Estamos transitando una discusión sin sentido de si nuestro planeta sobrevivirá al cambio climático o una guerra atómica con la que trata de atemorizar el presidente estadounidense Joe Biden, quien sigue con su empeño en recitar sobre las libertades civiles y derechos
Mientras tanto, el mundo se pregunta si la “democracia” a la estadounidense podrá sobrevivir a la aguda crisis que experimenta.
Si el ´planeta no sobreviviera, la discusión no tendría mayor sentido, salvo el de evitar que ello sucediera. Pero lo cierto es que en EE.UU. ya corre el séptimo año de una serie sin precedente de delitos graves antidemocráticos, incluido un intento de golpe de Estado, donde hasta la fecha el autor intelectual y el responsable principal rindieron cuentas.
Pero en plena crisis y entrando en recesión, Biden trata de que los estadounidenses no piensen en comer ni en sus derechos y desvíen su atención a Ucrania y China, En lo que China calificó de deplorable traición, que será respondida con ataques selectivos, la presidenta de la Cámara baja de Estados Unidos, Nancy Pelosi, segunda en la sucesión presidencial, aterrizó en Taiwán, en la primera visita de una alta funcionaria en 25 años y que lleva a su punto más tenso las relaciones entre Washington y Beijing.
Antonio Guterres, secretario general de la ONU, advirtió que la humanidad está a un malentendido, a un error de cálculo, de la aniquilación nuclear, en referencia las tensiones generadas por la rivalidad entre Estados Unidos y China en el Pacífico y por la hostilidad entre los gobiernos occidentales y Moscú, a raíz de la guerra en Ucrania.
Ante el inicio de los trabajos para ratificar y reforzar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) Guterres recordó que hay unas 13 mil armas nucleares almacenadas en arsenales del mundo y manifestó que eliminarlas por completo es la única garantía de que nunca se utilizarán.
Las recientes decisiones de la Corte Suprema de Estados Unidos sobre temas como el aborto, protección medioambiental, derecho al voto de minorías y porte de armas se inscriben en una disputa de tipo existencial que está teniendo lugar al interior de la sociedad estadounidense.
Eventos como la elección de un presidente negro, la irrupción de minorías raciales en el Congreso federal y el avance de movimientos subalternos como el BLM (Black Lives Matter) han hecho creer a una parte importante de los estadounidenses blancos que su marco identitario esencial está amenazado. A ello se le suma un progresivo proceso de debilitamiento de las instituciones públicas como resultado de décadas de implantación de políticas neoliberales en el país.
La presencia de jueces ultraderechistas, las recurrentes masacres en manos de supremacistas blancos, la violencia policial selectiva y la imparable lógica política trumpista, junto a un presidente con escaso peso, son los emergentes más visibles de un proceso lento y subterráneo que fue transformando el imaginario social.
Viejos mitos, nuevas realidades
Se desmoronan los mitos fundamentales junto con los engaños sobre las bondades y la misión divina de esta democracia, de clase imperio. En esta tercera década del siglo XXI, la cúpula política del mundo capitalista sólo cuenta con un viejo vocabulario, paradigmas obsoletos repletos de nostalgia de guerra fría y consignas vacías de contenido, con los que no puede enfrentar esta crisis sin precedente. Y no ha tenido la capacidad de cambiar el libreto.
Se anuncia el apocalipsis tomorrow, una amenaza con tres cuartos de siglo en sus espaldas, que se reflota hoy con la posibilidad de un enfrentamiento nuclear entre Estados Unidos y sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y Rusia. Y por otro lado está China. Y siguen tan campantes los supuestos estadistas y sus intelectuales castrenses, jefes de seguridad, amenazando con usar sus juguetes mortales para aniquilar el mundo.
Estados Unidos es el líder mundial –también- en generar el calentamiento global y vive en una realidad política esquizofrénica en torno a la crisis ambiental, señala David Brooks. Mientras promueve una serie de medidas para abordar el cambio climático, su gobierno, como tantos otros, permite mayor producción de petróleo y gas y aprueba otro presupuesto record de gasto militar “para defender la democracia y la libertad a nivel mundial”, las cuales no logra proteger ni dentro de su propio territorio.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, instó a Rusia a negociar nuevas restricciones en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START, por sus siglas en inglés), que en su versión actual limita las cabezas atómicas a mil 550 y a 700 sistemas de lanzamiento balístico de más de cinco mil 500 kilómetros de alcance.
Este documento, firmado por Barack Obama y Dmitri Medvédev en 2011 y prorrogado el año pasado por Vladimir Putin y Biden, está vigente hasta 2026. Por otra parte, EEUU pidió a Pekín que se incorpore a los mecanismos establecidos por Moscú y Washington para reducir el riesgo de errores de cálculo en el manejo de las armas atómicas y que asegure el cumplimiento del Tratado de No Proliferacoón.
Ya van siete años de una serie sin precedente de delitos graves antidemocráticos, incluido un intento de golpe de Estado, donde hasta la fecha el autor intelectual y el responsable principal aún no han tenido que rendir cuentas.
Adam Tooze señala que el paquete legislativo Build Back Better (Reconstruir mejor) que definiría el primer mandato de la presidencia de Biden con una combinación de financiación climática, medidas de atención médica e impuestos progresivos, fue declarado muerto por segunda vez. Los últimos ritos se pronunciaron por primera vez en diciembre del año pasado. Luego fue resucitado. Ahora parece que le han hundido una estaca en el corazón.
La muerte de Build Back Better es otro fracaso de la clase política estadounidense para responder a las múltiples crisis globales: clima, pandemia, inmigración, inestabilidad financiera, desigualdad global y riesgo económico, la «policrisis». Washington parece tener otras preocupaciones más apremiantes que atender, como la inflación o una gigantesca ley de defensa, mientras millones de ciudadanos pasan hambre.
