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Lo que la investidura fallida nos dejó

Fuentes: El Salto [Foto: David F. Sabadell]

Feijóo se consagró como líder opositor y logró el foco de atención durante una semana, aunque quedó plasmada su alianza con la ultraderecha. También mostró otro de sus objetivos: recuperar el voto en Euskadi y Catalunya. Sánchez volvió a apostar fuerte y se prepara para un mes de tiranteces entre la derecha y el soberanismo catalán de cara a su propia investidura, que será a fines de octubre.

Las elecciones generales de julio pasado publicaron un libro de dos capítulos posibles. El primero acaba de concluir y le da paso inexorable al segundo, que tiene la última página en blanco. Si ese espacio sigue diáfano para fines de noviembre, España irá a las urnas el 14 de enero, otra vez.

El bipartidismo sería el único al que no le dañaría tanto algo así, y en el PP estarían encantados. Esta investidura que nació para morir pronto tenía varios objetivos estratégicos, uno de ellos era empezar a sembrar semillas que piensan cosechar para la posible repetición electoral (léase, el desgaste por la posible amnistía y el desmarque discursivo con Vox en algunos puntos, principalmente).

Pero el bloque plurinacional, mayoritariamente progresista, no está interesado en enfadar los ánimos de unos ciudadanos hartos de la campaña y la polarización. El peligro de una gran abstención y de una cómoda mayoría para un gobierno PP-Vox es claro y concreto. Este segundo capítulo del libro del 23J ya empezó y lleva el PSOE al centro de la escena, acompañado de sus contradicciones y rodeado de límites por la correlación de fuerzas.

El líder soy yo (de la derecha)

Se lo dijo Óscar Puente, el lenguaraz diputado y exalcalde de Valladolid, de forma clara y en la cara. El presidente del Partido Popular había pedido ser mandatado por el Rey para poder consagrarse como el líder de la oposición, construir narrativa propia y sacar al PP del armario político en que se había metido por sus pactos autonómicos y municipales con la extrema derecha. Se puede decir que lo ha logrado parcialmente, que no es poco.

“Este es Feijóo, este macarreo y arrogante que dice bulo tras bulo”, decía una importante dirigente política en los pasillos del Congreso el miércoles pasado. Quienes lo conocen desde sus largos años como presidente de la Xunta saben que de moderado, poco. Pero sí es un pragmático que no le tiene miedo a la maldad política y a ser políticamente incorrecto. No es Pablo Casado y eso ha quedado claro.

Si hay una fragmento de la investidura fallida que cristaliza lo dicho en el párrafo anterior es su duelo dialéctico con uno de los intocables del Congreso, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, quien es por mucho considerado por sus pares como uno de los mejores parlamentarios. Tiene prestigio y credibilidad, es un interlocutor de fiar y hace de la sobriedad un culto. Salvo con colegas de Vox, nunca había tenido un intercambio tan áspero y lacerante como con Feijóo.

El hombre nacido en Os Peares se excusó en la “sorna galega” para que le entendiesen su humor, pero no era más que un revestimiento de unos ataques que rozaron el sadismo político. Le recordó a Esteban que EH Bildu estaba pisándoles los talones, le avizoró que iban a perder las próximas autonómicas, le enrostró su incoherencia por preferir votar “el programe económico de Podemos” y varias otras cosas más. La fresa del postre: lo retó en su base social y le dijo a los vascos que podrán contar con el PP como refugio ante la presunta deriva progresista de los ‘jeltzales’.

“Hoy usted ha hecho más amigos”, ironizó el bizkaíno, visiblemente ofuscado. Ni los de Vox le habían dicho este tipo de cosas en el hemiciclo al decano del Congreso. En la tercera sesión, antes de ratificar su rechazo, Esteban lamentó el discurso “arrogante y socarrón” y que Feijóo no tienda puentes. Es que el líder del PP no fue a tender puentes que ya estaban rotos: va a por los votos del PNV y de Junts y ya está dicho.

No sólo lo confirman fuentes de Génova sino que Feijóo hizo poco por ocultarlo. Es uno de sus objetivos y necesitaba el foco mediático porque, si las elecciones son en enero, la maquinaria debe comenzar ya mismo. ¿Qué necesita el PP para no ser esclavo parlamentario de Vox? Una mayoría absoluta propia, o estar muy cerca de ella. Eso es imposible con una derecha dividida y con la insignificancia en Euskadi y Catalunya (y la división en Navarra, una fragmentación que debutó este año).

El PP recuperó un escaño en Euskadi y cuatro en Catalunya (obtuvo 2 y 6, respectivamente, en ambas comunidades). Tanto PNV como Junts tienen un electorado heterogéneo pero el PP necesita quedarse con esa base menos identitaria y más neoliberal, más españolista. Si esta tendencia se profundiza, y Vox acelera su giro al falangismo de la mano de Buxadé, el electorado del PP se ensancha y con la ayuda del sistema electoral (que premia con alrededor del 10% extra de legisladores con respecto al voto real a la primera fuerza), la Moncloa se pone más a tiro.

¿Y ahora qué? Es la pregunta obligada. Desde el entorno más próximo del ya excandidato a ser investido respondieron a El Salto: “Ahora que se cuezan vivos los socialistas, que sufran a Junts y que digan qué quieren hacer con el país. Ya fue nuestro turno y no salió, ahora toca esperar”.

