Las ONG dicen que había hasta 20.000 personas indocumentadas en Derna cuando el ciclón Daniel golpeó la zona; ahora sus familiares temen que nunca vayan a saber de ellos
Han pasado más de dos meses desde que el ciclón Daniel desató unas devastadoras inundaciones en el este de Libia y borró extensiones de tierra en la ciudad costera de Derna. Allí vivían el palestino Lu’ay Afifi, su mujer y sus dos hijas. En Bengasi, a unos 290 kilómetros hacia el oeste, su hermana de 60 años, Sana’a, no tiene ni idea de qué les pasó. “Tengo la esperanza de que mi hermano y su familia sobrevivieran a la catástrofe”, dice Sana’a, pero a su voz le falta convicción.
No tiene nada que respalde ese presentimiento. Pasan los días sin oír nada de ellos y a Sana’a la consume el temor de que sus seres queridos estén entre las miles de personas que mató el ciclón, cuando la rotura de dos viejas presas provocó unas devastadoras inundaciones en Derna.
“Mi marido y mi hijo fueron a casa de Lu’ay y no quedaba nada. He puesto sus nombres en una lista recopilada por un comité en el consulado palestino de Bengasi que se dedica a buscar a los desaparecidos. Por lo demás, no sé qué más hacer”, lamenta. Como Lu’ay trabajaba como albañil autónomo, no hay empleador al que pueda pedir ayuda.
A pesar de todos los años de violencia e inestabilidad política que han dividido al país entre dos gobiernos y han sumido a Libia en el caos, esta nación norteafricana rica en petróleo sigue siendo un destino predilecto para los migrantes que, o bien vienen para mejorar sus condiciones de vida, o bien llegan con la esperanza de cruzar el Mediterráneo para alcanzar Europa.
Las labores de rescate durante semanas solo consiguieron que se recuperara una ínfima parte de los cuerpos arrastrados al mar. Unicef sitúa la cifra de personas todavía desaparecidas en unas 8.500, pero el verdadero balance de muertos sigue siendo incierto. En los días posteriores al desastre, se enterró a muchas personas en fosas comunes sin que las hubieran identificado sus familias, que puede que nunca lleguen a saber qué les pasó a sus seres queridos.
Nueve días después del ciclón, un informe de Unicef dijo que habían perdido la vida 406 migrantes; de ellos, 250 eran egipcios; 150, sudaneses y seis bangladesíes.
Dificultades para los migrantes
Lu’ay y su familia ya figuran oficialmente en la lista de 65 palestinos a los que mató el ciclón, informan trabajadores del consulado palestino en Bengasi. “El Gobierno libio hizo un esfuerzo enorme en las tareas de búsqueda y rescate y proporcionó asistencia sanitaria a quienes lo necesitaban”, cuenta Ibrahim Yumaa, miembro del comité de crisis del consulado palestino en Derna.
“Pero, por ahora, no se ha dado ninguna compensación económica a las 90 familias afectadas”, añade. Según asegura Yumaa, el Gobierno libio ya ha empezado a repartir compensaciones de 50.000 dinares de media (9.538 euros) a sus propios ciudadanos.
La situación se vuelve todavía más complicada para inmigrantes como Ali Ashraf, cuya presencia en Libia no estaba documentada. Este hombre de 25 años llevaba un año trabajando como herrero en Derna, y sus transferencias bancarias de cada mes daban la vida a su familia en la provincia egipcia de Menia, una de las regiones más empobrecidas de ese país. El dinero dejó de llegar, al igual que las noticias de Ali.
“El Ministerio de Asuntos Exteriores egipcio y la Media Luna Roja egipcia estuvieron en contacto con nosotros para recabar información sobre él”, asegura Samaj, la hermana de 30 años de Ali, “también hemos hecho circular fotos en redes sociales con la esperanza de que apareciera alguien con alguna información”. Pero no ha sucedido.
Saad al Qataani, director de comunicación del centro médico de Tobruk, dice que Libia envió 145 cuerpos de víctimas mortales de vuelta a Egipto en septiembre. “Las autoridades libias también enterraron cientos de cuerpos en Derna después de recoger muestras de ADN de víctimas que creemos que son egipcias”, apunta: “Ahora estamos trabajando para identificarlas”.
Según los comunicados del Ministerio de Solidaridad Social egipcio, el Gobierno ha entregado 25.000 libras egipcias (738 euros) a los heridos por las inundaciones, mientras que las familias de los fallecidos han recibido 100.000 libras (2.953 euros). Pero la familia de Ashraf no ha recibido nada por ahora.
“No es que vaya a compensar nuestra gran pérdida, pero no hemos recibido ningún apoyo o compensación de los gobiernos egipcio o libio. Ni siquiera sus pertenencias personales”, asegura Samaj: “No será fácil demostrar que estaba en Derna cuando el ciclón golpeó [la zona]”.
“Desapareció todo”
Hamad al Shalwi, un miembro del comité de crisis en Derna, dice que había alrededor de 6.000 migrantes en la ciudad cuando llegó el ciclón Daniel el 10 de septiembre, incluidos 3.000 egipcios, 1.500 sudaneses, 250 palestinos y 500 sirios. Pero un informe de 2023 de la Organización Internacional para las Migraciones cifra los migrantes en 21.460, principalmente de Egipto, Sudán, Chad y Siria.
Según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos, con sede en Reino Unido, una semana después del ciclón Daniel se confirmó la muerte de al menos 110 sirios, además de otros 100 desaparecidos. “También había decenas de personas de diferentes países africanos, muchos de los cuales entraron en el país ilegalmente”, cuenta Shalwi.
Mahmud al Kadeki, un analista político e investigador de la Universidad de Bengasi, dice que las personas indocumentadas quedan marginadas. “No estar registrado ante el Estado, supone que pierden la oportunidad de optar a algún derecho garantizado en el marco legal”, afirma.
Nasser Ayad (no es su verdadero nombre), un inmigrante egipcio indocumentado en Libia, dice que hace cuatro años pagó alrededor de 100.000 libras egipcias a los traficantes para entrar en el país. Este padre de 39 años con dos hijos estaba trabajando en una pequeña herrería de la ciudad, cuando el ciclón destrozó por completo su lugar de trabajo, lo que le dejó sin empleo y sin paga.
“Yo era uno de los tres egipcios que trabajaban en la tienda, y nuestro empleador libio nos pagaba generosamente”, cuenta Ayad por teléfono: “Cuando llegó el ciclón, destrozó el taller. Las herramientas y el material… desapareció todo”.
Ayad dice que tanto él como sus compañeros pidieron los 4.000 dinares libios (763 euros) que el empleador debía a cada uno, o incluso solo una parte para ayudarles a solventar la situación hasta que encontraran otro trabajo: “Pero nuestro jefe señaló las grandes pérdidas que había sufrido y se negó”.
Luchar por la vía legal para que su empleador les pagara era imposible, debido al estatus de estos trabajadores, por lo que le pidieron que, en su lugar, usara sus contactos para sacarlos sanos y salvos de Derna.
“Al no quedar ninguna posibilidad de trabajar en Derna, esperábamos ir a una de las ciudades grandes: Bengasi o Al Bayda, pero queríamos abandonar la ciudad sin que nos arrestaran”, afirma. Ahora que ha conseguido salir de Derna, Ayad está agradecido: “Damos gracias por estar vivos. Hemos perdido nuestro sustento, nuestro dinero, y tenemos que empezar de cero. Pero estamos vivos”.
Este reportaje se ha publicado en colaboración con Egab.
Traducido por María Torrens Tillack.