Los mismos que han mantenido durante años a los dictadores, quienes los han armado y amparado se levantan ahora como señores de la libertad frente a ellos. Y lo hacen con el único lenguaje que saben utilizar bien, el de la guerra. La aprobación de las Naciones Unidas puede dar cobertura legal a las operaciones […]
Los mismos que han mantenido durante años a los dictadores, quienes los han armado y amparado se levantan ahora como señores de la libertad frente a ellos. Y lo hacen con el único lenguaje que saben utilizar bien, el de la guerra.
La aprobación de las Naciones Unidas puede dar cobertura legal a las operaciones militares pero nunca será suficiente justificación ética. Hay otras formas de afrontar los conflictos. Ni siquiera en última instancia doy por buena la guerra y mucho menos, como ahora, cuando su declaración se apresura sin recurrir a embargos, a sanciones o a medias previas efectivas que pudieran disuadir de llevar a cabo lo que aparentemente se quiere conseguir con ella.
La guerra no lleva a nada cuando no está acompañada de un firme propósito de evitar las condiciones que puedan haberla justificado. ¿Dónde está el cambio de actitud de los «aliados» frente a las reformas sociales legítimas que han ahogado antes, cuando no les han convenido a sus intereses comerciales? ¿dónde su compromiso de no armar a los dictadores? ¿dónde su decisión de no hacer negocios con gobiernos criminales a los que han considerado amigos cuando les permitían ganar dinero?
La guerra contra Libia es demasiado cínica y responde a intereses demasiado evidentes como para creer en la sinceridad de quienes la defienden. ¿Por qué allí sí y no en otros lugares en donde se masacra a la población civil? ¿Por qué se calla, mientras tanto, ante los crímenes terroristas de Israel o de tantos otros países en diferentes lugares?¿cómo creer que sea aceptable decir que se defiende a la población civil cuando al mismo tiempo se la bombardea y, sobre todo, cómo obviar que los «rebeldes» a los que se ampara no son en realidad el pueblo que clama ayuda sino socios y aliados con quien se quiere seguir haciendo negocio? ¿Por qué no antes de intervenir, si la intención es tan liberadora, no se renuncia al expolio subsiguiente y a cualquier tipo de ganancia imperialista posterior? Si lo que se desea es salvar y apoyar a la población civil ¿por qué no se le reconoce desde ya a ella como la única dueña de su riqueza? ¿Y por qué no se imponen condiciones previas a la oposición que ha dado tantas muestras previas de ser incluso aun más reaccionaria y oligárquica que la propia dictadura para garantizar que su llegada al poder no sea tan nefasta para el pueblo como la dictadora de ahora? ¿cómo se puede afirmar que se evita el genocidio si se ha armado antes a los genocidas y si no se hace nada para evitar que otros nuevos reemplacen con el apoyo de los guerreros triunfantes a los que se quiere vencer haciendo que la guerra la paguen los pueblos?
Si las potencias desean de verdad ayudar a la población civil y evitar el daño de los gobernantes criminales y de los dictadores ¿por qué no actúan contra todos en lugar de hacerlo selectivamente, qué casualidad, contra aquellos de quienes puede depender tan solo su seguridad petrolera o el aprovisionamiento energético? Y si de verdad se desea evitar sus masacres ¿por qué no apoyar entonces tribunales internacionales, el establecimiento de una legislación penal y una justicia global implacables y, lógicamente también, por qué no empezar dando ejemplo declarando el sometimiento propio ante ellas? Si verdaderamente se quiere perseguir a los terroristas de estado y a los gobernantes asesinos, ¿por qué se sostiene a tantos de ellos y no se actúa con semejante contundencia contra todos en lugar de ser socios y darle cobertura a quienes hacen negocios con ellos?
En ningún caso la guerra. Nunca la guerra. Jamás la guerra. No puedo aceptar la justificación que hacen de ella los que siempre son remolones a la hora de establecer resortes para imponer previamente la justicia, los que destinan cada vez más dinero a armas y cada vez ponen más en manos de gobernantes criminales a los que consideran «hermanos». No acepto la justificación de la guerra en boca de quienes amamantaron en sus senos a quienes ahora dicen que combaten para liberar a los mismos pueblos a quienes ellos ayudaron anteriormente a masacrar dando armas a los dictadores. Y no acepto la razón de la guerra en quienes no hacen compromiso previo de no ponerla en marcha solo para seguir ganando dinero. Digan lo que digan, siempre diré No a la Guerra porque siempre hay otras vías, antes y después, para evitar el daño que se dice querer evitar cuando en realidad se está produciendo más dolor, destrucción y muerte solo para seguir ganando dinero.
No a la guerra
Juan Torres López es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Sevilla y miembro del Consejo científico de ATTAC-España. Su web personal: www.juantorreslopez.com