Recomiendo:
0

Historia de un hombre que entró en Turquía como inmigrante para convertirse en futbolista

La Sra. Love Okey, la agonía de una madre

Fuentes: Rebelión

Traducido para Rebelión por Anahí Seri

Se erguía con cada paso que daba al montar las escaleras, su cabeza se inclinaba a un lado con ojos que parecían perdidos en sus pensamientos, miraba a través de gafas sin apenas ver a dónde se dirigía. Su mente, aparentemente, recorría el camino de los recuerdos del tiempo, la energía y los recursos con los que alimentó a su hijo para que se convirtiera en un hombre.

Cuando entró y tomó asiento, quedó patente que estaba todavía en estado de choque y sufría dolor y desesperación, pero luego se vio un destello de esperanza en esos ojos que sin duda habían llorado miles de lágrimas desde que recibió la llamada que le decía que su Festus ya no existía; un último asomo de optimismo, ante la posibilidad de que alguien le dijera que todo era mentira.

La Sra. Love Okey no sólo tiene roto el corazón como cualquier otra mujer nigeriana que ha perdido a su hijo en la lejana Europa; parecía totalmente una persona capaz de sacrificar cualquier cosa por la oportunidad de volver a hablar con su hijo, una última vez, como lo hizo unos días antes de que el falleciera de la manera más brutal a manos de la policía turca el 20 de agosto de 2007.

«¿Es usted de Turquía?» preguntó, rogando con la mirada que la respuesta fuera afirmativa; que la noticia devastadora que arrastraba durante semanas desapareciera de repente y pudiera volver a sonreír, cuando la visité en su residencia en 3A Broad Street en Aba, estado de Abia. Pero la respuesta era la realidad a la que se tiene que enfrentar por el resto de su vida, e hizo que su corazón sangrara más aún.

«Entonces es verdad,» le pregunta a nadie en particular, rodeando con los brazos su cuerpo frágil, escuálido por la tristeza interna y eterna a la que ha sido sometida por los agentes del orden en Turquía.

Abrazándose a sí misma como una persona que está pasando un frío terrible, aparentaba más que sus 58 años. Para ella, todas las esperanzas de comenzar la vida de nuevo con su marido de 75 años, el Sr. Peter Okey, ahora son una falacia.

«Han conseguido destruir mi camino hacia el éxito, qué más puedo decir. Festus era mi esperanza; era tan cariñoso y se había ocupado siempre de mí y de sus hermanos para que no muriéramos de hambre, pero ahora la policía de Turquía ha destruido mi esperanza y me ha devuelto a la pobreza», dijo, rompiendo en sollozos que no podía controlar, al comienzo de la entrevista. De acuerdo con la madre que está de luto, procedente de Ezinihitte en el distrito de Mbaise en el Estado de Imo, Festus Okey viajó a Europa para explotar su talento como futbolista y probar suerte en la liga profesional de Turquía; a ella al principio no le convencía la idea de su hijo de dedicarse al fútbol, tras ser testigo de lo que le ocurrió a una de sus amigas que perdió a su hijo cuando jugaba en la selección nacional hace unos años.

«Desde que Sam Okwaraji murió jugando al fútbol, no me hacía gracia ese deporte. Después de haber llorado con la madre de Okwaraji, le pedí a mi hijo que pensara en algo distinto del fútbol», explica. Pero Festus se encaminó hacia Turquía en busca de pastos más verdes y de una oportunidad de dedicarse a lo suyo y posiblemente ir a parar a un equipo en Turquía.

Durante casi tres años, ella esperó con paciencia y rezó con diligencia para que su hijo consiguiera lo mismo que otros futbolistas famosos, mientras se dedicaba al pequeño comercio en la ciudad de Aba, pero sus largas noches de vigilia ha resultado ser en vano, pues Festus se ha convertido en otro cadáver nigeriano que yace en otro tanatorio europeo.

Entiendo que Festus Okey, de 25 años, entró en Turquía como inmigrante para convertirse en futbolista, y durante casi tres años mantuvo el estatus de solicitante de asilo registrado ante la Comisión de Refugiados de las Naciones Unidas, hasta su muerte el 20 de agosto de este año.

De acuerdo con los informes, ese día Festus fue detenido junto con un amigo identificado como Mamaria Oga, y a ambos se los llevaron a la comisaría de policía de Beyoglu en Estambul, Turquía.

De acuerdo con Oga, a Festus se lo llevaron al quinto piso mientras a él lo mantenían en la planta baja. Después de ser separados, Oga dice que oyó un grito y luego un disparo. Poco después, vino un policía y le dijo que su amigo estaba muerto.

Según se dice en el informe de autopsia, del cual me facilitaron un ejemplar, Festus murió de un disparo en el pecho.

La Sra. Okey describió a su hijo como una persona pacífica y rechazó la afirmación de la policía turca de que su hijo era violento.

«Es amigo de todos y una persona que ama la paz. Si estuviera aquí ahora, le haría reír a usted. No busca líos, y no hay nada que pueda causar un problema entre él y otra persona», afirmó con énfasis entre sollozos.

