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Las nuevas orientaciones del imperialismo francés en África

Fuentes: bouamamas

Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

El anuncio por medio de un simple comunicado fechado el 2 de febrero de 2020 del envío al Sahel de 600 militares franceses suplementarios (con lo que la cantidad de fuerzas de la Operación Barkhane asciende a 5.100 soldados) ha suscitado poco debate y, menos aún. oposición. Ninguna iniciativa militante ha acompañado al anuncio a pesar de que desde 2013 (1) France Insoumise o en la misma época el PCF plantearon explícitamente la necesidad de aclarar los objetivos de guerra de Francia en la región. Por ejemplo, el comunicado del Colectivo África del PCF fechado el 29 de noviembre de 2019 afirma que “la respuesta militar es un fracaso” (2). Las diferentes organizaciones de la llamada “extrema izquierda” también han denunciado la presencia francesa en África Occidental. Por consiguiente, nos encontramos en una situación de “denuncia sin acción” en el mismo momento en el que en varios países de la zona se producen manifestaciones populares para exigir la salida de las tropas francesas.

La presencia militar occidental en África

La Operación Barkhane no es sino uno de los aspectos de la presencia militar francesa en el continente africano. Se suma (y lo refuerza) al dispositivo de las bases militares permanentes francesas que oficialmente son cuatro para unos efectivos de 3.000 soldados (Yibuti, Abiyán, Libreville y Dakar). Sin embargo, a estas bases hay que añadir las “Fuerzas Armadas de la Zona Sur del Océano Índico (FAZSOI)” estacionadas en la isla de La Reunión y en la de Mayotte con unos efectivos de 1.900 hombres. Las bases permanentes y las “bases provisionales” (una provisionalidad cada vez más permanente en el caso de la Operación Barkhane ) de las Operaciones Exteriores (OPEX) permiten una división en zonas del continente desde el Sahel al Cuerno de África. Así, cerca de 10.000 soldados franceses permanecen de forma permanente en el continente africano, lo que convierte a Francia al país que mantiene permanentemente a la mayor cantidad de militares en África. Actualmente solo el África Austral y el Norte de África están al margen de estas zonas militares.

A estas cifras también hay que añadir la presencia militar de otros países de la Unión Europea, que no por ser “puntual” es menos regular. Lo más frecuente es que la intervención militar europea adquiera la forma de una ayuda a la financiación de las operaciones militares que lleva a cabo Francia. Sin embargo, también se puede traducir en una intervención militar directa, como en el caso de la Operación Artemis en la República Democrática del Congo en 2003 en la que estuvieron presentes militares procedentes de “Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, España, Grecia, Holanda Hungría, Irlanda, Italia, Portugal, Reino Unido y Suecia” (3). Estas intervenciones militares europeas se despliegan bajo coordinación francesa: “Francia, la más comprometida, adopta la función de «nación marco»” (4), explica la historiadora Martine Cuttier. París se convierte así en un subcontratista de la intervención militar europea y el ejército francés en un ejército mercenario.

La presencia militar estadounidense en el continente no va a la zaga. Lo principal del dispositivo estadounidense está en la base de Yibutu con unos efectivos de 4.000 hombres destinados a cubrir operaciones tanto en África como en Oriente Próximo. No es la única base. “Estados Unidos cuenta con un total de 34 emplazamientos militares entre las 14 bases militares y los 20 campos, puestos avanzados” (5), resume la revista Tribune Afrique del 3 de diciembre de 2018. Esta red militar dirigida por AFRICOM (Comando para África de Estados Unidos, cuya sede está en Stuttgart, Alemania), “permite a las fuerzas desplegadas proporcionar una flexibilidad operativa y una respuesta rápida a las crisis que implican a personal o intereses estadounidenses” (6), resume Thomas Waldhauser comandante de AFRICOM.

