Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
En un país en el que los funcionarios se preocupan poco de los derechos de los ciudadanos, no fue nada extraordinario que humillaran un joven que trataba de vender frutas y verduras para mantener a su familia.
Sin embargo, cuando Mohamed Bouazizi se empapó de gasolina y se prendió fuego frente a la oficina municipal, su acto de protesta provocó una revuelta que terminó con los 23 años del régimen del presidente Zine El Abidine Ben Alí.
Los agentes de la policía local acosaron a Bouazizi durante años, desde que era niño. Su familia encuentra un poco de consuelo en qel hecho de que su pérdida tuvo consecuencias políticas tan asombrosas.
«No quiero que la muerte de Mohamed sea en vano» dijo Menobia Bouazizi, su madre. «Mohamed fue la clave de esta revuelta».
Vida simple, atormentada
Mohamed Bouazizi tenía diez años cuando se convirtió en el principal sostén de su familia, vendiendo frutas y verduras en el mercado local. Permaneció en la escuela secundaria lo suficiente como para pasar su examen de bachillerato, pero no se graduó. (Nunca asistió a la universidad, contrariamente a lo que han dicho numerosas medios de comunicación).
El padre de Bouazizi murió cuando éste tenía tres años. Su hermano mayor vive lejos de la familia, en Sfax. Aunque su madre volvió a casarse, su segundo esposo tiene mala salud y no puede encontrar un trabajo regular.
Ayman Mohyeldin, de Al Jazeera, describe al hombre cuyo suicidio provocó una revolución.
«Sabía que no podría estudiar porque no teníamos suficiente dinero», dijo su madre.
A los 19 años, Mohamed dejó de estudiar para trabajar a tiempo completo, para ayudar a que sus cinco hermanos más pequeños tuvieran la posibilidad de ir a la escuela.
«Mi hermana era la que iba a la universidad y él lo pagaba», dijo Samya Bouazizi, una de sus hermanas. «Y yo soy todavía estudiante y él utilizaba su dinero para mí».
Trató de entrar en el ejército, pero le rechazaron, igual que en otros varios intentos de encontrar un puesto de trabajo.
Ya que su familia dependía de él, le quedaban pocas opciones fuera de seguir yendo al mercado.
Desde cualquier punto de vista Bouazizi, que sólo tenía 26 años cuando murió a principios de mes, era honesto y trabajaba duro. Todos los días llevaba su carretón de madera al supermercado y lo cargaba de frutas y verduras. Caminaba con él más de dos kilómetros hasta el zoco local.
Abuso policial
Y casi todos los días lo acosaban los agentes de policía locales.
«Desde niño lo maltrataron. Estaba acostumbrado a que lo hicieran, dijo Hajlaoui Jaafer, amigo cercano de Bouazizi. «Lo veía humillado».
El abuso tomaba muchas formas. Generalmente era el tipo de mezquina tiranía burocrática conocida demasiado por mucha gente en la región. La policía confiscaba sus balanzas y sus productos, o lo multaban por tener un puesto de verduras sin permiso.
Seis meses antes de su intento de suicidio, la policía envió una multa de 400 dinares (280 dólares) a su casa, el equivalente a dos meses de ingresos.
El acoso finalmente fue demasiado para el joven el 17 de diciembre.
Esa mañana llegó al maltrato físico. Una policía lo enfrentó en camino al mercado. Volvió a quitarle sus balanzas, pero Bouazizi se negó entregárselas. Se insultaron, la policía lo golpeó y, con ayuda de sus colegas, lo tiró al suelo.
Los policías le quitaron sus productos y su balanza.
Humillado en público, Bouazizi trató de presentar un recurso. Fue al ayuntamiento y solicitó una reunión con un funcionario.
Le dijeron que no sería posible, que el funcionario estaba en una reunión.
«Es el tipo de mentira al que estamos acostumbrados», dijo su amigo.
Protesta de último recurso
Ya que ningún funcionario estaba dispuesto a escuchar sus quejas, el joven compró gasolina, volvió a la plaza y se prendió fuego frente al ayuntamiento.
Para la madre de Mohamed, el suicidio de su hijo no fue motivado por la pobreza sino por la humillación.
«Le afectó en lo más profundo, hirió su honor», dijo, refiriéndose al acoso de la policía a su hijo.
La revuelta popular que sobrevino fue rápida y veloz. De Sidi Bouzid se extendió a Kasserine, Thala, Menzel Bouzaiene. Tunecinos de todas las edades, clases y profesiones se sumaron a la revolución.
Al principio, sin embargo, la indignación fue intensamente personal.
«Lo que realmente avivó la revolución fue que Mohamed era un hombre muy conocido y popular. Regalaba frutas y verduras a familias muy pobres», dijo Jaafer. El presidente tunecino lo visitó en el hospital.
Ben Aliítardó casi dos semanas en visitar a Mohamed Bouazizi en el hospital en Ben Arous. Para muchos observadores, la foto oficial del presidente mirando despectivamente al joven vendado tuvo un simbolismo diferente del que probablemente se proponía Ben Alí.
Menobia Bouazizi dijo que el ex presidente cometió un error al no ver antes a su hijo, y que cuando Ben Alí terminó por tomar contacto con su familia, era demasiado tarde, tanto para salvar a su hijo, como para salvar su presidencia.
Recibió a miembros de la familia Bouazizi en sus oficinas, pero para Menobia Bouazizi, la reunión sonó a falsa.
«La invitación al palacio presidencial llegó muy tarde», dijo. «Estamos seguros de que el presidente sólo hizo la invitación para tratar de que fracasara la revolución».
«Fui como madre y como ciudadana a pedir justicia para mi hijo».
«El presidente prometió que haría todo lo posible por salvar a nuestro hijo, incluso para hacer que fuera enviado a Francia para recibir tratamiento».
El presidente nunca cumplió sus promesas, dijo Menobia Bouazizi.
Revuelta contagiosa
Pero para cuando el hijo de Menobia Bouazizi había muerto de sus quemaduras el 4 de enero, el levantamiento ya se había extendido a todo Túnez.
Desde entonces Fedya Hamdi, la última agente policial que humilló al vendedor ambulante, ha huido de la ciudad. Se informa de que fue despedida, pero se desconoce su paradero exacto.
Mientras tanto, el cuerpo del hombre que inició una revolución yace ahora en una sencilla tumba en las afueras de Sidi Bouzid, rodeada de olivos, cactus y almendros en flor.
Su familia sufre por su ausencia. Su modesta casa ahora es una de las más visitadas en Sidi Bouzid, con un flujo permanente de periodistas que acaban de descubrir la ciudad en la que todo comenzó.
«Era muy sincero», dijo Basma Bouazizi, su tímida hermana de 16 años. «Desde que se fue somos cuerpos sin alma».
«Lo consideramos un mártir», dijo en una entrevista Mahmud Ghozlani, miembro local del Partido Democrático Progresista (PDP), a unos metros del sitio en el cual el vendedor ambulante se inmoló por el fuego.
Es una prueba concreta del progreso logrado en cuatro breves semanas: una entrevista semejante con un activista de la oposición en las calles de Sidi Bouzid no habría sido posible antes del día en que Bouazizi inspiró la revuelta popular.
Primera Parte de una serie en dos partes. En los próximos días: «Cómo la gente de Sidi Bouzid lanzó una revolución».
Yasmine Ryan está en Twitter @yasmineryan.
Fuente: http://english.aljazeera.net/
rCR