El 16 de agosto se cumplen dos años de la masacre de Marikana, cuando la policía sudafricana mató a 34 mineros en huelga, en su intento por desalojarles a toda costa de una colina cercana a las instalaciones de la multinacional Lonmin, la empresa productora de platino para la que trabajaban. Los primeros 17 mineros […]
El 16 de agosto se cumplen dos años de la masacre de Marikana, cuando la policía sudafricana mató a 34 mineros en huelga, en su intento por desalojarles a toda costa de una colina cercana a las instalaciones de la multinacional Lonmin, la empresa productora de platino para la que trabajaban. Los primeros 17 mineros fueron muertos a tiros como se vieron en las imágenes que fueron difundidas por todo el mundo. Lo que no se vio entonces fue cómo los 17 mineros restantes fueron asesinados inmediatamente después en una cacería humana, que incluyeron auténticas ejecuciones. La masacre conmocionó la Sudáfrica post-apartheid y en este blog se habló de ella aquí y aquí. Desde entonces está en marcha una comisión de investigación, conocida como la Comisión Farlam (al estar presidida por el ex juez, ya retirado, Ian Gordon Farlam), cuyas audiencias públicas al menos han tenido el mérito de mantener vivo el recuerdo de esta tragedia.
Durante los trabajos de la Comisión, que han sido ignorados por la prensa internacional, han salido a la luz detalles que no se conocieron inicialmente, como los correos electrónicos que muestran la connivencia entre la dirección de Lonmin y la policía, o imágenes de video inéditas como las aportadas por el documentalista Rehad Desai, también activista social y miembro del comité de apoyo a los mineros. Precisamente es Rehad Desai el autor de un excelente e imprescindible documental, Miners Shot Down (2014), que acaba de colgarse en internet. Debajo pueden encontrar la versión completa, de visión obligada para apreciar cómo funciona el engranaje político-económico, de clase y de raza, capaz de asumir con notable cinismo («en defensa propia») que una policía militarizada provoque una matanza de trabajadores precarizados y pobres, muchos de ellos migrantes y que se sitúan en lo más bajo de la escala social: los mineros taladradores de roca.
La película parte de la visión de los mineros en huelga para reclamar un salario digno. A ellos les da voz y muestra imágenes de sus protestas en los días previos a la masacre del 16 de agosto. En esos días se produjeron violentos enfrentamientos entre los mineros y los guardias de seguridad de Lonmin y la policía, que dejaron varios muertos, incluyendo entre las fuerzas de seguridad (lo que podría explicar el ensañamiento posterior). También con miembros del sindicato Nacional de Mineros (NUM), mayoritario en Lonmin y aliado con la dirección de la compañía y con el partido del gobierno el Congreso Nacional Africano (CNA).
Un punto de conexión clave entre el NUM, Lonmin y el CNA es Cyril Ramaphosa, el histórico líder sindical que creó el NUM, miembro del CNA y actualmente uno de los hombres más ricos de Sudáfrica. Ramaphosa es miembro de diferentes consejos de administración, y durante los incidentes de Marikana también de Lonmin, puesto que abandonó en 2013 para implicarse más en política. Suyos son los correos electrónicos filtrados en los que, veinticuatro horas antes de la matanza, calificaba a los mineros de «viles criminales» y proponía que la policía actuara en consecuencia. Pese a su oscuro papel en los sucesos, en diciembre de 2012 Cyril Ramaphosa fue elegido vicepresidente del Congreso Nacional Africano y tras las elecciones de mayo de este año es nada menos que vicepresidente de Sudáfrica, número dos del gobierno por debajo de Jacob Zuma y por tanto posible próximo presidente. Aunque perdió votos en favor del nuevo partido de Julius Malema, la abrumadora victoria del CNA se explica por su identificación con la lucha contra el apartheid y porque sigue contemplándose como garantía de gobierno para la mayoría de la población negra. Y al fin y al cabo, los taladradores de roca son minoritarios.
La película no muestra las recientes declaraciones del denominado «Sr. X», minero y testigo protegido que sostiene que los responsables de las muertes fueron los propios mineros, que se acercaron a la policía con armas tradicionales y en actitud violenta. Sin embargo, dicha confesión se contradice con muchos de los otros elementos de prueba que muestra la película, incluyendo imágenes grabadas por la propia policía.
Así, el film explica muy bien cómo los mineros optaron por concentrarse en las colinas que luego fueron cercadas por las fuerzas policiales. Las colinas no formaban parte de los terrenos privados de la compañía Lonmin, allí se refugiaron para sus asambleas justamente por su carácter comunal y no había ningún motivo legal para desalojarles de allí a la fuerza. En una escena potente de la película, días antes de la tragedia, la policía interrumpe el acceso de los mineros a la colina y les exige que suelten las lanzas que portaban. El diálogo, cánticos incluidos, es tremendo: los mineros argumentan que las necesitan para defenderse, pues de noche suelen atacarles guardias de seguridad y miembros del NUM, y dos de los suyos habían muerto hacía poco. Ellos no tienen nada con la policía, con sus hermanos negros, solo quieren negociar con los gestores de la compañía. En otra escena uno de sus líderes recuerda a los trabajadores: «¡La sangre de un taladrador no es diferente de la de los directivos!». Pero los ejecutivos y sus esbirros policiales pensaban lo contrario. Y con sangre quisieron demostrarlo.
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Epílogo: la exhibición de violencia policial no arredró a los trabajadores de las minas de platino en Sudáfrica. Continuarían las huelgas para exigir mejoras en sus salarios y condiciones de trabajo, muchas promovidas por el sindicato AMCU, que antes había apoyado a los mineros de Marikana frente al NUM. En enero de este año el AMCU convocó una gran huelga en las minas de platino sudafricanas que en mayo, en vísperas de las elecciones, ya se había convertido en la mayor huelga y la más duradera en la historia de Sudáfrica, con pérdidas multimillonarias para la industria. Finalmente el pasado junio la industria minera dio su brazo a torcer y aceptó el aumento del salario mensual base a los 12.500 rands por el que habían luchado los taladradores de Lonmin. Dos años y decenas de muertos después.
Fuente original: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/marikana-dos-anos-despues-1