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La purga del Estado profundo y el camino a la dictadura

Fuentes: Rebelión [Ilustración: un solo pensamiento. Mr Fish]

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

La guerra de la Administración Trump contra el Estado profundo no es purificadora. No va a liberarnos de la tiranía de las agencias de inteligencia, de la policía militarizada, del mayor sistema penitenciario del mundo o de las multinacionales depredadoras ni va a suponer el final de la vigilancia de masas. No restaurará el imperio de la ley para exigir que rindan cuentas los poderosos y los más ricos. No moderará el gasto desmesurado e irresponsable del Pentágono, que asciende a un billón de dólares.

Todos los movimientos revolucionarios, ya sean de izquierda o de derecha, desmantelan las antiguas estructuras burocráticas. Tanto los fascistas en Alemania como los bolcheviques en la Unión Soviética realizaron purgas agresivas en la administración pública una vez alcanzado el poder. Con toda razón, consideran dichas estructuras como un enemigo que obstaculizaría su poder absoluto. Es un golpe de Estado gradual. Ahora nosotros tenemos el nuestro.

Como ocurrió en los primeros años de la Unión Soviética y la Alemania nazi, las batallas de retaguardia están teniendo lugar en los tribunales y los medios de comunicación abiertamente hostiles a Trump. Al principio se producirán victorias pírricas -los bolcheviques y los nazis fueron frenados por sus propios poderes judiciales y su prensa hostil-, pero poco a poco las purgas, ayudadas por un liberalismo en bancarrota que ya no defiende nada ni lucha por nada, asegurarán el triunfo de los nuevos amos.

La Administración Trump ha expulsado o despedido a los funcionarios que investigan irregularidades en el gobierno federal, incluidos 17 inspectores generales. Las agencias federales de aplicación de la ley y de inteligencia, como el FBI y la Seguridad Nacional, están siendo purgadas de aquellos considerados hostiles a Trump. Los tribunales, plagados de jueces vengativos, serán mecanismos de persecución de los “enemigos” del Estado y ofrecerán protección a los poderosos y los ricos. El Tribunal Supremo, que ha concedido inmunidad legal a Trump, ya ha llegado a esta fase.

“La purga original que se produjo tras la caída del Sha [en Irán] buscaba librar a los ministerios de los altos cargos remanentes del antiguo régimen y proporcionar puestos de trabajo a los fieles revolucionarios”, reza un memorando desclasificado de la CIA, fechado el 28 de agosto de 1980, sobre la entonces recién formada República Islámica de Irán. “La segunda oleada de purgas comenzó el mes pasado tras una serie de discursos de Jomeini. Los funcionarios de bajo nivel que habían formado parte de la burocracia del Sha, los que tenían formación occidental o los que se consideraba que carecían de pleno fervor revolucionario han sido retirados o despedidos a una escala cada vez mayor”.

Estamos repitiendo los pasos que permitieron la consolidación del poder a los antiguos dictadores, si bien siguiendo nuestra propia idiosincrasia. Quienes elogian ingenuamente la hostilidad de Trump hacia el Estado profundo -que reconozco que hizo un daño tremendo a las instituciones democráticas, erosionó nuestras libertades más preciadas, es un Estado dentro del Estado que no rinde cuentas y orquestó una serie de intervenciones mundiales desastrosas, incluidos los recientes fiascos militares en Oriente Próximo y Ucrania- deberían mirar de cerca lo que se propone para sustituirlo.

El objetivo final de la Administración Trump no es acabar con el Estado profundo. El objetivo es acabar con las leyes, reglamentos, protocolos y reglas y con los funcionarios que las hacen cumplir, que entorpecen el control dictatorial. El consenso, la limitación del poder, los controles y equilibrios y la rendición de cuentas están destinados a ser abolidos. Aquellos que creen que el gobierno está concebido para servir al bien común, en lugar de a los dictados del gobernante, serán expulsados. El Estado profundo se reconstituirá para servir al culto del liderazgo. Las leyes y los derechos consagrados en la Constitución serán irrelevantes.

“Aquel que salva a su país no viola ninguna ley”. Así se ufanaba Trump en las redes sociales Truth Social y X.

El caos de la primera Administración Trump ha sido reemplazado por un disciplinado plan para sofocar lo poco que queda de la anémica democracia estadounidense. El Proyecto 2025, el Center for Renewing America y el America First Policy Institute ya recopilaron por adelantado anteproyectos, dictámenes, propuestas legislativas y de órdenes ejecutivas con todo detalle.

La piedra angular jurídica de esta deconstrucción del Estado es la “teoría del ejecutivo unitario”, articulada por el juez del Tribunal Supremo Antonin Scalia en el voto disconforme que emitió en el caso Morrison contra Olson. En opinión de Scalia, el Artículo II de la Constitución establece que todo lo que no se considere parte del poder legislativo o judicial debe ser poder ejecutivo. El poder ejecutivo, escribe, puede ejecutar todas las leyes de Estados Unidos fuera de lo que la Constitución otorga explícitamente al Congreso o al poder judicial. Es una justificación legal para la dictadura.

