Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Este artículo es una transcripción de la charla que dio Chris Hedges el sábado [21 de enero de 2016] en el acto de Inaugurate the Resistance [Inaugurar la resistencia] en Washington, D.C.
Las elites gobernantes, aterrorizadas por la movilización de la izquierda en la década de 1960 o por lo que [el politólogo] Samuel P. Huntington denominó el «exceso de democracia» de Estados Unidos, crearon contrainstituciones para deslegitimar y marginar a los críticos del capitalismo y del imperialismo corporativos. Compraron la lealtad de los dos principales partidos políticos. Impusieron la obediencia a la ideología neoliberal en el mundo académico y el de la prensa. Esta campaña, planteada por Lewis Powell en su memorándum de 1971 titulado «Attack on American Free Enterprise System» [Ataque al sistema estadounidense de libre empresa], supuso el plan de acción para el artero golpe de Estado corporativo que se ha completado 45 años más tarde.
La destrucción de las instituciones democráticas, donde el ciudadano tiene voz y la posibilidad de actuar, es mucho más grave que la llegada del demagogo Donald Trump a la Casa Blanca. El golpe destruyó nuestro sistema bipartidista. Destruyó los sindicatos. Destruyó la educación pública. Destruyó la judicatura. Destruyó la prensa. Destruyó la academia. Destruyó la protección del consumidor y del medio ambiente. Destruyó nuestra base industrial. Destruyó comunidades y ciudades. Y destruyó la vida de decenas de millones de estadounidenses que ya no pueden encontrar un trabajo que les proporcione un salario digno y están obligados a vivir en la pobreza crónica o encerrados en jaulas en nuestro monstruoso sistema de encarcelamiento masivo.
Este golpe también destruyó la credibilidad de la democracia liberal. Personas que se identifican como liberales, como los Clinton o Barack Obama, se llenaban la boca hablando de valores democráticos mientras hacían la guerra a esos valores haciendo un servicio a los poderes corporativos. La revuelta que vemos extenderse por todo el país es una revuelta no solo contra el sistema corporativo que ha traicionado a los trabajadores, sino también, en opinión de muchas personas, a la propia democracia liberal, lo que es muy peligroso. Permitirá a la derecha radical bajo un gobierno Trump consolidar un fascismo a la estadounidense.
«La ignorancia aliada al poder es el enemigo más feroz que puede tener la justicia «, escribió James Baldwin .
45 años más tarde resulta que quienes verdaderamente nos odian por nuestras libertades no son una serie de enemigos deshumanizados creados por la maquinaria de guerra -los vietnamitas, los camboyanos, los afganos, los iraquíes, los iraníes o incluso los talibán, al-Qaeda y el ISIS. Son los financieros, los banqueros, los políticos, los intelectuales y los expertos públicos, los abogados, los periodistas y los empresarios educados en las universidades de élite y en las escuelas de negocios que nos vendieron el utópico sueño del neoliberalismo.
Estamos entrando en la fase crepuscular del capitalismo. La riqueza ya no se crea produciendo o fabricando, se crea manipulando los precios de las acciones y de los productos, e imponiendo al público la atroz esclavitud de la deuda. Nuestro capitalismo de casino se ha fusionado con la industria del juego. Todo el sistema es parásito. Está ideado para explotar a las personas desesperadas, hombres y mujeres jóvenes cargados de préstamos a estudiantes, trabajadores mal pagados cargados de las deudas de las tarjetas de crédito y de hipotecas, ciudades y municipios obligados a endeudarse para mantener los servicios municipales.
Magnates de casino como Sheldon Adelson y gestores de fondos de cobertura como Robert Mercer no aportan nada válido a la sociedad. No generan dinero sino que lo redirigen hacia el 1 %. Utilizan las contribuciones de los lobbyistas y de la campaña para crear monopolios (así es como la farmacéutica Mylan subió el precio del «EpiPen» , que se utiliza para tratar reacciones alérgicas, de los 57 dólares que costaba en 2007 a unos 500 dólares) y para rehacer leyes y regulaciones. Se han otorgado a sí mismos el poder legal de llevar a cabo un boicot a los impuestos, de saquear el Tesoro estadounidense, de cerrar fábricas y de mandar el empleo al extranjero, de destruir los programas de servicios sociales e imponer la austeridad. Al mismo tiempo, han militarizado nuestra policía, han construido el aparato de vigilancia y seguridad más sofisticado de la historia de la humanidad, y han utilizado las órdenes judiciales para despojarnos de nuestras libertades civiles. Están preparados en caso de que nos alcemos para desafiarlos.
