A cuatro años del derrocamiento de Muamar Gadafi y posterior intervención militar occidental, Libia vive un escenario de fragmentación territorial y lucha por el poder, con dos gobiernos que se disputan, la posibilidad de negociar las enormes riquezas petrolíferas y gasíferas del país. La división política en Libia, con uno de los grupos de poder […]
A cuatro años del derrocamiento de Muamar Gadafi y posterior intervención militar occidental, Libia vive un escenario de fragmentación territorial y lucha por el poder, con dos gobiernos que se disputan, la posibilidad de negociar las enormes riquezas petrolíferas y gasíferas del país.
La división política en Libia, con uno de los grupos de poder apoyado por los gobiernos occidentales y otro que se sustenta en facciones armadas con fuerte presencia de grupos de raíz takfirí, han terminado por convertir al otrora Estado libio en una suma de intereses, rencillas, atentados y ejecuciones, que sustenta la idea que aquel país con los mejores indicadores de desarrollo humano del continente africano, ya no existe. Hoy, sólo es posible constatar un territorio fragmentado, convertido en coto de caza de grupos y empresas transnacionales, que al amparo del apoyo a las distintas facciones en pugna esquilman sus riquezas naturales. En específico, aquellos que lucharon contra Gadafi y sirvieron a los intereses de actores de mayor peso formaron milicias en base a criterios regionales, tribales y religiosos, que se han intensificado y hecho irreconciliable cualquier idea de establecer un Estado Unitario.
OBJETIVO PRINCIPAL: DETENER A LOS INCÓMODOS INMIGRANTES
Libia, no ha encontrado la paz desde el alzamiento contra el régimen de Muamar Gadafi; con una atomización política que comenzó a fraguarse a partir de las elecciones legislativas del mes de junio del año 2014, cuando se constituyó en la ciudad de Tobruk, un gobierno que se sustenta en diversos grupos armados y la parte más estable del Ejército Libio y el control de la Fuerza Aérea y puertos de embarque de Petróleo. Ello, con el objetivo principal declarado de organizar un territorio devastado y teniendo como eje de estabilización de la producción de hidrocarburos. Propósito que no ha podido ser concretado, principalmente, porque el Parlamento provisional que había funcionado un año y medio antes de las elecciones de junio del 2014 se negó a aceptar el nuevo gobierno y creó uno propio con sede en Trípoli constituyéndose en otro actor político con toda la dimensión y división de poderes.
Dos ejecutivos, distintos intereses y objetivos diversos: uno, instalado en Tobruk, para satisfacer la codicia de occidente en el plano energético y de hegemonía en la zona del Magreb y el Sahel, con participación activa en apoyo económico y militar de Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Egipto, que incluso han efectuado operaciones de bombardeo de las posiciones salafistas. El otro grupo de poder, igualmente con la intención de controlar la producción petrolera, que le permita el sustento económico para llevar adelante su proyecto político e ideológico-religioso, gracias al apoyo de los gobiernos de Turquía, Catar y la Casa Al Saud, huella clara del camino que se quiere seguir. El propio presidente egipcio Abdelfatah al-Sisi, en una clara toma de partido, declaró en febrero pasado la necesidad de crear una Coalición internacional que luche contra los grupos salafistas, al amparo del Consejo de Seguridad de la ONU y que apoye con todos los elementos posibles al gobierno libio instalado en Tobruk.
En este escenario de confrontación la Unión Europea ha declarado su intención de promover una intervención política y militar para establecer un gobierno de Unidad Nacional. La lógica detrás de esto radica en la ubicación de Libia en el concierto mediterráneo y el papel que desempeñó en los últimos años del régimen de Gadafi: servir de freno a las oleadas de inmigrantes subsaharianos que buscaban allende el mediterráneo el bienestar que se les negaba en sus pueblos. Sume a ello los fabulosos contratos de explotación de petróleo y gas que se firmaron con empresas europeas.