Aunque el Proyecto 2025 de la Fundación Heritage no utiliza el término “teoría del ejecutivo unitario”, sí defiende políticas que concuerdan con los principios de dicha teoría. El Proyecto 2025 recomienda despedir a decenas de miles de funcionarios de la administración y reemplazarlos por personas de probada lealtad. Uno de las claves de este proyecto es el debilitamiento de las protecciones laborales y los derechos de los funcionarios públicos, facilitando su despido a instancias del poder ejecutivo. Russell Vought, fundador del Center for Renewing America y uno de los principales arquitectos del Proyecto 2025, ha recuperado su puesto como director de la Oficina de Gestión y Presupuesto que ya ocupó durante la primera presidencia de Trump.

Uno de los actos finales de Trump en su anterior mandato fue firmar la orden “Creación  del Programa F en el Servicio Excepcional”. Esta orden eliminó las protecciones laborales de los funcionarios de carrera del gobierno. Joe Biden la anuló. Ahora Trump se ha vengado resucitándola. Una ordenanza que también tiene ecos del pasado. La “Ley para la Restauración de la Función Pública Profesional” de los nazis de 1933 despidió de la función pública a los opositores políticos y a los no arios, incluidos los alemanes de ascendencia judía. Los bolcheviques también purgaron de “contrarrevolucionarios” el ejército y la administración pública.

El despido de más de 9.500 trabajadores federales -y de otros 75.000 que aceptaron un acuerdo blindado de cese incentivado como parte de un plan para recortar el 70% del personal de diversas agencias gubernamentales-, la congelación de miles de millones de dólares en financiación y la incautación de datos confidenciales por parte del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) de Elon Musk no tienen nada que ver con la eficiencia.

Los recortes a las instituciones federales de poco servirán para contener el gasto voraz del gobierno federal si el presupuesto militar sigue siendo intocable: los representantes republicanos del Congreso han solicitado un aumento de al menos 100.000 millones de dólares para el ejército en el próximo decenio. Y aunque Trump quiera acabar con la guerra en Ucrania, como parte de su iniciativa para construir una alianza con el autócrata de Moscú al que admira, respalda el genocidio en Gaza. Lo que se pretende con la purga es desmantelar la supervisión y las protecciones. Es eludir miles de estatutos que establecen las reglas para las operaciones del gobierno. Se trata de cubrir los puestos federales con “partidarios”  sacados de una base de datos recopilada por el Conservative Partnership Institute. Se trata de enriquecer a las corporaciones privadas (incluyendo unas cuantas propiedad de Elon Musk) a las que se otorgaran lucrativos contratos del gobierno.

Sospecho que esta deconstrucción también está relacionada con aumentar el “capital en la nube” de Musk, su infraestructura algorítmica  y digital. Musk se propone convertir X en la “aplicación para todo” (“everything app”). Está lanzando “X Money”, un complemento de la red social que ofrece a los usuarios un monedero digital “para guardar dinero y hacer transferencias entre particulares”.

Pocas semanas después del anuncio de la asociación de X Money con Visa, el [ministerio de Musk] DOGE solicitó acceso a los datos confidenciales del Servicio de Recaudación Interna*, incluyendo millones de declaraciones de ingresos. Los datos incluyen el número de la Seguridad Social y la dirección, detalles sobre los ingresos de las personas, cuánto dinero poseen, sus propiedades e incluso los acuerdos sobre la custodia de los hijos. En las manos equivocadas, esta información puede comercializarse y convertirse en un arma.

Musk está poniendo en marcha un programa de «IA primero» con el fin de aumentar el papel de la inteligencia artificial (IA) en las instituciones gubernamentales. Según [la revista] Wired, está construyendo “un depósito de datos centralizado” para el gobierno federal. El fundador de [la multinacional] Oracle, socio comercial de Elon Musk y donante de Trump desde hace tiempo, Larry Ellison, que recientemente anunció un plan de infraestructuras de IA de 500.000 millones de dólares junto a Trump, instó a las naciones a trasladar todos sus datos a “una única plataforma de datos unificada” para que puedan ser “consumidos y utilizados” por modelos de IA. Ellison ha declarado anteriormente que un sistema de vigilancia basado en IA garantizará que “los ciudadanos se comporten de la mejor manera posible porque estaremos constantemente grabando e informando de todo lo que ocurre”.

Como todos los déspotas, Trump tiene una larga lista de enemigos. Ha retirado las autorizaciones de seguridad a antiguos funcionarios de su anterior administración, como el general retirado Mark Milley, que fue el oficial de más alto rango del ejército durante el primer mandato de Trump, y Mike Pompeo, que fue director de la CIA y secretario de Estado de Trump. Ha revocado o amenazado con revocar las autorizaciones de seguridad del presidente Biden y de antiguos miembros de su administración, como Antony Blinken, ex secretario de Estado, y Jake Sullivan, ex asesor de seguridad nacional. Está atacando a los medios de comunicación que considera hostiles, impidiendo que sus reporteros cubran los actos informativos en el Despacho Oval y desalojándolos de sus espacios de trabajo en el Pentágono.

