Traducido por Mar Rodríguez para Rebelión y Tlaxcala
Hace algunos años, todo lo que sabían los estadounidenses de Sudán, el país más grande de África, procedía probablemente de la película Lawrence de Arabia y la mayoría nunca había oído hablar de Darfur, la tumultuosa región con problemas del oeste de Sudán.
Hoy, Darfur se encuentra inmerso en un duro conflicto que ha costado la vida a 400 000 personas y desplazado al menos a 2,5 millones. La prensa y los políticos estadounidenses están ocultando las raíces históricas de la agonía, intentando manipular a la opinión pública sobre el modo de ayudar y los gritos en favor de una solución militar dominan los programas de radio, mientras que no se menciona la ayuda para los hambrientos.
En esencia, Darfur lucha contra el imperialismo depredador mundial y contra un gobierno central represor, que han creado juntos una guerra civil mortífera, cuyo sufrimiento aumenta por la expansión inexorable del desierto del Sáhara. El alcance del problema exige respuestas revolucionarias.
El legado colonial acaba en guerra civil
El conflicto actual en Darfur es una extensión de la guerra entre el norte y sur de Sudán, la guerra civil más larga de África, cuyo origen se remonta a la época colonial, cuando Gran Bretaña administraba las partes norte y sur de Sudán como colonias separadas.
El capital británico terminó en su mayoría en la parte norte, lo cual permitió el desarrollo industrial del valle del Nilo al tiempo que el resto de Sudán se vio excluido, explotado y empobrecido, y sus habitantes trataban de sobrevivir con modos de producción como el pastoreo y la agricultura, que resultaban cada vez menos viables.
Después de la independencia a mediados de los 50 del siglo pasado, el gobierno central reforzó las políticas británicas de segregación del norte del resto del país, y de abandono y supresión despiadados de las partes este, oeste y sur. Algunos grupos rebeldes protestaron y protagonizaron revueltas armadas contra el gobierno en diferentes momentos.
El mayor desafío vino del sur, desde 1955 a 1972, y de nuevo entre 1983 y 2005, año en el cual la dictadura fundamentalista islámica de Omar Al-Bashir firmó un acuerdo de paz con uno de los grupos, el Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (MPLS), que se unió al gobierno. Junto con el acuerdo llegaron 10 000 soldados de la ONU para mantener la paz y un desplazamiento de la lucha a Darfur.
La raza no es la culpable
De modo intermitente, la guerra que se desarrolla ahora en Darfur comenzó en 2001. Al igual que en el sur, los desfavorecidos en Darfur se rebelan contra la pobreza y la discriminación del gobierno central en Jartún, cuya estrategia es financiar crueles mercenarios contrainsurgentes, escogidos entre las tribus nómadas y conocidos como yanyawid, cuyas víctimas son, en su mayoría, civiles desarmados y aterrorizados.
La Casa Blanca y los medios de comunicación estadounidenses continúan mostrando esta guerra y sus barbaridades como de «árabes» contra «africanos negros». Pero eso, sencillamente, no es verdad: esta deliberada representación falsa se hace para demonizar aún más a los árabes y musulmanes y, con ello, contribuir a la «guerra contra el terror» de Estados Unidos, además de favorecer la intervención militar.
Según señala el catedrático Mahmood Mamdani, director del Departamento de Estudios Africanos de Columbia University, en un artículo publicado en Black Commentator , «todas las partes implicadas en el conflicto de Darfur -se llamen ‘árabes’ o ‘africanos’- son igualmente indígenas y negros,todos son musulmanes y todos son de allí; los llamados «árabes de Darfur» son africanos que hablan árabe. Las raíces reales de la lucha no son raciales ni étnicas, sino políticas y económicas. La desaparición del agua y de la tierra fértil contribuye a la dureza de la vida y a las divisiones en Darfur: llueve menos, la sequía se generaliza y es cada vez más grave, y el calentamiento global y la sobreexplotación del suelo hacen que el desierto del Sáhara, en el borde norte de Darfur, siga creciendo. Esto afecta negativamente tanto a los nómadas que pastorean camellos y ganado, que predominan en la parte norte de Darfur, como a los agricultores, que son mayoría en el sur, de modo que las tensiones aumentan cuando los pastores se trasladan hacia el sur en busca de nuevos pastos.
