El periodo de las independencias de los países africanos a partir de finales de los 50 y principios de los 60, marca una etapa importante en la larga lucha de los pueblos africanos por liberarse del yugo colonial y de todas las demás formas de domincación extranjera. Este periodo suscitó grandes esperanzas en los pueblos […]
El periodo de las independencias de los países africanos a partir de finales de los 50 y principios de los 60, marca una etapa importante en la larga lucha de los pueblos africanos por liberarse del yugo colonial y de todas las demás formas de domincación extranjera. Este periodo suscitó grandes esperanzas en los pueblos africanos. Fue percibido como una etapa crucial hacia un desarrollo endógeno cuyos pilares serían la soberanía política de los pueblos y el control de los recursos naturales.
Las Independencias de los años 1960 representaban una victoria total sobre la ideología imperialista de la pretendida »misión civilizadora» de los Occidentales en África. Estas independencias habían contribuido a devolver cierto orgullo a los africanos, abriendo una vía para el redescubrimiento y la reapropiación de la verdadera historia del continente. Bajo el impulso del presidente Nkrumah, los primeros países independientes habían iniciado un proceso de unidad, que culminó con la creación de la Organización de la Unidad Africana (OUA), el 25 de mayo 1963, en Addis Abeba (Etiopía). Esta unidad, a pesar de las divergencias ideológicas y políticas de los dirigentes africanos, daba un nuevo impulso a las luchas de liberación en el continente y a la lucha contra el odioso sistema de apartheid en Sudáfrica. Las independencias tuvieron también cierta influencia sobre las luchas de los pueblos de origen africano contra la opresión y la discriminación que padecían. Fue sobre todo el caso del movimiento por los derechos cívicos de EEUU en los años sesenta.
I) Los límites de la Primera Liberación de África
Pero 50 años más tarde, no podemos hacer otra cosa que constatar que las independencias no han acabado con la dominación del continente africano. Sobre todo, no han llevado a una ruptura con el modelo heredado de la colonización. La dependencia externa de África se ha acentuado, el control y el expolio de sus recursos han empeorado y la perdida de soberanía acerca de la elaboración de sus políticas de desarrollo se ha acelerado con los programas de ajustes impuestos desde hace casi tres décadas por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A pesar de la creación de la Unión Africana y de la existencia de varias agrupaciones regionales, África está muy lejos de la unidad, tal y como lo han demostrado las negociaciones con la Unión Europea sobre los Acuerdos de Partenariado Economíco. Sin duda alguna, el continente carece de un liderazgo que pueda movilizar a los pueblos en torno a una visión audaz y unificadora, tal y como lo hicieron Nkrumah (Ghana), Nasser (Egipto), Nyerere (Tanzania) y muchos más, en el ocaso de las independencias.
A) Nacimento del neocolonialismo
Una gran carencia de estas independencias proviene del hecho de que la mayoría de ellas fueron otorgadas por las antiguas potencias coloniales, lo cual las convierte en independencias superficiales. Gracias a ello, estas potencias substituyeron la colonización indirecta – el neocolonialismo – a la colonización directa. Casi todas las relaciones de dominación siguieron intactas así como las instituciones creadas con el fin de legitimarlas. Hasta el punto de que en la mayoría de los casos, la independencia era un engaño y daba la ilusión de una »soberanía» que sólo existía sobre el papel. De hecho, algunos países que se encontraban dentro de esta categoría sirvieron de base para desestabilizar a otros países realmente independientes y a determinados Movimientos de Liberación Nacional de países o naciones aún dominadas. Por ejemplo, en África Occidental, Costa de Marfil y Senegal han sido utilizados por Francia para desestabilizar a Guinea, durante los años de la presidencia de Sékou Touré.
