Traducido para Rebelión por Javier Barreda
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial no se había producido en Egipto una oleada de protestas laborales como la que se está desarrollando actualmente. En marzo, el diario liberal al-Masri al-Yawm calculaba que en 2006 se produjeron no menos de 222 huelgas, encierros, huelgas de hambre y manifestaciones. En los cinco primeros meses de 2007, el periódico ha informado acerca de una nueva acción de protesta laboral casi cada día. Por su parte, el Observatorio de los Trabajadores Egipcios y de los Sindicatos ha documentado no menos de 56 incidentes durante el mes de abril y otros 15 sólo durante la primera semana de mayo.
Las huelgas se han extendido desde su centro de gravedad en el sector textil, y han movilizado a trabajadores del sector de la producción de materiales de construcción, del metro de El Cairo, de la recogida de basuras, a los panaderos, a los empleados de empresas de procesamiento de alimentos, y a muchos otros. Como casi todas las acciones de protesta laboral en Egipto a lo largo de los últimos 40 años, las los dos últimos han sido «ilegales» -es decir, no autorizadas por el sindicato vertical de la Federación General de Sindicatos ni por sus órganos subsidiarios en las fábricas y otros lugares de trabajo. Pero, a diferencia de las acciones colectivas de la clase trabajadora en los 80 y los 90, que vieron limitado su radio de acción a las industrias de titularidad pública, la oleada de protestas que comenzó en 2004 ha incorporado también a trabajadores del sector privado.
Aproximadamente al mismo tiempo que estallaban las protestas laborales, se producían las protestas callejeras pro-democracia más osadas desde hacía muchos años, incluyendo entre sus promotores y público a izquierdistas, nacionalistas secularistas, y a veces a los Hermanos Musulmanes. Después de emplear tres años en intentar contener el fermento pro-democrático, el régimen de Hosni Mubarak ha lanzado ahora también un contraataque contra el movimiento de los trabajadores. Este contraataque se ha precipitado cuando muchos activistas han comenzado a desviar su punto de mira de los salarios, las primas y las condiciones de trabajo, para apuntar a la cuestión, explícitamente política, de su relación, a través de la Federación General de Sindicatos, con el Estado.
TRABAJADORES Y HERMANOS
Entre las acciones más destacadas de abril, hay que señalar los repetidos abandonos del trabajo por parte de 284 trabajadores en la empresa Mansura-España (Mansura-Spain Company), en la que una mano de obra en un 75% femenina produce edredones y prendas de ropa. Están protestando contra la venta de su empresa sin que se haya anunciado el compromiso de su futuro nuevo propietario, el banco privado al-Masraf al-Muttahid, de pagar las primas y las participaciones en beneficios que se deben a los trabajadores desde 1995.
La mayor huelga en el sector privado hasta hoy ha tenido lugar en la ciudad costera de Alejandría en la empresa de hilado y tejido Arab Polvara Spinning and Weaving, una compañía muy exitosa que fue vendida por el Estado durante la primera oleada de privatizaciones, a mediados de los 90. El 24 de marzo, y de nuevo el 2 de abril, cerca de la mitad de los 12.000 trabajadores de la empresa dejaron de trabajar en protesta por la discriminación entre ejecutivos y trabajadores en la adjudicación de acciones cuando la empresa fue vendida, así como por el impago de los dividendos de las acciones a los trabajadores y por la supresión de las bajas por enfermedad y de un fin de semana pagados.
Las demandas de los trabajadores de Arab Polvara indican que los trabajadores del sector público tienen razón al sospechar que, aunque las empresas privatizadas inicialmente aceptan ofrecer sueldos y beneficios similares a los del sector público (en algunos casos, el salario es inclusos superior), la competencia en el mercado internacional les conducirá posteriormente a bajar los salarios y a empeorar las condiciones de trabajo. Y, dado que las agrupaciones sindicales en el sector privado son pocas, para defenderse de las acciones unilaterales del sector privado a los trabajadores les falta incluso el débil mecanismo institucional de la federación de sindicatos impulsada por el estado.
El gobierno ha acusado a los Hermanos Musulmanes de incitar a los trabajadores de Arab Polvara a la huelga, pero no hay ninguna prueba de que hayan desempeñado ningún papel en esta u otra acción de protesta laboral a lo largo del último año. La solidaridad laboral es una postura poco habitual en los Hermanos Musulmanes, que nunca han tenido un apoyo importante entre la clase trabajadora industrial y que, en el pasado, han ayudado al gobierno a romper las huelgas. Si bien es cierto que algunos Hermanos Musulmanes han alentado la actual ola de activismo laboral, parece que hay diferencias importantes entre los prósperos hombres de negocios que dominan la dirección de la hermandad y los miembros de base de las clases medias bajas y de la clase trabajadora empobrecida.
