La grave crisis social, política y de seguridad que vive Mozambique desde el pasado 22 de octubre se ha incrementado partir de que el Consejo Constitucional, el principal tribunal del país, confirmara el lunes 23 la victoria del FRELIMO (Frente de Liberación de Mozambique), que gobierna el país desde 1975, después de que se conocieran los resultados de las elecciones del día 9 de aquel mes, en las que se impuso el candidato oficialista que asumirá el próximo 15 de enero, Daniel Chapo, exgobernador de la provincia de Inhambane (2016 a 2024), por el 65 por ciento de los votos.
Los grupos de la oposición, como lo vienen haciendo desde hace más de dos meses, siguen su campaña de protestas y manifestaciones violentas, que ya se ha cobrado la vida de cerca de 300 personas, de las que 150 resultaron muertas en los siguientes dos días desde que se conoció el dictamen del Consejo Constitucional (Ver: Mozambique, los muertos que nadie va a pagar), mientras los heridos suman miles, igual que los detenidos.
Las protestas que se iniciaron en Maputo, la capital del país, para enseguida expandirse a todas las grandes ciudades de la geografía mozambiqueña, siguen siendo alentadas por el candidato derrotado, el empresario y pastor televisivo Venancio Mondlane, quien se presentó como candidato independiente por el Partido Otimista pelo Desenvolvimento de Moçambique, (PODEMOS), un sello de fantasía que enmascara el ultraderechista movimiento de Resistencia Nacional Mozambiqueña (RENAMO) que en las elecciones finalmente había conseguido casi el 25 por ciento.
Sin temor a iniciar una guerra civil, el candidato derrotado, que se encuentra refugiado en Sudáfrica, llama a sus seguidores a continuar las protestas y convocar “un levantamiento popular”, acusando al Gobierno del presidente saliente Filipe Nyusi de ser el principal responsable del fraude electoral.
Las protestas, que ya han entrado en su tercer mes consecutivo, han provocado además de las muertes y los daños evidentes, una acelerada paralización de la economía. Desde el final de la guerra civil (1977-1992) y más allá de los crímenes cometidos por la khatiba terrorista que opera en Cabo Delgado desde 2017, Mozambique desconocía estos niveles de violencia.
Mientras tanto, la situación en el norte del país, epicentro del accionar del grupo fundamentalista prioritario del Dáesh, Ahlu Sunnah Wa-Jamaa o ASWJ (Seguidores del Camino Tradicional o Defensores de la Tradición), fue golpeada por el ciclón Chido, el pasado 15 de diciembre, principalmente en la provincia de Cabo Delgado, pero también en las provincias de Nampula y Niassa, afectando de manera directa a unas 630.000 personas, entre ellas unas 120 víctimas mortales, además de 768 heridos, destruyendo 140.000 viviendas, 250 escuelas y 52 centros de salud.
En este contexto, la minera británica Gemfields, que produce casi una cuarta parte de las esmeraldas del mundo, informó que debió detener las operaciones de extracción de rubíes después de que, aprovechando la anarquía que se extiende en todo el país, un grupo de más de 200 personas intentara invadir sus áreas de explotación al tiempo que pugnaba por ingresar a un pueblo residencial construido por la compañía para sus ejecutivos y empleados, un día antes de Navidad. Más allá del accionar policial y las agencias de seguridad propias, se produjo el incendio de uno de sus edificios y saqueos en varias oficinas.
Mientras que la irlandesa, Kenmare Resources, que opera una mina de titanio en el norte del país, también denunció incidentes en cercanías de su planta en Cabo Delgado, aunque los manifestantes no lograron ingresar.
A consecuencia de la crisis estalló un motín en la prisión de alta seguridad ubicada a 14 kilómetros al suroeste de Maputo, en el que murieron 33 y tres de los reclusos y otros 15 resultaron con diversas heridas. Entre 1.500 y 6.000 escaparon el día de Navidad.
Durante el motín los presos consiguieron destruir varios móviles policiales y asaltar diversos locales y oficinas, dentro de la prisión y a las afueras de ella. Entre los evadidos se encuentra una treintena de terroristas del ASWJ que ya purgaban condena firme.
Escapar del caos
La degradación política del país, que puede desembocar en una guerra civil, está obligando a muchos mozambiqueños a escapar del país. Ya miles de familias han cruzado hacia Malawi, mientras prefieren evitar países como Sudáfrica o Tanzania, donde claramente no son bien recibidos, como bien lo saben las cientos de personas que en 2021 intentaron cruzar a Tanzania cuando el terrorismo integrista amenazaba con incendiar todo el norte del país.
En estas últimas semanas ya se registró la llegada de unas 3.000 familias a Malawi. Según los funcionarios de frontera malawíes del puesto de Nsanje, en el sur de Malawi, unas 11.000 personas ya han cruzado por el río Shire, mientras que otras 2.000 lo habían hecho atravesando el río Ruo, ambos cursos fronteras naturales entre los dos países.
En vista de lo que podría significar un escape masivo de mozambiqueños a medida que la crisis se agrave, varios ministerios de Malawi han sido puestos en estado de alerta para intentar registrar, ubicar y asistir a los recién llegados, con el temor de que en ese flujo puedan infiltrarse muyahidines del ASWJ o algunos de los muchos criminales recientemente fugados del penal de Maputo.
Mientras los desplazados siguen fluyendo hacia Malawi, muchos se niegan a hacerlo hacia Sudáfrica, a pesar de que este país sea la mayor economía de la región. Desde hace años los mozambiqueños no son bien tecibidos, ya que al menos dos millones de ellos trabajan en ese país en minas, campos agrícolas y comercio informal, por lo que los ataques xenófobos son frecuentes.
Ya en 2019 emigrantes mozambiqueños en Sudáfrica habían sido objeto de ataques xenófobos en los mercados donde algunos se habían instalado en Soweto, cerca de Johannesburgo.
Según informan algunos mozambiqueños, los atacantes son miembros de la Operación Dudula (retroceder), un movimiento nacionalista sudafricano que pretende la expulsión de inmigrantes ilegales e indocumentados, acusándolos de ser los responsables de la falta de oportunidades para los nacionales, por lo que los comerciantes extranjeros son robados, golpeados e instados a retornar a su país, mientras las mismas autoridades sudafricanas ordenan razias y expulsiones de extranjeros.
La situación se espera que para las próximas 48 horas se aplaque en Maputo, ya que, según se informa el líder opositor Venancio Mondlane, habría llamado a sus seguidores a dos días de paz para enterrar a los muertos e intentar negociar con el presidente Filipe Nyusi una alternativa al conflicto, lo que quizás sea la última estación antes de la guerra civil.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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