Traducción para Rebelion Horacio Garetto
Recibí numerosas e inteligentes cartas de los lectores de mi columna del 14 de agosto titulada «Gullible Americans«. Esas cartas ameritan una respuesta. Por otra parte, varias de ellas contienen señalamientos que correspondería compartirlos con una audiencia más vasta. Queda comprobado que presuntos eruditos como yo no somos los únicos que tenemos cosas interesantes para decir. Considerando el número de las cartas recibidas y el importante tiempo que requeriría responderlas individualmente, responderé a todas desde esta columna.
Muchos lectores, más de lo que uno supone, comprenden la diferencia entre lo que es la lealtad a un país con la lealtad a un gobierno. Esta gente entiende que apoyar a un partido político o a un gobierno que está destrozando la Constitución de Usamérica y la reputación de Usamérica en el mundo es, de hecho, un acto de traición. Por consiguiente no tuve que leer las tonterías habituales de que quién duda de la honorabilidad de «nuestro gobierno» es un «anti-usamericano».
Entre las cuestiones planteadas se encuentran:
¿Cómo podrían haberse mantenido en secreto la complicidad del gobierno de USA, o por lo menos de una parte de este último, en los eventos del 11 de septiembre? En su mayor parte, esta pregunta proviene de usamericanos que creen que el gobierno debe haber sido, en alguna medida, cómplice en los ataques contra las Torres Gemelas y el Pentágono.
¿Cómo se puede diferenciar entre los hechos reales, el informe de la Comisión Investigadora Oficial del 11 de septiembre y las «teorías conspiratorias»?
¿Qué sabemos realmente del rol cumplido por los pilotos suicidas liderados por Mohammed Atta?
¿Qué se puede decir del artículo de la revista Popular Mechanics [Mecánica Popular) y del especial de la televisión que se dedicaron a desacreditar a los escépticos y a apoyar la explicación oficial del 11 de septiembre?
¿Qué se puede decir de los medios de comunicación usamericanos, dedicados a propagandizar la explicación oficial en lugar de examinar explicaciones alternativas, especialmente respecto a entrevistas truncadas que contienen críticas feroces a escépticos sobre el 11-S como las presididas por Donny Deutsch en CNBC y el neoconservador Tucker Carlson en MSNBC?
¿Por qué habrá tantos usamericanos hostiles de continuar con el régimen de Bush, responsable de obvias y documentadas mentiras, mentiras que han engañado al pueblo usamericano, que han conducido a guerras al país, y producido gratuitamente masacres y mutilaciones en decenas de miles de personas, incluyendo nuestras propias tropas?
Comenzaré estableciendo que es lo que hoy conocemos como un científicamente sólido e incontrovertible hecho.
Lo que sabemos es que es completamente imposible para cualquier edificio, mucho menos para uno construido con columnas de acero, desplomarse a velocidad de caída libre. Por consiguiente, sabiendo eso, pasa a ser un hecho sin discusión que la explicación oficial de la caída de las torres gemelas del Wold Trade Center es falsa.
Lo que también conocemos es que es inexplicable la falla de la fuerza aérea en interceptar a los supuestos secuestradores siendo que la Fuerza Aérea, si se lo propone, puede colocar aviones caza interceptores a 29000 pies de altura en menos de 2.5 minutos. También sabemos que los dos co-presidentes de la Comisión del 11-D acaban de escribir un libro que revela que los militares de USA mintieron a la Comisión sobre el hecho de que no interceptaron a los aviones secuestrados.
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Hay varias explicaciones para este segundo hecho. Los militares pueden haber tenido vínculos de complicidad o bien procurar encubrir su incompetencia. Sea lo que sea ninguna investigación se hizo para averiguar la verdadera explicación de la falla.
Esto nos deja con el indiscutible hecho de que los edificios no pueden desplomarse sobre sí mismos a velocidad de caída libre.