La importancia de la presencia militar occidental en el continente no es comparable a la de otras grandes potencia. Así, Rusia no dispone de ninguna base militar en África y China de una sola en Yibuti, que se abrió en 2017 y cuenta con 400 soldados. Un estudio del IFRI (Instituto Francés de Relaciones Internacionales) sintetiza de la siguiente manera sus conclusiones tras comparar la presencia estadounidense, rusa y china:

“África, que fue un reto geopolítico durante la Guerra Fría, de nuevo emerge hoy como un espacio fundamental de la competición estratégica y atrae a grandes potencias no europeas como Estados Unidos, China y Rusia. Estas potencias tratan de asegurarse el acceso al teatro africano por medio de financiaciones y acuerdos diplomáticos, la construcción de bases logísticas y el ejercicio de su «soft power». También llevan a cabo ahí operaciones militares que son significativas y coercitivas en el caso de Estados Unidos, involucrado en África en virtud del antiterrorismo. China, por su parte, se concentra en sus operaciones de mantenimiento de la paz y de evacuación de sus ciudadanos en caso de crisis. Rusia se limita todavía a acciones de asesoramiento” (7).

Por supuesto, en esta “competición estratégica” en África hay que añadir a la Unión Europea (y el lugar de “nación marco” que Francia ocupa en ella). La desproporción de la presencia militare entre las diferentes potencias pone de relieve que la estrategia militar occidental no es una respuesta a una estrategia militar rusa o china, como en la época de la llamada “Guerra Fría”. La estrategia militar parece así una respuesta al desarrollo de la presencia económica rusa y china. En efecto, el consejero de seguridad nacional de Trump, John Bolton, explica de la siguiente manera las motivaciones de la estrategia estadounidense en África: “Las prácticas depredadoras de China y Rusia frenan el crecimiento económico en África, amenazan la independencia financiera de los países africanos, inhiben las inversiones estadounidenses e interfieren con las operaciones militares de Estados Unidos. Suponen una amenaza real para nuestros intereses de seguridad nacional” (8).

Como decía ya el teórico militar prusiano Carl von Clausewitz, “la guerra no es sino la continuación de las relaciones políticas por otros medios” (9).


Los intereses económicos de las multinacionales francesas en África

La célebre fórmula de Clausewitz pone de relieve el error consistente en definir el imperialismo únicamente bajo un ángulo militar. El imperialismo es primero una realidad económica antes de ser una práctica militar. La primera es la base material y la verdadera causalidad de la segunda. La estrategia militar francesa en África es objeto de un discurso de justificación y de legitimación que aborda explícitamente el objetivo de defensa de los intereses económicos franceses. Esta estrategia se define en dos “libros blancos para la defensa y la seguridad nacional” fechados respectivamente en 2008 y 2013. El libro blanco de 2008 insiste en las tensiones internacionales vinculadas a los “aprovisionamientos estratégicos” y al “aumento de la rivalidad con los países emergentes” en un continente rico en “materias primas estratégicas y en recursos energéticos” que constituyen unas riquezas vitales para la economía mundial” (10). Este documento anuncia sin ambages la intensificación inmediata y duradera del intervencionismo militar en África: “África pasará a la primera fila de nuestra estrategia de prevención para los próximos quince años” (11). Desde entonces hemos tenido Libia, Costa de Marfil, Mali, República Centroafricana y ahora el conjunto de los países del Sahel.

El segundo libro blanco, el de 2013, establece un primer balance “positivo” de esta estrategia ofensiva que se actualiza en 2017 en un documento titulado “Examen estratégica de defensa y de seguridad nacional”. Además del objetivo de aumentar el esfuerzo de defensa hasta el 2 % del PIB para 2025, este último documento insiste en crear una “cohesión nacional” (en particular entre los jóvenes) y en la necesidad de apoyar a la industria de armamento. El primer punto está directamente unido al establecimiento de un “Servicio Nacional Universal” obligatorio, relacionado a su vez con la creación de una “cohesión nacional” que permita llevar a cabo las guerras preventivas: “La cohesión nacional condiciona la legitimidad de las acciones de los ejércitos por medio del apoyo de la nación a las decisiones de recurrir al uso de la fuerza. Esta cohesión se enfrenta hoy a la difusión de ideologías que ponen en entredicho los valores y los principios de la República. […] En este dominio los ejércitos desempeñan un papel de socialización, por medio del reclutamiento pero también por medio de los dispositivos en los que participan (Guardia Nacional, Servicio Militar Voluntario, Servicio Militar Adaptado…)” (12). El segundo prevé el fortalecimiento de la “Base Industrial y Tecnológica de Defensa” (BITD), con la siguiente argumentación:

