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El coordinador de Médicos Sin Fronteras Omar Ahmed explica la experiencia de seis meses en Níger

«Las vacunas tienen un precio exorbitante y el Gobierno no tiene dinero para comprarlas»

Fuentes: Rebelión

Imágenes cedidas por Médicos Sin Fronteras

Vive sola con ocho hijos en un campo de refugiados en el sur de Níger. Falmatou Kelou Grema, de 45 años, huyó en mayo de 2015 de Assaga, un pueblo al norte de Nigeria durante los ataques de Boko Haram (Grupo Estado Islámico de la Provincia de África Occidental). Por el mismo motivo Fanta Meleram, de 30 años, abandonó la zona septentrional de Nigeria para comenzar a vivir en Yebi, distrito de Bosso, al sur de Níger. Según fuentes oficiales, más de 300.000 personas desplazadas por la violencia del grupo terrorista se hallan actualmente en la región de Diffa, en el sureste de Níger. De ellas, cerca de 40.000 se han visto forzadas a huir tras los recientes episodios de violencia en Bosso. «El problema de las organizaciones humanitarias es el difícil acceso a los lugares donde la población está desplazándose», lamenta Omar Ahmed, economista y cooperante de Médicos Sin Fronteras (MSF), que en 2016 ha coordinado durante seis meses cuatro proyectos en Níger. MSF también ha señalado las dificultades para que la ayuda llegue a los 20.000 desplazados que desde 2015 se hallan al norte de la ciudad de Nguigmi, en cuyo hospital de distrito trabaja la ONG. Los refugiados se encuentran aislados y requieren agua potable, alimentos y atención sanitaria. Níger forma parte de una de las principales rutas migratorias entre el África subsahariana y Europa, principalmente a Italia. El 13 de junio el gobierno nigerino anunció la localización de los cuerpos de 34 emigrantes (entre ellos 20 niños), en la zona desértica cercana a la frontera con Argelia. Los emigrantes murieron por la deshidratación. En octubre de 2013, 90 emigrantes murieron de sed en el desierto del Sahara (la mayoría, menores abandonados), cuando se desplazaban desde Níger hasta Argelia. Omar Ahmed añade que también se trata de un país que anualmente sufre situaciones de emergencia por desnutrición: «La gente carece de alimentos, pese a que hay capacidad agrícola para suministrarlos». Las crisis nutricionales son recurrentes en Níger, sobre todo entre junio y octubre, ya que las reservas de alimentos empiezan a escasear hasta la llegada de la siguiente cosecha. Los niños de menor edad son los primeros que padecen las consecuencias. Así, entre los niños menores de cinco años, los que tienen entre 6 y 23 meses son los más afectados por la desnutrición aguda severa. Las enfermedades como la malaria afectan de modo muy agresivo a los infantes desnutridos. Hace una década que empezaron a utilizarse en Níger, de manera masiva, los alimentos terapéuticos preparados (RUTF, por las siglas en inglés), que permiten el tratamiento en las casas de la desnutrición aguda severa (en 2005 se vendieron cerca de 300.000 tratamientos en todo el mundo, cifra que se elevó a tres millones en 2013). Un territorio central del conflicto es la región nigerina de Diffa, a orillas del lago Chad y en la frontera con Chad y Nigeria. En un artículo publicado en El Mundo (abril de 2016), Omar Ahmed recuerda que Boko Haram lleva actuando más de seis años en Nigeria, mientras que en Níger se produjeron los primeros ataques terroristas en febrero de 2015. Desde entonces se ha producido un aumento exponencial de la violencia. Sobre las consecuencias, el cooperante menciona un proverbio africano: «cuando los elefantes luchan, es la hierba la que sufre». Según Naciones Unidas, entre febrero de 2015 y abril de 2016 la organización terrorista ejecutó 98 ataques sólo en la región de Diffa. Uno de los atentados, en las islas del lago Chad, se saldó con 216 muertos, 60 desaparecidos y 25.700 desplazados. Las embestidas de Boko Haram y la respuesta militar se iniciaron en Nigeria, pero se extendieron por las fronteras de Camerún, Chad y Níger. La consecuencia es que, con más de 2,7 millones de desplazados, la cuenca del lago Chad acoge una de las mayores tragedias humanitarias del planeta. Los atentados suicidas múltiples y la violencia, en sus diferentes versiones, forman parte de la realidad cotidiana.

