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Libia

Mañana, si dios quiere

Fuentes: Rebelión

MeMo, un colectivo de fotoperiodismo, ha presentado en la Blueproject Foundation de Barcelona una exposición titulada «Bukra Inshallah, The Libyan War». Vayan a verla, no dejen de hacerlo. En ella, vemos el rostro de un país que ya no es noticia, porque la gran prensa internacional enseña cuando quiere y oculta cuando así lo decide; […]


MeMo, un colectivo de fotoperiodismo, ha presentado en la Blueproject Foundation de Barcelona una exposición titulada «Bukra Inshallah, The Libyan War». Vayan a verla, no dejen de hacerlo. En ella, vemos el rostro de un país que ya no es noticia, porque la gran prensa internacional enseña cuando quiere y oculta cuando así lo decide; vemos un país que casi no existe, con dos gobiernos, tropas extranjeras, islamistas feroces, ladrones y asesinos, mercenarios de compañías de seguridad norteamericanas, grupos armados y bandidos de la miseria, la gangrena de la destrucción.

En las magníficas y duras imágenes de los fotógrafos de MeMo, se ven las calles desoladas, solitarias, destruidas, de Trípoli, llenas de barro y cascotes, sucias, negras; se ve la euforia de los chavales armados con kalashnikov, chicos de cualquier banda, reinando sobre el desastre y la muerte, ignorantes y feroces, como si quisieran descifrar un futuro de lágrimas. Vemos a los hombres tirados en el suelo, con las cabezas rapadas, con pijamas de presidiario o de prisionero en los campos de exterminio nazis, descalzos, con la mirada perdida, víctimas de todas las desgracias. Vemos a milicianos disparando sus fusiles de asalto, entre la indiferencia y el polvo, en medio de la cruel desesperación de los ciudadanos indefensos, en el silencio frío de un país arrasado, las avenidas desiertas, como en las noches siniestras de todas las guerras. Y siempre el suelo lleno de escombros, mugre, desolación, aguas negras.

Vemos, aún, el rostro de Gadafi, su cadáver tapado con una manta sucia, sobre un colchón roto de rosas estampadas, con la cabeza descubierta, apenas ladeada, anunciando el tormento y la angustia que iban a apoderarse de Libia con la lluvia de bombas de la OTAN. Y, más allá, un cadáver calcinado, que es apenas un amasijo negruzco ante una pobre tapia, un andrajo consumido que parece el recordatorio de lo que hoy es Libia. Cuatro largos años de guerra han pasado desde que Washington lanzó sus misiles sobre el cielo de Libia, y, después, el júbilo de su victoria, y todos han sido años de sombras, de crímenes y de guerra.

La intervención de la OTAN en Libia se consumó hace ahora cuatro años, cuando en los despachos del Pentágono y la Casa Blanca se decidió enviar un diluvio de bombas que arrasaron el país. En febrero de 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba la resolución 1970 y, en marzo, la resolución 1973, para crear una zona de exclusión áerea en Libia destinada a «proteger a la población civil» de los ataques de la aviación de Gadafi. Violando la legalidad internacional, cuyas resoluciones no hablaban en ningún momento de intervención militar en el país, los principales países occidentales de la OTAN participaron decisivamente en la guerra civil apoyando a los rebeldes de Bengasi a lo largo de siete meses de bombardeos que inclinaron la balanza. Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia lanzaron sus misiles y oleadas de bombardeos. Las críticas y denuncias de Rusia en el Consejo de Seguridad, ante el evidente abuso de la OTAN, no pudieron detener los bombardeos. Todo era una farsa, porque ni siquiera hoy sabemos si Gadafi bombardeó. Después, llegó el oscuro asesinato de Gadafi, que todavía hoy sigue sin aclararse, y las represalias, las matanzas instigadas por el nuevo poder, como las que denunció la Unión Africana, las bandas armadas, la soledad, el silencio.

Vayan a verla, vayan a ver Bukra Inshallah. «Mañana, si dios quiere», decían en 2011 los rebeldes que fueron apoyados por la OTAN, ese mañana que ya ha llegado y que tiene el rostro de la desolación y la muerte.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.