Definitivamente y de forma concluyente se puede afirmar que el Estado Español, en el caso del Sáhara Occidental, se ha comportado y se comporta como un estado irresponsable. Recordemos que el territorio según las Naciones Unidas a día de hoy, está administrado por España.
El caso Español en el Sáhara Occidental, no tiene parangón en la historia contemporánea, su forma mediocre de abandonar el territorio, ajena al cumplimiento de la legalidad internacional y a las exigencias de la Comunidad internacional de descolonizar el territorio, solo tiene un antecedente similar, que es el caso de Timor Oriental y Portugal, sin embargo este error fue subsanado y el pueblo Timorense accedió a su autodeterminación e independencia. Lo que hace que no exista ningún estado en el mundo que haya abandonado a sus ciudadanos, sin asumir ningún tipo de responsabilidad, ni responder por sus errores, ni rendir cuentas a nadie. Precisamente, España es el único caso que se conoce que ha actuado de esta forma tan negligente.
La calificación de estado irresponsable no viene dada por una opinión, suposición o acusación infundada, es el resultado de actos y decisiones que no se encuadran en ningún marco; ni legal, ni jurídico, ni histórico, ni cultural e incluso ni moral ni ética. Con el agravante de la persistencia en el tiempo en el error, han pasado 45 años y España sigue actuando como lo hizo aquel 14 de Noviembre de 1975, con total imprudencia e insensatez.
El Sáhara Occidental, territorio no autónomo, que España convirtió en su provincia número 53 y concedió la nacionalidad de pleno derecho a sus habitantes, marcaría para siempre, con una mancha negra, el expediente del Reino de España, de cómo no se debe actuar en las relaciones internacionales y en el respeto a los derechos sagrados de los pueblos, especialmente el derecho inalienable a la Autodeterminación, como matriz de todos los demás derechos. En todas las facultades de Derecho del mundo, en la asignatura de Derecho internacional, se estudia el caso del abandono español del Sáhara occidental, como el incumplimiento más flagrante y palpable de la legalidad y el derecho internacionales.
Quizás buscando alguna justificación a la lamentable actuación Española, los saharauis, que en ausencia de la España oficial, siempre han encontrado cobijo, refugio, apoyo y solidaridad en la sociedad civil. Suelen alegar la complicada situación que se vivía en España a mediados de los años setenta, para disculpar el abandono español y quizás sea ese el motivo de que hayan mantenido hasta hace muy pocos años una remota esperanza de una rectificación por parte del Estado Español, corrección que nunca llegó y nada ha cambiado en los 45 que dura el conflicto, lo que ha convertido esa esperanza en una ilusión óptica parecida al espejismo de los veranos en el desierto.
La decepción y desprotección sufrida por los saharauis, agudizada por el desentendimiento continuo y censurable por parte del Estado Español. Quedó manifiestamente reflejado a base de traiciones, promesas incumplidas, omisiones, desatenciones, desamparo y orfandad. Lo que llevó a los saharauis a la conclusión de que no podían esperar nada de quien en teoría debía de ejercer de padrino.
En realidad, y mirando el conflicto con perspectiva y una buena dosis de objetividad, se puede fácilmente concluir que España, no es dueña de su voluntad ni de sus decisiones en lo que respecta al Sáhara Occidental. Las decisiones Españolas por imperativo se toman entre París y Rabat, limitando su campo de actuación a acatar y obedecer las órdenes que provienen de ambas capitales.
Esa sumisión a la conocida extorsión marroquí, es básicamente lo que motiva que los saharauis y sus innumerables amigos en el Estado Español, nunca encuentran explicación lógica al hecho de que la inmensa mayoría de los políticos Españoles cuando están en la oposición o en instituciones medias (con la salvedad del País Vasco y Canarias) son sensible con la injusticia que padecen los saharauis y en cuanto ascienden dos peldaños, – si te he visto no me acuerdo-.
Toda esta renuncia oficial que protagoniza España, en algunas ocasiones se manifiesta de forma grotesca. Estos días a raíz de la enésima llegada masiva de inmigrantes marroquíes a Canarias, asistimos a debates políticos y periodísticos asombrosos, en los que se resalta y se demoniza a un político por copiar en su perfil de Twiter una resolución de las Naciones Unidas. Es decir en todos estos debates, tertulias y artículos nadie ha reparado en la extorsión y el chantaje que sufre el Estado español desde hace más de 30 años, por parte de una autocracia feudal y la preocupación de todos residía en no incomodar ni molestar al lioso e irritante vecino. Lo que les hace asumir de entrada su rol de extorsionados y además sin importarles y en disposición de seguir pagando los peajes cíclicos de dicho chantaje. Cegados por sus guerras intestinales e ideológicas, justifican a un estado agresor y cimentado sobre la base del la extorsión y el chantaje y de paso agreden la justa y legítima lucha del pueblo saharaui.
No les importó, la existencia de un pueblo que lleva 45 años; refugiado, sufriendo una brutal ocupación, violentados todos sus derechos, saqueados sus recursos, dividido por el muro más largo e infame del planeta y sobre todo no han reparado un instante, en los estrechos vínculos que unen España con ese pueblo y la responsabilidad del Estado Español hacia ese pueblo.
Algún día el Estado Español tendrá que enfrentarse a sus responsabilidades y asumir esa deuda contraída con los saharauis o no le quedará más remedio que pagar un alto peaje por los errores cometidos por el tardo-franquismo y reafirmados por todos los gobiernos democráticos posteriores.