El matutino publicó un editorial en el que recomienda poner fin al «anacrónico» embargo.
Así como el año pasado le reclamó al presidente Barack Obama las ahora repuestas relaciones diplomáticas con Cuba, el diario The New York Times publicó ayer un editorial en el que le pide al Congreso que colabore en ponerle punto final al anacrónico bloqueo comercial de Cuba, y para reforzar su planteó se valió de una encuesta en la que la gran mayoría de los ciudadanos de ambos países apoya el levantamiento. «Un número significativo de estadounidenses y la inmensa mayoría de los cubanos quieren el fin del bloqueo. Llegó la hora de que el Congreso se comprometa con la piedra angular de la política exterior hacia Cuba», señaló.
El diario recuerda que pese a las llamadas acciones ejecutivas (decretos) dispuestas por Obama, Cuba sigue haciendo frente a algunas de las sanciones «más duras» de Estados Unidos. «Es el único país del mundo al que los ciudadanos estadounidenses tienen prohibido visitar como turistas», lamentó el TNYT, que se hace eco de las quejas de empresarios del sector, como el director ejecutivo de la cadena Marriot, Arne Sorenson. En el editorial recuerda que cada vez más legisladores están dando pasos «prometedores», desde una propuesta de ley para derogar el embargo en Diputados hasta nuevas enmiendas para permitir los viajes a la isla.
Asimismo, menciona una reciente encuesta del Pew Research Center, según la cual el 72% de los estadounidenses apoya la idea de acabar con el bloqueo y destaca que un 55% de los consultados que se declaran conservadores republicanos también la apoyan. El diario asegura que las críticas al deshielo entre Washington y La Habana, formuladas por dos de los aspirantes que luchan por la candidatura republicana (Jeb Bush y Marco Rubio), puede terminar costándoles votos entre la comunidad latina en las elecciones de 2016. Finalmente, recuerda el «fuerte» llamado a poner fin al embargo que hizo la semana pasada la ex secretaria de Estado y actual candidata demócrata Hillary Clinton.
Durante décadas, los presidentes y legisladores estadounidenses han jugado una especie de torneo para ver quién endurecía más el embargo, y «en ocasiones lo han aflojado, pero esas leyes y regulaciones para intentar provocar un cambio en el régimen han fallado y siguen congeladas en el tiempo», concluyó el editorial. Por el contrario, en la realidad se han ido sumando distintas enmiendas, a cual más draconiana, que terminaron por conformar un entramado difícil de desenredar si no es con una decidida acción legislativa.