John Podesta, ex consejero principal del presidente Barack Obama y fundador del Center for American Progress, lo expresó en términos bastante melodramáticos: el fracaso de Build Back Better ha “condenado a la humanidad”.
Según informó el New York Times. el estado de ánimo en Washington era desesperado: «Los miembros del personal demócrata del Senado se enfurecieron y sollozaron el jueves por la noche, después de más de un año de trabajar noches y fines de semana para reducir, suavizar, recortar y adaptar la legislación climática… solo para que la rechazaran a pocos centímetros de la línea de meta.
David Dayan señaló en American Prospect que lo que alguna vez fue una agenda transformadora multimillonaria para enfrentar numerosas crisis de larga data en la política interna de EE.UU. se ha reducido a una reforma de precios de medicamentos excepcionalmente limitada, la parte principal de la cual no entra en vigencia hasta 2026, dos años después de las próximas elecciones presidenciales. “Dieciocho meses de negociaciones infructuosas se han reducido a eso», sentenció.
Además de perder su oportunidad de abordar cualquier necesidad social interna de manera duradera, la administración ha puesto en peligro su liderazgo global sobre el cambio climático y un impuesto mínimo corporativo global, dos medidas que dependían de que Biden pusiera en orden la casa en su propio país», escribió Jonathan Chait en New York Magazine Intelligencer,
Nadie está libre. El Producto Bruto Interno (PBI) de los Estados Unidos se contrajo por segundo trimestre consecutivo al registrar una merma de 0,9% anual en el segundo periodo del año, ubicando al país en una recesión según diversas definiciones técnicas del término, pero Biden rechazó la posibilidad: «después del crecimiento económico histórico del año pasado, y recuperando todos los empleos del sector privado perdidos durante la crisis pandémica, no sorprende que la economía se esté desacelerando», dijo.
La recesión que hoy golpea a EE.UU. es moneda corriente en las economías y golpea a un lado y otro del planeta. Y es entonces cuando los estadounidenses se preguntan de qué se trata, por qué llega, cuánto durará y cuáles son y serán sus consecuencias. Una recesión aparece cuando se produce una caída en la economía durante un tiempo prolongado. No hay crecimiento y disminuye el Producto Interno Bruto, cae el empleo, bajan los ingresos y se golpea la industria.
El Banco Mundial sostiene que «muchos gobiernos se han endeudado para pagar cuantiosos programas de apoyo económico, por lo que la carga total de la deuda de los países de ingreso bajo y mediano ha aumentado alrededor de nueve puntos porcentuales durante la pandemia» y advierte que «los países que no pueden pagar su deuda corren el riesgo de sufrir una recesión prolongada».
Para evitar ese resultado –afirma sin ponerse colorado el BM–, es necesario gestionar activamente la deuda recurriendo al reperfilamiento o la reestructuración y a la adopción de reformas a más largo plazo en materia de transparencia de la deuda y de política fiscal. Ajuste fiscal y más deuda parece ser la respuesta del establishment global.
En EE.UU se está jugando la vida o muerte de esta república democrática, afirman desde exjefes militares hasta líderes políticos, incluido el propio Biden; se está jugando el futuro del planeta al aceptar el veredicto de la comunidad científica, sólo para regresar a casa para jugar con el suicidio colectivo.
Recesión
La posible caída en recesión técnica de Estados Unidos se confirmó con la publicación del dato del Producto Interior Bruto (PIB) que cayó un 0,2% en el segundo trimestre en un contexto de inflación desbocada y de crisis global derivada de la guerra de Ucrania.
Se calcula un ritmo anual de caída del 0,9%, y como factor de este retroceso está la alta inflación, que en el segundo trimestre aumentó el 8,2%, después de crecer el 8% en el primer trimestre. Excluyendo los alimentos y la energía, los precios aumentaron un 6,6%. Otros motivos son la interrupción de la cadena global de suministros, afectada por la pandemia, por la guerra de Ucrania y el aumento de las tasas de interés..
El PIB de la primera economía del mundo encadena así dos trimestres de caídas, según confirma el dato publicado por la Oficina de Estadísticas Laborales (BEA), lo que tradicionalmente se considera una recesión técnica. Un diagnóstico que, sin embargo, no comparte el gobierno estadounidense, que no cree que el país se encuentre en un escenario de recesión dada la robustez de su economía.
El propio presidente, Joe Biden, envió un comunicado en el que asegura que pese a los «desafíos globales históricos» que enfrenta el país, está «en el camino correcto» y se saldrá «de esta transición más fuertes y seguros».
La crisis y una eventual recesión, son temas demasiado importantes para dejarlos en manos de la cúpula política estadounidense y es hora de obligarlos a dejar de jugar con el futuro del planeta en estas horas más inciertas de la época.
Una encuesta elaborada por la firma NewsNation/Decision Desk HQ indica que los estadounidenses prefieren a candidatos que no sean los hombres que ya pisaron la Casa Blanca. Aunque Joe Biden acaba de anunciar sus intenciones de reelección, sus índices de popularidad no lo benefician ni entre los electores de su país ni entre los demócratas.
Muy parecida situación registra a Donald Trump, quien posiblemente también insista en intentar el regreso. Ni siquiera en el Partido Republicano tiene aprobación mayoritaria. Lo que en definitiva reina actualmente en EEUU es una profunda incertidumbre. Ante la pregunta de las encuestas sobre si el ciudanano quiere que Biden sea candidato a la presidencia en 2024, el 60% respondió que no. La misma pregunta, pero con Trump, arrojó resultados similares: el 57% dijo que no.
*Integrante del Observatorio de Estudios Macroeconómicos de Nueva York, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)