La represión policial en Mozambique ya ha provocado más de 30 muertos y un número cercano a los 100 heridos. El país africano, desde finales de octubre, se encuentra en un virulento estado de convulsión, tras las acusaciones de fraude y manipulación de los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 9 de octubre. Muchos de los muertos y heridos han sido producto de la utilización, por parte de las fuerzas de seguridad, de balas de plomo.
Según el Frente de Libertação de Moçambique (FRELIMO), el partido gobernante desde 1975, su candidato Daniel Chapo, gobernador de la provincia de Inhambane, se habría impuesto con más del 70 por ciento de los votos.
En respuesta a ese anunció el pasado día 7 la policía debió ser reforzada con efectivos de las Forças Armadas de Defesa de Moçambique (FADM), con vehículos blindados y perros, para contener y dispersar a los miles de manifestantes que salieron a las calles de Maputo tras el llamamiento del principal líder de la oposición y candidato por el Partido Otimista pelo Desenvolvimento de Moçambique (PODEMOS), Venâncio Mondlane, un exingeniero forestal y banquero.
Mondlane, debió escapar a Sudáfrica tras un intento de asesinato mientras daba una conferencia de prensa el pasado 21 de octubre, en el lugar en que dos días antes su abogado Elvino Dias, junto a Paulo Guambe, un importante dirigente de PODEMOS, fueron asesinados por desconocido cuando transitaban por una de las principales avenidas de Maputo. Una mujer que viajaba con ellos y cuya identidad se encuentra en reserva, también resultó herida en el ataque.
En este contexto, mientras el conflicto continúa sin resolverse tanto en lo político como en lo judicial, las manifestaciones se incrementan ya no solo en Maputo y sus barrios periféricos, sino que se expanden a distintas ciudades del interior como Matola, Nampula, Quelimane y Beira, y las provincias norteñas de Cabo Delgado, Niassa y Zambezia.
En declaraciones a los medios, Mondlane afirmó «que existe un ambiente revolucionario» y que el país se encuentra en «una transición histórica y política», por lo que los disturbios serán difíciles de contener por el Gobierno del presidente Felipe Nyuss.
PODEMOS, que insiste en que ha vencido en las elecciones, dice que ha presentado pruebas contundentes, con abundante documentación para la impugnación de los resultados oficiales. Mientras que la Comisión Nacional de Elecciones (CNE) ha dictaminado que el ganador ha sido el FRELIMO, incrementando su representatividad en el Parlamento de 250 escaños en once más, habiendo alcanzado los 195, mientras que PODEMOS consiguió, según el CNE, 31 bancas. Por su parte, autoridades del partido opositor aseguran haber alcanzado el 53 por ciento de los votos, lo que representa 138 escaños, seguido por el FRELIMO con el 35,66% y 91 bancas. Otros partidos opositores que participaron de la elección también han denunciado el fraude.
Ya semanas antes del 9 de octubre, día de la elección, diversas asociaciones civiles habían acusado al FRELIMO de haber registrado casi un millón de votantes falsos, en un electorado total de 17 millones. Mientras que el obispado católico mozambiqueño denunció la manipulación electoral, al tiempo que observadores de la Unión Europea (UE) mencionaron «irregularidades durante el recuento y alteración injustificada de los resultados electorales».
PODEMOS se impuso en siete de las nueve provincias, excepto en las de Niassa y Gaza, imponiéndose en la de Inhambane, de donde el candidato oficialista Daniel Chapo es originario y de la que fue gobernador entre 2016 y 2024.
Maputo, la capital del país, ha aparecido estos días totalmente militarizada, con retenes que impiden el avance de las muchedumbres que intentan llegar hasta los sitios de concentración de las convocatorias. Por lo que se ha visto, importantes cantidades de personas cruzar a nado algunos ríos que surcan la capital, ya que todos los puentes de acceso han sido bloqueados.
También corren rumores acerca de que el avión presidencial, el FAM002, habría realizado ya cuatro vuelos a Pemba, la capital de la provincia de Cabo Delgado, a casi 2.000 kilómetros al norte de Maputo, en los que se trasladaron los principales dirigentes del FRELIMO, con la protección de tropas ruandesas.
Según fuentes locales, los ruandeses también participan de la represión contra los manifestantes en el norte del país y en Maputo, vistiendo uniformes de las FADM, ya que el Gobierno no confía en la lealtad de muchos de sus hombres.
La acusación contra el FRELIMO por fraude no es la primera a lo largo de su historia, ya en las elecciones de 1999, según fuerzas opositoras, cerca de un cuarto de millón de votos, lo que representaba el nueve por ciento del electorado, habrían sido manipulados. En aquellas elecciones el FRELIMO competía contra una ultraderechista organización conocida como Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO).