En febrero, el diputado de los Hermanos Musulmanes Abdal-Aziz al-Husayni anunció su apoyo al abandono del trabajo de los trabajadores de Misr de Hilado y Tejido en Kafr al-Dawwar, al sur de Alejandría. Su colega parlamentario Sabir Abu al-Futuh lo siguió, emitiendo varios comunicados de apoyo a la huelga de Arab Polvara. Previamente, Abu al-Futuh había sido el coordinador de la campaña de la hermandad para presentar candidatos a las elecciones sindicales en la primavera de 2006. El gobierno inhabilitó para concurrir a las elecciones a miles de Hermanos musulmanes, izquierdistas e independientes, con lo que, como señalaron numerosos observadores independientes, las elecciones fueron «no-democráticas y no-transparentes. Abu al-Futuh había declarado que si las elecciones eran fraudulentas los Hermanos Musulmanes formarían un sindicato independiente del régimen, similar a las agrupaciones sindicales que han constituido en varias universidades conjuntamente con el Grupo Socialista Revolucionario, de tendencia trotskista.
Ya el 21 de noviembre, una vez que se hubieron celebrado las primeras rondas de votaciones y que su carácter no-democrático era evidente, el Viceguía General de la hermandad, Muhammad Habib se mostró más reservado. En una entrevista en la Universidad Americana de El Cairo, declaró: «Constituir un sindicato independiente requiere un largo periodo de organización minuciosa. Los trabajadores son diferentes de los estudiantes, porque tienen responsabilidades familiares y no arriesgarán a la ligera sus fuentes de sustento».
Los Hermanos de Alejandría han sido generalmente considerados más militantes, más dispuestos a la confrontación con el régimen y más cercanos a las clases populares que otras ramas de la organización. De cualquier manera, aunque Abu al-Futuh fuera serio en su iniciativa, esta fue rechazada por los naseristas y por la llamada «izquierda legal» de la Partido del Reagrupamiento Nacional Progresista Democrático (Tagammu`), que rechazó cualquier alianza con la oposición islamista. No hay indicios de que los Hermanos Musulmanes estén implicados en ningún lugar en la construcción de estructuras sindicales sobre el terreno.
VIENTOS DE INDEPENDENCIA
El verdadero impulso a la idea de un sindicato independiente ha venido de los propios trabajadores huelguistas, y en particular de los de las fábricas del elta del Nilo. En diciembre de 2006, el comité sindical local de las instalaciones de Misr de Hilado y Tejido en Mahalla al-Kubra, declinó apoyar a los trabajadores cuando interrumpieron la producción en la que resultaría ser la acción más militante y exitosa de toda la ola de protestas. Enfadados, los huelguistas de Mahalla pidieron a los dirigentes de la federación en El Cairo que cambiaran a los miembros del comité local, y cuando sus demandas fueron ignoradas, respondieron presentando la cancelación de sus afiliaciones a la Federación General de Sindicatos. A principios de febrero, los trabajadores en huelga de Shibin al-Kum de Hilado y Tejido [n.t.: Shibin al-Kum es otra localidad del Delta] se hicieron eco de la llamada de los trabajadores de Mahalla a que los trabajadores en general presentaran cancelaciones en masa de sus afiliaciones. Los trabajadores de otras localidades, y en particular los de Kafr al-Dawwar, comenzaron a apoyar el proyecto in pectore de crear una red independiente de sindicatos.
La idea de crear un sindicato nacional autónomo que remplace a la Federación General patrocinada por el Estado ha circulado entre los sindicalistas desde hace más de una década, y ha sido apoyada por muchos progresistas. Entre estos se cuentan el Centro de Servicios para los Sindicatos y los Trabajadores (CTUWS, en sus siglas en inglés) y su director general, Kamal Abbas; veteranos sindicalistas como Sabir Barakat; el abogado laboralista Salid Ali Umar, del Cómité de Coordinación de los Trabajadores para los Derechos Sindicales; Abd Al-Gaffar Shukr, líder de la Alianza Socialista, que intenta forjar una coalición entre todas las fuerzas socialistas egipcias; el Centro de Estudios Laborales relacionado con el Partido Comunista Egipcio, Horizontes Socialistas; y Trabajadores por el Cambio, filial del Movimiento Kifaya para la Democracia. No obstante, la represión gubernamental y las divisiones internas motivadas por las diferencias de puntos de vista tácticos y estratégicos han producido una gran incertidumbre entre las fuerzas de la oposición acerca de su capacidad para organizar un sindicato paralelo.