Esta lista de enemigos irá aumentando a medida que mayores segmentos de la población se den cuenta de que han sido traicionados, el descontento generalizado se haga palpable y la Casa Blanca de Trump se sienta amenazada.

Una vez esté en marcha el nuevo sistema, las leyes y reglamentos se convertirán en lo que la Casa Blanca diga que son. Las instituciones gubernamentales como la Comisión Electoral Federal, la Oficina de Protección Financiera del Consumidor y el Sistema de Reserva Federal perderán su autonomía. La deportaciones en masa, la enseñanza de valores “cristianos” y “patrióticos” en la escuela –Trump ha prometido “acabar con los radicales, los fanáticos y los marxistas infiltrados en el departamento federal de educación”- junto con el desmantelamiento de los programas sociales, incluyendo Medicaid, las viviendas para personas con bajos ingresos, la formación para el empleo y la ayuda a la infancia, crearán una sociedad de siervos y amos. Las corporaciones depredadoras, como las industrias sanitaria y farmacéutica, tendrán licencia para explotar y saquear a un público impotente. El totalitarismo exige una conformidad total. El resultado, citando a Rosa Luxemburgo, es la “brutalización de la vida pública”.

Los restos huecos del antiguo sistema (los medios de comunicación, el Partido Demócrata, el mundo académico, el caparazón de los sindicatos) no nos salvarán. Enuncian clichés carentes de significado, se acobardan, persiguen inútiles reformas graduales, se acomodan y demonizan a los seguidores de Trump sin considerar las razones por las que le han votado. Se están diluyendo en la irrelevancia. Este hastío es un denominador común en el aumento del totalitarismo y los regímenes totalitarios. Engendra apatía y derrotismo.

La “Ley de Constitución del Día de la Bandera y del Cumpleaños de Trump”, presentada por la congresista Claudia Tenny es un indicador de lo que vendrá detrás. La ley designaría fiesta nacional el 14 de junio para conmemorar el “Cumpleaños de Donald J. Trump y el Día de la Bandera”. El siguiente paso son los desfiles coreografiados con retratos sobredimensionados del gran líder.

Joseph Roth fue uno de los pocos escritores alemanes que comprendieron la atracción del nazismo y su inevitable ascensión. En su ensayo “El auto de fe del espíritu”, que trata sobre la primera quema masiva de libros de los nazis, aconsejaba a sus colegas escritores judíos que aceptaran que habían sido vencidos: “Nosotros, que combatimos en primera línea bajo la bandera de la espíritu europeo, cumplamos el deber más noble del guerrero derrotado: Reconozcamos nuestra derrota”.

Roth, colocado en la lista negra por los nazis, obligado a exiliarse y reducido a la pobreza, no se engañaba con falsas esperanzas. Se preguntaba: “¿De qué sirven mis palabras contra los cañones, los altavoces, los asesinos, los ministros desquiciados, los periodistas estúpidos que interpretan la voz de por sí turbia de este mundo de Babel mediante los tambores de Núremberg?

Él sabía lo que estaba por venir.

“Ahora te resultara evidente que nos dirigimos a una gran catástrofe”, escribió Roth a Stefan Zweig en 1933, desde su exilio en Francia, a propósito de la toma del poder por los nazis. “Los bárbaros están al mando. No te engañes a ti mismo. Es el reinado del infierno”.

Pero Roth también sostenía que aunque la derrota sea segura la resistencia era un imperativo moral, una forma de defender la propia dignidad y la santidad de la verdad. “Hay que escribir, aunque nos demos cuenta de que la palabra impresa ya no puede mejorar nada”, insistía.

Yo soy tan pesimista como Roth. La censura y la represión estatal irán en aumento. Quienes tienen conciencia se convertirán en enemigos del Estado. La resistencia, cuando se produzca, se expresará en erupciones espontáneas que se manifestarán fuera de los centros de poder establecidos. Estos actos de desafío se enfrentarán a una brutal represión del Estado. Pero si no resistimos sucumbimos moral y físicamente a la oscuridad. Nos convertimos en cómplices de un mal radical, algo que nunca debemos permitirnos.

*N. del T.: El Internal Revenue Service sería el equivalente a la Agencia Tributaria en España.

Chris Hedges es un periodista estadounidense ganador del Premio Pulitzer. Fue durante 15 años corresponsal en el extranjero para The New York Times, ejerciendo como jefe para la oficina de Oriente Próximo y la  de los Balcanes.

Fuente: Fuente: https://chrishedges.substack.com/p/the-purge-of-the-deep-state-and-the

El presente artículo puede reproducirse libremente a condición de que se respete su integridad y se nombre a su autor, a su traductor y a Rebelión como fuente de la traducción.