En términos de Dios y patria estos jerarcas son traidores. Son parásitos. La especulación financiera era un crimen la Inglaterra del siglo XVII. Se colgaba a los especuladores. Los presidentes de la mayoría de los bancos y fondos de cobertura [actuales], y los ejecutivos de las grandes corporaciones, como Walmart y Gap, que dirigen unas fábricas de trabajo esclavo que son trampas mortales para los trabajadores empobrecidos en el extranjero merecen mucho más la cárcel que la mayoría de los estudiantes pobres de color a los que doy clase dentro del sistema penitenciario, unas personas que nunca en su vida tuvieron un juicio justo o una oportunidad.
Cuando un exiguo conciliábulo (monárquico, comunista, fascista o corporativo) se hace con el poder crea una economía mafiosa y un Estado mafioso. Donald Trump no es una excepción. Es el rostro grotesco de una democracia que se viene abajo. Trump y su círculo de multimillonarios, generales, imbéciles, fascistas cristianos, criminales, racistas y anormales desempeñan el papel que desempeñaba el clan Snopes en algunas de las novelas de William Faulkne. Los Snopes llenaron el vacío de poder del Sur decadente y despiadadamente se hicieron con el control que antes tenían las elites aristocráticas degeneradas y antiguas propietarias de esclavos. Flem Snopes y su extensa familia (que incluye un asesino, un pedófilo, un bígamo, un pirómano, un retrasado mental que copula con una vaca y un pariente que vende entradas para presenciar esta bestialidad) son representaciones ficticias de la escoria elevada ahora al nivel más alto del gobierno federal. Encarnan la corrupción moral provocada por el capitalismo desenfrenado.
«Aunque es exacta, la habitual referencia a la «amoralidad» no es suficientemente distintiva y por sí misma no nos permite situarlos, como habría que situarlos, en un momento histórico», escribió acerca de los Snopes el crítico Irving Howe. «Quizás lo más importante que se puede decir es que son lo que viene después: las criaturas que emergen de la devastación, con limo todavía en los labios «.
«Cuando un mundo se desmorona, ya sea en el Sur o en Rusia, aparecen figuras de una burda ambición que ascienden desde lo más bajo de la escala social, hombres a los que las exigencias morales no les resultan tan absurdas como incomprensibles, hijos de forajidos o mujiks que deambulan desde ninguna parte y se hacen con el poder por medio del puro escándalo de su fuerza monolítica «, escribió Howe. «Se convierten en directores de los bancos locales y en presidentes de los comités regionales del partido, y más tarde, un tanto endomingados, se abren camino hacia el Congreso o el Politburo. Carroñeros sin escrúpulos, no tienen que creer en el decadente código oficial de su sociedad, solo tiene que aprender a imitar su sonidos».
La historia ha demostrado que lo que viene a continuación no es agradable. Una elite gobernante corrupta e inepta, respaldada por los órganos de la seguridad y de hacer cumplir la ley del Estado, desatará una cleptocracia pura. Las y los trabajadores se convertirán en siervos. Se criminalizará al disidente más benévolo. La devastación del ecosistema nos lleva a la extinción. El discurso del odio pedirá que se ataque a los musulmanes, a los trabajadores indocumentados, a los afroestadounidenses, a las feministas, a los intelectuales, a los artistas y disidentes, todos los cuales se convertirán en chivos expiatorios del estancamiento del país. El pensamiento mágico dominará nuestras ondas y se enseñará en las escuelas públicas. Se degradará el arte y la cultura hasta convertirse una horterada nacionalista. Todas las disciplinas culturales e intelectuales que nos permiten ver el mundo desde la perspectiva del otro, que fomentan la empatía, la comprensión y la compasión, serán sustituidas por una hipermasculinidad y un hipermilitarismo grotescos y crueles. Quienes están en el poder darán validez al racismo, la intolerancia, la misoginia y la homofobioa.
