Traducido para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.
- Informe especial: En el último artículo de su serie sobre Afganistán, Ghaith Abdul-Ahad pregunta a dirigentes pasados y presentes de los talibanes qué tipo de régimen introducirían y si hay una posibilidad de una paz negociada.
Segunda parte: Cinco días en una prisión de los talibanes
Primera parte: El taxista londinense que combate por los talibanes
Combatientes talibanes de la red Haqqani portando armas en su campamento en la montaña en Khost, al este de Afganistán. Fotografía: de Ghaith Abdul-Ahad para The Guardian
El administrador
En la ciudad sudoriental de Khost, la actividad diaria de la administración de los talibanes se realiza al otro lado de la audiencia de la ciudad y de la comisaría dirigidas por el gobierno y fortificadas.
El jefe de la administración civil de la red Haqqani y su asistente realizan su concejo en la gran mezquita, que también se conoce como mezquita Haqqani porque fue construida con dinero árabe y de los talibanes.
Cuando me reuní con ellos, los dos hombres -uno de apariencia frágil, de unos 60 años, y su compañero de trabajo más joven- daban la impresión de ser campesinos demacrados en busca de trabajo en la ciudad en lugar de ser miembros de una de las organizaciones más temidas por Gran Bretaña y EE.UU.
Los creyentes en la mezquita saludaron a los representantes de Haqqani con una mezcla de reverencia y ansiedad, algunos dando una gran vuelta para evitarlos mientras otros se acercaban y les daban la mano, prometiendo contribuciones para el movimiento. El dirigente de la mezquita les rogó que fueran sus huéspedes esa noche.
«La resistencia actualmente es más fuerte y atrevida», dijo el mayor de ellos. «Hace unos años los talibanes sólo podían desplazarse de noche».
«Ahora que nuestro país ha sido liberado -gracias a Dios- nos paseamos a plena luz del día y combatimos frente a la gente. Controlamos nuestras tierras y nuestras aldeas mientras [los estadounidenses] sólo pueden llegar por vía aérea.»
El administrador estaba cargado de mensajes que entregar. Entre sus numerosas tareas como alto miembro de la administración, la más importante es la de intermediario de la máxima autoridad de los talibanes de Sirajuddin Haqqani y su base en la región fronteriza entre Khost y Pakistán.
Lleva edictos de la dirigencia en una dirección y peticiones y quejas en la otra.
Cuando los talibanes gobernaban en Kabul en los años noventa cerraron escuelas, impidieron que las mujeres trabajaran y se pusieron en ridículo al prohibir actividades triviales como volar cometas.
Sí, los talibanes han cometido errores en el pasado, admitió, y todavía los cometen. «Nuestros hombres todavía hacen cosas que molestan a la gente, y es parte de mi trabajo transmitir las quejas», dijo.
«Pero los beneficios de los talibanes superan el daño que hacemos a la gente. En nuestra área había ladrones y bandidos. Era un caos.»
«La gente necesitaba a alguien que controlara, gobernara y castigara. Nos necesitaba para que impusiéramos el orden.»
«El gobierno está sitiado en sus fortalezas y no puede llegar a la gente, y la corrupción lo paraliza. Una de las principales razones de nuestra popularidad es el fracaso de este gobierno.»
En un paralelismo impresionante con lo que los estadounidenses han estado propugnando como parte de su iniciativa de contrainsurgencia, Haqqani ha establecido concejos locales de shura (consulta) compuestos de ancianos de las aldeas y clérigos para dirigir los asuntos de los aldeanos en las áreas «liberadas» y crear seguridad en el lugar. La tarea del administrador es supervisar esos concejos.
«Soy representante del movimiento, camino entre la gente y todos me conocen. Me muevo entre la gente y los comandantes, observando su conducta. Escucho a la gente y transmito lo que veo a los dirigentes supremos,» dijo.
¿Han cambiado los talibanes? Un futuro gobierno se basaría en la ley islámica, que es lo que quería el pueblo afgano, pero sería diferente en los detalles del régimen talibán que gobernó antes en Kabul. «No gobernaremos basados en la teoría. La gente quiere que seamos más pragmáticos.»
Citó al poeta musulmán Muhammad Iqbal: «Cuando el pintor vuelve a trabajar en el mismo cuadro, lo hará mucho mejor».
«Los talibanes que vuelvan no serán como los antiguos talibanes. Hemos aprendido de los errores pasados. Aceptaremos a OTROS. No somos y no podemos ser todo Afganistán, pero constituimos una parte importante.»
El comandante
Desde Khost viajé a la cercana provincia Ghazni para entrevistar a un comandante de los talibanes de Quetta que había visto dos años antes.
La última vez que vi a Mawlawa Halimi él tenía miedo y vigilaba las puertas y la ventana del pequeño hotel en el que almorzamos. Acababa de ser promovido para dirigir una pequeña unidad y se desplazaba de incógnito, temiendo a los agentes del gobierno y los puntos de control de la policía.
En los años transcurridos se ha convertido en uno de los comandantes más importantes en la provincia. Ha ganado algunos kilos, su cabello es más largo y tiene un aire de autoridad. Lo esperé en el bazar. Llegó en una motocicleta con un guardia armado en el asiento trasero y nadie en el bazar le lanzó una segunda mirada. Siguió manejando, dirigiéndonos a un complejo habitacional con muros de adobe.