La única explicación conocida por la ciencia de colapsos de edificios a velocidad de caída libre, especialmente cuando se derrumban sobre sus propios pies, es lo que en ingeniería se conoce como procesos de «demolición controlada», los cuáles consisten en remover los soportes de cada uno de los pisos cada tanta fracción de segundo de modo tal que los escombros no encuentren ninguna resistencia a su caída. Denominar a esta explicación «teoría conspirativa» es mostrar una total ignorancia. Cualquier físico o ingeniero que sostenga que los edificios se pueden desplomar a velocidad de caída libre ha sido evidentemente sobornado o es un idiota incompetente.
Lo que sabemos de forma incontrovertible es que los edificios del WTC colapsaron a velocidad de caída libre sobre sus propios pies.
Ahora bien, este hecho todavía no nos dice nada respecto de sus responsables o de qué aviesos propósitos pudieron haberse estado sirviendo.
Como estos irrecusables hechos no fueron investigados entonces las especulaciones y las «teorías conspirativas» llenaron el vacío. Muchas de esas especulaciones están basadas en evidencias indirectas y son, por lo tanto, plausibles. Otras son insostenibles y de hecho se las utiliza como para que «por contagio» queden «ensuciadas» todas las explicaciones alternativas. Es como un mecanismo para proteger la explicación oficial marcándolas a todas con el mote despectivo y descalificador de «teorías conspirativas». No me sorprendería que algunas de las más extremistas «teorías conspirativas» hayan sido de hecho «plantadas» en los medios como desinformación por elementos del propio gobierno justamente con la intención de desacreditar a todos los escépticos en general. Pero este no es nuestro caso.
¿Cómo se puede mantener en secreto la complicidad del gobierno? Se puede porque un montón de usamericanos son científicamente ignorantes y emocionalmente débiles. Son incapaces de ver la imposibilidad de lo que el gobierno afirma respecto de que los edificios del WTC se cayeron a la velocidad de una caída libre y son emocionalmente incapaces de ver y de confrontarse con el hecho de la intrínseca maldad del gobierno del régimen de Bush. Muchos buenos cristianos creen sinceramente que Bush es un «hombre de Dios» que los está protegiendo de pestes tales como los homosexuales y los abortistas. Otros que llevan el patriotismo en las mangas de las camisas piensan que Bush está defendiendo a Usamérica y al «inocente» Israel y que no hay que permitir que las protestas antiguerra vayan tan lejos como para hacer perder otra guerra y repetir la experiencia de Vietnam. Los usamericanos son absolutamente ignorantes y están llenos de resentimientos respecto de la izquierda. Esta situación los hace fácilmente manipulables por parte de los neoconservadores que dominan el régimen de Bush y los medios de comunicación.
También sucede que muchos sitios web antiguerra y anti Bush son temerosos de ser etiquetados de «locos excéntricos conspiracionistas». Esta gente protege sus sitios no metiéndose a publicar cosas sobre el 11 de septiembre, lo mismo que otros muchísimos tienen pánico de que sus críticas de los odiosos crímenes de guerra que Israel comete en forma rutinaria les hagan ganar el mote de antisemitas. De todos los suscriptores on line de mi columna solo onlyvdare.com y NewsMax tuvieron el coraje de colgarla. Al darme cuenta de que incluso portales antiguerra pueden de hecho hacerles el juego a los neoconservadores entonces ofrecí mi columna a Information Clearing House, cuyo editor sí que no va a ser intimidado.
El artículo de la revista Popular Mechanics y el documental televisivo son falsos desde el momento de que los dos endosan la explicación oficial de que los edificios se desplomaron a velocidad de caída libre, algo que como vimos es científicamente imposible. Si el falso informe de la revista y el documental televisivo se deben a la incompetencia o a la complicidad con el gobierno, lo desconozco.
Hoy por hoy no sabemos nada respecto de los pilotos suicidas liderados por Mohamed Atta excepto de lo que nos ha dicho el propio gobierno, un gobierno que, como sabemos, nos ha mentido en todo, tal como lo de las armas de destrucción masiva de Irak, o de los supuestos vínculos de Irak con Osama bin Laden, o del supuesto programa de armas nucleares de Irán, programa del cuál los inspectores de la Agencia de Energía Atómica de la Onu no encontraron ninguna evidencia.