Nuestra única esperanza es una férrea falta de cooperación con los sistemas de control corporativo. Debemos reconstruir las instituciones democráticas desde cero. No debemos dejarnos convencer de que confiemos en las elites del poder, incluido el Partido Demócrata, cuyos siete candidatos principales a la próxima presidencia del Comité Nacional Demócrata demostraron la otra noche en la Universidad George Washington que no tienen interés en desafiar al poder corporativo o en respaldar el populismo democrático. También tenemos que reconocer nuestros propios fracasos en la izquierda, nuestro elitismo, arrogancia y rechazo a arraigar nuestra política de manera local en nuestras comunidades. Rosa Luxemburg entendió que nunca lograremos credibilidad ni crearemos un movimiento de resistencia a menos que abordemos primero las necesidades económicas y físicas más apremiantes de las personas indigentes. Afirmaba que la revuelta solo se logra estableciendo relaciones genuinas, incluso con personas que no piensan como nosotros. La revuelta surge desde abajo, como han enseñado las personas que protegen el agua en Standing Rock .
La política es un juego de miedo. Aquellos que no tienen la capacidad de hacer que las élites del poder tengan miedo no tienen éxito. Los movimientos que abrieron el espacio democrático en Estados Unidos (abolicionistas, sufragistas, movimiento obrero, comunistas, socialistas, anarquistas y movimientos a favor de los derechos civiles y laborales) desarrollaron una masa crítica y una militancia que obligó a responder a los centros de poder. Los tópicos acerca de la justicia, la igualdad y la democracia no son más eso. El poder solo reacciona cuando se le amenaza. Es inútil apelar a su mejor naturaleza. No la tiene.
Antaño tuvimos instituciones liberales en nuestra democracia capitalista (prensa, sindicatos, terceros partidos, grupos cívicos y religiosos, radiodifusión pública, universidades públicas bien financiadas y un ala liberal del Partido Demócrata) que eran capaces de responder a la presión externa de los movimientos. Lo hicieron de una manera muy imperfecta. Hicieron solo las reformas suficientes para salvar al sistema capitalista de una agitación generalizada o, con la ruptura del capitalismo en la década de 1930, de la revolución. Nunca abordaron la supremacía blanca ni el racismo institucional o la crueldad endémica del capitalismo. Pero tuvieron la capacidad de aliviar el sufrimiento de los y las trabajadoras. Esta válvula de seguridad ya no funciona. Cuando la reforma se hace imposible, la revolución se hace inevitable.
Los días que tenemos por delante serán oscuros y aterradores. Pero como nos recordaba Immanuel Kant, «si perece la justicia, ha perdido su sentido la vida humana en la tierra». Luchamos por lo sagrado. Luchamos por la vida. Es una lucha que no debemos perder. Ser un mero espectador es ser cómplice del mal radical.
La revuelta es una necesidad política. Es un imperativo moral. Es una defensa de lo sagrado. Nos permite vivir en la verdad. Es lo único que hace posible la esperanza.
En cuanto desafiamos el poder salimos victoriosos. En cuanto estamos al lado de las personas oprimidas y aceptamos ser tratados como las personas oprimidas salimos victoriosos . En cuanto sostenemos una luz parpadeante en la oscuridad para que otros la vean salimos victoriosos. En cuanto frustramos la construcción de un oleoducto o el fracking en un lugar salimos victoriosos. Y en cuanto los que están en el poder nos temen salimos victoriosos.
No sé si podemos crear una sociedad mejor, ni siquiera sé si sobreviviremos como especie. Pero sí sé que estas fuerzas corporativas nos tienen agarrados por el cuello y que tienen a mis hijos agarrados por el cuello. No lucho contra los fascistas porque voy a ganar, lucho contra los fascistas porque son fascistas.
Fuente: http://www.truthdig.com/report/item/revolt_is_the_only_barrier_to_a_fascist_america_20170122
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