Miles de libios y subsaharianos huyendo de zonas en conflicto y hacinándose en campos de refugiados, como por ejemplo en Lampedusa o ahogándose por cientos frente a los ojos europeos incomoda a las cancillerías del viejo continente y desean poder detener esa hemorragia que abarrota sus costas y genera inestabilidad. Por ello, la excusa política es trabajar con las facciones en pugna y llamarlos a la reconciliación y al trabajo en conjunto teniendo como objetivo obligar a las autoridades libias a implementar una rigurosa política de inmigración, de control de flujos migratorios y sobre todo que proporcionen la seguridad jurídica que les permita hacer negocios rentables para las compañías petroleras europeas. Cualquier otro objetivo es mera hipocresía, cualquier otro objetivo declarado en aras de la defensa de los derechos humanos o la vida de los libios es el chillido hipócrita de aquellos que han esquilmado el continente africano y a sus pueblos durante siglos.
Para conseguir ese propósito de crear un gobierno de Unidad nacional, luego de derrocar al que efectivamente había logrado unir a un país heterogéneo como fue Gadafi y cuya dictadura no parecía molestar a occidente en demasía, sobre todo cuando su amistad con personajes como Sarkozy y Berlusconi con quienes se prodigaban mutuas atenciones en las visitas que se sucedían con frecuencia; es una idea con un guion conocido: permitir la irrupción de grupos rebeldes en el escenario bélico, en este caso movimientos de raíz takfiri asociados a EIIL (Daesh en árabe) y Al Qaeda, para generar una sensación de caos permanente y así justificar una posible intervención militar liderada por la OTAN, para impedir – en este plan de guerra europeo – que Libia irradiara ese influjo terrorista a sus vecinos inmediatos como Argelia, Chad, Sudán, Túnez.
Para Tajem Baseldine «hoy, nadie duda que la desintegración del estado libio porvocado por la agresión de la OTAN el año 2011 ha permitido la rápida proliferación de Estado islámico (Daesh en árabe) lo que constituye la mayor amenaza para ls seguridad de toda la región, inclusive para su propios creadores en Europa, que no pueden controlar a sus propios demonios terroristas»
Lo paradójico es que justamente el apoyo al nacimiento y desarrollo de grupos salafistas que ayudaron a la caída de Gadafi intensificaron el accionar de otros grupos terroristas en la zona como Al Qaeda en el Magreb, Ansar al Dine, Ansar al Sharia, Boko Haram, Muyao e incluso la intervención militar directa de Egipto en el conflicto libio con el bombardeo de posiciones salafistas bajo la excusa del secuestro y posterior decapitación de 21 cristianos Coptos egipcios.
Las bandas y grupos takfirí están conformados, principalmente, por milicianos asentados en las localidades de Trípoli, Misrata, Zawiya, Khums, Bengasi, Soreman y Janzur. Sus principales grupos son Amanecer Libio. Brigada Escudo de Libia. El grupo salafista Ansar al Sharia (ligado a Al Qaeda) Brigada de los mártires del 17 de febrero y la Brigada Rafallah al Sahati. Desde el punto de vista político sus líderes son: Nuri Abu Sahmain, como presidente y como Primer Ministro, Omar al Hasi. Dentro del sostén de partidos políticos de estos grupos se encuentran los Hermanos Musulmanes, que actúan en Libia bajo el nombre de Partido Justicia y Construcción. También suman el importante capital político y religioso otorgado por el Gran Muftí de Libia, Sadq al Ghariani.
En el caso de las Fuerzas políticas y militares opositoras a los grupos mencionados en el párrafo precedente están tiene como líder al General Jalifa Haftar, Jefe del Estado Mayor del Ejército – vinculado en su momento al asesinado Coronel Gadafi y que en el marco de la denominada Operación Dignidad, destinada a combatir a los movimientos Takfirí en Bengasi y el este del país, comenzó a consolidar su poder actual. Estas fuerzas, que cuentan con el apoyo de la Cámara de representantes de Libia (recordemos que fue elegida en junio del año 2014) tiene como presidente al jurista Aguila Salah Issa. Esta Cámara se compone, fundamentalmente, de políticos vinculados a occidente. Su sede está en la ciudad de Tobruk y cuenta con el reconocimiento de la Unión Europea, Estados unidos y con ello gran parte de lo que se denomina la «comunidad internacional». El primer Ministro de este sector gobernante es Abdullah al Thani. La Alianza de Fuerzas Nacionales, en su momento fuerte crítica de Haftar apoya la Operación Dignidad signándola como necesaria para «la lucha contra el terrorismo» dando así un aval de los partidos políticos liberales a este gobierno.