De acuerdo con la información que circula la BBC encontró vivitos y coleando a 6 de los supuestos suicidas en sus países. No me consta que este informe sea verdadero pero lo que sí sé es de que de esto no se ha hablado en los medios y de que no se ha investigado para nada el asunto. Respecto de todo esto tanto el gobierno como los medios se vendaron los ojos.
El hecho de que no conozcamos ninguna de estas cosas, y el hecho de que los co-presidentes de la Comisión del 11-S nos digan ahora que su informe es defectuoso son buenas indicaciones de que no tenemos información bien documentada respecto de quiénes estuvieron en el complot, por qué ocurrió, o de cómo fue llevado a cabo.
Con respecto al rol de los medios usamericanos, si es que son verdaderamente medios de comunicación o más bien propaganda gubernamental, podemos leer una interesante cita proporcionada por el distinguido investigador John Pilger, hecha en una exposición en la Universidad de Columbia, el 14 de abril de 2006:
En la época de la Guerra Fría un grupo de periodistas rusos viajó por los EU. Al final del día de la visita fueron requeridos por sus huéspedes cuáles habían sido sus impresiones. «Tenemos que decirles, dijo el vocero del grupo, que estamos asombrados respecto de cómo es que, después de haber leído todos los diarios y de haber visto todos los programas de televisión, todas las opiniones sobre todos los temas cruciales son siempre las mismas. Para obtener ese resultado en nuestro país tenemos que poner prisionera a la gente, arrancarles las uñas. Pero aquí no hay nada de eso. ¿Cuál es el secreto? ¿Cómo lo logran?
Esta cita es probablemente apócrifa, pero ilustra bien lo que se quiere decir. La respuesta a la pregunta rusa es que durante la guerra fría el público americano visualizaba la Unión Soviética como un peligroso adversario y eran hipersensibles a los informes sobre ese respecto.
El hecho de que los soviéticos hayan sido percibidos como peligrosos adversarios volvió ciegos a los usamericanos respecto del rol del complejo militar industrial, el cual se beneficiaba notoriamente de esa relación de adversario con los soviéticos, lo mismo que el gobierno, que hacía el mismo cálculo de beneficios de esa relación.
La uniformidad en los medios de comunicación usamericanos ha llegado a ser mucho más completa que en los días de la guerra fría. Durante los años 90′ el gobierno consintió una desmesurada concentración de la prensa escrita y de las radios en una magnitud tal que prácticamente se puede decir que acabó con la independencia de los medios. Hoy en día los medios de comunicación usamericanos son propiedad de 5 compañías gigantes en las cuáles los judíos pro-Sionistas tienen una desproporcionada influencia. Más importante todavía, lo que sucede es que el valor de esos conglomerados de medios pasa mucho por los permisos legales para salir al aire, que los otorga el gobierno, y pasa también que las corporaciones están manejadas por ejecutivos corporativos, no por periodistas, y los ojos de aquellos están puestos en los ingresos por publicidad, y se esmeran por evitar controversias que puedan producir boicots o retiro de anuncios y/o de suscriptores. Los usamericanos que confían en esa prensa corporativa totalmente corrupta no tienen ni idea de que está sucediendo ni en el mundo ni en su propia casa.
A pesar de los días oscuros que vivimos algunos lectores se pusieron optimistas con las recientes encuestas que muestran que más de un tercio del público usamericano descree hoy de la versión oficial de lo que sucedió el 11 de septiembre no obstante la propaganda machacona con la versión oficial fielmente propagada por los medios.
Como los rusos de la era soviética ellos también pueden leer entre líneas de la propaganda de los medios de comunicación. Muchos usamericanos todavía pueden distinguir una mentira y/o una trampa cuando se encuentran con una.
Paul Craig Roberts fue Asistente de la Secretaria del Tesoro durante la presidencia Reagan. Fue editor asociado de la página editorial del Wall Street Journal. Es coautor del libro «La tiranía de las buenas intenciones».