Hace apenas dos años, los cultivadores de arroz de la llanura de Ruzizi, en el oriente de la República Democrática del Congo (RDC), se conformaban con cosechar 2,5 toneladas por hectárea. Pero la adopción de nuevas técnicas les permitió aumentar la producción a entre seis y ocho toneladas. Los pequeños agricultores también lograron aumentar su […]
Hace apenas dos años, los cultivadores de arroz de la llanura de Ruzizi, en el oriente de la República Democrática del Congo (RDC), se conformaban con cosechar 2,5 toneladas por hectárea. Pero la adopción de nuevas técnicas les permitió aumentar la producción a entre seis y ocho toneladas.
Los pequeños agricultores también lograron aumentar su participación en el mercado local.
Detrás de esta sorprendente transformación, ubicado 100 kilómetros al sur de Bukavu, la capital de la provincia de Kivu del Sur, está el programa Catalist, del Centro Internacional de Desarrollo de Fertilizantes (IFDC, por sus siglas en inglés), una organización no gubernamental holandesa que desde 2007 capacita a productores para ayudarlos a potenciar la calidad del suelo.
Catalist (acrónimo en inglés de Catalizar la Intensificación Agrícola Acelerada para la Estabilidad Social y Ambiental) promueve una serie de técnicas conocidas como Manejo Integrado de la Fertilidad del Suelo.
Esta práctica es una solución sostenible para garantizar la seguridad alimentaria y para obtener mayores ingresos, según Bernard Assumani, inspector provincial de agricultura. Antes, los agricultores cosechaban 2,5 toneladas de arroz a partir de un terreno de una hectárea. Con la adopción de estas técnicas, el mismo predio rinde 7,5 toneladas.
Los pequeños agricultores que hablaron con IPS confirmaron los beneficios del programa. «El rendimiento varía entre seis y ocho toneladas por hectárea», dijo Louise Zawadi, integrante de la Asociación de Mujeres para el Desarrollo Rural (Afeder).
«Como el kilogramo de arroz se vende a 80 centavos de dólar, es un producto redituable», explicó.
A mayores cosechas, más participación en el mercado
El IFDC pasó dos años trabajando junto a ocho asociaciones y dos universidades en Bukavu, para desarrollar su programa de incentivo a la producción arrocera en la llanura de Ruzizi.
Para las técnicas de Manejo Integrado de la Fertilidad del Suelo resulta clave el uso de fertilizantes minerales, que la RDC importa de Tanzania. En 2010 se introdujeron dos medidas para volver más accesible el fertilizante: el gobierno accedió a no cobrar los impuestos a las importaciones, mientras el IFDC subsidiaba los costos de distribución.
Esto bajó el precio del fertilizante, que pasó de 1,80 dólares por kilogramo a un dólar por la misma cantidad.
El subsidio se discontinuó, pero parece haber cumplido sus objetivos, dado que ahora el fertilizante importado está más fácilmente disponible en la región, a un precio que se acordó en 1,25 dólares por kilo.
Herman Mutabataba, coordinador de una asociación de distribuidores de alimentos básicos y semillas, observó que el fertilizante es todavía más caro en la llanura de Ruzizi que en las vecinas Tanzania y Ruanda, donde hay un mayor apoyo gubernamental a los agricultores.
Algunos productores crearon asociaciones para aunar esfuerzos. Una de esas cooperativas de pequeños agricultores, con unos 315 miembros, cosechó 86 toneladas de arroz -por valor de 17.200 dólares- en Luberizi durante la primera temporada de cultivo de 2011, según el cooperativista Mukeba wa Rusatiza.
Además de una parte de estas ganancias, los productores también obtuvieron acceso a variedades de semillas de alta calidad.
El arroz producido localmente gana terreno en un mercado previamente dominado por el de Tanzania y Pakistán.
Grandes cantidades de ese grano se compran al mercado en Bukavu y Uvira, las dos mayores ciudades de la provincia. Otros agricultores ahora abastecen a la única fábrica de cerveza de la región.
La de Bralima, que es propiedad de la gigante internacional Heineken, es una socia importante en la promoción de la producción arrocera.
En 2010, su planta de Bukavu importó más de 60 por ciento de las 2.800 toneladas de arroz que usó para elaborar cerveza.
Pero Bralima se comprometió a utilizar solo arroz cultivado localmente, y en el plazo de un año había reemplazado sus importaciones con ese producto, lo que incluyó un contrato por 350 toneladas anuales, acordado directamente con una organización de pequeños agricultores.
Acceso a la tierra
El Consejo Regional de Organizaciones No Gubernamentales (CRONGD, por sus siglas en inglés) asumió el liderazgo del proyecto. A su frente está Delphin Zozo, quien observó que, en los inicios, más de la mitad de los productores participantes cultivaban arroz en pequeños predios, a menudo arrendados por una temporada de cultivo.
El acceso a la tierra es un continuo desafío para los pequeños productores. Espérance Matumaini, integrante de Afeder que vive en la aldea de Luvungi, en la llanura de Ruzizi, se quejó de que arrendar tierras es demasiado caro.
«Arrendar una hectárea cuesta 200 dólares», y comprarla directamente, dependiendo de la calidad del sitio, entre 400 y 600 dólares, explicó a IPS.
Jocelyn Matabaro, experta en asuntos agrarios y recursos naturales, y asesora independiente del IFDC, dijo que el programa Catalist ha logrado cambios visibles en el uso de la tierra.
Pero mientras se espera una modernización del sistema de derechos agrarios en el país, se deberían implementar medidas temporarias en el ámbito local para mejorar las relaciones entre grandes terratenientes y agricultores que rentan predios, declaró a IPS.
Muchos pequeños agricultores ya invirtieron las ganancias de cosechas récord en la compra de tierras para cultivar. Zozo dijo que, de un total de 15.000 productores de la llanura, 12.500 han adoptado los métodos de IFDC. Y más de la mitad de los que ahora practican el Manejo Integrado de la Fertilidad del Suelo han comprado sus predios gracias a los alentadores retornos.
El tamaño típico de los terrenos también aumentó, y muchos agricultores expanden sus operaciones a superficies de hasta cinco hectáreas.
Los pequeños productores también han aprendido a desglosar mejor sus costos de producción.
Dieudonné Shukuru, uno de los 350 integrantes de la Organización de Productores para la Intensificación de la Agricultura y el Desarrollo, en Luvungi, dijo que el costo del kilo de arroz había caído de 45 a 20 centavos.
El agrónomo Galilée Ibochwa, de CRONGD, dijo que generalmente hay dos cosechas por año, pero enfatizó los problemas que plantea el acceso al agua en algunos puntos.
«Muchas represas están anticuadas o no han sido bien mantenidas. En estos sitios, tenemos una sola temporada de cultivo», dijo a IPS.
Aunque el Manejo Integrado de la Fertilidad del Suelo ha acarreado beneficios concretos a la llanura de Ruzizi, los agricultores sostienen que todavía quedan obstáculos que superar.
Por ejemplo, la falta de trilladores sofisticados que procesen el arroz, así como el acceso a fertilizantes subsidiados y otro apoyo del gobierno, que este año asignó un magro 0,6 por ciento del presupuesto nacional a la agricultura.