Los libios han reaccionado con una mezcla de esperanza y escepticismo tras la firma de un acuerdo de alto el fuego a nivel nacional destinado a allanar el camino hacia una solución política para el conflicto que desangra al país.
Si bien los observadores han acogido con satisfacción el acuerdo respaldado por la ONU, pocos se hacen ilusiones sobre las dificultades de convertirlo en una paz duradera sobre el terreno.
“Hemos visto muchos acuerdos en el pasado”, dijo Hasan Mahmud al-Obeydi, un profesor de secundaria de 40 años de la ciudad oriental de Bengasi. “Lo importante es que se cumpla”.
El acuerdo fue firmado el pasado vienes en Ginebra por delegados militares de las dos principales partes en conflicto en el país del norte de África, sumido en la violencia desde 2011 tras la revuelta respaldada por la OTAN que derrocó al veterano dictador Muamar Gadafi.
El gobierno de unidad, con sede en Trípoli, y las fuerzas rivales dirigidas por el comandante militar de la zona oriental, Khalifa Haftar, acordaron retirarse de las líneas del frente, comenzar a desmovilizar a los grupos armados y proceder a integrarlos en el Estado.
El acuerdo exige también, fundamentalmente, la salida de todas las fuerzas extranjeras de suelo libio en un plazo de tres meses.
“Es bueno que las dos partes hayan estado preparadas para un compromiso, pero el diablo está en los detalles”, declaró Peter Millett, exembajador británico en Libia.
“Se plantean muchas preguntas. Una de las más importantes es: ¿van a apoyar este compromiso los países que han estado patrocinando a las fuerzas militares presentes en Libia?”
Los dos campos principales de la compleja guerra de Libia han recibido amplios respaldos por parte de potencias extranjeras.
¿Quién apoya a quién en el conflicto libio?
El acuerdo del viernes se produce cuatro meses después de que las fuerzas de Haftar, respaldadas por Rusia y los Emiratos, abandonaran su intento, iniciado hace un año, de apoderarse de la capital, Trípoli, una batalla que ha matado a cientos de personas y desplazado a decenas de miles.
En junio Haftar se retiró del oeste de Libia ante un contundente contraataque de las fuerzas que apoyaban al Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) respaldado por Turquía.
La batalla profundizó aún más la amarga desconfianza entre los campos políticos rivales y sus aliados militares, así como de los libios comunes y corrientes.
“La guerra ha provocado terribles divisiones sociales”, dijo Obeydi. “Es necesario que nos pongamos a trabajar de inmediato, ahora mismo, para reconstruir y curar las profundas heridas de la sociedad libia”.
“Preparados para reaccionar”
En la capital, Trípoli, a 1.000 kilómetros hacia el oeste, el combatiente pro-GAN Salim Atuch expresó sus dudas de que el alto el fuego pudiera mantenerse.
“Tenemos experiencia con un acuerdo anterior, que se alcanzó cinco días antes del ataque de Haftar a Trípoli que destruyó la infraestructura de la capital y mató a muchas personas”, dijo Atouch.
“Espero que no suceda como en acuerdos anteriores, porque eso significaría que volveríamos a la guerra. Vamos a cumplirlo, pero estamos listos para reaccionar en cualquier momento si llega a violarse”.
Las conversaciones de Ginebra constituyeron la parte militar de un proceso liderado por la misión de la ONU en Libia, la UNSMIL.
Las conversaciones políticas separadas que comienzan el lunes tienen como objetivo crear nuevos órganos de gobierno y preparar las elecciones.
Mohamed Dorda, cofundador y director de la consultoría sobre riesgos geopolíticos Libya Desk, dijo que el alto el fuego era un paso positivo que “crea una base para las conversaciones políticas”.
Aunque advirtió: “Libia necesita un acuerdo de seguridad que permita la creación de un gobierno. Si no nos ocupamos de la crisis de seguridad, en pocos años nos encontraríamos en la misma situación”.
Es un desafío complejo en un país víctima de un mosaico de milicias rivales, así como de mercenarios extranjeros y grupos yihadistas.
Los observadores han advertido que quienes negocian en Ginebra no controlan necesariamente a sus aliados armados sobre el terreno. Tampoco es probable que los actores extranjeros en Libia renuncien fácilmente a la influencia conseguida con tanto esfuerzo.
Emadeddin Badi, miembro principal del think tank Atlantic Council, advirtió que Rusia y Turquía querrían dividendos económicos por sus intervenciones militares. “Es ingenuo pensar que vayan a marcharse sin más”, dijo. “El mejor escenario es que consigan concesiones económicas y limiten su presencia sobre el terreno. Lo peor es que se reanuden los combates”.
Sin embargo, a pesar de todos los obstáculos, en los últimos días se han registrado avances tangibles.
Esta semana, los dos campos enfrentados acordaron abrir redes de transporte nacionales e impulsar la vital producción de petróleo de Libia, muy afectada por los combates y los bloqueos. Instalaciones petrolíferas clave ya han reiniciado la producción después de llevar meses paradas.
Masud al-Fotmani, un hombre de 57 años de Bengasi que dirige un grupo de tiendas de alimentación, dijo que confiaba en que se mantuviera el alto el fuego. “La guerra ha provocado una terrible recesión económica”, dijo. “Hemos perdido mucho dinero debido a la interrupción de los lazos comerciales entre el este y el oeste por el cierre de las carreteras».
El profesor de inglés Maysun Khalifa, que trabaja en una escuela privada en Trípoli, se hacía eco de su llamamiento por una paz duradera. “Hay mucha gente esperanzada, pero no podemos ser muy optimistas”, dijo. “Deseo sinceramente que este acuerdo se mantenga. Libia se merece lo mejor”.
Fuente: https://english.alaraby.co.uk/english/news/2020/10/24/libyans-voice-hope-doubts-over-ceasefire-deal
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