Jalifa Haftar ha logrado aglutinar bajo su mando a las fuerzas irregulares que operan en Libia, contrarias a los grupos takfirí, junto al Ejército regular. Bajo su mando está la Fuerza Aérea Libia con base en Tobruk, Benina y Bengasi. La Brigada Saiga. Las Brigadas Cirenaica conformada por miembros de tribus del este libio y soldados del denominado Consejo Cirenaico de Transición (de corte federalista) que controlan los puertos petroleros. Sumen a ello las Brigadas de Zintan cuyo origen se encuentra en el sureste de Libia y que controlan la frontera con Argelia. Adicionalmente Haftar controla a las Brigadas Qagaa, Sawaiq y Muhamad al Madani, minoritarias en número pero importantes a la hora de sumar adherentes.
PREPARANDO EL TERRENO
Bajo el auspicio de las Naciones Unidas y el trabajo específico del Enviado especial de la ONU a Libia, Bernardino León, quien visitó Tobruk y Trípolí, el Gobierno libio, reconocido internacionalmente y las milicias rivales con sede en Trípoli se han reunido en Marruecos para avanzar en negociaciones de paz, que permitan sacar del atolladero a esta rico país que a la par de tener dos gobiernos enfrentados ha permitido, igualmente, la irrupción milicianos de Estado Islámico (Daesh en árabe) con el objetivo de ampliar su campo de operaciones desde Siria e Irak, hacia el mundo magrebí.
La analista Nazanim Armanian afirma que «destruir el Estado Libio y provocar anarquía en el Sahel, desde Malí, Nigeria hasta Camerún, a través de los criminales de guerra, guardianes de los intereses de la banca y las empresas privadas de los recursos naturales forma parte de la «operación nueva normalidad» de Estados Unidos en África y su nuevo reparto…el caso de Libia y una mayor tensión en la región puede afectar el suministro del 85% del petróleo libio que llega a Europa e incluso interrumpir el flujo de gas que corre por el gasoducto Greenstream que une a Libia e Italia. Mientras Libia cae a pedazos y Gadafi al igual que Sadam puede convertirse en la memoria futura de los libios, de verdugo a héroe y a mártir, el dúo Libia-Egipto va camino de convertirse en el Irak-Siria del norte africano»
Los objetivos del encuentro en Marruecos se enmarcaron en la discusión de tres puntos fundamentales: Primero, la formación de un Gobierno de Unidad Nacional. Segundo, un alto al fuego con la retirada de las fuerzas en conflicto de las principales ciudades del país con un control de armas en manos de Fuerzas Internacionales y en tercer lugar la redacción de una nueva constitución que exprese la diversidad del país. Hay que tener presente que las negociaciones, bajo el auspicio de la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas para Libia (UNSMIL) tuvieron su inicio en enero del 2015 en Ginebra, Suiza donde ya se plantearon los lineamientos básicos de la agenda de trabajo que se discutieron durante una semana en la localidad de Sirte, unos 30 kilómetros al sur de Rabat, desde el jueves 5 de marzo, y que continuarán en el mismo país a partir del 19 de marzo.
Mientras se desarrollaban las conversaciones entre las facciones rivales Libias, los ministros de Exteriores de la Unión Europea invitaron a la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la funcionaria de la Unión Europea de origen italiano, Federica Mogherini, a presentar propuestas, que permitan concretar el despliegue de una misión de seguridad europea en Libia. «El Consejo invita a la alta representante a presentar lo antes posible propuestas sobre posibles actividades CSDP (de Política de Seguridad y Defensa común) en apoyo a los acuerdos de seguridad, en estrecha coordinación con la ONU, socios clave y actores regionales, como parte de una serie de opciones de política más amplia» Decisión que muestra ese doble juego occidental de buscar acercamientos para luego asestar un golpe que termine beneficiándolos completamente.
