El norte de Mozambique, particularmente la provincia de Cabo Delgado, soporta desde 2017 una guerra intermitente por parte del grupo Ahlu Sunna wal-Jama’a (Los seguidores del camino del Profeta). Los que, a partir de la baya’t (juramento de lealtad) en 2019, se convirtieron en la franquicia del Daesh en esa región y una de las más activas de África Oriental. Comúnmente llamados al-Shabaab, debido a su semejanza con el grupo insurgente somalí, solo están vinculados por su fundamentalismo y tácticas militares, ya que al-Shabaab sigue adhiriendo a las directivas globales de al-Qaeda.
Después de las operaciones terroristas del 2021, en que el grupo tomó el control de la ciudad de Mocímboa da Praia con más de treinta mil pobladores, las que obligaron a la francesa TotalEnergies a detener sus proyectos para la explotación de gas natural, por cerca de veinte mil millones de dólares (Ver: Mozambique: Gas, rubíes y Kalashnikov), lo que obviamente significó un golpe demoledor para la economía del país.
Los fundamentalistas, a partir de entonces y gracias a la llegada para respaldar al ejército mozambiqueño de la Misión de la Comunidad de Desarrollo de África Austral en Mozambique (SAMIM), además de efectivos del ejército de Ruanda, instructores militares de los Estados Unidos, agencias privadas de seguridad como el Grupo Wagner de Rusia y el Grupo Asesor Dyck de Sudáfrica, y el aporte de logística de la Unión Europea (UE), contuvieron la oleada terrorista que amenazaba con incendiar todo el norte del país, extendiéndose no solo a todos los distritos de Cabo Delgado, sino a las provincias vecinas como Nampula y Niassa.
Desde julio del año pasado, la ofensiva terrorista había entrado en uno de sus frecuentes repliegues, al punto que le permitió al nuevo Gobierno del presidente Daniel Chapo anunciar en julio pasado que “se están creando todas las condiciones para que los inversores puedan reiniciar sus actividades lo más rápidamente posible”, apuntando particularmente a la firma francesa.
La insurgencia mozambiqueña en Cabo Delgado ya ha provocado cerca de seis mil quinientos muertos y obligado a desplazarse a más de un millón de personas. Casi la mitad de la población total de la provincia se ha montado en factores tan concretos como la postergación permanente y la exclusión social, por parte de los gobiernos nacionales que se han sucedido, por ser mayoritariamente musulmanes. Aunque también tiene una importante presencia de evangélicos y pentecostales, además de religiones locales que conforman, junto a cuestiones étnicas y tribales, un mosaico muy amplio de conflictos.
Recién a partir de 2020, después de que los insurgentes comenzaran a atacar y ocupar capitales de distrito, desbancar administraciones locales, saquear propiedades e incluso izar la bandera del Daesh, el Gobierno federal dejó de considerar los “problemas” de seguridad de Cabo Delgado, como el accionar de simples bandas criminales, a un grave problema de seguridad nacional, declarando que el país se encontraba agredido por un grupo terrorista a nivel mundial.
Después del retiro de la SAMIM en julio del año pasado, argumentando que su misión había culminado exitosamente, Ruanda se vio obligado a incrementar la presencia de sus efectivos en el país, elevando el número a cinco mil hombres. Mientras que Tanzania, que integró a la SAMIM, tras su retirada mantuvo una dotación cercana a los trescientos hombres para cubrir en exclusividad el distrito de Nangade, en la frontera entre ambos países.
La presencia internacional, finalmente, no ha logrado derrotar a los muyahidines, ya que, a partir de mediados del 2024 y de manera imperceptible pero constante, una vez más Cabo Delgado se ha reactivado.
