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La rebelión de los collares polinesios

Fuentes: Rebelión

¿Si ha visto los memes de Macron cubierto de flores? Miles de veces, y en cada una de ellas una sonrisa no puede faltar. Pero la historia de la Polinesia Francesa y la presencia del presidente galo en estos días en lejanas tierras no es en lo más mínimo gracioso.

Si alguien habla de Mururoa o Fangataufa puede ser que no le suene a nada, y aunque no están nada cerca sirve hacerse la idea, en un mapa se debe dirigir la mirada abajo, al Sur, en medio del Pacífico a unos 7 mil kilómetros frente a las costas de Chile o unos 6 mil kilómetros de distancia de una de las más importantes reservas de la biósfera decretada por la Unesco, las Islas Galápagos.

Un paradisiaco lugar alejado, bombardeado cientos de veces por 30 años con dispositivos atómicos, pruebas nucleares (193) en la Polinesia Francesa ordenadas desde Paris, con una afectación a más de 100 mil ciudadanos en las islas más próximas sin descartar el alcance hasta costas territoriales sudamericanas. No se alcanza a dimensionar el daño a especies submarinas, animales y vegetación en superficie y bajo el agua extinguidas, cercenadas, mutiladas, desangradas. Personas que producto de la radioactividad han desarrollado diversos tipos de cáncer y de forma científica está probada la alta taza de afectación cancerígena a la tiroides de miles de sus habitantes. Si le preguntan por el daño nuclear ocasionado por el ser (in)humano y la lista se reduce a Hiroshima y Nagasaki, no olvide estos nombres poco conocidos, Mururoa y Fangataufa.

Y no olvide porqué Francia y las potencias quisieran que así se haga, en esta semana Emmanuel Macron se hizo viral por la foto en que aparece literalmente cobijado por collares de flores que casi cubren la mitad de su cuerpo.  Esta es una tradición de la Polinesia Francesa, antigua colonia de ese país hoy una colectividad de ultramar de Francia desde 2004.

Estos collares se llaman Lei, están hechos de flores reales y frescas, por lo general se usan orquídeas o frangipani, son una demostración de hospitalidad y bienvenida, no se las debe botar, su destino es devolverlas a la tierra dejándolas reposar o al agua en donde se las deja flotar luego de un día después de que hayan perfumado algún lugar en especial.

La importancia que las comunidades indígenas le brindan a la naturaleza y la bondad en el recibimiento es propio de un pueblo noble y sincero que espera respuestas que ya le han sido negadas en ocasiones anteriores, en 2016 el presidente François Hollande visitó las islas, dejó muchas promesas y con el tiempo incumplimientos.

Ese pueblo cordial que lo recibe afectuoso estaba en espera de explicaciones que nunca llegaron, si bien Macron se ha referido a la “verdad y transparencia”, ha olvidado quizá de forma intencional la palabra “perdón” o “disculpas” por todo el daño causado por los ensayos nucleares realizados entre 1966 y 1996. Francia con su capacidad de disuasión nuclear alcanzó un gran peso geoestratégico, pero no ha tenido la fortaleza de reconocer en error monumental en contra de la humanidad.

En las palabras de Macron pronunciadas en Tahití hay una lógica colonialista de la no-legalidad, en la que los derechos no le son reconocidos a quienes no están sobre la línea que divide al mundo en dos, arriba está el mundo occidental, la civilización, el primer mundo, los auto elegidos decisores de quien tiene los derechos, en palabras de Boaventura de Sousa Santos el pensamiento moderno occidental avanza operando sobre líneas abismales que dividen lo humano de lo subhumano de tal modo que los principios humanos no quedan comprometidos por prácticas inhumanas.

En este mundo en el que los ofendidos entregan flores como muestra de respeto y cordialidad y los agresores no son capaces de ceder ni un ápice en su orgullo hay que luchar por más revoluciones como la de los claveles en Portugal o por esta nueva rebelión que puede ser de collares de flores que en medio del Pacífico buscan silenciar a la mentira y asfixiar la vanidad.

 De ahora en adelante cada vez que vea a Macron cubierto de flores puede reír todo lo que quiera sin pedirle perdón, al menos no estamos acabando con la vida de nadie.