Mientras que los Revolucionarios Socialistas apoyan el principio de un sindicato nacional, han sido mucho más cautos que el resto de las fuerzas implicadas. Temiendo el elitismo, y conscientes de que no existe un apoyo de base para tal proyecto, se han concentrado en los pasos preparatorios, apoyando las demandas de los activistas del Delta del Nilo de destitución del comité sindical local y estableciendo canales de comunicación entre los dirigentes de las huelgas.
Hay que destacar que el partido Tagammu parece no apoyar el establecimiento de una federación de sindicatos independiente, aunque lo defendiera retóricamente durante la campaña de las elecciones sindicales con el objetivo de disuadir al gobierno de falsear los resultados de los comicios. Ab al-Rahma Khayr, representante del Tagammu en el Parlamento y presidente del Sindicato General de las Industrias Militares, es el único miembro de un partido de oposición que ganó un puesto en el Comité Ejecutivo de la Federación de Sindicatos. En febrero, Khay reunió a los burócratas de la Federación General con el fin de desbaratar una conferencia de prensa en el Sindicato de Periodistas que había sido convocada por el CTUWS y otros sindicalistas para denunciar los ataques del gobierno contra los activitas laborales.
EL LEGADO DE LA RETIRADA IZQUIERDISTA
Durante las semanas anteriores al 1 de mayo, animados por intelectuales liberales y por la amplia cobertura de la huelga en el periódico al-Misri al-Yawm, un antiguo trabajador textil llamado Ali al-Badri y otros sindicalistas urdieron planes para establecer un «Sindicato Libre de Trabajadores Egipcios» el día internacional del trabajo. El plan era celebrar manifestaciones simultáneas en El Cairo y en 15 ciudades de provincias, y a continuación proceder a la elección de un comité ejecutivo. Los agentes de la Seguridad Estado impidieron manifestarse a los pocos individuos que aparecieron por la plaza Tahrir de El Cairo. Pero el proyecto estaba condenado de antemano por los graves errores de cálculo de sus promotores acerca de cuanta gente podían convocar. Los liberales que habían animado a al-Badri y sus compañeros tenían poca experiencia en organizar a los trabajadores, y poco que perder por animarlos a actuar sin la preparación adecuada. Los propios supuestos organizadores tenían poco apoyo popular y se encontraban aislados políticamente.
Al-Badri empezó a trabajar en las fábricas de Shubra al-Khayma en 1977. En 1979 fue elegido para su comité sindical local, y con el tiempo llegó a ser Secretario General de la Federación Textil Regional. Fue expulsado del trabajo y situado en la lista negra de la industria en general como resultado de su participación en una huelga salvaje en la fábrica textil de ESCO. Aproximadamente 10.000 trabajadores ocuparon la fábrica en enero, y poco después algunos de ellos se encerraron dentro de ella, para pedir la implementación de una ley de 1981 y de un subsiguiente fallo judicial que les concedía 1 día más de salario por semana trabajada. Las huelgas de ESCO resultaron parcialmente victoriosas, y destacaron entre las protestas laborales de mediados de los 80.
Estas luchas de la clase trabajadora salieron adelante sin que contaran con una dirección organizada. El partido Tagammu, que entonces tenía mucho más contacto con los trabajadores del que tiene ahora, las publicitaba y les daba apoyo material. Comenzó a publicar una revista de trabajadores y cubría regularmente los asuntos laborales en su semanario al-Ahaly. Además de esto, en las zonas industriales nacieron varios periódicos para los trabajadores. De cualquier manera, el Tagammu fue incapaz de echar raíces profundas entre los trabajadores insurgentes. A lo largo de los 90, el partido perdió la mayor parte de su apoyo popular como consecuencia de su decisión estratégica de apoyar al régimen de Mubarak en su lucha contra la insurgencia islamista enraizada en el sur del país y en las barriadas pobres de El Cairo y Alejandría, y más adelante también contra los no violentos Hermanos Musulmanes. Esta estrategia fue impulsada por el actual máximo dirigente del partido, y ex-miembro del Partido Comunista Egipcio (PCEG), Rifaat El- Said, y fue secundada por el clandestino PCEG, cuyos miembros remanentes trabajan activamente dentro del Tagammu. Dado que ni el Tagammu ni el PCEG estaban profundamente comprometidos con las luchas de los trabajadores en los 90, Ali al-Badri acabó encontrando refugio político en el completamente insignificante Partido de la Generación Democrática. Este partido no tiene actividades públicas visibles, y sus miembros a duras penas se cuentan por docenas.