En el ámbito económico, estas políticas de desestabilización consistían en sabotear económicamente o en asfixiar a las finanzas nacionales para impedir el éxito de los esfuerzos de reconstrucción nacional de los regímenes »hostiles». A nivel político, se llevaron a cabo determinados golpes de estado contra dirigentes tachados de »pro-comunistas» por los países occidentales durante la guerra fría. Fue el caso del presidente Nkrumah en Ghana y del presidente Modibo Keïta en Malí. En otros casos, se cometieron crímenes odiosos, como los asesinatos de Patrice Lumumba en el Congo o de Thomas Sankara en Burkina Faso.
Por lo tanto, uno de los factores más importantes del fracaso relativo de la Primera Liberación de África fue la sustitución del colonialismo por el neocolonialismo. Las estructuras económicas, financieras y políticas que habían servido para subyugar a los africanos y para el expolio de sus recursos siguieron intactas. Además, las antiguas potencias coloniales instalaron bases militares o impusieron acuerdos de defensa que les dieron el control sobre los ejércitos recién creados de aquellos países y por lo tanto, sobre su seguridad. A través de este control, las antiguas metrópolis pudieron llevar a cabo una desestabilización permanente de los nuevos estados, como lo demuestra la multiplicación de los golpes militares que asolaron al continente durante las dos primeras décadas y después.
B) Continuidad y persistencia de la »balcanización»
El triunfo del neocolonialismo se hizo posible gracias a la persistencia de la balcanización del continente, heredada del periodo colonial. Al aceptar de mantener las fronteras definidas por los colonizadores, los jóvenes estados africanos empeoraban su situación de debilidad, su fragilidad e incapacidad a la hora de resistir a las presiones de las antiguas potencias coloniales. Esta balcanización limitaba considerablemente el alcance del proyecto de unidad africana, que representaba la Organización por la Unidad Africana (OUA), el antecesor de la Unión Africana (UA). No obstante, el presidente Nkrumah había advertido de los peligros de esta división, al decir que »África debe unirse o perecer». Pero no había sido escuchado. A la luz de la situación actual del continente, su advertencia suena como una profecía y África sigue pagando un precio muy elevado por su fragmentación, tanto a nivel político como económico.
La razón principal del fracaso de los esfuerzos realizados para alcanzar una verdadera unión política reside quizá en las presiones y sabotajes de las antiguas potencias coloniales, que ven en esta unidad un peligro para el mantenimiento de su dominación. El rechazo de la mayoría de los presidentes de los países independientes es un segundo factor. Prefieren quedarse con sus »independencias», su bandera y sobre todo, sus relaciones bilaterales »privilegiadas» con la antigua metrópoli. Esto es particularmente el caso de los países »francófonos», es decir, de las antiguas colonias francesas. Explica por ejemplo el fracaso de determinados intentos de unificación, como la Federación de Malí, entre el actual Malí y Senegal. Explica también el mantenimiento de una moneda como el franco CFA, totalmente controlada por Francia.
Finalmente, la guerra fría entre el campo soviético y los países occidentales contribuyó también a socavar la unidad de los países africanos y a acrecentar las divisiones de los dirigentes africanos, sometidos a una presión constante por parte de los bandos.
C) Debilidades del liderazgo
A parte de los factores heredados de la colonización, la naturaleza del liderazgo africano, sobre todo en la mayoría de los países cuya independencia había sido »otorgada», jugó un papel importante en la persistencia de la balcanización y el fracaso de la Primera Liberación de África. De hecho, en muchos países, los dirigentes estaban de acuerdo con los planes de la metrópoli, es decir, con la puesta en marcha del neocolonialismo. Al aceptar la continuidad de las relaciones heredadas de la colonización, aquellos líderes renunciaban a cualquier intento de transformación económica y social y a un auténtico programa de construcción nacional y de unificación africana. De esta manera, fomentaban el reforzamiento de los lazos de dependencia que les unían con la metrópoli, en todos los ámbitos.
