Los caminos de tierra roja del este de la República Democrática del Congo vuelven a llenarse de gente que huye, casi con lo puesto, de los enfrentamientos entre el Ejército y los rebeldes del general disidente tutsi Laurent Nkunda. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados se preparaba ayer para la llegada inminente […]
Los caminos de tierra roja del este de la República Democrática del Congo vuelven a llenarse de gente que huye, casi con lo puesto, de los enfrentamientos entre el Ejército y los rebeldes del general disidente tutsi Laurent Nkunda.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados se preparaba ayer para la llegada inminente de cerca de 30.000 personas al campo de Kibati, situado 10 kilómetros al norte de Goma, la capital de la provincia de Kivu Norte. De ellas, 20.000 son congoleños afectados por previas oleadas de combates y que ya vivían como desplazados en otro campo, el de Kibumba, a 30 kilómetros de Goma. Éste es hoy un lugar fantasma, vaciado en cuestión de horas tras el ataque, el lunes, llevado a cabo por los rebeldes. «Todos han huido. Yo mismo me dirijo a pie hacia Goma con mi familia», dijo por teléfono a la agencia Reuters el jefe del poblado, Jean-Claude Bamenya.
Las tropas de Nkunda prosiguen su avance hacia la capital provincial de Goma, y ayer los combates con el desmoralizado Ejército congoleño se registraban alrededor de Kibumba así como en Rutshuru, a 100 kilómetros de Goma. «La gente de Rutshuru está huyendo hacia el norte. De momento no pensamos marcharnos», dijo Axelle de la Motte, de Médicos Sin Fronteras. La Misión de la ONU en la Congo (MONUC) planeaba llevar evacuar desde ayer a cerca de 50 trabajadores internacionales de distintas ONG en Rutshuru.
Pánico total
«El pánico en la ciudad es total», señaló por teléfono el administrador local, Dominique Bofondo. Nkunda, el Ejército congoleño y otros 20 grupúsculos armados firmaron el 28 de enero de 2008 un acuerdo de paz. La violencia nunca cesó por completo a pesar del pacto entre enero y julio hubo 150.000 nuevos desplazados y 200 violaciones del alto el fuego registradas por la MONUC, y el alto el fuego saltó por los aires definitivamente el pasado agosto.
«Ya hay en total dos millones de desplazados en toda la provincia. Eso supone dos tercios de la población. Es un drama humanitario», dijo al informativo de Radio Okapi el gobernador de Kivu Norte, Julien Paluku.
Las fuerzas de Nkunda tiraron varios cohetes contra carros blindados de la MONUC. La misión lamentó además la muerte de un civil durante una protesta el lunes en la que cientos de manifestantes tiraron piedras contra la sede de la misión por considerar que ésta no está protegiendo a la población contra el avance de los rebeldes.
La eterna asignatura pendiente de Kabila
La violencia no ha cesado dos años después de asumir el cargo
Isabel Coello
El presidente congoleño, Joseph Kabila, ganó en 2006 las primeras presidenciales que celebraba en 40 años un país arruinado por décadas de dictadura de Mobutu Sese Seko y arrasado por dos guerras regionales. La baza de Kabila fue la paz. Muchos le votaron por considerarle el artífice del acuerdo de 2001 que puso fin a la guerra con Ruanda y Uganda. Dos años después de asumir el cargo, la situación en el Este sigue siendo la piedra en el zapato de Kabila, la asignatura pendiente que es incapaz de aprobar. La violencia no ha cesado, el drama humanitario tampoco.
Los últimos acontecimientos muestran lo rápido que se puede venir abajo el último acuerdo de paz entre el Ejército y el general disidente Laurent Nkunda sin una presión diplomática sostenida.
Cada cierto tiempo, Nkunda se encarga de recordar que militarmente es más poderoso que el desmotivado Ejército congoleño. La última vez, en noviembre de 2006, Nkunda tomó Sake, a las puertas de Goma. Sólo la intervención de la misión de la ONU logró repelerle. Ahora, la MONUC probablemente tendrá que volver a hacer lo mismo. Su mandato le pide que defienda las instituciones de Congo. Para los rebeldes, la misión de la ONU ya ha tomado partido por el Gobierno.