Estoy verdaderamente impresionado por el progreso económico y social que ha logrado Mozambique en esta última década» Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, en su último día de visita al país, el día 4 de febrero de 2008 (O País, 8/2/2008) Los hechos El 5 de febrero del 2008, la capital de Mozambique, Maputo, vivió […]
Estoy verdaderamente impresionado por el progreso económico y social que ha logrado Mozambique en esta última década» Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial, en su último día de visita al país, el día 4 de febrero de 2008 (O País, 8/2/2008)
Los hechos
El 5 de febrero del 2008, la capital de Mozambique, Maputo, vivió un episodio histórico de revuelta popular. Multitud de jóvenes, mujeres y niños se manifestaron por las calles de la ciudad en protesta por el aumento del precio del transporte privado urbano. Las protestas consistieron, principalmente, en ataques con piedras a los vehículos encargados de realizar el servicio de transporte, conocidos como «chapas». También atacaron gasolineras, quemaron neumáticos, construyeron barricadas con árboles cortados y contenedores de basuras. Incluso algunas panaderías fueron saqueadas, en este caso en protesta por el aumento del precio de otro de los bienes de necesidad básica: el pan.
El resultado de la revuelta fue la paralización de la actividad de la ciudad: las «chapas» dejaron de circular, las vías de entrada y salida quedaron bloqueadas y las gasolineras, algunos comercios, bancos, mercados y colegios cerraron. Por otro lado, ante la magnitud de la protestas social, la policía reaccionó lanzando gas lacrimógeno y disparando balas indiscriminadamente, matando a seis personas (cuatro chicos y dos mujeres de mediana edad) e hiriendo a un centenar, según informa el semanario SAVANA del 8 de febrero.
El gobierno del FRELIMO, dos días después de la revuelta, y como resultado de intensas negociaciones con la FEMATRO (Federación Mozambiqueña de Asociaciones de Transporte Ferroviario), anunció la supresión del incremento del precio de las «chapas». Las tarifas se mantendrían gracias a las ayudas gubernamentales. De esta forma, el gobierno daba por zanjado uno de los episodios de tensión social más importantes que ha vivido Mozambique desde que terminó la guerra civil en 1992.
Sobre las características de la revuelta
La revuelta empezó en los barrios periféricos de la ciudad, los más castigados por el aumento de los precios. Es allí donde la población vive en unas condiciones precarias, y donde impera la ley de la supervivencia. Estas zonas contrastan con el centro (la «ciudad del asfalto» como se conoce en los suburbios), donde viven y trabajan los políticos, la clase media y la diplomacia internacional.
Según el sociólogo mozambiqueño Carlos Serra, con un alto grado de legitimidad entre la población (su blog Diario de um Sociologo http://oficinadesociologia.blogspot.com fue la principal fuente de información del día 5), se trata de «luchas inmediatas, espontáneas, sin un comando central, estrategia previa ni líderes convencionales. El objetivo no era una revolución, no era cambiar las relaciones sociales, sino los iconos del poder, todo aquello que en el imaginario popular significa fuerza, represión, propiedad, bienestar, opresión. […] Asistimos a luchas anárquicas». (SAVANA, 22/02/2008). Así pues, la revuelta no es el resultado de la acción de una sociedad civil organizada (embrionaria en el país) que presente una alternativa al actual funcionamiento político, social y económico de Mozambique. Es una revuelta del pueblo, de la población sumida en la pobreza.
No obstante, esta versión de los hechos fue desmentida por las fuentes oficiales que, debemos añadir, durante todo el día 5 daron un ejemplo de censura informativa. La televisión y la radio pública abrieron los noticiarios con la Copa de África de fútbol y las inundaciones que afectan al país. Según Edson Macuácuá, portavoz del FRELIMO, «las manifestaciones tienen origen en una mano invisible» (Noticias, periódico gubernamental, 6/02/2008). La hipótesis de una mano invisible externa, sin embargo, no se sostiene debido a la espontaneidad de la protesta y la falta de organización.
Sobre las causas de la revuelta
En las familias de los suburbios de Maputo, la mitad del presupuesto familiar se destina a cubrir las necesidades del transporte, ya sea para llevar a los niños al colegio, ir al mercado o desarrollar actividades en el marco del sector informal, la única fuente de ingresos debido a la falta de oportunidades laborales. El transporte privado, las «chapas», cubren esta necesidad ya que el gobierno ha sido incapaz de articular un sistema de transporte público que garantice el servicio básico. Es más, tal y como informa O País (8/02/2008), el ministro de Transporte y Comunicaciones, António Munguambe, tuvo la desfachatez de inaugurar recientemente una flota de automóviles de lujo de la TPM (Transportes Públicos de Mozambique) destinados al turismo de cara al mundial de futbol del 2010 que se celebrará en la vecina Sudáfrica.
