La crasa tosquedad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en asuntos de educación cívica y formal no puede justificar las barrabasadas cotidianas de este falso orate devenido jefe de Estado que, en última instancia, van en principal detrimento de la reputación y la dignidad de los ciudadanos estadounidenses. A raíz del pronunciamiento racista de […]
La crasa tosquedad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en asuntos de educación cívica y formal no puede justificar las barrabasadas cotidianas de este falso orate devenido jefe de Estado que, en última instancia, van en principal detrimento de la reputación y la dignidad de los ciudadanos estadounidenses.
A raíz del pronunciamiento racista de Trump, que calificó a Haití y al conjunto de los países de África como «letrinas de mierda» (shitholes), el periodista cubano José A. Téllez Villalón publicó en el sitio español «Rebelión» un trabajo para recordar que una gran parte de las armas, municiones y hombres con los que Francia contribuyó a la independencia de las entonces Trece Colonias, transitaron por la entonces colonia francesa de Saint-Domingue (hoy Haití) que aportó sangre de sus hijos para el triunfo de las fuerzas en lucha por independizarse de la metrópoli británica.
El 12 de marzo de 1779, los colonizadores franceses, iniciaron el reclutamiento de un cuerpo de voluntarios para participar en la revolución norteamericana. «Los Cazadores Voluntarios de Saint-Domingue», que así se llamó el contingente, estaba integrado por colonos franceses y entre 500 y 800 libertos negros y mulatos. Entre finales de 1780 y mediados de 1781 las tropas al mando de general George Washington y las subordinadas al general francés Jean Batiste de Vimeur, Conde de Rochambeau, habían quedado sin recursos para sufragar un golpe definitivo sobre las tropas inglesas posicionadas en Yorktown.
George Washington, el líder de los independentistas, lo reflejó el día primero de mayo de 1781 en su diario, así: «En una palabra, en lugar de tenerlo todo dispuesto para ir a la campaña, no tenemos nada; y en vez de tener la previsión de una gloriosa campaña ofensiva ante nosotros, no tenemos sino una situación confusa y defensiva, a no ser que recibamos poderosa ayuda en barcos, tropas de tierra y dinero de nuestros generosos aliados; y ésta, por ahora, es demasiado eventual como para poder contar con ella».
El mariscal francés Rochambeau escribió al almirante francés François Joseph Paul, conde de Grasse: «No debo ocultarle, Señor, que los norteamericanos están en el límite de sus recursos, que Washington no tiene ni la mitad de las tropas que calcula tener, y en mi opinión, aunque permanece callado al respecto, no tiene ni 6 000 hombres, como tampoco el Señor de La Fayette reúne los 1 000 regulares en la milicia para defender Virginia…».
Explica Téllez Villalón que Rochambeau le pedía al jefe de la Flota que reclutara tropas y las trajera consigo como refuerzos para el Ejército Continental del general Washington. El Almirante se atuvo a las instrucciones, reclutó 3 000 voluntarios de Puerto Príncipe y Cabo Haitiano, y los puso bajo las órdenes del joven oficial Claudio Enrique de Saint-Simon quien fuera fundador del socialismo francés y del socialismo utópico. El mismo que para Engels fue, junto con Hegel, la mente más enciclopédica de su época y en cuya obra están contenidas casi todas las ideas posteriores del socialismo.
El refuerzo multinacional, consistente en un batallón de ex-esclavos, pardos y mulatos de Puerto Príncipe y Cabo Haitiano comandados por Saint- Simon, desembarcó por la bahía de Chesapeake, Maryland, y participó entre el 26 de septiembre y el 19 de octubre de 1781 en el cerco de Yorktown.
De modo, dice Tellez, que los estadounidenses mucho le deben a fuerzas extranjeras -franceses, latinoamericanos y haitianas- la consecución de su Independencia, ratificada por el Congreso de los Estados Unidos el 15 de noviembre de 1784, luego de capitular Gran Bretaña el 3 de septiembre de 1783 con el Tratado de París.
Alexander Hamilton, uno de los padres fundadores de la nación estadounidense, reconoció en un editorial publicado el 5 de julio de 1803 en el periódico The New York Evening Post que «al fatal clima de Saint-Domingue (Haití), y al coraje y resistencia obstinada de sus habitantes negros, les debemos los obstáculos que retardaron la colonización de Luisiana hasta el momento favorable cuando una ruptura entre Inglaterra y Francia dio un nuevo giro a los proyectos de esta última».
No obstante ello, otro padre fundador estadounidense, Tomás Jefferson, autor principal de la Declaración de Independencia, que fue segundo vicepresidente (1797-1801) y tercer presidente (1801-1809) de Estados Unidos, no mostró gratitud alguna por esta ayuda. Por el contrario, suspendió todo comercio con Haití en 1804. Estados Unidos se resistió durante muchos años a reconocer al nuevo país independiente, sumándose al castigo de los imperios europeos por la insumisión haitiana. No fue hasta el 5 de junio 1862 que el presidente Abraham Lincoln promulgó el reconocimiento diplomático estadounidense a la generosa y heroica Patria de Toussaint Louverture y Jean-Jacques Dessalines.
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