Existe en EEUU un establecimiento que es algo así como la agencia mundial impulsora de la carrera perpetua de armamentos. Por sus siglas oficiales se le conoce como DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency: Agencia para Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa, http://www.darpa.mil) y depende del Pentágono. Si usted, estimado lector, es competente en cualquier […]
Existe en EEUU un establecimiento que es algo así como la agencia mundial impulsora de la carrera perpetua de armamentos. Por sus siglas oficiales se le conoce como DARPA (Defense Advanced Research Projects Agency: Agencia para Proyectos de Investigación Avanzada en Defensa, http://www.darpa.mil) y depende del Pentágono. Si usted, estimado lector, es competente en cualquier área de la ciencia o la tecnología que pueda aplicarse a destruir enemigos o a proteger soldados propios, sepa que en DARPA sus ideas, por descabelladas que parezcan, tienen muchas probabilidades de ser inicialmente aceptadas y la financiación para ensayarlas es siempre generosa.
Hubo quien durante la Guerra de Vietnam concibió un elefante mecánico, aunque tras ser desarrollado el prototipo no llegó a fabricarse. El año pasado se abrió un concurso para aprovechar, en beneficio de los soldados, la doble cualidad de lagartos y pulpos: la capacidad de los primeros para trepar por las paredes y la de los segundos para desaparecer de la vista cambiando de forma y color al mezclarse con el entorno. Se ignora el estado actual del proyecto y crea el lector que no se trata de una broma.
La última gran oferta, publicada en junio de este año, abre varios campos de sumo interés. Preocupado el Pentágono por el fracaso de sus tropas en Iraq, promete sumas notables para apoyar a quienes investiguen formas de corregirlo. Se buscan sistemas para ver a través de las paredes o para recuperar combatientes desde lugares comprometidos. Al solicitar estudios sobre «máquinas voladoras urbanas capaces de observar o de transportar armas» uno sospecha que los aviones ya no sirven para eso o que se busca algo más pequeño y ágil, quizá capaz de entrar por la ventana de una habitación. Existe también un programa cuyo fin es crear «el soldado 24-7» (activo las 24 horas del día durante una semana), hallando el modo de evitar la fatiga y el sueño durante ese tiempo, sin efectos negativos mentales o físicos y sin recurrir a estimulantes.
DARPA nació en 1958, tras la inquietud que produjo en EEUU el primer satélite artificial soviético, con el fin de «conservar la iniciativa en las más modernas tecnologías de aplicación militar y evitar las sorpresas tecnológicas de los adversarios». En sus documentos reconoce que fracasa casi el 90 por ciento de sus proyectos, aunque de sus gabinetes de estudio han salido los misiles de crucero, el fusil M-16, algunos cohetes tierra-tierra, los bombarderos «invisibles» y otras armas modernas. Se atribuye también el haber dado los primeros pasos para crear Internet y haber desarrollado el sistema de posicionamiento GPS y el ratón de los ordenadores.
Hay dos aspectos esenciales de DARPA: (1) es el lugar donde las mentes más creativas pueden volar sin límites y gozar de unas generosas remuneraciones económicas; y (2) todo lo que allí se proyecte tiene que tener, como fin directo o indirecto, la incapacitación o la muerte de los enemigos de EEUU, actuales o futuros. Aunque parece muy ilusorio que el Pentágono, incompetente en el 2003 para averiguar qué enemigos encontraría en Iraq en el 2004, sea capaz de definir hoy los enemigos que se le opondrán entre los años 2025 y 2050, resulta que éste es el periodo para el que se están proyectando ahora las armas.
Una encuesta reciente mostraba que el 11 por ciento de los adolescentes de EEUU no saben encontrar a su país en un mapamundi. Un estudio de UNICEF clasificó a la juventud estadounidense en el 18º puesto entre 24 países desarrollados. No es raro que en EEUU algunos se pregunten si no sería mejor dedicar a investigar sobre la mejora de los sistemas educativos parte de los 3.000 millones de dólares que consumen hoy 200 delirantes proyectos de DARPA.
Las mayores ayudas a la investigación se dedican en EEUU a prepararse para unos enfrentamientos militares impredecibles, en vez de atender a las necesidades reales del país. Si EEUU es el principal contaminador del planeta y el mayor despilfarrador de energía, ¿no sería también mejor buscar formas de corregir esos dos preocupantes aspectos, a los que se dedican tan pocos recursos? Unas «agencias de investigación avanzada» en educación o en economía energética resultarían mucho más provechosas para el futuro de EEUU y del mundo.
Así como la OTAN no se desmembró al desaparecer el enemigo que la hizo nacer, crecer y reforzarse, como hubiera sido razonable esperar, EEUU, hoy la principal superpotencia militar del mundo, sigue rearmándose sin descanso para afrontar unos enemigos que raras veces sabe predecir con acierto. ¿De qué sirvió todo el potencial bélico estadounidense frente a los ataques terroristas del 11S? La razón hay que buscarla en otra parte: en la inercia tecnológica. Los decenios de la Guerra Fría han creado en EEUU (y en otros países) un enorme conglomerado no sólo militar-industrial, sino también académico y hasta lúdico o cultural, que ha impregnado hondamente la sociedad, lo que dificulta su desintegración.
Es tecnológicamente factible impedir al ciento por ciento que se repitan atentados como los perpetrados contra las Torres Gemelas. Pero también es tecnológicamente imposible impedir que el terrorismo adopte nuevas formas de agresión que sorprendan a cualquier Gobierno, por fuertemente armado que esté y por mucha investigación que aplique a sus ejércitos. La ciega confianza que la cultura estadounidense suele poner en la tecnología, para allanar las dificultades que encuentra, le impide apreciar en toda su amplitud la complejidad del terrorismo y poner en juego los medios más adecuados para combatirlo, que no son sólo armas muy refinadas y soldados mejor armados.
* General de Artillería en la Reserva
Analista del Centro de Investigación para la Paz (FUHEM)