Conforme avanzan los días parece más inminente la ampliación del campo de batalla en Libia. Empujado por sus aliados, Egipto ya está preparado para intervenir militarmente en el país vecino. Si los planes del presidente Abdel Fattah al Sisi van adelante, será inevitable un conflicto armado con Turquía que puede desestabilizar todo el Mediterráneo oriental.
La guerra, el yihadismo y la emigración marcan Libia 5 años después de acabar con Gadafi / EFE
La crisis libia entró en una nueva fase el lunes cuando el parlamento egipcio por unanimidad dio atribuciones a Abdel Fattah al Sisi para que despliegue tropas fuera del país, lo que se produce después de varias semanas en las que el presidente egipcio ha amenazado con intervenir en Libia al lado del general Khalifa Haftar y durante las que han tenido lugar maniobras militares en la frontera con Libia.
El objetivo de Egipto y de sus principales aliados –los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí, Rusia y Francia- es detener el avance hacia el este de las fuerzas de Trípoli apoyadas por Turquía. Una intervención militar egipcia muy probablemente conducirá a un enfrentamiento directo con Turquía, como mínimo en territorio libio, aunque podría extenderse fuera de ese país.
La financiación de los grupos que apoyan a Haftar corre a cargo de los EAU y Arabia Saudí, y no hay duda de que estos dos países financiarán la posible intervención de Egipto en Libia, de manera que el dinero no es un problema. Sin embargo, una vez que las guerras se declaran no siempre sucede como se ha previsto. La intervención saudí-emiratí en Yemen es un buen ejemplo.
La ciudad de Sirte está en el centro de todos estos movimientos. Situada a 800 kilómetros de la frontera con Egipto, la conquista de Sirte por tropas de Trípoli significaría una victoria estratégica de primera magnitud debido a los yacimientos de petróleo que hay cerca de esa ciudad, y a los que ninguna de las dos partes quiere renunciar. Desde hace semanas, las fuerzas de Trípoli están tomando posiciones cerca de Sirte y se ha anunciado un asalto inminente.
El gobierno de Trípoli, respaldado por la ONU, ha pedido a las tropas de Haftar que abandonen Sirte para negociar inmediatamente después un alto el fuego, pero al Sisi, seguramente azuzado por emiratíes y saudíes, se niega a que Sirte quede en manos de Trípoli, de ahí que una confrontación militar entre Egipto y Turquía esté a la vista.
Ankara exige la retirada de las tropas de Haftar de la ciudad de Sirte y volver a la situación de 2015 tras negociar un alto el fuego con Moscú
El miércoles Ankara anunció que había acordado con Moscú trabajar a favor de un alto el fuego «que sea creíble y sostenible«, si bien los turcos insisten en que para que eso ocurra es necesario que Haftar se haga a un lado puesto que sus ambiciones constituyen el principal obstáculo para la paz. Ankara exige además una retirada de las tropas de Haftar de Sirte y volver a la situación de 2015, y recuerda que Haftar ha violado una serie de acuerdos alcanzados con anterioridad.
En este inestable contexto, la actitud de Estados Unidos es ambigua. Funcionarios americanos aseguran que están buscando un compromiso entre las parte en conflicto, pero hasta ahora lo han estado haciendo sin demasiada determinación. Ciertamente están preocupados por la presencia rusa en Libia, pero no se están esforzando mucho para acabar con ella.
El ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shukry, dijo el miércoles que la solución pasa por una «respuesta firme a los extremistas» en alusión a Turquía. Sin embargo, la actitud de Turquía en Libia no tiene nada de extremista salvo que se consideren extremistas las posiciones del presidente Recep Tayyip Erdogan, como hacen los países árabes aliados de Israel y Francia.
En cuanto a Europa, el papel que ha jugado y que sigue jugando en el conflicto es penoso. Se observan divisiones en casi cada acción o declaración que surge del continente debido a que los mandatarios europeos parecen considerar únicamente sus propios intereses, lo que impide que exista una política exterior común, algo que redunda en perjuicio de Europa.
Lamentablemente no se prevé que esto vaya a cambiar. En relación con Turquía especialmente, son palpables las grietas que han surgido entre Francia y Alemania. El presidente Emmanuel Macron se empeña en combatir la presencia de Turquía en el Mediterráneo oriental pero nada indica que su colega Erdogan vaya a aceptar el aislamiento de Turquía que promueve Macron.
Turquía necesita un espacio vital donde desarrollar una política exterior, algo que le niegan algunos mandatarios europeos. Esta posición europea coincide plenamente con la de países árabes suníes de la región, como los EAU, Arabia Saudí y Egipto, que por delante de todo buscan acabar con cualquier forma de islamismo por moderado que sea, una posición que a medio plazo podría volverse contra ellos y contra Europa.
En el caso de Egipto puede observarse que la huida hacia adelante del presidente al Sisi no es compartida por un gran número de egipcios, tanto entre las élites como entre las clases populares. Es lo que ocurre con las relaciones especiales que Egipto, tanto como Arabia Saudí y los EAU, han establecido con un Israel, la indiscutible potencia hegemónica en Oriente Próximo, que somete la voluntad de sus aliados ante la indiferencia de Europa.
En cada crisis que ha sacudido Oriente Próximo la Unión Europea ha tenido una oportunidad para defender sus intereses, pero tanto Macron como Angela Merkel las han desaprovechado. Esto ha conducido a los países árabes a afianzar sus relaciones con Israel, cuyos intereses están en las antípodas de los de la UE, algo que no parece importarle un comino a Macron y Merkel.