Las heridas de Libia tardarán en sanar más de lo que se imaginaron sus agresores. En nombre de los derechos humanos lanzaron una guerra contra el régimen de Muammar Al-Gaddafi, y cuando los aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) culminaron su campaña de bombardeos, una vez asesinado el coronel libio, dejaron […]
Las heridas de Libia tardarán en sanar más de lo que se imaginaron sus agresores. En nombre de los derechos humanos lanzaron una guerra contra el régimen de Muammar Al-Gaddafi, y cuando los aviones de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) culminaron su campaña de bombardeos, una vez asesinado el coronel libio, dejaron a la nación norteafricana empantanada en la violencia, la desintegración, el racismo y el fanatismo.
En lugar de ganar en democracia -la justificación empleada por la Casa Blanca y sus socios en Europa-, el pueblo libio ha retrocedido en todos los ámbitos de su vida. Solo conoce de ejecuciones sumarias, desapariciones, muerte, mafias y de la violación de derechos elementales como la educación y la salud, que en los tiempos de Gaddafi estaban asegurados con los abundantes ingresos de la renta petrolera.
Hacer borrón y cuenta nueva parece muy difícil para un grupo de políticos que no logran conformar Gobierno. Mustafa Abu Chagur, quien se convirtió en primer ministro el pasado 12 de septiembre, solo duró 25 días en su cargo. El mismo Congreso Nacional (parlamento) que lo votó, por muy estrecho margen, lo destituyó por considerarlo incapaz de formar un Gobierno. El primer equipo propuesto, de 29 ministros, incluida una mujer, no avanzó porque según los parlamentarios que se opusieron, incluía a figuras desconocidas y amistades del propio premier en puestos claves y no tenía en cuenta la representación regional, lo que sería un grave error en un país fragmentado, donde se han hecho llamados al federalismo y algunas zonas están fuera del control de un poder central.
Según The Tripoli Post, la lista también incluía a varios miembros del brazo político de los Hermanos Musulmanes, y no de los principales candidatos de la Alianza Nacional de Fuerzas, coalición liberal de unos 40 partidos liberales e independientes moderados, liderada por Mahmoud Jibril, quien fuera jefe del ilegítimo Consejo Nacional de Transición (CNT) – la agrupación que fungió como peón de la OTAN y mantuvo el poder tras el fin de la guerra.
Además, empeora el panorama la corrupción, la malversación del dinero público y la inseguridad, problemas que muchos libios achacan a un grupo de personajes que conforman el CNT y ahora están dentro o tras ese Congreso.
El segundo gabinete, de solo diez ministros, tampoco obtuvo el visto bueno del Congreso Nacional, que ejerce la jefatura del Estado a falta de presidente, desde su formación en julio.
Lo que subyace en el fondo de estas divisiones es el reparto del botín de guerra en una nación rica en petróleo y gas.
Ahora, los parlamentarios tienen sobre la mesa una lista de siete nuevos aspirantes al cargo, presentadas por una comisión del Congreso, pero no está decidida la fecha de la votación, que debería poner fin a la crisis política suscitada por el retiro del voto de confianza a Abu Shagur.
Todavía es un estigma haber apoyado a Gaddafi en la defensa del país frente a los bombardeos de la Alianza Atlántica. Muchos extremistas que afloraron en la guerra no toleran diferencias ideológicas ni religiosas, y a un año del asesinato del coronel libio, continúan su limpieza étnica para barrer a los gaddafistas.
En los últimos días, fuerzas progubernamentales de Misurata bombardearon la ciudad de Bani Walid, ciudad de unos 70 000 habitantes y uno de los últimos bastiones en rendirse el año pasado. Estas milicias dicen vengar la muerte de Omran Shaban, a quien se le atribuye haber localizado a Gadafi en Sirte y que murió en Francia a raíz de las supuestas torturas sufridas en esa localidad.
La orden del asedio, que ha dejado tres muertos, entre ellos un niño de ocho años, y unos 35 heridos, la dio ese embrionario y dividido parlamento. En un primer momento, Bani Walid tenía hasta el 5 de octubre para entregar al responsable de la presunta tortura de Shaban, pero el presidente del Congreso, Mohamed Magarief pidió cinco días más para permitir, dijo, una solución pacífica a la crisis. Sin embargo, los ministerios de Defensa e Interior fueron autorizados a emplear todas las medidas, incluso el uso de la fuerza, si no les entregaban los sospechosos.
Comandantes militares niegan haber disparado con misiles y obuses. Pero, el diario Herald Libya, que dice haber estado en el terreno, cita a algunos soldados que afirmaron tener ese armamento.
La publicación refiere que las fuerzas militares habrían empleado sustancias químicas en sus ataques pues la mayoría de las personas ingresadas en el hospital de la ciudad tienen síntomas como alucinaciones, espasmos musculares, tos, irritación de los ojos, mareos, dificultad para respirar y pérdida del conocimiento, y echaban espuma por la boca.
¿Cuándo llegará la democracia prometida? Libia está muy lejos de recobrar su paz. La OTAN desató el odio, y sus políticos, aupados en Trípoli, no tienen cómo ponerle freno.