Sobre si persistirá la estrategia de exaltación en la calle, la calificada fuente dijo que no. “Todavía no hay texto sobre la amnistía, por ahora nada, no hay previstas manifestaciones”, acotó. Pero será complejo conseguir que las terminales mediáticas no lleven las riendas un proceso de desgaste que se augura feroz.

En un partido que no tarda mucho en filtrar sus desavenencias (como se pudo ver el día de la votación de las lenguas cooficiales tras el discurso bilingüe de Borja Sémper), da la impresión que Feijóo a contentado a las diferentes familias conservadoras de su partido. “Este discurso era necesario para empezar el camino a la presidencia del Gobierno. Creo que aunque aquí dentro no ha convencido a nadie, allí fuera ha convencido seguro a más de uno”, comentaba uno de los presidentes autonómicos del PP.

Si bien Feijóo lo ha descartado, hay también voces dentro del PP que aspiran a un pacto delimitado con el PSOE para evitar que se apoye en Sumar (la extrema izquierda, según su entender) y los soberanistas vascos y catalanes. Lo dijo en público Esperanza Aguirre, a quien nadie puede acusar de socialdemócrata. No tuvo tanta repercusión mediática porque fue dicho en una semana en la que el foco estaba puesto en el Congreso pero en la sede parlamentaria fue un tema de conversación.

Hay otras personas de la Ejecutiva de la actual Génova que también preferirían eso. Uno de ellos es Sémper, exlíder del PP vasco y actual diputado por Madrid, portavoz conocido por posiciones más centristas (un contrapeso al ayusismo verbal pensado por Feijóo). Esto se debe a que hay un sector en el que los anhelos económicos pesan más que la batalla cultural: liberarse de los impuestos extraordinarios, de las restricciones a la subida de precios del alquiler y bajar el IRPF es más tentador para algunos que una guerra de cayetanos que espanta votos.

Pero va a ser que no. Esta opción no cundirá porque pase lo que pase, en esta fase histórica, la que gana siempre es la polarización.

La hora de la rosa

“El foco ahora sí está en nosotros. Intentaremos acelerar y tener una investidura pronto pero la clave sigue siendo negociaciones discretas y acuerdos transparentes”, comentaba ante los medios uno de los máximos responsables de la comunicación de Ferraz. Admiten que no es una negociación fácil (de hecho ya ha comenzado, aunque sutilmente) y este lunes le dirá Sánchez a Felipe VI que se cree en condiciones de alcanzar una mayoría y que “ya tiene conversaciones en marcha”.

El líder del PSOE ha vuelto a apostar fuerte y jugó la carta de Puente para intentar forzar las contradicciones de Feijóo (con respecto a que debe gobernar quien gana) y también para no sumarse a la operación desgaste. La decisión de que el diputado por Valladolid fuera el elegido como ponente de la investidura postiza fue tomada tres semanas antes del 26 de septiembre. Cuando los socialistas quieren guardar un secreto, saben hacerlo.

Hubo un sobresalto inesperado: la votación de Esquerra Republicana y Junts, con la abstención de la CUP, en el Parlament de Catalunya exigiendo un pacto sobre un referéndum en caso de apoyar una investidura en Madrid. Al respecto, en la cúpula del PSOE explicaban en los pasillos del Congreso este viernes el comunicado emitido tras esa votación: “Estamos en una negociación. Hay un perímetro marcado y al salirse de él nos obligaron a hacer un comunicado en el que había que remarcar ese perímetro. Por si había duda, lo dejamos claro”.

Blanco sobre negro: Ferraz conoce a su electorado y a los votantes y el sapo a tragar se puede llamar amnistía pero no referéndum. Más allá de las convicciones personales (¿alguien duda que habría que dejar votar para zanjar de una vez esta cuestión al menos por una década?), en el PSOE lo ven impracticable.

Volvemos al sistema electoral: en buena parte de las circunscripciones (no en Euskal Herria, Catalunya y quizás Illes Balears, Galicia y Canarias, pero sí en casi todo el resto) que el gran partido del régimen acepte una ventana para romper la unidad de España derivaría en un duro castigo electoral y puede catapultar al PP a la mayoría absoluta. No así con la amnistía.

Los tres personajes clave de los próximos días son éstos: Félix Bolaños, María Jesús Montero y Santos Cerdán. Estos tres socialistas, madrileño, andaluza y navarro, “tienen repartidos los espacios de negociación y los tres reportan directamente con el presidente en funciones”, recalcan desde la cúpula de Ferraz. En el caso del ministro de Gobierno es quien lleva adelante el diálogo con Josep Vendrell, el estratega de Yolanda Díaz.

La negociación general está bastante verde. Algunos partidos que ya aseguran que votarán a Sánchez, como EH Bildu, no han mantenido ni un solo contacto formal con el PSOE, informaron a El Salto desde la izquierda abertzale. Otros, como en Sumar, van de a poco. La materia gris está más dedicada a Junts, el verdadero king maker de esta legislatura.

Las apuestas dicen que la próxima investidura será entre el 17 y el 31 de octubre. Apuestas basadas, claro, en lo que dicen desde el PSOE. Todo lo que sea en la primera quincena de octubre es visto como demasiado pronto. Además de delimitar el marco de la propuesta, y el programa de gobierno, hay que preparar el aterrizaje político del mensaje a una sociedad polarizada y aturdida tras años de exaltación mediática y crisis económica. Pero sabemos que a Sánchez no le gustan los retos fáciles.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/politica/investidura-fallida-dejo