Nuevamente el presidente Obama ha afirmado públicamente que Australia es el más firme aliado de su país. Lo declaró a la prensa tras su primer encuentro cara a cara con la primera ministra australiana Julia Gillard, el 13 de noviembre de 2010, en Yokohama, Japón, en ocasión de celebrarse allí la cumbre del Foro de Cooperación […]
Nuevamente el presidente Obama ha afirmado públicamente que Australia es el más firme aliado de su país. Lo declaró a la prensa tras su primer encuentro cara a cara con la primera ministra australiana Julia Gillard, el 13 de noviembre de 2010, en Yokohama, Japón, en ocasión de celebrarse allí la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico, y lo hizo el pasado 8 de marzo, al término de las conversaciones que sostuvo con ella en la Casa Blanca.
Esta última reunión formó parte del programa de la primera visita a Estados Unidos de Julia Gillard después de asumir como Primera Ministra, y uno de los temas abordados en esta fue precisamente el aniversario 60 de la alianza entre ambos Estados, formalmente sellada el 1ro. de septiembre de 1951, mediante el Tratado de Seguridad entre Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos de América [Australia, New Zealand, United States Security Treaty (ANZUS)].
Obama, el 8 de marzo afirmó igualmente que en ocasión de tal celebración era especialmente apropiado que la primera Ministra australiana estuviera allí y confirmó además que la misma tendría la posibilidad de dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, un honor solo reservado para los más cercanos amigos de Estados Unidos.
En realidad, Australia bien merece formar parte de este círculo íntimo, y su envidiable historial de lealtad a los Estados Unidos justifica que este lo considere uno de sus mejores aliados, sin que esto signifique desconocer los méritos de otros, como Israel, Gran Bretaña o Francia.1
Ejemplos de la dedicación de los Gobiernos australianos, conservadores o laboristas, a defender los intereses de los Estados Unidos, no han escaseado en estos 60 años. Las Administraciones laboristas en el poder desde el 3 diciembre de 2007, entre ellas la de Julia Gillard, no han sido la excepción, aunque su incondicionalidad a Washington no pueda compararse con la del Gobierno de la coalición de los partidos Liberal y Nacional, encabezado por John Howard (11 de marzo de 1996-3 de diciembre de 2007) a la Administración estadounidense de George Bush.2
Pero, en este sentido ni Kevin Rudd (3 de diciembre de 2007-24 de junio de 2010) ni Julia Gillard (desde el 24 de junio de 2010) tienen de qué avergonzarse. Con independencia de algunos desacuerdos puntuales durante la etapa en que coincidieron Rudd en el Gobierno de Australia y Bush en la presidencia de Estados Unidos -el más conspicuo fue la retirada de las tropas australianas de Iraq-, no han faltado en estos años ejemplos de cómo la política exterior australiana se alinea con la estadounidense en situaciones coyunturales.
El propio Obama en sus declaraciones a la prensa sobre el encuentro con Julia Gillard en Washington, se refirió a dos de ellos. Por una parte, agradeció la extraordinaria contribución de Australia en Afganistán, y a la Primera Ministra australiana por su vigoroso respaldo a los esfuerzos estadounidenses en el país centroasiático, y por otra, expresó que consideraba que ambos compartían la firme convicción de que la violencia perpetrada por el Gobierno de Libia era inaceptable, y reconoció que Canberra se había unido a Washington en la imposición rápida de firmes y abarcadoras sanciones contra ese régimen.
Por su parte, Julia Gillard en su intervención expresó que estaba personalmente comprometida con el cumplimiento de la misión en Afganistán, a pesar de lo difícil de la situación allí, algo que ya había dejado claro en conversación telefónica con el presidente Obama apenas asumió la jefatura del Gobierno australiano, y más recientemente, el pasado 16 de febrero, en declaraciones hechas en Wellington, al término de un encuentro con el primer ministro de Nueva Zelanda, John Key.
No se refirió a la situación en Libia, pero la actuación de Australia en relación con los acontecimientos en el país norafricano no deja lugar a dudas acerca de su identificación con la posición de Estados Unidos.
Para ilustrar lo afirmado veamos una cronología, que en modo alguno pretende ser exhaustiva, sobre las principales declaraciones y decisiones de Australia relacionadas con la situación en Libia.
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21 de febrero: El canciller australiano Kevin Rudd afirma que Al Gadafi debe acogerse a reformas democráticas.
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24 de febrero:
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En declaración ante la Cámara de Representantes del Congreso australiano, Rudd manifiesta que el Gobierno del país condena de forma absoluta el uso de la violencia contra la población libia.
