Joseph Stiglitz ganó el Premio Nobel de Economía y fue economista-jefe del Banco Mundial. Linda Bilmes enseña finanzas públicas en Harvard. Juntas, las dos cabezas calculan que Bush ya gastó US$ 2,2 billones en la guerra de Irak. El presupuesto real es 22 veces mayor que el oficialmente declarado. Eso es más de dos veces […]
Joseph Stiglitz ganó el Premio Nobel de Economía y fue economista-jefe del Banco Mundial. Linda Bilmes enseña finanzas públicas en Harvard. Juntas, las dos cabezas calculan que Bush ya gastó US$ 2,2 billones en la guerra de Irak. El presupuesto real es 22 veces mayor que el oficialmente declarado. Eso es más de dos veces el PIB de Brasil, presupuestado hoy en R$ 1,9 billones de reales.
Bush dimitió, en 2003, a su más alto asesor económico, Larry Lindsey, por haber osado sugerir que el costo de la guerra podía llegar a US$ 200 mil millones. La Casa Blanca se irritó en la época y se encargó en el Congreso de calmar a los parlamentarios. Dispuso que Paul Wolfowitz (era el número 2 del Pentágono y es, hoy, presidente del Banco Mundial) vaya a ese recinto y jure ante diputados y senadores que el propio Irak financiará todo con el petróleo que sale de su suelo…
La intervención de EE.UU. en Irak es resultado de una secuencia de mentiras. Primero, Bush alardeó que el gobierno de Sadam estaría implicado en el 11 de septiembre. La acusación jamás fue comprobada. Después, lo acusó de almacenar armas de destrucción masiva. Sadam abrió las puertas del país y permitió que peritos de la CIA lo revisen de la cabeza hacia abajo. Tras un año de investigaciones, no se encontró nada. Los grandes periódicos de EE.UU. llegaron a pedir disculpas a los lectores por haber creído en el engaño. En fin, Bush trató de justificar el atolladero en que se metió prometiendo hacer de Irak una democracia capaz de diseminarse por el mundo árabe. Forjó elecciones, dividió la nación y profundizó la mortandad.
Sadam Husein fue ahorcado bajo la acusación de matar a 104 chitas. En la época, Irak estaba en guerra con Irán y el dictador era un títere en manos del Tío Sam. El apoyo fue canalizado a Bagdad por Donald Rumsfeld, que hasta hace poco dirigía el Pentágono y la guerra en Irak.
Bush está desesperado. Con la aprobación popular de un mísero 27%, y las derrotas en las elecciones para la Cámara y el Senado, trata de convencer a los estadounidenses de que vale la pena enviar, en los próximos 5 años, 92 mil soldados más a Irak (ya están allá 150 mil de las tropas de intervención). Los sondeos señalan que el 61% de la población estadounidense se opone al envío de más tropas.
En Irak ya murieron 3 mil soldados made in USA y 700 mil iraquíes. Como cuota de urgencia están llegando 20.000 soldados más; número insignificante para un Bagdad con 5 millones de habitantes hostiles a la presencia de EE.UU.
Al referirse al costo de la guerra, Bush omite los gastos para cerca de 20 mil militares heridos. Hoy, las máquinas de guerra ofrecen blindajes más resistentes. Disminuyen el total de muertos, pero producen más heridos: de ahí los enormes gastos para amputaciones, hospitalizaciones, indemnizaciones, aparatos ortopédicos etc. Se calcula que sólo los daños cerebrales consumen US$ 35 mil millones.
Con la invasión de Irak, Bush concedió al terrorismo status de guerra, amplió el poder de reclutamiento de sus organizaciones y les ofreció objetivos y blancos concretos. En Irak, el terror sabe dónde y a quién afectar, mientras las tropas de ocupación ven blancos imprecisos y penalizan a la población civil.
¿Qué hará Bush? Si corre, el bicho agarra; si se queda, el bicho come. Ni puede retirar las tropas de Irak, excepto admitiendo la derrota, ni sabe cómo, por qué y hasta cuándo mantenerlas allí. Además de la guerra coordinada por el Pentágono, hay también una guerra civil que escindió la unidad nacional iraquí. EE.UU. no puede apoyar a los sunitas, sus enemigos históricos. No pueden apoyar a los chitas, aliados de Irán. Ni pueden apoyar a los kurdos, porque Turquía no toleraría.
La milicia chita, conocida como Ejército del Mahdi, liderada por el clérigo Moqtada al Sadr, cuenta con 60 mil combatientes, tácticamente apoyados por 2 millones de chitas que habitan el este de Bagdad. El Ejército y la policía iraquíes están conformados predominantemente por chitas. ¿Como ofrecer seguridad a los barrios habitados por sunitas, que apoyan sus rebeldes?
Bush, considerado el hombre más bien asesorado del mundo, comprobó la ley de Murphy: «Si todo puede salir mal, saldrá». Lo grave es que lo mueve la sed de venganza. No se conforma con que su padre haya fracasado en el intento de derrumbar a Sadam Husein, en 1991, y de que su familia haya sido socia de los Bin Laden en negocios de petróleo. Como bien escribe Herman Melville en Moby Dick: «Ah, Dios! Qué tormentos sufre el hombre que se consume con su deseo de venganza. Duerme con las manos cerradas y despierta con las uñas ensangrentadas clavadas en las palmas».
(Traducción ALAI)
– Frei Betto es escritor, autor de «A menina e o elefante» (Mercuryo Jovem), entre otros libros.