El ministro israelí Silvan Shalom (nacido en Túnez), ha expresado su preocupación por el derrocamiento de Ben Alí, pues considera que ello facilitará las actividades de los movimientos islámicos que han sido reprimidos durante años por denunciar la corrupción generalizada del gobierno mantenido por Occidente. Algunas notician indican que durante los disturbios, la policía arrestó […]
El ministro israelí Silvan Shalom (nacido en Túnez), ha expresado su preocupación por el derrocamiento de Ben Alí, pues considera que ello facilitará las actividades de los movimientos islámicos que han sido reprimidos durante años por denunciar la corrupción generalizada del gobierno mantenido por Occidente.
Algunas notician indican que durante los disturbios, la policía arrestó a un número de extranjeros armados que tenían pasaporte alemán, sospechosos de organizar atentados y tiroteos, táctica habitual de los servicios secretos sionistas, que utilizan pasaportes falsos para cometer asesinatos y atentados terroristas.
El pueblo exige cambios radicales. En las manifestaciones realizadas, miles de personas han exigido una revisión de la política del país respecto a los islámicos, Estados Unidos e Israel, obviamente por distintas causas. En las calles han gritado «no hay otra salida, sino recurrir al Islam» y lemas de apoyo a Palestina o Iraq. Por otro lado Rached Ghannouchi, dirigente del partido islamita Ennahdha, que vive exiliado en Francia va a regresar a Túnez.
La democracia burguesa, tras sus brutales intervenciones bélicas en Oriente Medio, ha dilapidado su imagen «dulce». Los tunecinos saben que significa más corrupción, una corrupción estrechamente vinculada a la dictadura capitalista. De hecho, blogueros árabes difunden que lo que está sucediendo en Túnez es «una revolución africana» a partir de la revolución mundial anti-capitalista. Ese es el temor y la preocupación de los imperialistas occidentales.
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