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En la propia declaración acoge calurosamente la solicitud por parte de la comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, de una investigación internacional para determinar posibles violaciones de los derechos humanos en Libia, y señala que el Gobierno australiano saluda la decisión de la Liga Árabe de suspender a Libia como miembro de la misma.
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25 de febrero:
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El Gobierno australiano es de los primeros en solicitar a la comunidad internacional acciones urgentes, firmes y decisivas contra el Gobierno libio.
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Asimismo urge al Consejo de Derechos Humanos (CDH) de la Organización de Naciones Unidas (ONU) a adoptar una resolución que promueva la realización de una investigación independiente y creíble sobre la violencia en Libia.
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También insta al Consejo de Seguridad de la ONU a que tome medidas contra el país norafricano, que incluyan el establecimiento de una zona de exclusión aérea sobre su territorio, un embargo de armas y otras sanciones específicas.
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En los debates del CDH sobre la situación de los derechos humanos en Libia, el representante australiano, Peter Woolcot, expresa que su país apoyaba la suspensión de Libia como miembro del Consejo y que lo haría igualmente en la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas que se convocaría para analizar la aprobación de esta medida.
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26 de febrero:
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El Canciller australiano, durante una visita a El Cairo, anuncia que su país pondría en vigor un régimen autónomo de sanciones contra el Gobierno libio e insta al Consejo de Seguridad a tomar sanciones similares a las contempladas en este, y además a establecer una zona de exclusión aérea sobre el territorio del país norafricano, así como la remisión del caso de Libia a la Corte Penal Internacional.
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Rudd declara a Australian Broadcasting Corporation (ABC) que Al Gadafi se había quedado «sin crédito» como líder de su pueblo y que debía abandonar de inmediato el país. Términos similares usó el presidente estadounidense Barack Obama durante una conversación telefónica con la Canciller federal alemana Ángela Merkel, y en Ginebra, la Secretaria de Estado estadounidense, en ocasión de celebrarse la reunión del Segmento de Alto Nivel del Consejo de Derechos Humanos.
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27 de febrero:
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Australia retira su personal diplomático de Trípoli. Estados Unidos había tomado igual decisión.
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Canberra pone en vigor su régimen autónomo de sanciones contra el Gobierno libio, un día después que Estados Unidos adoptara el suyo. Este régimen comprende:
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La prohibición de entrar al país o transitar por este a Al Gadafi, miembros de su familia y figuras claves de su entorno incluidos en una lista de personas.
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La prohibición a quienes aparecen en esa lista de realizar cualquier tipo de transacción financiera con ciudadanos australianos.
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La prohibición de vender armas al Gobierno libio.
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28 de febrero:
– Rudd participa en una reunión con Hillary Clinton y el canciller de Rusia, Serguei Lavrov, para coordinar, según trascendió, «una oposición internacional unificada a los ataques en los que han muerto centenares de personas en Libia»
– El titular de Exteriores australiano, tras concluir esta reunión, va directamente hacia el Consejo de Derechos Humanos de la ONU y al dirigirse al Segmento de Alto Nivel anuncia el respaldo de su Gobierno a la zona de exclusión aérea sobre territorio libio. La idea de establecer esta zona fue manejada el 28 de febrero y el 1ro. de marzo por Hillary Clinton, quien se comprometió a «considerarla activamente», con el objetivo, supuestamente, de impedir la masacre de civiles por la aviación libia leal a Al Gadafi.
– Rudd en su intervención ante el Segmento de Alto Nivel del Consejo de Derechos Humanos ratifica que Al Gadafi debe abandonar de inmediato Libia.
– El Canciller australiano afirma en declaraciones a Associated Press (AP) que se tenían evidencias de que en Libia habían ocurrido bombardeos aéreos similares a los protagonizados en 1937 por la aviación franquista contra el poblado vasco de Guernica, durante la Guerra Civil Española.
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1ro. de marzo: Australia apoya en la reunión de la Asamblea General de la ONU la suspensión de Libia como miembro del Consejo de Derechos Humanos.
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6 de marzo: Rudd se reúne en Jedda, Arabia Saudita, con el Profesor Ihsanoglu, secretario general de la Organización de la Conferencia Islámica, y aborda la necesidad de establecer una zona de exclusión aérea sobre territorio libio.
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9 de marzo: Rudd y los cancilleres del Consejo de Cooperación del Golfo en una declaración conjunta en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos, solicitaron al Consejo de Seguridad la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia.