«Tratamos de apoyar las estructuras sanitarias, ya existentes, del Ministerio de Salud de Níger», explica Omar Ahmed. «Pero en muchas ocasiones es tan débil que apenas está presente en hogares de mucha necesidad; allí empezamos de cero». Entre enero y mayo de 2016, Níger ha tenido que afrontar epidemias de meningitis y sarampión, sobre todo en el oeste del país. En estos cinco meses, un brote de meningitis C (1.409 casos registrados) causó 94 muertes. El retroceso en los casos de meningitis a partir de marzo, coincidió con los estragos de la epidemia de sarampión (1.921 afectados y cinco muertes). MSF ayuda al ministerio a supervisar las zonas donde se registran los casos, además de vacunar y asistir de manera gratuita a los enfermos durante los brotes. Más de 100.000 personas han sido vacunadas contra el cólera, entre otras razones para prevenir posibles contagios por la epidemia registrada en Nigeria. Omar Ahmed resume la cuestión: «El problema de la falta de vacunas es que el gobierno no dispone de dinero para comprarlas, y sobre todo el precio exorbitante ya que no tienen mercado; es la historia de siempre, con determinadas patologías ya superadas por los países económicamente desarrollados…».

Economista de 33 años, Omar Ahmed empezó a trabajar en Médicos Sin Fronteras en 2009. Ese año estuvo en Darfur (oeste de Sudán), «otro de los conflictos olvidados», subraya. En Darfur, Naciones Unidas calculó que sólo entre 2003 y 2008 podrían haber muerto 300.000 personas, a las que se sumarían 2,5 millones de desplazados. Pasó por Níger y Jordania (2010), Siria e Iraq (2011), Yemen y República Centroafricana (2012), Pakistán (2013), Iraq (2014) y República Centroafricana (2015). Este año, en Níger, ha comprobado la inseguridad en la que viven las personas desplazadas, por ejemplo quienes llegan con traumas después de una noche de violencia. «Han visto a gente violada o asesinada, incluso a miembros de su familia; por las noches no se atreven a moverse del lugar donde están». Mujeres embarazadas, a punto de parir a primera hora de la mañana, han tenido que hacerlo en su casa. Ello incrementa el riesgo para la vida del bebé y de la madre, por las condiciones precarias de higiene y la inexperiencia médica en los partos. Cuando las ONG intentan desplegar matronas y enfermeras para la asistencia a mujeres encinta en zonas rurales, aisladas, en ocasiones tampoco ha sido posible por razones de seguridad. Ha ocurrido en asentamientos para desplazados que acogen entre 15.000 y 30.000 personas.

«Después de tantos años se naturalizan muchas cosas», confiesa Omar Ahmed. Se ha encontrado con niños menores de cinco años, flácidos, con los síntomas de la desnutrición, los ojos y el vientre hinchado y la mirada perdida. Esta fotografía es la más común, «pero el impacto es mayor cuando observas a los niños entre 10 y 15 años». El coordinador de MSF se ha encontrado con estos menores -con ese retrato atroz, aunque menos habitual- en la República Centroafricana y Níger. ¿Es un conflicto olvidado el de la región de Diffa y el Lago del Chad? «Sí, tal vez hayamos leído una pieza informativa al mes».

El «gatillo» se le puede adjudicar a Boko Haram, pero ¿quién ha construido la «pistola»? Ésta ya existía, responde Ahmed, son las condiciones estructurales de pobreza, falta de recursos y sufrimiento. La organización terrorista es el «gatillo» a toda la serie de muertos y desplazados que se han registrado en la región. Agrega «balas» a la «pistola» la fuerza multinacional encabezada por Nigeria y de la que también forman parte Níger, Chad, Benín y Camerún. Se da la circunstancia que la fuerza transnacional ha empujado a la población desplazada a nuevos desplazamientos, con el argumento de proteger a los refugiados. «Esto produce efectos perversos», apunta Omar Ahmed, ya que muchas veces se han de trasladar a lugares sin servicios básicos, familiares ni amistades. Cuando se fuerza un desplazamiento, «se está violando el derecho internacional humanitario; ocurrió en 2015 y lo denunciamos». Finalmente, «entre unos y otros, los enfrentamientos provocan muerte, desplazamientos, mayor inversión en Defensa y menos en servicios básicos».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.