De hecho, la mayor parte de los dirigentes de los primeros años de las independencias tenían una »conciencia nacional» bastante débil, es decir, tal y como lo entendía Frantz Fanon, que carecían de voluntad política y de cierta disposición para superar los intereses personales o del grupo con el fin de defender los intereses vitales de la nación. Muchos dirigentes no tenían otra ambición que la de ejercer el poder para sacarle provecho. Su adhesión a la ideología neocolonial era más fácil aún ya que habían heredado de países sin verdadera infraestructura y con unos recursos humanos muy limitados. Si añadimos la desconfianza de algunos líderes hacia sus propios pueblos e intelectuales, a menudo considerados como unos simples importunos, entendemos la facilidad con la que aquellos presidentes se rindieron al control de la metrópoli. La preponderancia de este género de liderazgo hizo fracasar todos los intentos de unidad política de África así como de integración económica, a nivel subregional y continental. De hecho, la naturaleza del liderazgo en la mayoría de los países fue y sigue siendo uno de los principales problemas del continente.
Por lo tanto, la conjunción de estos factores explica el fracaso de la primera liberación de África, iniciada por las independencias al principio de los años sesenta. Este fracaso fue aún más palpable cuando el Banco Mundial y el FMI empezaron sus intervenciones a finales de los setenta, como respuesta a la crisis de la deuda externa. Encontraron a un continente que, en buena medida, iba encaminado hacia el proceso de recolonización. La mayor parte de los logros de estas dos primeras décadas de independencia había sido cuestionada. Los estados poscoloniales atravesaban una crisis profunda de legitimidad a raíz del fracaso del proyecto neocolonial, del cual eran uno de los elementos claves. El Banco Mundial y el FMI no hicieron otra cosa que acentuar este proceso de recolonización imponiendo sus programas de ajuste estructural a principios de los ochenta.
II) Las luchas por la Segunda Liberación de África
Sin embargo, aquello no fue suficiente como para quebrantar la resistencia de los pueblos africanos. Al contrario, los sindicatos obreros se opusieron con mucha fuerza a los planes de austeridad impuestos por el Banco Mundial y el FMI. Los intelectuales africanos, a través de varias ONG e institutos de investigación, desmontaron los análisis y las tesis de aquellas dos entidades. La OUA y la Comisión económica para África (CEA), publicaron el Plan de Acción de Lagos (PAL), un primer y osado intento del continente por romper con los modelos heredados de la colonización. Este plan, fruto de varios años de reflexión y de encuentros entre intelectuales y responsables africanos, era un producto 100% africano, sin intervención externa. Pero unos meses más tarde, el Banco Mundial publicaba un documento, conocido bajo el nombre de »Plan Berg», del nombre de su autor, Elliot Berg, cuyo principal objetivo era de contrarrestar el Plan de Lagos.
En el ámbito político, y a pesar de unos medios muy limitados, la OUA seguía movilizando la opinión africana e internacional para apoyar la lucha del pueblo sudafricano contra el odioso sistema de apartheid y liberar las últimas colonias del continente.
A) Las contribuciones de Sankara
En este contexto, la figura emblemática de Thomas Isidore Sankara, líder carismático de la revolución burkinabé, toma una dimensión significativa. La llegada de Sankara y de sus compañeros al poder había sido el resultado de la resistencia llevada a cabo por las fuerzas políticas y sociales africanas contra el neocolonialismo y los intentos de recolonización de los programas de ajuste estructural. Sankara y sus compañeros de arma tomaron el poder en un país considerado como uno de »los más pobres» del mundo! El genio de Sankara consistió en entender que la primera cosa que tenía que hacer era de emancipar la mente de sus compatriotas y de descolonizar sus espíritus. Eso explica por qué empezó por devolverles su orgullo convirtiendo el antiguo »Alto Volta» en »Burkina Faso», o »país de los hombres íntegros». No fue un simple cambio de nombre, como ocurrió con el Zaire de Mobutu. Con Sankara, este cambio tenía un trasfondo ideológico, político y cultural. La referencia al »país de los hombres íntegros» permitió que el pueblo recobrara su orgullo y su dignidad, para que tuviera confianza en si mismo y fe en su capacidad por labrarse un futuro, contando sobre todo con sus propias fuerzas.