Subdesarrollado en su aspecto industrial, Darfur carece de puestos de trabajo para nómadas y granjeros desplazados y demasiados hombres terminan en las milicias locales o en el ejército sudanés. Las mujeres, los niños y los ancianos se quedan atrás, indefensos frente a los ataques, las violaciones y saqueos. Lo que necesitan todos ellos es desarrollo humano y lógico, no más tropas.
¿Por qué no menciona nadie el petróleo?
En la mayoría de las conversaciones sobre la crisis no aparece el tema del petróleo, pero es la mayor exportación de Sudán y la razón de la «preocupación» que Estados Unidos siente por Darfur. Un consorcio de empresas chinas y de otros países terminó la construcción de un oleoducto en 1999. Desde entonces, el petróleo ha convertido a Sudán en una de las economías de más rápido crecimiento del mundo, aunque esta riqueza beneficia exclusivamente a unos pocos. Sudán es el tercer mayor productor de petróleo de África y tiene también grandes depósitos y yacimientos de gas natural, uranio y cobre.
Por desgracia, Estados Unidos no tiene acceso a esas riquezas, porque el gobierno liderado por Clinton clasificó a Sudán como un «estado terrorista» e impuso un bloqueo, además de bombardear su única fábrica farmacéutica importante en 1998. China National Petroleum Corporation tiene la única concesión petrolera en Darfur. Estados Unidos quiere ese petróleo y quiere introducirse en esta región que tan bien situada está para ejercer poder militar y político sobre Oriente medio. Esa es la razón por la que Estados Unidos está a favor de enviar tropas de las Naciones Unidas a Darfur… y de que China y Francia, que ya han establecido derechos sobre el petróleo, se opongan.
Esperanza para Darfur, pero no mediante tropas de la ONU
La Casa Blanca, los políticos demócratas y republicanos, junto con los medios de comunicación, han centrado su atención en la miseria y la violencia en Darfur… varios años después de su inicio. El pasado 17 de septiembre, un día global por Darfur, miles de personas se manifestaron en Nueva York.
Su petición principal no era el envío de ayuda, sino de 20 000 soldados de la ONU. La mayoría de ellos eran estudiantes preocupados y activistas contra la guerra, que coreaban: «Fuera de Irak y a Darfur». No se dan cuenta de que la campaña para salvar Darfur está principalmente organizada y financiada por grupos de derecha, evangélicos y sionistas, además de ONG financiadas por la organización National Endowment for Democracy. Los líderes de la manifestación se reunieron con George W. Bush en la Casa Blanca inmediatamente antes del acontecimiento.
Las tropas de la ONU y de la OTAN sirven para hacer lo que los imperios, especialmente EE. UU., les dicen que hagan. Desde Corea hasta el Congo, pasando por Irak, Yugoslavia, Somalia y Haití, la función que se ha asignado a las tropas «encargadas de mantener la paz» ha sido la ocupación colonial y la eliminación de los rebeldes, al tiempo que la riqueza robada cae en manos imperialistas. La mayoría de las tropas de la Unión Africana, financiada por la OTAN, que se encuentra en Darfur en estos momentos son enviados por regímenes sanguinarios que han aprobado atrocidades similares a las cometidas por los yanyawid. El apoyo a los soldados de la ONU o de la Unión Africana apoyada por la OTAN en Darfur es sólo apoyo a la continuación de la muerte y la destrucción.
Muchos analistas afirman que no hay esperanza para Darfur y, según la norma del capitalismo mundial, no dejan de tener razón: las catástrofes humanas, económicas y medioambientales que asolan Darfur son un ejemplo agudo de los problemas que atormentan a las antiguas colonias en todo el mundo.
Del mismo modo que el problema es internacional, también lo es la solución: sólo a través del intercambio de recursos materiales y habilidades tecnológicas entre países ricos y países más pobres podrán las regiones como Darfur recuperarse de su tormento, pero bajo el sistema de producción con ánimo de lucro queda excluido el intercambio equitativo.
Aquí y ahora, el apoyo a Darfur debe incluir la petición del cese de las sanciones contra Sudán, junto con ayuda humanitaria y para el desarrollo inmediatas, para proyectos como los que apoyan la irrigación. La ayuda gubernamental debe ser incondicional y, si hay posibilidad de formar comités de mujeres, granjeros, pastores y trabajadores para tomar decisiones sobre la distribución de la ayuda, debe hacerse lo posible en este sentido.
Pero tan importante como la petición de ayuda urgente es la organización para un socialismo internacional. Esto puede ser la única base real para la recuperación de las personas y de la naturaleza, en Darfur y más allá.