“La Base Industrial y Tecnológica de Defensa (BITD) francesa está constituida por una decena de grandes grupos de talla mundial y de cerca de 4.000 PYMEs, que en 2017 suponían más de 200.000 empleos en Francia, la mayoría de ellos extremadamente técnicos y difícilmente deslocalizables, con un impacto positivo fundamental en el balance comercial (superior a 6 millones de euros en 2016). La completan un conjunto de medios y competencias estatales (organismos de investigación, centros de peritaje y de pruebas, agencias…). […] Se debe apoyar y mantener la BITD a todos los niveles (empresas de nueva creación, PYMEs, empresas de tamaño intermedio, grandes grupos). Ese apoyo se presta mediante políticas a largo plazo en materia de investigación e inversión, cooperación, apoyo a las exportaciones, adquisición y protección frente a la inversión extranjera” (13).

Así pues, se trata de preparar nuevas intervenciones militares reuniendo las condiciones materiales (fortalecimiento del complejo militar-industrial) e ideológicas (“Servicio Nacional Universal” y, más ampliamente, discurso y propaganda de “cohesión nacional” y defensa de los “valores de la República”). Esta preparación militar y las futuras guerras que anuncia están al servicio de la defensa de los intereses de las multinacionales francesas cuyas posiciones de monopolio heredadas de la historia ya están siendo mermadas por la aparición de nuevos actores internacionales (los llamados países “emergentes” y en particular China). Sin ser exhaustivos, no es inútil recordar algunos de estos grandes grupos que nuestros ejércitos defienden en África:

“Gran parte de los pesos pesados del [índice bursátil francés] CAC 40 o de las mayores fortunas de Francia han desarrollado actividades florecientes (y a veces casi monopolísticas) en África: Bernard Arnaut (LVMH), Bouygues, Bolloré, Pinault (CFAO hasta su reciente venta en julio al grupo japonés Toyota Tsusho Corporation, TTC, filial diversificada del grupo Toyota), Seillière (Bureau Veritas), Jacques Saadé (CMA-CGM), Romain Zaleski (Eramet), Lafarge, Total, Technip, Vinci, Véolia, BNP Paribas, Natixis, Crédit Agricole, Alcatel, Accor, Gaz de France, Michelin, Alstom, Air France, KLM… Una lista no exhaustiva a la que habría que añadir los vendedores de armas y algunos otro grupos, sobre todo en el sector agroalimentario, con, por ejemplo, los grupos Castel y Compagnie Fruitière. Y en general los informes del CIAN (Consejo Francés de Inversores en África) lo confirma cada año: a pesar de la cada vez mayor competencia internacional, [la relación] entre los patrones franceses y África siempre es «te quiero más que ayer pero menos que mañana»” (14).

Estos grandes grupos han sido los principales beneficiaros de la privatización de los servicios públicos impuesta por los Planes de Ajuste Estructural del FMI y del Banco Mundial a partir de la década de 1990. Así, por ejemplo, la [empresa francesa] Lyonnaise des eaux es quien se benefició de la privatización de la Compañía Nacional de Aguas y de la Electricidad de Togo o el grupo Bolloré quien hereda la gestión de la terminal de contenedores del puerto de Lomé. En Camerún esta misma empresa Bolloré hereda el tráfico portuario del Duala y la explotación del ferrocarril. Bouygues está presente ahora en la producción y distribución de agua en Costa de Marfil y Senegal, y en la construcción y mantenimiento de la infraestructura de transporte. Orange domina la telefonía móvil en la mayoría de los países de África Occidental. Agua, electricidad, ferrocarril, gestión de puertos, telefonía, etc: para las multinacionales francesas la purga del ajuste estructural y de su privatización de servicios públicos se traduce en el acceso a nuevas rentas particularmente lucrativas.

