España reforzó el arsenal marroquí en 2020 con la venta de granadas de mortero, repuestos de mortero, explosivo plástico, detonadores, cordón detonante y mecha lenta, motores para vehículos blindados, recambios y consumibles para la reparación de cadenas de tanques y partes, piezas y repuestos para aviones de transporte de fabricación española.
En guerra con el Frente Polisario desde noviembre de 2020 después de que Mohamed VI hubiera roto el alto el fuego, España se embolsó el año pasado 12,5 millones de euros con estas ventas de armas. Sin embargo, el armamento español no es el único que se emplea en la guerra que está teniendo lugar en el Sáhara Occidental. La tecnología punta israelí también entra en juego.
Las relaciones entre Marruecos es Israel se reestablecieron oficialmente el pasado mes de diciembre, como contrapartida a que la Administración Trump fuera en contra de la legalidad internacional y reconociera la soberanía del reino alauita sobre el Sáhara Occidental. Sin embargo, oficiosamente estas relaciones ya se venían produciendo, tanto a nivel económico como diplomático y, muy especialmente, militar. Así lo ha denunciado en el diario Haaretz Jonathan Hempel, un investigador de American Friends Service Committee experto en la exportación militar y de seguridad israelí.
Aunque Israel apenas publica información oficial sobre sus exportaciones militares y de seguridad, el instituto de investigación sueco SIPRI en 2019 ya situó a este país como el octavo mayor exportador de armas del mundo. Según Hempel, ya en los 70 años es posible encontrar ventas de tanques de Israel a Marruecos –el apoyo israelí a Marruecos en su ocupación ilegal del Sáhara Occidental en 1975 fue clave-, habiendo intensificado las relaciones en las dos últimas décadas. Así es como ha sido posible que el reino de Mohamed VI se aproveche de la tecnología militar punta de Israel, todo ello envuelto de secretismo y opacidad. Hempel denuncia cómo según un informe británico del Department for Business, Innovation and Skills (BIS), Israel vendió a Marruecos sistemas de comunicaciones militares y de control (como sistemas de radar para aviones de combate) a través de un tercero.
Entre estas operaciones se encuentra la compra en 2013 por parte de Marruecos de tres drones Heron fabricados por Israel Aerospace Industries en colaboración con producido por Airbus Defence and Space, por 50 millones de dólares. El acuerdo se habría cerrado definitivamente en 2014, a través de la empresa francesa Dassault y el destino de estos drones es el Sáhara Occidental. Los planes, según expone Hempel, es utilizar estos drones contra la población saharaui del mismo modo que Israel lleva años haciéndolo contra la palestina en Gaza.
En este sentido, el pasado mes de abril fuentes saharauis informaban del asesinato del jefe de la Guardia Nacional del Frente Polisario, Adaj el Bendir por un ataque aéreo marroquí perpetrado con ayuda de uno de estos drones. El propio medio francés Le Desk detalló cómo el dron marcó el objetivo mediante un rayo láser para que después un caza F-16 de las Fuerzas Armadas de Marruecos ejecutara el bombardeo.
Los tres Heron (operados por Francia bajo el nombre de Harfang) proceden de la Fuerza Aérea Francesa, después de varios años de servicio en Afganistán, Libia, Níger y Mali, entre otros. Estos aviones no tripulados cuentan con una autonomía de más de 50 horas y están equipados con sensores optrónicos (visión nocturna) y radar, lo que permite que las misiones se puedan ejecutar a cualquier hora del día o la noche en todas las condiciones climáticas. Además, las aeronaves también cuentan con tres cámaras de vigilancia, un sistema de grabación de vídeo y un sistema de comunicación aire-tierra. A los tres Heron hay que sumar también la compra de estaciones terrestres, repuestos y soporte, algo que de adquirirse de primera mano podría alcanzar un coste de más de 150 millones de dólares, según fuentes expertas.
Por otro lado, en 2017 Amnistía Internacional ya denunció cómo Marruecos estaba haciendo uso de Pegasus, el software de espionaje desarrollado por la empresa israelí NSO Group para rastrear y recopilar información de periodistas y activistas de Derechos Humanos (DDHH). Uno de los casos más públicos fue el del periodista marroquí crítico con el régimen de Mohamed VI Omar Radi, a quien las autoridades espiaron durante todo un año después de hackear su teléfono móvil con tecnología NSO, terminando en prisión por sus publicaciones en redes sociales.
Cualquier persona opositora a las políticas marroquíes estaría bajo vigilancia, algo que viene denunciando, incluso, la ONU. De hecho, recientemente la relatora especial de la ONU que examina la situación de los defensores de DDHH, Mary Lawlor, publicaba hace unas semanas un informe en el que denuncia a las autoridades de Marruecos por hostigar y castigar de forma «desproporcionada» a los activistas y periodistas que reclaman el respeto a los DDHH en el Sáhara Occidental.