En la actualidad, el precio de un viaje con «chapa» por un recorrido corto (menor de 10 kilómetros) es de 5 meticais (35 meticais = 1 euro), y por un recorrido largo, de 7,5 mts. La FEMATRO, visto el espectacular aumento del precio del petróleo desde el 2005, año de la última subida de precios, acordó con el gobierno un aumento de 2,5 mts. por viaje, lo cual significa unas tarifas de 7,5 y 10 meticais respectivamente. Es decir, un incremento del 50% en el primer caso y de el 33% en el segundo. De hacerse efectivo, peligraría el ya de por sí frágil equilibrio financiero de la mayoría de la población de la periferia, que es la que necesita realizar los trayectos más largos. El salario mínimo se sitúa en 1.640 meticais, pero en el sector informal esta cifra raramente sirve de referencia, y suele estar en los 1.000 mts.
El motivo que desencadenó la revuelta es evidente y «visible»: la ineptitud del gobierno para facilitar a la población oportunidades de obtener ingresos, en un contexto donde los precios internacionales de las materias primas (no sólo del petróleo, que causa el aumento del transporte, sino también del trigo, que encarece el pan) están en una subida constante. La dependencia a los precios internacionales de importación de estas materias primas utilizadas en las actividades productivas del país (debido a la ausencia de una producción nacional), junto a la fuerte dependencia de los recursos externos del estado (el 56% del presupuesto del 2008 proviene de la ayuda financiera internacional, principalmente del Banco Mundial), configuran un escenario económico ya de por sí totalmente inestable.
Conclusiones
La forma en que el gobierno resuelve la crisis abierta el día 5 (anulación de la medida política de incrementar precios y el posterior subsidio a los transportistas), no constituye una solución sostenible a largo plazo para la futura estabilidad económica, política y social del país. A nivel económico, por una parte, la introducción o bien agrava el déficit presupuestario (y por tanto la dependencia de la ayuda internacional y con ella de las políticas marcadas por el Banco Mundial), o bien reduce los recursos disponibles para otro tipo de actividades más productivas. Por otra parte, el subsidio no ataca una de las causas del problema, que es la dependencia del petróleo y la vulnerabilidad frente a las oscilaciones en su precio. Así, nuevas subidas bruscas de los precios pueden anular el efecto del subsidio, y estaríamos otra vez en la situación inicial que ha desencadenado la revuelta.
A nivel político, crea un precedente peligroso para la gobernación del país, pues la población se ha dado cuenta que la única manera en que el gobierno le hace caso es cuando utiliza la violencia. Y a nivel social, el subvencionar sólo el transporte urbano crea un agravio comparativo con los otros sectores de la sociedad que se ven afectados también por el incremento del coste de materias primeras (transportadores inter-provinciales, productores de pan).
La situación a la que se enfrenta Mozambique requiere políticas más ingeniosas que las que está mostrando hasta ahora el gobierno. Por una parte, hay que repensar el modelo económico que quiere seguir el país en lo que a creación de riqueza y empleo se refiere, orientándolo a la obtención de una menor desigualdad social. En este sentido, la dependencia del modelo del Banco Mundial, seguido desde 1984, constituye un obstáculo para la generación de propuestas surgidas desde el propio país. También hay que tener en cuenta que la población de Mozambique es mayoritariamente rural (cerca de 15 de los 20 millones totales), y la revuelta del día 5 es la revuelta de la pobreza urbana. Mientras tanto, las comunidades rurales, que ya hace años que recorren largos quilómetros a pie para desplazarse (como tuvo que hacer la población urbana durante los tres días que no circularon las «chapas»), continúan estancadas económicamente, facilitando así los flujos migratorios hacia los núcleos urbanos, sobretodo a las periferias, originando de esta forma nuevas necesidades de transporte, con el consiguiente coste económico y ecológico.
Por otra parte, hay que destinar los recursos disponibles del estado de una forma que satisfaga mejor las necesidades de la población, en este caso las de transporte. Hay que priorizar la implantación de un sistema de transporte público adecuado a la demanda de la sociedad, reduciendo la dependencia hacia el petróleo, lo que traería beneficios tanto económicos como ecológicos. En este sentido, para los recorridos cortos, se podría intentar aplicar en Maputo el modelo de Quelimane, capital de la provincia de Zambezia, en el Norte del país, donde el transporte urbano es realizado por jóvenes que cargan a las personas en sus bicicletas.
La revuelta popular del día 5 de febrero expresó algo más que la protesta por la subida de los precios. Como afirma Carlos Serra: «El pan y las chapas son los depositarios de las relaciones sociales. […] La revuelta popular fue contra las relaciones sociales que favorecen a unos y perjudican a otros». (SAVANA, 22 de febrero). De la interpretación que puedan hacer de estas relaciones el gobierno y el Banco Mundial dependerá la futura estabilidad económica y social de Mozambique.