REPRESIÓN
A pesar de la retirada de la izquierda legal y de gran parte de la clandestina de su compromiso con los trabajadores industriales en los años 90, la carrera del director de la CTUWS se vio coronada por un éxito considerable. Abbás comenzó a actuar como líder con el recrudecimiento del activismo de los 80 que culminó en dos feroces huelgas en la Compañía Egipcia de Hierros y Aceros en 1989. Al igual que al-Badrid, Abbás fue expulsado del trabajo por participar en una huelga «ilegal» que no tenía el apoyo del sindicato oficial. En 1990, Abbás fundó el CTUWS con el consejo y apoyo de Yusuf Darwish, un veterano comunista y abogado laboralista que había representado a muchos líderes sindicales en Shubra al-Khayma y El Cairo desde los años 30 hasta los 50. Darwish también había reclutado a muchos trabajadores para la Vanguardia de los Trabajadores, una organización de las tres que más adelante se unirían en 1958 para fundar el Partido Comunista Egipcio. Mucho más tarde, Abbás se unió a Yusuf Darwish y a otro vetrerano militante comunista, Nabil al-Hilali, en la dirección del Partido Socialista del Pueblo, un pequeño grupo que dejó el PCEG por su rechazo a la estrategia de apoyo al régimen de Mubarak frente a los islamistas, y al puño de hierro con el que Rifaat el-Said gobernaba los asuntos del partido.
A pesar de sus tempranas relaciones con las corrientes marxistas, en los últimos años Abbás ha abandonado las demandas políticas abiertas para centrarse en aspectos específicamente materiales de las condiciones de los trabajadores. Esta estrategia no le ha librado de los ataques del régimen de Mubarak.
El 25 de abril, el Ministerio de Solidaridad Social ordenó el cierre de la sede del CTUWS en el suburbio industrial de Helwán, al sur de El Cairo. Las dos oficinas regionales del centro en el sur y el norte de El Cairo también han sido cerradas, el 29 de marzo y el 11 de abril respectivamente. Adil Zakariyya, editor de la revista Palabras de los Trabajadores, declaró a un periodista: «Las autoridades están acosando al centro porque no saben como afrontar la oleada de huelgas que ha recorrido el país durante los seis últimos meses. Necesitan un chivo expiatorio, y por eso nos acusan de incitar a los trabajadores a la huelga. Pero, ¿cómo hemos podido incitar a las 220 acciones que ha habido en 2006?»
El cierre del CTUWS fue el climax de un mes de progresiva agresividad de las fuerzas de seguridad en su intento por acabar con las huelgas y otras formas de protesta colectiva. El 15 de abril, se impidió viajar a El Cairo para protestar ante la sede de la Federación de Sindicatos a una delegación de 100 trabajadores de la fábrica de Misr de Hilado y Tejido en Mahalla al-Kubra, que incluía a Mohammed al-Attar, activista de 36 años de la CTUWS y líder de la huelga de diciembre. La policía primero le quitó el permiso de conducir al conductor del autobús que habían alquilado, y después impidió físicamente a los trabajadores que subieran a un tren para El Cairo. La manifestación abortada era un paso más en la campaña de abandono masivo de la oficialista y oficial Federación de Sindicatos. El 6 de mayo, a requerimiento de la Seguridad del Estado, la dirección de Misr de Hilado y Tejido ordenó el traslado sumario de al-Attar a las instalaciones de la empresa en Alejandría
Muchas ONGs egipcias podrían ser cerradas con el mismo pretexto que utilizó el régimen para cerrar el CTUWS -que no están correctamente registradas en el Ministerio de Solidaridad Social según la extremadamente restrictiva legislación que regula estos asuntos. El ministerio rechazó conceder al CTUWS la consideración de ONG, y por ello se registró oficialmente como una empresa civil. Ante su cierre, y el peligro que aquel suponía como precedente para otras ONGs, 30 de éstas apoyaron contundentemente al CTWUS en un comunicado de prensa emitido el 24 de abril. Representantes de más de una docena de ONGs ocuparon la oficina del CTUWS al día siguiente. Cientos de antidisturbios se reunieron en el exterior, y poco después ejecutaron la orden. La CTUWS ha reabierto sus puertas como despacho legal de su consejera legal y directora de programas, Rahma Rif`at, pero el régimen ha hecho llegar su mensaje.