En septiembre último unas treinta aldeas de Cabo Delgado han sufrido incursiones terroristas, las que provocaron la muerte de por lo menos cuarenta personas, de las que solo uno pertenecía a la policía, mientras el resto fueron todos aldeanos. Esta nueva crisis de seguridad ha provocado que unas veintidós mil personas debieran desplazarse, marcando la cifra más alta en lo que va del año, lo que ha provocado una crisis humanitaria de proporciones que se intensifica a cada momento. En lo que va del año se registraron cerca de quinientas acciones violentas contra población civil, superando las tasas del 2022, considerado desde el inicio de la crisis en 2017 como el más violento.
La insurgencia de Cabo Delgado, montada en factores reales como la exclusión social, la postergación permanente de políticas que beneficien a sus habitantes de mayoría musulmana, por parte de los gobiernos nacionales que se han sucedido.
El deterioro de la seguridad de Mozambique ha tenido como uno de sus factores principales el desgastante proceso eleccionario de octubre del año pasado, en el que se impuso el actual presidente Daniel Chapo, del Frente de Libertação de Moçambique (FRELIMO), el partido que sigue gobernando desde 1975.
El FRELIMO volvió a enfrentarse con el movimiento de ultraderecha RENAMO (Resistência Nacional Moçambicana), esta vez reciclado como Partido Otimista pelo Desenvolvimento de Moçambique (PODEMOS) del empresario y pastor mediático Venâncio Mondlane. En dicho proceso no faltaron muertos y desaparecidos y batallas callejeras, arrastrando al país al límite de una nueva guerra civil, como la que entre los mismos contendientes se libró entre 1977 y 1992. (Ver: Mozambique. ¿Quién decide la guerra civil?)
Los elementos del naufragio
La embestida terrorista de septiembre que abarcó seis distritos de Cabo Delgado. Desde Balama, en la punta suroeste de la provincia, hasta la ciudad de Mocímboa da Praia, en el noroeste, dejó en evidencia que la problemática de seguridad es mucho más profunda y compleja como para solucionarla con las operaciones a regañadientes planteadas tanto desde Maputo como por parte de la Unión Africana y la Comunidad de Desarrollo de África Austral.
El ataque del 7 de septiembre contra la ciudad de Mocímboa da Praia fue el segundo que sufrió desde septiembre de 2021, lo que para los expertos se ha convertido en uno de los puntos más vulnerables de la provincia. (Ver: Mozambique, una marca de sangre)
En lo que va del año ya son cien mil las personas que han debido escapar en las zonas de enfrentamientos, lo que pone a Chapo en la obligación de resolver de manera urgente ya no la crisis de seguridad, lo que a todas luces reclama un plan integral, recostado más en lo social que en lo militar, sino atender las nuevas y urgentes necesidades de la población civil víctima de esta escalada.
A medida que pasan los días se conocen nuevos casos de asesinatos, ejecuciones sumarias, secuestros y violencia sexual, mientras el reclutamiento forzoso por parte de los terroristas sigue siendo la principal fuente de incorporación de combatientes.
Las últimas acciones de Ahlu Sunna, no solo ejecuciones rituales, casamientos forzados, saqueos y reclutamiento forzoso, han quitado a los muyahidínes su base de sustentación, y una vez más la población civil queda encerrada en el fuego cruzado de ambos bandos. En julio pasado, al menos treinta cristianos fueron decapitados por los wahabitas en la ciudad de Mocímboa da Praia y las aldeas de Nacocha, Nacussa, Minhanha y Nakioto, donde además de saquear viviendas, incendiaron iglesias, secuestraron y violaron mujeres.
Las mujeres continúan siendo un objetivo militar por parte de los terroristas, aunque también existen denuncias de que las tropas legales también las atacan y violan cuando son sorprendidas solas buscando agua o leña, a las afueras de aldeas y campamentos.
A la crisis de seguridad que viven los mozambiqueños, al igual que otras muchas regiones del continente como el Sahel y el Cuerno, hay que sumarles los cada vez más evidentes efectos del cambio climático. Lo que obliga a miles de familias a enfrentar en solitario ciclones, sequías cada vez más prolongadas, inundaciones que van horadando su sistema productivo, condenándolos al hambre o el desplazamiento, para escapar de un naufragio seguro.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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