Su caracterización de Festus como una persona no violenta, en contra de la semblanza que hizo inicialmente la policía turca, quedó demostrada tras las investigaciones que se llevaron a cabo cuando el Alto Comisionado de Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) y otros grupos de derechos humanos exigieron que se investigara la muerte, cuando se hizo patente que la policía quería tapar un acto ilegal, ocultándolo, manteniendo el silencio durante una semana después del incidente. Cuando la policía hizo la primera declaración sobre el asunto, afirmó que Festus se había negado a mostrar su carné de identidad y que al registrarlo, encontraron cocaína en sus bolsillos, y que luego aparecieron en su ropa interior 13 bolsitas de droga dura. Justificaron la actuación del policía afirmando que Festus entró en estado de pánico tras el registro y agarró la pistola del policía y fue herido por una bala perdida que le entró por el hombre, al dispararse el arma accidentalmente durante la refriega que se produjo.

Pero lo interesante es que en la sala de interrogatorio no había ninguna cámara de vigilancia que grabara la supuesta refriega.

Las investigaciones realizadas desde entonces han concluido que el policía es culpable de asesinato por negligencia consciente y al Fiscal General turco ha presentado una acusación forma dirigida a un policía del que no se da el nombre, por la muerte premeditada de un hombre desarmado que se encontraba bajo custodia policial.

Mientras el policía culpable puede enfrentarse a una pena de cárcel de cuatro años y medio hasta nueve años sin opción de pagar sólo una multa, muchos de los grupos de derechos humanos en Turquía están batallando por que el gobierno turco haga más en relación con este caso, pues echan la culpa al gobierno, a quien consideran igualmente culpable por conferir a la policía poderes ilimitados mediante una nueva ley antiterrorista que, según afirman, ha incrementado en los últimos meses las torturas y las masacres a manos de la policía en Turquía.

De acuerdo con un informe publicado por los grupos de derechos humanos IHD y Mazlum el 6 de septiembre, sobre los abusos en materia de derechos humanos por parte de la policía turca, 376 personas han sido torturadas durante los primeros seis meses del año 2007, y tres personas han muerto en junio de este año. Estos datos contradicen las afirmaciones del gobierno turco según el cual la tortura no existe en este país. En una carta de protesta redactada por la Comunidad Africana (AC) en Estambul y dirigida al Director del Ministerio turco de Asuntos Interiores en Ankara se afirma que la policía hostiga y extorsiona a diario a los inmigrantes, especialmente africanos.

Según la AC, la policía tiene una forma de actuar que consiste en detener a inmigrantes incautos y pedirles su identificación para luego registrarlos buscando dinero, incluso si aportan la documentación correcta.

«Te registran la cartera y cogen todo el dinero que lleves, y si insistes en que te lo devuelvan, sacan drogas duras y te amenazan con plantártelas, con lo que no tienes más opción que perder el dinero o arriesgarte a que te acusen de delincuente» pude leer en la carta a la que tuve acceso. La AC identificó la comisaría de policía de Beyoglu donde Festus halló la muerte como un lugar notorio por esta desagradable práctica.

Un grupo de derechos humanos de Turquía, ESP, durante sus protestas en agosto de este año por la muerte de Festus, exigió no sólo que se castigara a los culpables sino también que se cerrara la comisaría de policía de Beyoglu, que se ha convertido en un centro de torturas, así como la revocación de estas leyes que otorgan a la policía el derecho de abusar de las personas.

La mujer que, patéticamente, alza sus ojos llenos de lágrimas al cielo y preguntaba «Dios mío, ¿escuchas el plañido de tu hija?», le pide al gobierno de Turquía cuyos agentes segaron la vida de su hijo, ante todo, la inmediata repatriación del cadáver.

«Han matado a mi hijo, por favor, que pueda recuperar su cuerpo; quiero ver su cuerpo muerto. Como mi hijo fue a su tierra y lo mataron, que me devuelvan su cuerpo para que pueda rezar en su tumba», imploró.

Si bien el gobierno de Nigeria ha hecho un esfuerzo considerable por restaurar la dignidad de sus ciudadanos en el extranjero, el Sr. Kalu Anyaele, abogado de la familia Okey, opina que hace falta una mayor intervención siempre que un ciudadano nigeriano muere fuera de su país, pues es responsabilidad del gobierno proteger la vida de todos los nigerianos, donde quiera que se encuentren.

Hizo también un llamamiento al gobierno turco para intentar lograr una indemnización adecuada para la familia del fallecido por el dolor psíquico y la pérdida que han sufrido por el incidente.

«La familia quiere que el cadáver se devuelva a Nigeria para ser enterrado, y a su vez que se le pague una indemnización adecuada; ha muerto un hombre joven, y la familia dependía hasta cierto punto de él,» afirmó.

Ante la perspectiva de un futuro en el que tendrá que vivir sin que su hijo se ocupe de ella, la madre dolorosa hizo un llamamiento a las demás madres en Nigeria para que se alcen contra las muertes de los jóvenes nigerianos en el extranjero, pues este asunto se está yendo de las manos.

«Quiero aprovechar esta oportunidad para animar a las madres de Nigeria que se alcen contra estas matanzas de nuestros hijos. Puede ser hoy el hijo mío, mañana puede ser otra madre la que esté de luto. Si nos alzamos hoy, podemos evitar que maten a otro nigeriano,» suplicó.

Con la espantosa muerte de Festus Okey, ya son cuatro los nigerianos muertos a manos de la policía europea en lo que va de año. Recordemos que Edmond Idehen murió a manos de la policía italiana cuando estaba ingresado en un hospital, en mayo de este año; Osamuyi Akpitanhi murió estando bajo custodia de los agentes de seguridad españoles, durante su deportación en el mes de junio, y Tony Onuoha saltó a la muerte en Grecia, perseguido por la policía griega, en agosto.

*Anahí Seri pertenecen a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la traductora y la fuente.