La alta funcionaria de la UE también ha sostenido la necesidad de ser más audaces e incluso pensar en el envío de tropas a Libia. Esto a pesar de la reticencia y escepticismo de los gobiernos europeos, Mogherini ha señalado la conveniencia de enviar un grupo militar a Libia «para garantizar la seguridad de los aeropuertos y otras infraestructuras importantes del país así como supervisar un eventual alto el fuego» Mogherini, optimista ella, también consignó que los buques de guerra de los países de la Unión deben estar preparados para apoyar a Libia (y hablar de Libia es hablar del gobierno de Tobruk para la Unión Europea y sus socios de Egipto y EAU, lo que entrará en clara contradicción con socio importante de la OTAN como e Turquía, que apoya abiertamente al gobierno libio de Trípoli.
Los Ministros de Relaciones Exteriores de la UE sostienen que la solución a los problemas libios no se resuelven con medidas militares – claramente un contrasentido cuando precisamente la solución a lo que ellos llamaban el problema Gadafi fue el factor militar, sanciones e intervención directa – Hoy se plantean, que es la negociación el camino para superar las dificultades del país magrebí y ha llamado a las partes a contribuir en las negociaciones gestionadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con el fin de formar de manera rápida un gobierno de unidad nacional. Los cancilleres de la UE han señalado que «si las diferentes facciones alcanzan un acuerdo, la UE está dispuesta a reforzar su apoyo a Libia y contribuir a la aplicación exitosa de los acuerdos» Cómo lo harán y si eso implica el envío de fuerzas militares es un tema no resuelto pero, que tendrán que tener muy en cuenta visto que los Libios, de las diversas fuerzas en pugna se han manifestado abiertamente contra cualquier intento de injerencia extranjera, sean estos extrarregionales o de países vecinos.
Si bien es cierto la pugna entre dos gobiernos en Libia amaga la posibilidad de alcanzar la paz en el país norafricano, también resulta necesario dar cuenta que la presencia de grupos takfirí en Libia y el incremento de sus acciones, amplificadas por la prensa occidental en el marco de la lucha contra Estado islámico en Irak, Siria y otras organizaciones terroristas en Yemen, Malí, Nigeria y Afganistán, han dado el argumento necesario para que sea posible tener otra intervención militar de envergadura en Libia. Remedio que puede ser peor que la enfermedad visto que si algo une a los libios, de cualquier tribu, color o creencia es la aversión a las intervenciones extranjeras. Y ese puede ser el catalizador que permita unir a las distintas facciones peor teniendo como enemigo a quien invada el territorio bajo cualquier argumento.
Eso lo sabe la Unión Europea, la OTAN y también Italia, enormemente interesada en el logro de un clima de tranquilidad en Libia, que detenga la oleada de inmigrantes, pero que les permita seguir disfrutando de las relaciones comerciales cordiales y beneficiosas que tenían con Gadafi y que esperaban tener con el gobierno de transición. Esas son las claves que permiten deducir el por qué de las voces alarmistas de altos funcionarios del gobierno peninsular, llamando a intervenir militarmente en Libia. Ya lo hicieron una vez y salieron con la cola entre las piernas.
La solución debe ser buscada por los propios libios, sin intervención de potencia extranjeras o vecinos con intereses creados como Egipto, por ejemplo. Alejado de influencias religiosas como la expansión takfirí avalada por Arabia Saudí o los intereses energéticos. Tobruk y Trípoli tienen mucho que conversar por el bien de un país que en algún momento fue el Estado con mejores indicadores de desarrollo humano del continente africano y si eso se puede volver a vivir en un régimen de respeto a las distintas confesiones, tribus e intereses, puede ser un buen ejemplo para la paz y la estabilidad del Magreb, que lo requiere con urgencia. Como también la democratización de Monarquías como la marroquí, que en el marco de exigencias de democracia suele pasar de contrabando gracias a sus excelentes relaciones con los poderes occidentales hegemónicos, específicamente Francia y Estados Unidos.
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