Paradójicamente, a pocos días del anuncio de la Organización del tratado del Atlántico norte (OTAN), en el que declaraba al Sahel como “área de interés estratégico” (véase La OTAN extiende su sombra al Sahel), con la excusa de contener el avance de los khatibas de al-Qaeda y el Daesh, el pasado martes cinco de julio, en horas de la noche, el grupo terrorista nigeriano Provincia de África Occidental del Estado Islámicoo ISWAP, por sus siglas en inglés, liberó tras un ataque perfectamente coordinado a más de 1300 detenidos del Centro de Custodia de Kuje, en el área de la ciudad de Abuja, la capital del país, a 47 kilómetros de la residencia presidencial de Aso Rock y a 24 del Aeropuerto Internacional Nnamdi Azikiwe.
En la operación que participaron unos trescientos muyahidines, tras derribar con cargas explosivas uno de los muros, instaron a escapar a los 1476 detenidos en su interior, al grito de Allahu Akbar (Dios es grande), llamado al que solo se rehusaron 111, alguno de ellos funcionarios y políticos encarcelados por corrupción o detenidos por causas menores. Entre los más notorios se encuentran el exgobernador del estado de Taraba, Jolly Nyame, y Farouk Lawan, exmiembro de la Cámara de Representantes, aunque quizás el “inquilino” más notorio de la prisión de Kuje sea Abba Kyari, un popular jefe policial, suspendido de su cargo mientras se lo investiga por sus conexionescon Ramón “Hushpuppi” Abbas, también conocido como Gucci King, un oscuro personaje mediático vinculado al lavado de activos, por lo que enfrenta cargos en los Estados Unidos.
Dada la popularidad del subcomandante, las autoridades de la prisión se encargaron, con particular insistencia, de aclarar que el policía no se encontraba entre los detenidos que prefirieron no escapar, al tiempo que cerca de la mitad de los evadidos fueron rápidamente recapturados en bosques cercanos.
La prisión de Kuje construida en 1989 para 550 reclusos y que al igual que la mayoría de las cárceles del país tiene exceso de población, recibió hace tres semanas a varios terroristas de alto perfil, que se encuentran entre los evadidos y para lo que se cree se montó el rescate, mientras que nada se sabe de los otros 64 hombres que pertenecen a la ISWAP, la organización terrorista que en 2015 se escindió de Boko Haram y que hoy es la principal expresión del integrismo en Nigeria y una de las más activas del continente.
El terrorismo wahabita desde 2009 en ese país ha causado más de 120 mil muertos y el desplazamiento de varios millones de personas, fundamentalmente en el noroeste nigeriano y la región del lago Chad, donde son frecuentes sus operaciones. En la actualidad el grupo se encuentra en una campaña de ataques cada vez más osados y desafiantes en cercanías de la capital, que son apenas repelidos por las fuerzas de seguridad desbordadas, mal equipadas, peor pagadas y sin prácticamente ningún entrenamiento.
En todos estos años los takfiristas han conseguido infiltrarse en diferentes estamentos de la seguridad nacional, bien por fe, extorsiones o sobornos. Razones por las que las autoridades investigan por qué a pesar de la advertencia que dio el servicio de inteligencia el martes por la mañana, el ataque no pudo ser contenido y se permitió a los integristas un despliegue como hacía años que no se veía, donde además murió un guardia junto a cuatro reclusos mientras que otros tres guardias resultaron heridos.
La especulación de que los atacantes contaron con la complicidad de autoridades y guardias del penal se basa en el hecho de que un día antes del ataque los efectivos militares desplegados en Kuje y en los alrededores de “Centro Correccional” habían sido trasladados.
El ataque se habría iniciado a las nueve de la noche del día martes y terminado tres horas después, mientras que las fuerzas de seguridad llamadas para contener a los terroristas, el Batallón de Brigada de Guardias de Fuerzas Especiales 176, de la base de Gwagwalada, a solo 22 kilómetros de Kuje, llegaron “mucho después de que los reclusos escaparan”. Algunos vecinos presenciaron el momento en que los muyahidines entregaban a los fugados unas dos mil nairas, algo menos de cinco dólares, para que puedan utilizar en su escape.
Al día siguiente el presidente Muhammadu Buhari declaró en su visita a la prisión sentirse “triste” por el ataque y “decepcionado” con la seguridad. Recodemos que Buhari, quien llegó al gobierno en 2015 con la promesa de terminar con el terrorismo, lo que evidentemente no ha cumplido, ha debido renunciar a la candidatura para segundo mandato en las elecciones de febrero próximo.
Poco antes del ataque a Kuje se conoció que hombres armados habían intentado asaltar un convoy de vehículos de funcionarios nacionales que viajaba como avanzada a la comitiva presidencial rumbo a Katsina, el estado natal del presidente, para organizar la visita del mandatario por la celebración Sallah, conocida en otras culturas musulmanas como Eid al-Adha (el festival del sacrificio o fiesta del cordero.) una de las celebraciones más importantes del Islam.
Los atacantes abrieron fuego contra los vehículos desde distintas posiciones, ocultos entre la maleza junto al camino, en un punto próximo a la ciudad de Dutsinma (Katsina). Fueron rápidamente repelidos por el personal militar, policial y hombres del Departamento de Servicios del Estado (DSS) que acompañaba a la caravana. Dos miembros de la columna resultaron con heridas leves, mientras que el resto llegó sin más novedades a la ciudad de Daura, en el Estado de Katsina.
Una sorpresa recurrente
Desde el 2020 los ataques a prisiones como las de Oyo, Plateau, Imo y Edo se ha convertido en una constante, tanto por parte de los grupos takfiristas, como de las bandas del crimen organizado, y han dejado en libertad a más de cinco mil reclusos. El año pasado solo del penal de Owerri, en el estado de Imo al sureste del país, escaparon poco menos de dos mil detenidos en una operación muy similar a la de Kuje.
Las autoridades no han podido dilucidar si estas acciones, cada vez más recurrentes, son en verdad operaciones genuinas de los grupos takfiristas o resultado de la connivencia entre los muyahidines y el crimen organizado, el cual en muchos casos solo opera como “contratistas”, como fue el asalto al tren de Abuya-Kaduna en marzo pasado (Véase: Nigeria, la perfecta metáfora africana) en el que fueron secuestrados más de trescientos pasajeros en procura de rescate. Muchos de ellos hasta hoy siguen desaparecidos igual que cientos de alumnos a los que bandas locales del noreste han secuestrado para que alguna de las tres organizaciones integristas que operan en Nigeria, Boko Haram, ISWAP y Ansaru o Vanguardia para la Protección de los Musulmanes en África Negra, también escindida de Boko Haram, negocie su liberación.
En la noche del viernes 22 de octubre del año pasado hombres armados tomaron el Centro Correccional de Abolongo en la ciudad de Oyo establecido en 2007 para uno 150 reclusos y cuya población era al momento del ataque de casi mil detenidos.
Es por lo menos llamativo este tipo de acciones donde unos trescientos hombres bien armados puedan asaltar un penal fuertemente vigilado próximo a la capital del país, con casi un millón y medio de habitantes, puedan liberar a casi mil quinientos hombres, tengan el suficiente tiempo para repartir dinero y escapar con éxito sin una sola baja. Lo que conforma un acertijo del que, quizás la OTAN y sus mandantes, conozcan mucho más de lo que imaginamos.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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