Mientras lo seguíamos una patrulla estadounidense pasó a lo largo de la carretera principal a unos cien metros, tres inmensos camiones blindados envueltos en alambradas de malla para protegerse contra ataques de granadas propulsadas por cohetes, cada uno con dos conjuntos de ruedas blindadas al frente para detectar y detonar artefactos explosivos improvisados y minas terrestres. Los soldados en sus torrecillas apuntaban con sus armas a izquierda y derecha.
«La última vez que nos encontramos, la atmósfera en el área era tensa. Las aldeas y los mercados por los que se pasaba eran atacados por los estadounidenses,» dijo Halimi.
«Solían venir aquí a menudo y la vida de la gente era difícil. Ahora, por gracia de Alá, esto es todo nuestro.»
«La guerra ha cambiado. Solía temer al gobierno por dondequiera que iba. Ahora nos movemos por doquier y llevamos nuestras armas con nosotros. Hace dos años sólo tratábamos de defender nuestras áreas. Ahora controlamos esta área y vamos a la calle principal a atacar.»
Destacó otra diferencia importante con los talibanes de hace dos años. Entonces, los soldados de a pie habían sido todos formados en las madrazas. Ahora son menos ideológicos.
«Es un error llamar talibanes a todos los combatientes. Los talibanes son estudiantes de las madrazas y yo soy un mullah, pero la mayoría de mis combatientes son campesinos, agricultores y estudiantes que proceden de las escuelas del gobierno.»
«En invierno los enviamos a Pakistán para que reciban una formación religiosa, pero no son talibanes», dijo Halimi.
«Cuando nos sentamos y miramos las noticias en la televisión oímos que los talibanes atacaron aquí y allá, destruyeron tanques y mataron soldados. Luego escuchamos en la noticia siguiente que los estadounidenses piden negociaciones y por cierto se comprende que ambas noticias están relacionadas. La segunda es el resultado de la primera, y los estadounidenses quieren negociar porque están perdiendo.»
«¿Por qué no se van simplemente?» dijo. «¿A qué esperan?»
El embajador
Los mullidos sofás de la sala de estar de Abdul Salam Zaeef en Kabul, ex embajador de los talibanes en Pakistán, han acomodado a numerosos dignatarios de alto rango en los últimos meses, cuando los funcionarios de la ONU, de la UE y de la OTAN llegan de visita.
Es un cambio dramático para un hombre que pasó tres años después de 2002 en prisión en Guantánamo y quien, hasta julio de este año, estaba en la lista de terroristas famosos de la ONU.
Zaeef es ahora un escritor prolífico y habla fluidamente cinco idiomas. Según muchos conocedores de los talibanes, si hay negociaciones entre los talibanes y los estadounidenses tendrán lugar a través de su persona.
«Los estadounidenses vinieron y se sentaron aquí», dijo, apuntando a uno de los grandes sofás. «Dijeron que tenían que hablar con los talibanes pero que no los pueden encontrar. No sabían quiénes eran los talibanes. Les dije que fueran y miraran, están por todas partes, ‘los talibanes tienen gobernadores y administradores en la sombra, ¿por qué no vais y habláis con ellos?'»
La verdadera razón por la cual los estadounidenses no hablaban, dijo, era que no respetaban a los talibanes.
«Dije a los estadounidenses que respetaran a su enemigo. No se puede negociar con los talibanes desde una posición de fuerza, ‘¿por qué entonces iban a ir los talibanes a hablar con ustedes? ‘Si queréis conversaciones, tenéis que tratar a los talibanes como iguales.'»
En cualquier negociación, los talibanes sostendrían que mientras su país esté ocupado lucharán por liberarlo.
Continuarán la lucha hasta que los extranjeros se vayan. Su problema son los estadounidenses, no el gobierno afgano. No quieren derribar el gobierno, sólo quieren renovarlo.
«Los talibanes no tienen ningún problema con el gobierno afgano. No tenemos ningún problema con Karzai o los afganos. El problema son los estadounidenses,» dijo.
«¿Por qué íbamos a negociar con la gente de Karzai si no tiene ni voz ni voto en el manejo de su gobierno? Están ocupados y todas las órdenes provienen de extranjeros.»
Los estadounidenses, dijo, no han hablado -según sus informaciones- con ningún talibán de importancia. Sin embargo, «el gobierno y los talibanes han estado hablando durante dos años sobre asuntos locales, temas relacionados con la salud, intercambio de prisioneros, educación».
«No se trata de una negociación, es una manera de ayudar y beneficiar a nuestro pueblo y a nuestra nación. Las negociaciones todavía no han comenzado.»
Los estadounidenses tienen derecho a saber que Afganistán no sería utilizado como base para ataques en su contra, dijo, pero eso es todo.
«Los estadounidenses sólo tienen un derecho, el de estar seguros de que Afganistán no se utilizará contra ellos, y es una seguridad que darían los talibanes».
«Aparte de eso no tienen ningún derecho, no tienen derecho a hablarnos de democracia y derechos humanos. Es un tema afgano y será decidido por los afganos.»
«Los estadounidenses se comportan con arrogancia y si no quieren ser derrotados en Afganistán deben hablar.»
«No son de aquí», dijo. «Son extranjeros, intrusos».
«Fue una batalla muy, muy dura» (Vídeos de The Guardian sobre Afganistán, en inglés)
Fuente: http://www.guardian.co.uk/