UN LARGO CAMINO POR RECORRER
Aunque el régimen de Mubarak está mostrando signos de desesperación, división interna y debilidad, arremetiendo por igual contra Hermanos Musulmanes, «blogueros», periodistas, huelguistas y ONGs, la oposición se es incluso más débil y se encuentra igual de dividida. La dirección de los Hermanos Musulmanes está aguantando un embate represivo a gran escala. Con sus principales dirigentes afrontando juicios militares, la Hermandad ha decidido evitar la confrontación directa con el régimen. Mientras que las relaciones entre los dirigentes de los Hermanos Musulmanes y la oposición secularista están marcadas por la contención y la desconfianza, a ras de tierra hay indicios de un acercamiento gradual entre la juventud que engrosa sus respectivas bases. Falta todavía, sin embargo, una estrategia común. El movimiento Kifaya, que pareció tan prometedor desde finales de 2004 hasta mediados de 2005, ha sido incapaz de movilizar al público de una manera importante desde el final de la guerra del Líbano en agosto de 2004. Es un movimiento principalmente de estudiantes, intelectuales y profesionales de clase media, y por ende tiene sólo tenues relaciones con el movimiento de los trabajadores contestatarios. Los pocos candidatos de su filial Trabajadores por el cambio a los que las fuerzas de seguridad no les impidieron presentarse a las elecciones sindicales consiguieron un resultado muy pobre en éstas.
Mientras que KIfaya y el resto de la intelligentsia de oposición siguen siendo incapaces de proveer el apoyo técnico y logístico necesario para poner en marcha un sindicato independiente que afronte la inclemente oposición del régimen, la oleada de huelgas ha abierto un canal de comunicación entre los activistas radicales de El Cairo y los de las provincias. Desde la huelga de diciembre en Mahalla al-Kubra, elementos izquierdistas de Kifaya han trabajado para establecer lazos con los centros industriales del Delta del Nilo, organizando viajes de solidaridad, consiguiendo apoyo mediático y reuniendo fondos de apoyo a la huelga. El abortado viaje de los trabajadores de Egipto de Hilado y Tejido a El Cairo el día 15 de abril, quizás constituyera, de todas maneras, un hito. Algunos líderes de los huelguistas entraron en contacto con activistas izquierdistas de Kifaya pidiendo su apoyo en ese día, sugiriendo que están empezando a tener en cuenta aspectos políticos más allá de las demandas económicas inmediatas, incluyendo tal vez el cambio de régimen.
La intelligentsia de oposición organizada todavía tiene un largo camino por recorrer antes de conseguir la credibilidad y el apoyo popular necesarios para poder ofrecer un liderazgo político. La izquierda egipcia se ha visto dominada durante largo tiempo por una perspectiva que consideraba «la cuestión nacional» y «la cuestión social» como mutuamente excluyentes, aunque los izquierdistas defendieran de labios para fuera la relación orgánica entre ambas. El resultado fue la subordinación de las demandas del movimiento obrero y de otros movimientos de reivindicación de la justicia social a los proyectos nacionalistas de oposición al colonialismo occidental y a la desposeimiento de los palestinos por parte de Israel. Sin embargo, existe un nexo entre la dominación norteamericana en el Próximo Oriente en alianza con Israel y la actual oleada de huelgas, que es en gran medida una respuesta al programa neoliberal para Egipto patrocinado por Estados Unidos. No obstante, pocos intelectuales egipcios han sido capaces de transformar su oposición general al sionismo y al imperialismo en apoyo concreto a un movimiento social que en Egipto tiene una base masiva y ha logrado un considerable número de victorias. En estas circunstancias, el mero hecho de que un movimiento de trabajadores se haya mantenido y haya conseguido tantas cosas, es en si mismo un testimonio elocuente de que la lucha entre el trabajo y el capital esta viva y coleando, y de que es muy probable que se intensifique a medida que avance el proyecto neoliberal para Egipto.
Original en ingles: http://www.merip.org/mero/mero050907.html
*Joel Beinin, es redactor de Middle East Report y director del Centro de Estudios sobre Oriente Medio de la Universidad Americana de El Cairo
*Hossam el-Hamalawy es periodista en El Cairo