Estas dos fuerzas fueron protagonistas de la guerra civil que se extendió desde 1977 hasta 1992, iniciada dos años después de la declaración de la independencia, tras una larga guerra con Portugal, la otrora potencia imperial.
La guerra civil que se desarrolló en el contexto de la Guerra Fría, contó con el apoyo de la Unión Soviética y Cuba al El FRELIMO, que en los años 90, tras la caída del bloque soviético, abandonaría el proceso socialista que comenzó en 1975 y fue lo que impulsó la formación del RENAMO, alentado por los Estados Unidos, la Sudáfrica del apartheid e Israel.
Otro de los elementos que ha quedado oculto tras el controvertido proceso eleccionario mozambiqueño es la muerte el dos de noviembre en un aparente accidente de tránsito de Bernardo Constantino Lidimba, el jefe del Servicio Estatal de Información y Seguridad (SISE). El hecho se produjo, en el departamento de Mapai, en la provincia de Gaza, a casi 400 kilómetros de Maputo y a menos de 100 de la frontera con Zimbabue, cuando el país estaba, y sigue estando, al borde del estallido. El SISE cuenta con una dotación de agentes cercana a los 20.000, muy superior al propio ejército con cerca de 12.500 efectivos.
Algunas versiones indican que Lidimba viajaba a encontrarse con su par de Zimbabue, el jefe de la Organización Central de Inteligencia (OCI) Isaac Moyo, con quien pergeñaba un golpe contra el debilitado presidente Nyuss. Para agregar más misterio a la muerte de Lidimba, se supo que el vehículo involucrado en el accidente, tres días más tarde de la muerte del jefe del SISE, el ministerio de Defensa, mozambiqueño informó acerca de un intento de golpe de Estado organizado por factores internos y también externos, por lo que se había puesto en marcha un plan de contingencia.
Terror en el norte
Este contexto de inestabilidad política puede ser una nueva oportunidad para que el Ahlu Sunnah Wa-Jamaa (Seguidores del Camino Tradicional o Defensores de la Tradición), tributario del Dáesh, vuelva a intentar lanzar una campaña con grandes operaciones en el norte del país, particularmente en la provincia de Cabo Delgado, la que convirtió en el epicentro de sus ataques desde su surgimiento en 2017.
El grupo desde entonces ha asesinado a cerca de 5.000 personas, generando más de un millón de desplazados. Además de haber obligado a detener la construcción de la planta de gas natural licuado de TotalEnergies, para la que ya había invertido una cifra multimillonaria, al tiempo que otras empresas internacionales dedicadas a los hidrocarburos también debieron parar sus explotaciones. (Ver: Mozambique: gas, rubíes y kalashnikov).
La toma de la ciudad de Palma, con una población de 25.000 personas, en marzo de 2021, obligó al Gobierno del presidente Nyuss a concentrar todos sus esfuerzos para neutralizar a los fundamentalistas, para lo que pidió la asistencia de los gobiernos de Ruanda y Zimbabue, además de contratar los servicios de la empresa de seguridad (mercenarios) Dyck Advisory Group de Sudáfrica y al Grupo Wagner, ahora conocido como Africa Corps. Que, si bien no pudieron derrotarlo, han obligado a los muyahidines a bajar la intensidad de sus ataques, aunque se espera que a partir de la actual situación vuelva a operar con más fuerza.
Mientras esto sucede, se conoció que el pasado día 4 una partida de terroristas sorprendió a un grupo de campesinos que trabajaban en una machamba (explotación agrícola) cercana a la aldea de Miangalewa, en el distrito de Muidumbe, en la provincia Cabo Delgado, a quienes tras mantenerlos encerrados en una vivienda y después de decapitar a los dos más ancianos, se dieron a la fuga llevándose a algunos de los campesinos como prisioneros.
Dos días después de ese hecho, fue atacada una planta maderera en Minhanha, en el distrito de Meluco, de la misma provincia, sin que se conociera si hubo bajas o desaparecidos.
A principio de este año el Ahlu Sunnah Wa-Jamaa, después de prácticamente dos años de silencio, comenzó con algunas acciones de poca importancia, aunque en la más importante, que se produjo en mayo, unos 500 muyahidines operaron a lo largo de varios días en el distrito de Macomia (Cabo Delgado) tomando varias aldeas que fueron saqueadas y después incendiadas, asaltaron escuelas, centros de salud y algunos puestos policiales provocando algunas bajas, cuyos detalles todavía el ministerio del Interior no ha dado a conocer.
El reverdecer de Ahlu Sunnah Wa-Jamaa, sumado a las protestas generalizadas en todo el país por el fraude electoral, deja a Mozambique y a sus 35 millones de habitantes demasiado cerca del estallido.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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