Los recursos mineros y energéticos son la segunda “renta” de nuestras multinacionales protegida por el ejército francés. Todas las multinacionales de las industrias francesas del petróleo, el gas y la minería desarrollan su presencia en la explotación de los recursos del continente. Por ejemplo, una tercera parte de la producción de hidrocarburos de la empresa petrolera Total se realiza en el continente africano. Otra empresa petrolera, Technip, está muy presente en la industria petroquímica nigeriana. En la industria siderúrgica Eramet es el principal productor de aleaciones de manganeso en Gabón. Orano (antes Areva) explota las minas de uranio de Níger, pero también de Sudáfrica. La destrucción sistemática de las empresas estatales creadas en el momento de las independencias se traduce en todas partes en la implantación directa de multinacionales en estos sectores estratégicos.

La agroindustria, que durante el período colonial y las primeras décadas de las independencias fue una fuente de inmensos beneficios, sigue siendo la tercera “renta” de las multinacionales francesas en África. La empresa Géocoton está sólidamente implantada en la producción de algodón para el conjunto de los países del Sahel. Bolloré explota los palmerales en Camerún. Rougier explota dos millones de hectáreas de selva en Camerún, Congo y Gabón para la producción de contrachapado.

El economista Jean Roch resume de la siguiente manera el lugar de las multinacionales francesas: “La cuota de mercado de Francia al sur del Sáhara es del 8 % (frente al 4 % en todo el mundo) y supera el 15 % en la zona CFA, lo que no es poco. Así, a pesar de las dificultades de la reconversión, las empresas francesas ocupan sin lugar a dudas algunos de los sectores más rentables de las economías del África negra” (15). Las tres “rentas” antes mencionadas explican la fuerte presencia militar francesa y la multiplicación de sus intervenciones militares. También en África la guerra es la continuación de la política por otros medios y ello tanto más cuanto que China ofrece unas condiciones contractuales más ventajosas y hace así la competencia al “dominio reservado” de Francia. Mantener por la fuerza, la desestabilización y hacer dependiente en materia de seguridad aquello que ya no se obtiene por medio de la “competencia libre y no distorsionada” es una de las lógicas de la política africana del imperialismo francés en el continente.


La estrategia del shock

Al preguntarse sobre la persistencia de la “crisis maliense” y de la intervención militar francesa suscitada por dicha crisis el historiador maliense Doulaye Konaté precisa que “quien controla Mali controla África, si no es toda África” (16). Ocho años después de la destrucción de Libia gracias, sobre todo, a la intervención militar francesa, actualmente la situación en el conjunto del Sahel es inestable. La presencia militar de la Operación Barkhane no ha mejorado la seguridad. A su vez, esa “inseguridad” se esgrime como justificación para prolongar a largo plazo la Operación Barkhane, así que no es sorprendente que cada vez más voces se alcen en África para preguntar por los verdaderos “objetivos de guerra” de la Operación Barkhane: ¿salvar al Sahel de la amenaza yihadista o defender los intereses económicos y geopolíticos del imperialismo francés?

Estos dos objetivos de guerra pueden parecer en apariencia convergentes, pero en realidad son estructuralmente divergentes. En efecto, el primero pasa por reforzar los Estados africanos y el segundo por debilitarlos y mantenerlos dependientes económica y militarmente de la antigua potencia colonial. El debilitamiento de los Estados africanos es la base material sobre la que se desarrollan las condiciones de posibilidad de la desestabilización yihadista. Es el resultado del conjunto de las políticas económicas neocoloniales. Desde los Planes de Ajuste Estructural hasta los Acuerdos de Asociación Económica pasando por el franco CFA, estas políticas convergen en la destrucción de la capacidad del Estado de asegurar un mínimo de presencia escolar, vial, económica, etc., en regiones enteras de cada países. En cada una de estas naciones forjan una bipolarización entre un “país útil” y un «país inútil” abandonado.

