante las conversaciones de paz, sólo fue capaz de obtener un ridículo 1,7 por ciento de los votos.
Las ayudas a los ejércitos invasores quedarían también reflejadas en el primer panel de investigación de la ONU dirigido por la costamarfileña Safiatou Ba-N’Daw. Este panel fue creado tras petición a la ONU del presidente congoleño, Laurent Kabila, para investigar y sancionar a países y entidades que se beneficiaban de la «extracción ilegal» de minerales llevada a cabo durante la segunda guerra del Congo [6]. La presidenta del primer panel duró poco y fue destituida rápidamente, pero pudo, pese a las presiones, sacar a la luz un informe de las investigaciones.
En el informe del primer panel se señalaría que además de Ruanda y Uganda numerosos países occidentales y multinacionales mineras se estaban beneficiando de la guerra y que ésta había sido facilitada entre otros por el Fondo Monetario Internacional, quien había concedido a Ruanda el mayor préstamo y la mayor cancelación de la deuda nunca concedida a ningún país africano. El Gobierno de Gran Bretaña fue también muy generoso en los préstamos a Ruanda (antes y durante la guerra) y, por ejemplo, en septiembre de 2000 le concedió un préstamo de 95 millones de dólares. Habría que ser muy ingenuo para pensar que este préstamo no fuese destinado a la adquisición de armamento.
La presión encomiable de algunas ONG [7] o del representante de Bangla Desh en el Consejo de Seguridad, para que dicho Consejo implementara las recomendaciones señaladas en el informe del primer panel (que posiblemente hubiesen podido parar la guerra), fue contrarrestada por una sutil estrategia de numerosas ONG, quienes, amparándose en la interpretación semántica del término «extracción ilegal», convirtieron una acusación de invasión basada en el derecho internacional con un subsiguiente saqueo de minerales ejercida por una de las partes de la guerra, en una acusación de corrupción en la extracción de los minerales que afectaba a los dos bandos de la guerra. Es decir, corrupción en las empresas mineras occidentales aliadas a Ruanda y Uganda y corrupción, en la otra parte, en las empresas joint venture formadas por Congo y Angola o Zimbabwe creadas como pago por ayuda de guerra. El resultado de todo ello fue la creación de una opinión donde todos eran culpables, invasores e invadidos, y en estos casos donde todos son culpables desaparece la presión para que se produzcan sanciones contra invasores y socios.
En el contexto de la guerra también se han producido estrategias de tierra arrasada, con masacres indiscriminadas y violaciones masivas a la población civil congoleña, especialmente en las provincias de los Kivus. En el auto emitido por el juez F. Andreu, el pasado 6 de febrero [8], y que supuso 40 órdenes internacionales de arresto por genocidio, crímenes de guerra y de lesa humanidad contra altos cargos nombrados por el actual Gobierno ruandés de Paul Kagame, se recogen testimonios de testigos protegidos, quienes señalan que su objetivo en el Congo era eliminar a la mayor parte posible de población civil congoleña. Se estaría buscando despoblar ciertas regiones mineras para posteriormente conseguir su anexión a Ruanda.
El gran problema por el cual no ha sido posible la paz en el Congo reside fundamentalmente en el encubrimiento por parte de las grandes potencias de los crímenes del actual Gobierno de Ruanda. Esta actitud de las grandes potencias se ha traducido en una amnesia en los medios de comunicación y en una gran parte de organizaciones de Derechos Humanos presentes en el área (con excepciones como Amnistía Internacional) cuando se trataba de investigar o difundir la inmensa mayoría de las masacres, que son precisamente las cometidas por el bando ayudado por Occidente. La campaña iniciada hace varias semanas por: africannewsanalysis.blogspot.com contra la organización de Derechos Humanos, International Rescue Committee, que tiene a Henry Kissinger entre su directiva, es por este motivo. Muchas de las organizaciones de Derechos Humanos financiadas por gobiernos de países occidentales con intereses en la región, a su vez crean o contactan con organizaciones locales a las que financian para dirigir sus denuncias.
Una solución que reduciría considerablemente la violencia en la zona sería la de celebrar unas elecciones verdaderamente democráticas en Ruanda, pero esta opción acabaría con toda probabilidad con el Gobierno de Paul Kagame y esto nunca sería aceptado por las grandes potencias.
José Lucas forma parte del Comité de Solidaridad con el África Negra, Umoya. Este artículo ha sido publicado originalmente en el Especial de Verano «Africa Subsahariana», Julio de 2008
Notas
[1] Umutesi, M. B. (2002): Huir o morir en el Zaire, Lleida, Editorial Milenio.
[2] Bitumba Tipo-Tipo, Mayoyo (2006): La deuxieme guerre occidentale contre le Congo, París, Editorial L´Harmattan.
[3] Ngbanda Nzambo, Honore (2004): Crimes organisés en Afrique centrale, París, Editions Duboiris.
[4] Artículo de Stephen Smith en Liberation , 20 de agosto de 1998.
[5] «La Dernier Heure», 2 de febrero de 1999.
[6] Report of the Panel of Experts on the Illegal Exploitation of Natural Resources and Other Forms of Wealth of Democratic Republic of Congo (S/2001/357), para 113. p. 27.
[7] International Peace Information Service: «Supporting the war Economy in the DRC: European companies and the coltan trade», enero de 2002.
[8] La querella del juez F. Andreu se puede ver en: www.umoya.org