Para Gérard Chaliand, las razones de las debilidades y del declive de la esfera occidental en la escena internacional se encuentran sobre todo en los procesos mentales que han modificado profundamente las formas de pensar y de estar en el mundo.
La obra De las guerrillas al reflujo de Occidente
(Passés/Composés, 2020) es un libro que pone en perspectiva medio siglo
de inmersión en los movimientos de liberación y/o revolucionarios de
nuestro planeta. Es fruto de la experiencia del estratega y geopolítico
Gérard Chaliand, uno de los especialistas mundial en estos temas.
Procedente de la extrema izquierda anticolonial, expone sus memorias y
reflexiones sobre el punto de inflexión del mundo que hoy ve emerger a
China y a sus vecinos como un nuevo polo de poder planetario, al mismo
tiempo que se hunde un Occidente consumido por su malestar, negándose a
luchar y encerrándose en sus ilusiones. Para él, las razones de las
debilidades y del declive de la esfera occidental en la escena
internacional se encuentran sobre todo en los procesos mentales que han
modificado profundamente las formas de pensar y de estar en el mundo. En
esta entrevista con Bruno Racouchot, director de Comes Communication,
Gérard Chaliand señala que la negativa en aceptar la realidad es una
debilidad esencial. En síntesis, el mundo occidental actual carece de
tres virtudes clave: lucidez, coraje y tenacidad.
Para
explicar esta tendencia, parece que hay que tener en cuenta la dimensión
mental que permite este flujo y reflujo de Occidente que vos describis.
¿Esto significa que una potencia no es nada si no se apoya en una
voluntad política y estratégica y en la afirmación de una determinada
manera de estar en el mundo?
Ya en la primera Guerra del
Golfo (1990-1991) había subrayado la importancia de la dimensión social
de la estrategia. Durante el año 1991 fui testigo de la aparición de
nuevos parámetros en la conducción del conflicto. En primer lugar, la
importancia de la manipulación ya que era la CNN que nos explicaba lo
que teníamos que entender. Esta manipulación de las mentes ya estaba en
marcha bien antes de la guerra, con una atmósfera psicológica de guerra
en gestación que se desplegaba muy lejos del teatro de operaciones,
implicando mentalmente a las poblaciones occidentales en la preparación
de un conflicto que se iba a desarrollar a varios miles de kilómetros.
Al
mismo tiempo, se anunció un conflicto con “cero muertos”, o sea un
eslogan que pretendía aceitar el compromiso armado en la mente de la
población (aunque, en realidad, los estados-mayores habían previsto
miles de body bags para repatriar los cuerpos de los soldados del campo
occidental). De hecho, “sólo” hubo 300 muertos (algunos de ellos fueron
víctimas de fuegos amigos) del lado de los 35 estados (incluidos algunos
estados árabes) que formaban parte de la coalición liderada por los
Estados Unidos. En realidad – y fue la primera vez en la larga historia
de la guerra – no se dio el número de las bajas enemigas ya que los
números habrían parecido desproporcionadas a los ojos de la población
occidental. De hecho, según los servicios especiales británicos, se
evaluaban las pérdidas iraquíes a 70.000 muertos, una estimación baja.
Al final de esta guerra de 45 días, el presidente Bush podía proclamar
que ¡América ha vuelto! Entendiendo que el síndrome de Vietnam se había
terminado.
En efecto, hay que volver a la guerra estadounidense
del Vietnam para apreciar el inicio de esta evolución en la visión
occidental de la guerra y de las pérdidas humanas que ésta implica. En
1975, con la caída de Saigón, se produjo un cambio muy claro. La opinión
pública occidental ya no podía soportar que sus tropas perdieran
algunos hombres. Contraste enorme con las pérdidas vinculadas a las
guerras anteriores. Por lo tanto, esa evidente que hay una ruptura en la
percepción de los asuntos militares. Este cambio de sensibilidad hace
que la retaguardia sea ahora más frágil y más importante, y por lo tanto
más determinante en las preocupaciones de los estrategas que para los
propios soldados que conocen los riesgos de su oficio. Este hecho
produce grandes mutaciones en la arquitectura que nos interesa aquí. Las
mentalidades han evolucionado. El papel que desempeña la dupla
información/comunicación se tornó primordial y formatea las mentes. De
ahora en más, el estratega ya no puede contar con el apoyo activo de la
población. A contrario, tiene que tener en cuenta los temores de la
población, temores que han aumentado con la aparición de un terrorismo
que causa muchos más daños psicológicos que materiales. Los “medios de
comunicación del miedo”, especialmente los que producen “noticias”
continuas, lo han entendido y en gran medida contribuyen nolens volens a
amplificar el fenómeno.