El mantenimiento de un grado de inestabilidad permanente aunque “controlable” permite a la vez mantener la explotación económica de las “zonas útiles” y justificar una presencia militar extranjera duradera. Hace más de una década la economista y periodista altermundista Naomie Klein (17) documentó extensamente esta “estrategia del shock” que consiste en basarse en los “shocks psicológicos” que provocan los desastres (naturales o provocados) para justificar unas políticas que de otro modo se habrían rechazado. La crítica de esta estrategia es cada vez más frecuente en la opinión pública africana. En Francia, sin embargo, casi no existe por temor a ser estigmatizado políticamente de “defensor de la teoría de la conspiración”. En el pasado reciente este temor llevó en el peor de los casos a apoyar la guerra en Libia y en el mejor a un mutismo ante ella. Hoy lleva a una ausencia de movimientos y de protestas antiimperialistas en el mismo momento en el que el Estado francés recupera una estrategia agresiva para preservar sus intereses en África. Por consiguiente, este miedo forma parte del vasto proceso ideológico destinado a generar la “cohesión” que necesita el Estado francés para llevar a cabo sus injerencias militares, es decir, para generar el consentimiento de la guerra. El establecimiento del Servicio Nacional Universal viene a reforzar esta elaboración ideológica del consentimiento.


Notas
:
(1) Jean-Luc Mélenchon, “De nouveau, à propos du Mali”, https://melenchon.fr/2019/11/29/de-nouveau-a-propos-du-mali/, consultado el 18 de febrero de 2020 a las 8:45 h.

(2) “Mali: Un drame qui souligne combien la réponse militaire est lourde de dangers”, http://international.pcf.fr/113560, consultado el 18 de febrero de 2020 a las 8:55 h.

(3) Martine Cuttier, Bilan de la présence militaire européenne en Afrique subsaharienne, 2000-2010, Res Militaris, volumen 2, n° 2, Primavera-Invierno de 2012, p. 17.

(4) Ibid., p. 17.

(5) Ibrahima Bayo, La carte militaire africaine des Etats-Unis dévoilées, Tribune Afrique, 3 de diciembre de 2018.

(6) Ibid.

(7) Aline Leboeuf, La compétition stratégique en Afrique. Approches militaires américaines, chinoises et russe, Focus Stratégique, n° 91, IFRI, agosto de 2019, p. 5.

(8) John R. Bolton, “Remarks by National Security Advisor Ambassador John R. Bolton on The Trump Administration’s New Africa Strategy”, Casa Blanca, 13 de diciembre de 2018, https://www.whitehouse.gov/briefings-statements/remarks-national-security-advisor-ambassador-john-r-bolton-trump-administrations-new-africa-strategy/, consultado el 18 de febrero de 2020 a las 11:55 h.

(9) Carl von Clausewitz, De la guerre, Libro 1, Minuit, París, 1955, p. 703. [En castellano, De la guerra, Molins de Rey, Astri, 2003; traducción al castellano y prólogo de Francisco Moglia].

(10) Défense et sécurité nationale : Le livre blanc, París, La Documentation française/Odile Jacob, 2008, capítulo 1, pp. 19-42.

(11) Ibid., capítulo 2, pp. 43-61.

(12) Revue stratégique de défense et de sécurité nationale 2017, Bureau des éditions, París, octubre de 2017, p. 57.

(13) Ibid., p. 66.

(14) Thomas Noirot, Les entreprises françaises en Afrique. Pillage contre transparence, Outre-Terre, n° 33-34, 2012, p. 540.

(15) Jean Roch, “La place des entreprises françaises en Afrique subsaharienne”, https://www.afrique-demain.org/economie-140-place-des-entreprises-francaises-en-afrique-subsaharienne, consultado el 25 de febrero de 2020 a las 12:00 h.

(16) Doulaye Kounaté, en el documental de Bob Coen y Éric Nadler Guerre de l’ombre au Sahara, Arte France/Crescendo Films, 2014.

(17) Naomi Klein, La stratégie du choc. La montée d’un capitalisme du désastre, Actes Sud, París, 2008. [En castellano, La doctrina del shock: el auge del capitalismo del desastre, Barcelona, Paidós, 2010; traducción al castellano de Isabel Fuentes García et al].


Fuente: https://bouamamas.wordpress.com/2020/02/25/les-nouvelles-orientations-de-limperialisme-francais-en-afrique/


Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.