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Lo que Katrina sacó a flote

Fuentes: Página12

Katrina sumergió a Nueva Orleans, pero no todo sepultó. Al revés: sacó a luz el verdadero rostro del Organismo federal de gestión en situaciones de emergencia (FEMA, por sus siglas en inglés), no menos infeccioso que las aguas que todavía contaminan la ciudad. Su función declarada es salvar las vidas y atender las necesidades de […]

Katrina sumergió a Nueva Orleans, pero no todo sepultó. Al revés: sacó a luz el verdadero rostro del Organismo federal de gestión en situaciones de emergencia (FEMA, por sus siglas en inglés), no menos infeccioso que las aguas que todavía contaminan la ciudad. Su función declarada es salvar las vidas y atender las necesidades de los estadounidenses afectados por catástrofes naturales. Pero en el caso de Nueva Orleans hizo todo lo contrario: rechazó la ayuda que la compañía ferroviaria Amtrak ofreció para evacuar a las víctimas de la inundación, negó a la Cruz Roja el permiso para entregarles comida y medicinas, hizo pegar la vuelta a los camiones de Wal Mart cargados de abastecimientos, rechazó las ofertas de generadores y de otros equipos necesarios para el desagote de las aguas, bloqueó una flotilla de 500 botes en los que ciudadanos particulares traían ayuda (www.rense.com, 9-9-15). En otras palabras, se dedicó a acelerar la muerte por deshidratación, hambre y falta de asistencia médica de damnificados cuyo número tal vez nunca se conocerá. Por añadidura, FEMA trata de controlar el acceso de los medios a la zona de desastre (Editor&Publisher, www.mediainfo.com, 7-9-05) y, siguiendo sus indicaciones, efectivos del ejército han confiscado cámaras y anotaciones a periodistas y fotógrafos (Der Spiegel, 8-9-05). Se trataría de algo inexplicable, pero no.

Desde su instalación en 1979 hasta 1995, «FEMA sólo ha invertido el 6 por ciento de su presupuesto en situaciones de emergencia nacionales y destinado el grueso de su financiamiento a la construcción de instalaciones subterráneas para garantizar la continuidad (de las actividades) del gobierno en caso de situaciones de emergencia graves, exteriores o locales» (Harry V. Martin, Free America, www.sonic.net/sentinel, 1995). Agrega Martin que el general Frank Salzedo, director de la División de seguridad civil de FEMA, aclaró perfectamente en una conferencia de prensa que tuvo lugar en 1983 la finalidad del organismo: proteger a los miembros del gobierno de intentos de asesinato, «a las instalaciones civiles y militares de sabotajes y/o ataques, e impedir que grupos disidentes ganen acceso a la opinión pública norteamericana, o a una audiencia mundial en tiempos de crisis». Cuando el huracán Andrew azotó el sur de Florida en 1992 se descubrió que FEMA, en vez de haber invertido en la prevención de las consecuencias anunciadas de un desastre semejante, había gastado 1300 millones de dólares en la construcción de bunkers secretos a lo largo y lo ancho de EE.UU. en cumplimiento de los objetivos anunciados por el general Salzedo. ¿Y los desastres naturales? Bien, gracias.

En realidad, FEMA ha estado involucrado en cuestiones de seguridad nacional desde el comienzo mismo de sus actividades (www.lew rockwell.com/orig5/sam ples7.html). Por ejemplo, en el diseño de la operación REX-84, actividad que el Miami Herald del 5-7-87 describió como propia de «un gobierno secreto dentro del gobierno». El plan incluía la vigencia de la ley marcial, la suspensión de las garantías constitucionales y acciones agresivas contra manifestaciones de protesta, así como la puesta en marcha de «medidas nacionales de previsión de casi todo, desde un ataque nuclear (del exterior) hasta una insurrección civil» (www.totse.com/en/cons piracy/163636.html). En la elaboración del proyecto participó nada menos que Oliver North. Se recuerda que el coronel impune organizó en 1986 el operativo Irán-contras: a cambio de la liberación de cinco norteamericanos que el grupo pro iraní Hezbolá había capturado en el Líbano, Reagan vendió 4 mil misiles Tomahawk a Irán -pese al embargo de armamentos que pesaba sobre el régimen del ayatollah Jomeini- mediante una operación encubierta que incluyó a Israel como mediador. North fue elarquitecto del operativo y desvió millones de dólares de las ganancias obtenidas con esa venta a los grupos nicaragüenses que combatían contra el gobierno sandinista. Katrina también sacó su nombre a flote y permitió lo que parece un ejercicio de las facultades reales del FEMA.

Los miembros del cuerpo «Blackwater USA», la fuerza principal de los mercenarios que el Pentágono alquiló para luchar en Irak, patrullan las calles de la ciudad arrasada. «La catástrofe que devastó Nueva Orleans y el sur del Golfo de México dio lugar a la mayor movilización militar en territorio norteamericano de la historia moderna. Casi 65 mil efectivos están desplegados en la zona de desastre, convirtiendo a la ciudad portuaria en una zona de guerra», observa el dirigente socialista estadounidense Bill Van Auken (www.wsws.org, 8-9-05). Y propone: «No hay duda alguna de que la incompetencia y la indiferencia jugaron un gran papel (en retrasar la asistencia a las víctimas del huracán), pero también hay evidencias sólidas de que la Casa Blanca y el Pentágono retuvieron deliberadamente esa ayuda en función de una estrategia ideada para imponer un control militar absoluto en la ciudad». Van Auken subraya que el Comando Norte del ejército norteamericano preparó ya varios «planes de guerra» en caso de conmoción interna y/o de ataques terroristas, incluso con armas nucleares, en alguna ciudad importante del país, y que «la catástrofe que se abatió sobre Nueva Orleans creó condiciones ideales para ensayarlos». Los planes del Pentágono son planes del Pentágono y nada importan las vidas que cobran.

Esos planes además parecen un ejercicio de «destrucción de la demanda» de quienes Henry Kissinger calificó alguna vez de «inútiles que comen». FEMA prometió entregar cheques de 2 mil dólares a los damnificados por Katrina, es decir, a pobres que en su mayoría no tienen cuentas bancarias, ni documentos de identidad, ni techo, ni trabajo. Ahora no usan electricidad ni gas y eso alivia la crisis energética de EE.UU. Esta clase de contracción del consumo es algo viejo: recuerda las prácticas infanticidas de muy antiguas civilizaciones.