A esta triste situación, hay que añadir
la actitud de los dirigentes occidentales que sólo saben ser compasivos
cuando lo apropiado sería a contrario apelar a la valentía y a una
postura reactiva. Estamos en pleno patetismo mediático con flores,
velas, marchas blancas, entrevistas a viudas y padres dolientes,
exponiendo las debilidades y dando así toda la satisfacción al
adversario. La victimización se ha convertido en un modo político de
referencia. Personalmente, vengo de una familia armenia y soy heredero
de un genocidio que tuvo lugar a principios del siglo XX. Sin embargo,
me niego rotundamente a vestirme de víctima. Pero hoy en día es la
actitud que prevalece en el ámbito de la comunicación occidental, con
una carrera insensata por la victimización en la que todos pretenden ser
más víctima que sus vecinos.
Mientras tanto, en el resto del mundo no occidental, los parámetros
de pensamiento y la forma de estar en el mundo son distintos. A los ojos
de estos pueblos, parecemos ahora los asustados del mundo. Además, nos
hacemos mayores. El colapso demográfico de Occidente es un parámetro
clave para entender la problemática que ponemos en la mesa. A principios
del siglo XX, los llamados “blancos” representaban aproximadamente un
tercio de la población mundial, mientras que hoy los occidentales sólo
“pesan” entre el 12 y el 14%. Los europeos avecinan sólo el 7%. Donde
antes había cuatro jóvenes por cada dos ancianos en Occidente, ahora hay
dos jóvenes por cada dos ancianos. Puesto que las reformas sociales que
hubiesen sido indispensables nunca se han llevado a cabo en Francia,
estamos entrando en decadencia. Hace tres generaciones, la esperanza de
vida en nuestro país era de 49 años, ahora es de 79 años. Hemos ganado
30 años de vida y, sin embargo, nos negamos a trabajar más allá de los
65 años a pesar de que en general gozamos de buena salud. Por supuesto,
todos los problemas sociales no se han erradicado. Pero veamos el
panorama en su globalidad. Hay que reconocer que en Francia vivimos en
un mundillo – tan próspero a pesar de todo – y en paz desde hace más de
70 años, algo absolutamente inédito en la historia del mundo.
¿Por qué los estrategas occidentales no tienen en cuenta abiertamente todos estos factores?
El
mundo de nuestros responsables políticos no se caracteriza por una
virtud que ahora parece haber sido olvidada: el coraje. Es lo menos que
podemos decir. ¿Qué político de alto nivel tendría la audacia de
analizar fríamente la situación real de Francia y admitir que estamos en
una fase de declive? En cambio, los estrategas saben que hay una
desmovilización y una clara pérdida de voluntad por parte de una
población que niega la realidad, que quiere consumir cada vez más y
vivir de forma hedonista. Vivimos en un teatro de sombras, alimentado
por pareceres, con una negación constante de la realidad alimentada por
el pensamiento dominante.
Esto no es totalmente nuevo. En efecto,
hay que recordar que, en 1990, cuando la Unión Soviética se derrumbó
por inercia burocrática, se produjo la ilusión de un período de paz
mundial en el que seguimos viviendo al amparo del paraguas militar
estadounidense sin preocuparnos en absoluto de preparar el futuro, de
observar la evolución real del mundo y del ascenso del poder de los
países emergentes, principalmente China. China se está consolidando como
una potencia económica y financiera mundial, no sólo como un rival
espacial o militar como lo fue la ex-URSS. Y más allá de China, son
también los Estados del Extremo Oriente los que están experimentando un
ascenso meteórico, Singapur, Corea del Sur, Vietnam, Taiwán, etc. Los
estrategas franceses saben todo esto. Pero ¿cuál es su capacidad, su
libertad, primero para pensar y luego para actuar? Nos ocultamos a
nosotros mismos en que nos hemos convertido. Nos guste o no, el mundo
europeo actual carece de tres grandes virtudes: lucidez, coraje y
tenacidad. Si no nos reapropiamos de estos puntos clave y si no se ponen
en valor, tanto en la teoría como sobre todo en la práctica, seguiremos
perdiendo potencia y retrocediendo.
Original en francés: http://www.comes-communication.com/files/newsletter/Communication&Influence_avril_2021_Gerard_Chaliand.pdf
(Traducción François Soulard)