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11 de marzo: Rudd y el Ministro australiano para Energía, Recursos y Turismo, Martin Fergunson suscriben una carta a las refinerías de petróleo del país, procurando su cooperación para evitar que se produzcan compras de petróleo que puedan resultar en flujos de ingresos para el Gobierno libio.
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18 de marzo:
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En declaración conjunta, la Primera Ministra y el Ministro de Asuntos Exteriores de Australia saludan la adopción de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU, que entre otras medidas estableció una prohibición de navegación aérea para las aeronaves libias, incluyendo los vuelos comerciales.
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En la propia declaración se anuncia que Australia ha implementado totalmente la Resolución 1970 del Consejo de Seguridad.
Como puede apreciarse, Australia ha actuado diligentemente para respaldar la estrategia de Estados Unidos que persigue lograr la mayor presión posible sobre el Gobierno libio, buscando la salida del poder de Al Gadafi. Incluso ha ido más lejos en su apoyo a esta estrategia que algunas de las potencias occidentales, que como Alemania, se mostraron inicialmente cautelosas acerca de la posibilidad de establecer una zona de exclusión aérea sobre el territorio libio. La respaldó desde el primer momento decisivamente y fue especialmente activa en la búsqueda de formas de influir en el Consejo de Seguridad para lograr un consenso acerca de su imposición.
No obstante, la Primera Ministra australiana ha dejado claro -y así lo reiteró en conferencia de prensa el 13 de marzo en Canberra- que Australia no participaría en la implementación de tal medida, dada la distancia que la separa de Libia.
Por otra parte, hasta el momento el Gobierno australiano no ha comprometido ni efectivos ni medios de combate en las acciones militares contra Libia que lleva adelante la coalición encabezada por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, y es presumible que si aplica la misma lógica que en el caso de la prohibición de la navegación aérea sobre Libia, no lo haga. Pero es imposible predecirlo con absoluta certeza.
De hecho, la propia Julia Gillard, en entrevista concedida el 10 de marzo al periodista Erin Burnett, de la CMBC, respondió evasivamente una pregunta de este, acerca de si Australia formaría parte de una coalición creada para intervenir militarmente en Libia.
Ahora bien, aunque Canberra no participe directamente en la intervención militar de las grandes potencias en Libia, sí la respalda. Declaraciones de la Primera Ministra y el Ministro de Asuntos Exteriores australianos no dejan lugar a dudas.
Rudd al dirigirse al Segmento de Alto Nivel del Consejo de Derechos Humanos, el 28 de febrero, había precisado que el Consejo de Seguridad para manejar la situación en Libia debía mantener todas las opciones sobre la mesa.
Ya iniciadas las operaciones militares contra Libia, el Canciller australiano, confirmó en conferencia de prensa el 20 de marzo, que su Gobierno las apoyaba totalmente, pues según expresó, era necesario hacer cuanto fuera posible para proteger al pueblo libio, y tales acciones eran consistentes con la autorización del Consejo de Seguridad, mediante la Resolución 1973.
Una vez más, ahora en el caso de Libia, Australia demuestra su voluntad de hacer causa común con las grandes potencias de Occidente y su lealtad a Estados Unidos. Con seguridad lo hará nuevamente en incontables ocasiones.
Julia Gillard, en sus comentarios a la prensa, en Washington, tras concluir su encuentro con Obama el 8 de marzo, fue enfática al expresar su convicción de que la alianza entre Estados Unidos y Australia, a pesar de sus 60 años, todavía era joven, y que ambos Estados tenían mucho por hacer juntos en el futuro.
En otras palabras, que habrá alianza para rato, así que muy probablemente tengamos la oportunidad de escuchar a Obama afirmar alguna otra vez, que Australia sigue siendo el mejor aliado de los Estados Unidos.
Herminio Camacho Eiranova es subdirector editorial del diario cubano Juventud Rebelde Sobre el tema de la posición australiana en relación con los acontecimientos en Libia, ver además el artículo del autor : En el apoyo a EE.UU. Australia no quiere ser segunda de nadie
NOTAS:
1 En marzo de 2009, Obama calificó a Gran Bretaña como uno de los más firmes aliados de Washington, y el 10 de enero de 2011, después de un encuentro con Nicolas Sarkozy, de visita en Estados Unidos, afirmó que su país no tenía un amigo y aliado más firme que el presidente y el pueblo de Francia.
2 Howard fue condecorado el 13 de enero de 2009 por el entonces presidente George Bush con la Medalla Presidencial de la Libertad, la máxima distinción que puede recibir un civil en Estados Unidos.
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